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Capítulo 41._ No todo está perdido




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»Jos



¿Quién habría imaginado que ese día cambiarían tantas cosas, inclusive mi felicidad?

La película transcurrió normal, las lágrimas de Camile con una sensible película no eran de extrañarse, por lo que me dediqué a brindarle caricias, plantarle besos y pasarle pañuelos.


—Ya acabó la película, tranquila —rocé su nariz con la de mía, para después depositar un beso ahí

—No importa, qué perra fue ella.

—Vamos Cam, es solo una película —sonreí acariciando su cabello

—Eso es verídico José, no me pidas que no me ponga mal —se sonó la nariz ruidosamente. El pequeño Canelita se removió entre el espacio que habíamos dejado en medio Camile y yo

Mi chica le sonrió a nuestro bebé y lo tomó entre sus brazos, perdiendo su mirada en él —Te amo, Jos Canela. Y sigo aferrándome a ti.

—Yo también lo hago —confesé después de mucho, atrayendo su atención —Me he equivocado, y no merezco que estés aquí conmigo. Tampoco a ese bebé. Pero los amo a ambos, solo... estaba confundido. Sé que no es justificación.

Se encogió de hombros —Pues estuviste confundido un largo tiempo —murmuró esbozando una mueca. Su móvil comenzó a vibrar, me pasó al diminuto Paul para arrullarlo en lo que ella contestaba —¿Hello? —frunció el ceño, confundida —It's okay, don't worry. Es un poco temprano, pero Paul ya nos despertó —a pesar del tiempo, su acento nunca se iba. Me miró de reojo cachándome observándola y me entregó la sonaja favorita de mi hijo. El tiempo pasaba rápido, y las cosas también —¿Sucede algo? —se volvió a sentar, jugando con su largo y gris cabello —Ya hablaremos más tarde —rió una Camile muy alegre —Nos vemos Isa. —dejó el teléfono en la mesita de lado

Fruncí el ceño, extrañado —¿Qué quería? —pregunté acostándome en el sofá-cama con Paul volviendo a dormir en mi pecho, sus ojos eran tan lindos

—Invitarme a desayunar —dijo restándole importancia, y acurrucándose con nosotros. Después de casi un año de batalla, volvíamos a ser una familia normal

—¿Y vas a ir?

—Sí —sonrió animada, arqueando una ceja —¿No te parece?

—No tengo problema, además hace mucho que no sales —revisé la hora en mi móvil, levantándome con cuidado y dejando a Paul con su mamá —Ya es tarde, el trabajo no se hace solo —sonreí de lado, contagiándole el gesto a mi mujer —¿Lo llevarás contigo? —asintió, volviéndolo a dormir

—Nos hace falta a ambos.

Incliné la cabeza, comprensivo —No olvides abrigarlo bien.



Finales de octubre, recién cumplidos mis veintisiete años y con mucho trabajo de godín. Recordé las burlonas palabras de Isabela "Te convertirás en lo que juraste destruir". Hacía el inventario de la fábrica de autopartes en la que trabajaba, gracias a un conocido de mi abuelo con el que me habían recomendado. Mi sueño de ser una estrella del rock se habían truncado, pero... me sentía bien con lo que tenía.

Unos toques en la puerta desviaron mi mirada del papeleo que estaba realizando, murmurando un "pase" lo suficientemente audible una Camile radiante entró con mi mayor motivación en brazos, y la nueva revista de Elle que ayer me pidió le comprara.


—Alguien te extraña —sonrió acercándose a besarme de piquito, gesto que le respondí muy feliz 

—Yo también lo hago —me entregó al pequeño, el cual llevaba puesta una sudadera de tamaño reducido de los Rockets, el regalo de Alonso en el primer cumpleaños de mi hijo

—No me refería a Paul —miré extrañado a Camile, la cual ladeó la cabeza con una tenue sonrisa —Isabela te manda saludos —asentí serio, aceptándolos sin saber qué decir; no era la primera vez, aunque, por petición mía, le había casi suplicado a mi mujer que no volviera a mencionarlo. La teñida acercó su bolso y hurgó en él hasta sacar un papel decorado y poniéndolo frente a mí —Y también la invitación a su boda.

Suspiré pesadamente, sin poder disimularlo —Cam, amor, ya te dije que...

—¿De verdad no irás? —me interrumpió, la decepción en su voz fue palpable y sus ojitos azul claro me miraban expectantes —Jos, siempre dices que el pasado debe de quedar ahí, hasta atrás y debemos dar vuelta a la página. No sé tú, pero yo sí pienso ir, y creo que tu también deberías. Es tu mejor amiga. —comenzó con su discurso de los últimos meses

—Fue —corregí regresándole la invitación, se alejó para impedirme aquello 

—Es, y siempre lo será —me aseguró quitándome a Paul de los brazos y sentándolo en su regazo —A ella le gustaría que fueras. Y es lo mejor, dejar diferencias, la harías feliz José. Piénsalo, please babe —se puso de pie y volvió a besarme antes de encaminarse a la puerta

—¿Solo viniste por esto? —asintió con una chispa traviesa en sus ojos, la que tanto me enamoraba, antes de desaparecer con un suave portazo


Traté de concentrarme lo mejor que pude en el trabajo, terminando dos horas después. Eran las ocho de la noche, aflojé mi corbata y el cuello de mi casa para tratar de respirar con más tranquilidad.

El reflejo de la luz que proyectaba una lámpara, hizo que un sello brillante consiguiera que la viera. Era la invitación. La tomé dándole vueltas entre mis dedos, y finalmente abriéndola luego de un interno debate con Canelita, mi mente ya no era un completo martirio para mí.

Era cierto que dejé las diferencias de lado y gracias a mi madre y Fernanda, la desaparecida de las Canela, entendí que mi problema no era Isabela, sino mi pasado y un capricho. La amaba y sí me enamoré, probablemente siempre sería así; pero ahora solo lo hacía como amigos, y no quería perder a mi verdadera familia: a ellas, a mi mejor amiga, a la mujer de mi vida y a mi hijo de un año. Paul llegó a alumbrar mi vida, no quería que al crecer supiera que su padre era un alcohólico y rencoroso hombre. 

Tomé un sorbo de mi té verde y abrí el último cajón de mi escritorio el cual pocas veces usaba, dispuesto a guardar la invitación. Para mi sorpresa, había un librito en él, cuando creí que estaba vacío. Al sacarlo para examinarlo, supe que esto había sido obra de mi bella Camile.

Una sonrisa nostálgica se hizo dueña de mis labios, era un álbum de fotografías que Isabela me había obsequiado hacía... ni siquiera podía recordar cuánto, parecía que fueron ayer los problemas con Kiara y el tiempo en la secundaria. Comenzaba con algunas anécdotas que la castaña me recordaba, y narrando algunos sucesos que ocurrieron gracias a mí; como el pan con mermelada, su viaje a Italia o la vez que nos quedamos a estudiar hasta tarde y cuando salió del baño yo ya me había bebido su café de olla que había servido en su taza favorita.




Joder, cuánto la extrañaba.




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¡Holaaaa! Sé que me ausenté un poquis pero acabo de ingresar a la universidad y ando ocupadita! Jeje

Las invito a pasarse a mis otras novelas, de Alonso y Bryan, las cuales les estaré dejando el link directo en comentarios<3 

Estamos ya en la recta final de la novela, ¡gracias por acompañarme!

Denle amor a la novela votando, comentando y agregándola a sus bibliotecas y listas+ 

¡Las adoro y gracias por el apoyo!


—Su fiel escritora Frida :')

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