Capítulo 4._ Fiesta Sorpresa
»Isabela
Pasaron dos semanas, en las cuales pude reponerme y volver a mis clases matutinas. Era agradable tener que pasarlas con mis amigos, de lo contrario ya habría literalmente muerto de aburrimiento dentro del aula, sus ocurrencias me hacían reír a tal grado que en algunas ocasiones me sacaban del salón. Ese día estábamos Alonso, Clara, Katia, Freddy y yo preparando una fiesta sorpresa para Jos. Mi mejor amigo había estado tan ocupado que no pudo organizar una por sí mismo, lo que lo hacía estar triste; era nuestro último año en la preparatoria, el pelinegro quería que todo fuera perfecto.
Sería una reunión pequeña en casa de Alonso en justamente dos horas, estaría su familia y también algunos amigos. Entre los conocidos estaba invitado Bryan Mouque, un amigo que vivía en Los Ángeles pero vendría solo por Jos, pues los tres nos llevábamos desde pequeños... y con el cual, tenía una historia. También estaban contemplados Daniela, Rodrigo, Antonia y Alan, que era el primo de Freddy y novio de Katia. Jos se llevaba con casi toda la preparatoria. Por ahora solo sería una celebración a mediodía con la gente cercana y más adelante, seguramente la fiesta a lo grande con el resto.
—Alonso, mueve tu trasero de mi lado —lo empujé dándole un caderazo, se tambaleó ligeramente logrando sostenerse del barandal para evitar su caída al suelo
Él rió y se movió un poco una vez que recobró el equilibrio —Yo también tengo que poner los globos ahí —me miró serio, después estallamos en risas. Él y yo reíamos por cualquier cosa, nunca me dejaba pasar pena sola
—Chicos, concéntrense, ¡solo nos quedan ciento veinte minutos!— chilló Katia, ella hacía las mejores fiestas pues le encantaba encargarse de las decoraciones y sus gustos eran muy buenos
—Sí, claro, como tienes que arreglarte para Alan —silbé bajito poniendo los ojos en blanco, ganándome una mirada amargada de su parte —Y es muy quisquillosa con eso —murmuré sin descaro al ojiazul, juntos volvimos a reír
La castaña rió sin ganas —Muy graciosa Isabela, también tenemos que apurarnos para cuando lleguen —me sacó la lengua, se la devolví. ¿Infantiles? Así es, por esto no había madurado del todo. Probablemente por eso nos llevábamos tan bien
—¿Alguien me explica el plan de nuevo, por favor? —cuestionó Freddy entrando a duras penas por la puerta con una gran caja en sus brazos, los cuatro lo miramos mal y le lanzamos los cojines de los sillones. Luego maldije por lo bajo, tendríamos que volver a acomodarlos
—¡Freddy! —soltamos al mismo tiempo todos.
—¿Qué? No me juzguen, no le entendí y cuando les dije no me hicieron caso —hizo un puchero muy tierno. Me acerqué a él y lo abracé, era un chico sensible y lindo a pesar de su apariencia de playboy y sin tener aún una novia formal
El ojiazul era demasiado desesperado —Van cuatro veces que te lo repetimos, Pachequín —el rizado frunció el ceño, detestaba que Alonso transformara su apellido menos favorito en ese ridículo apodo para niños. Bueno, Freddy era un niño. Sin lugar a dudas.
Un niño con bíceps muy buenos.
—A ver Freddy, nosotros arreglaremos la casa. Fernanda y su madre irán por el pastel, mientras los demás se encargarán de distraer a Jos y después traerlo acá —le explicó Katia muy paciente para ser ella, tanto que la miré incrédula
—Déjame repetirlo en mi mente —Freddy estaba analizando la situación con expresión pensativa
Clara suspiró dejando caer sus hombros, rendida —¿Entendiste o no?
Una sonrisa se asomó en el rostro de Freddy —Sí —asintió repetidas veces muy alegre
—Bien —sonrió Katia orgullosa, fingiendo sacudirse polvo inexistente de las manos —Aún falta decorar el jardín, Clara y yo iremos. Por favor no salgan hasta que les indiquemos, queremos que también sea una sorpresa para todos —nos pidió sin perder su chispa de emoción, dicho esto las dos castañas salieron por una puerta corrediza que daba a la parte trasera de la casa
—Alonso —el ahora rubio teñido, me miró de reojo —Necesito revisar algo, ¿puedo confiar en que te encargarás de esto? —quería asegurarme, Villalpando era de fiar
Me sonrió tímido —Claro, ve sin preocupaciones.
—Gracias —le devolví la sonrisa y tomé mi bolso, encerrándome en uno de los tantos baños que había en la casa de Jos. Bajé la tapa del impecable WC y me senté sobre esta para más comodidad
Abrí el cierre y saqué una pequeña caja envuelta en papel plateado y de esta una bolsita negra de terciopelo, después extraje de ella un pin dorado de nota musical. Sonreí satisfecha con mi elección; Fernanda, la hermana de Jos, y su prometido le había comprado una guitarra nueva ya que la que tenía la rompió por idiota. Sabía lo mucho que al pelinegro le gustaba la música, y me había costado encontrar un detalle como este; di con él por casualidad, cuando caminaba lejos de mi casa completamente perdida por culpa de una dirección incorrecta que José Miguel me dio. Gracias a eso, vi una tienda de antigüedades y la buena mujer de amable edad me ayudó a llamar a casa; mi teléfono se había quedado sin pila. No fue mi culpa, ese móvil ya estaba dañado; por suerte ahora tenía otro.
Oí toques en la puerta, era Freddy pidiéndome ayuda. Rápidamente guardé todo para seguir ayudando a los chicos. Sería injusto que me quedara dentro mientras ellos hacían todo, aunque la idea no me sonaba nada mal a pesar de que seguramente Katia se molestaría. No, definitivamente no me convenía quedarme de brazos cruzados.
En la mesa de la sala pusimos un arreglo lleno de rosas blancas, y amarillas, a lado un peluche mediano de conejo de mi parte ¡Sr. Orejitas no podía quedarse sin una novia! Al menos Filomena, como llamé al blanco y nuevo peluche, era bonita y tenía unos listones como moñitos. Por último Clara colocó una caja grande forrada de papel azul celeste con fotos, cartas, dulces, chocolates y papeles de colores en su interior.
Encima de la chimenea había letras de foami brillante que formaban la frase: "Feliz Cumpleaños Jos" y globos de helio metálicos. Había muchos de estos últimos: en las escaleras, atados a los lados de los sillones, en los picos de las sillas... decidimos llenar de serpentina el suelo
—Tienen que ver esto —sonrió la teñida muy feliz y abrió la puerta con vista al patio, le añadieron una cortina negra con tiras de estrellas doradas para que nadie pudiera ver
Una gran "o" se formó en la boca de cada uno, impresionados y es que... ¿qué decir del jardín? ¡Se esmeraron a lo grande!
Había dos mesas redondas de madera con manteles blancos, Alonso nos las había prestado; en cada una había jarrones con flores violetas y rosas blancas con bombones y una vela morada. Las sillas les pusieron moños con la misma gama de colores y a lado de la puerta había una barra bien iluminada donde estaría la comida y se pondrían los regalos de los invitados. Lo de la sala tan solo era un pequeño avance.
Clara era la experta en la cocina, ella se encargó de la mesa de dulces y un buffet; no estudiaría gastronomía por nada.
—Quedó estupendo, pulgas —murmuró Freddy alzando el pulgar en modo de aprobación
Katia dio palmaditas en el aire, chillando —Y no es todo —se agachó junto a los árboles y tomó un cable delgado para meterlo a un enchufe de la conexión que... aguarden, ¿cuándo dijo algo de eso? Mi duda se esfumó cuando la serie de lucecitas alrededor de los árboles se encendieron
—Juro que si José no se asombra, le daré un buen golpe en sus amiguitos —el comentario de Daniela sí que nos hizo carcajear
Controlé mi risa y me aclaré la garganta Si ya está todo listo, entonces le hablaré a Fernanda —avisé sacando mi teléfono del bolsillo de mi pantalón suelto
Katia comenzó a correr hacia el interior de la casa —¡Aún no me maquillo!
Por mi parte busqué el cuarto de Jos, y me adentré a su baño en el cual había de mis pertenencias. Por más de la mitad de mi vida había dormido ahí, él insistiendo en dejar lo esencial para no ir cargando cada que lo visitaba. Me lavé los dientes y aproveché para darme un baño, mi cuerpo me odiaba tanto que por más gélido que el clima estuviera yo exhalaba sudor. Tuve que cambiar incluso mi ropa interior empapada y antes de poder pedirle ayuda a alguien por mi roba sudada, encontré un arrugado vestido en el fondo de la bolsa bajo la cama de Jos. No era mi favorito, al pelinegro le gustaba y justo por ello estaba ahí. Una vez peinada y maquillada con ayuda de la morena, bajé.
—¡Hey! Te ves linda —me dijo Alonso acompañando su halagado con una linda sonrisa
Sentí mis mejillas calentarse, desviando mi mirada al suelo —Gracias.
Recibí un mensaje de Fernanda, estaban a cinco minutos de llegar y aún no llevábamos la comida afuera. Antes de lo que canta un gallo Claro colocó en contenedores especiales los cupcakes, el ganache de las trufas (mi favorito), fruta cortada, pan de elote (la adicción más grande Jos además de ser un gigolo), donas y el pastel de fondant con la cara del cumpleañero. Lo iba a odiar, de eso estaba segura... y realmente ese era el chiste.
Me acerqué a un conector de la cantina del patio, a unos metros de la alberca, y con una sonrisa traviesa con todos de testigo, encendí las fuentes de chocolate y chamoy.
—Freddy falta el petit four, las galletas, los brownies... ¡Los malvaviscos! —exclamó Clara comenzando a alterarse, desquitándose con el pobre castaño
Se cruzó de brazos —Hey, no me hables en chino y tampoco en ese tono —frunció el ceño molesto
—Sí que Jos es querido, tan solo vean todo esto —señaló Rodrigo, un chico muy lindo a decir verdad, admirando los tentempiés —Si sobre va a alcanzar hasta para dentro de un mes —bien, tal vez era un poco exagerado; perfecto para mí
—Te ves muy bonita para verte tan estresada, cálmate ¿sí? —le susurré a Katia poniendo una mano en su bronceado hombro
—¿En verdad me veo bien? —cuestionó mirándose. Casi me ahogaba al oír sus palabras, ¡era hermosa y no se daba cuenta! Ya querría yo tener su cuerpo, pero ¡no! Tuve que heredar las patas chuecas y flacas de mi difunta y odiosa abuela materna, ni hablar de lo plano que era mi busto
—Más que perfecta perrita, así que ya cállate o en serio tendré que golpearte.
Y era verdad, a pesar de no tener una estatura muy alta, sus ojos cafés claro y su sonrisa cautivaban a todos. Su pelo era castaño y largo, un poco ondulado. Su piel apiñonada la hacía muy guapa.
La conocí cuando tenía diez años. Estaba llorando en el parque y su enorme moño rosa chillón resaltaba en su cabello; su papá le había pegado a su madre. Cuando Katia cumplió los quince sus padres se divorciaron. La morena, de familia prestigiosa y adinerada, no lo tenía todo ni siquiera con tanto. Su padre las golpeaba a su madre y a ella, por ser la mayor; Kat siempre lo dio todo por los de su sangre. Con dieciocho años, mi amiga había pasado por demasiadas cosas: depresión, golpes y con el vivo dolor de la muerte de una de sus tres hermanas cuando se suicidó por tanto. Kat había aguantado, pero ella no.
La admiraba, porque le sonreía a todo a pesar de lo mal que se viera la situación. Además, tenía un estilo exquisito.
—¿Sabes? Alan tiene suerte.
—¿Tú crees? —se mordió el labio nerviosa, haciendo que uno de sus cabellos se le viniera a la frente. Lo acomodó rápidamente
—Sí, y mucho. Creo que deberías de dejar de preocuparte en tener todo perfecto siempre, incluyendo tu aspecto.
—Supongo que sí... al menos si no soy perfecta tengo suerte de tenerte a ti —me sonrió y nos abrazamos rápidamente —Ahora, debo asegurarme de que Freddy traiga las cosas —salió corriendo con sus tacones negros. Esperé asegurándome de que todo estuviera en su lugar, y deseando que Alfredo se apurara con los cubiertos. Nunca conocía a alguien más distraído que él
—¡Al fin! —miró Katia al cielo, entrando con Freddy detrás cargando cajas
—¡Katia, ve cómo traes al pobre! —me acerqué a ayudar al castaño, el pobre venía sufriendo de lo pesado que estaba el cargamento y ella simplemente caminaba a su lado dándose aires. Definitivamente el contenido no eran simples cucharas de plástica reciclable
—Gracias —sonrió agradecido el chico, agachándose frente a la castaña
—Alfredo ¿quieres mover tu trasero de mi cara? —dijo Clara incómoda. Me fue inevitable contener una risa
Le sonrió con arrogancia —Debe ser una gran vista.
—¡Muévete!
—No quiero.
Rodé los ojos, vaya pelea tonta —Te quitas o... —Freddy entrecerró los ojos amenazante, antes de que alguno pudiera hacer la primera movida les arrebaté la caja, la cual cayó estrepitosamente al suelo de lo pesado que era. Ahora eran amigos, ya que juntos se burlaron de mí. Eso me ganaba por ser portadora de paz
—Concéntrense.
—Qué agresiva.
—Amargada, consíguete un novio —murmuró Freddy, recibió esta vez un codazo de mi parte en las costillas —¡Auch!
Lo miré con falsa inocencia —¿Decías? —Antonia interrumpió nuestra pelea, llegando con el petit four directo de la cocina. Era mi postre favorito a pesar que muy raras veces lo comía, solo Clara sabía hacerlos y no los encontrabas en ninguna pastelería de la ciudad; consistía en unos pastelitos de tamaño pequeño y de distintos sabores. La repostería francesa era simplemente la mejor, y su decoración era acorde al tamaño. Mi vista se centró en unos bollitos de apariencia extraña que claramente yo desconocía.
—Según Clara, se llama pasta choux —me dijo Alonso, a lado de mí, como si leyera mi mente —Son de masa, y la puedes rellenar de lo que quieras. Son deliciosos —aseguró fingiendo chuparse los dedos. Comencé a reír, me gustaba hacerlo para liberar tensiones
—Y supongo que esperas con ansias comértelos ¿cierto?
—Demasiado, la única y primera vez que los probé fue hace cosa de un año —Clara y Alonso intentaron salir, pero... no funcionó. Dejé los chismes de lado cuando vi lo que Freddy llevaba en esa dichosa caja que le vi al inicio cuando seguíamos en el interior de la casa con los preparativos. Tampoco yo sabía por qué tardó tanto en ir por ella a la cocina
Lo que más nos emocionaba era ¡esa máquina de helados que Clara había comprado! Nos la prestaría y sería primera impresión ya que aún no la estrenaba. No es que tuviéramos hambre, por supuesto que no, pero debíamos de asegurarnos que funcionara. Poco tiempo después teníamos dos helados en rollo que decoramos nosotros mismos a nuestro antojo con diversos ingredientes que la familia Canela compró. Decidí tomarle una foto a Alonso sosteniendo los helados para subirla después a mi Instagram, ese artefacto era una joyita y tener uno no era una opción
La hermana y la mamá de Jos llegaron con los demás pasteles; nos daría a todos diabetes de todos los dulces que había ahí, pero bueno... a Jos era lo que más le encantaba en la vida. Colocamos el resto y solo nos quedó esperar. Oímos el portón del garaje abrirse, y pronto ellos entraron.
—¡Sorpresa! —exclamaron todos, a excepción de mí. La que se llevó la sorpresa, fui yo
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Hola
Lamento haber tardado siglos pero ya les traigo este adorable capítulo, estaba en exámenes y pues no he podido actualizar:(
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¡Nos leemos en el próximo capítulo! ❤
—Su fiel escritora Frida
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