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Capítulo 37._ Planes navideños




»Isabela



—Wow —tenía ganas de echarme a llorar, pero no lo hice. Realmente me alegraba verlo, lucía tan diferente en el buen sentido; sin ojeras, rostro relajado, más alto y rebozaba de alegría —No te lo creo —sonreí levemente, un poco de decepción se hizo presente en mí —No... no sabía que ya habías salido. —solté incrédula, mirándolo de pies a cabeza, ¿en serio este era el mismo Jos Canela? 

Me sonrió con dificultad, lo pude notar. Tal vez los años nos habían cobrado factura a algunos, y a otros como él, recibían nuestro cobro. Pero las expresiones nunca cambiaban —Hace casi dos meses —respondió rascando su nuca con nerviosismo. Claramente, no me avisó para saber la gran noticia; bueno, en realidad ni siquiera me buscó todo este tiempo

¿Do you know each other? —le preguntó la chica a su lado, si no me equivoco, de nombre Camile

Yes babe... she is... —me miró inseguro, puesto que yo entendía perfectamente lo que ambos decían. Babe, vaya vaya...—An old friend.

An old friend —respondimos al unísono, tampoco las viejas costumbres se iban —I'm Isabela, sorry for that —extendí mi mano a la jovencita, la cual no dudó un segundo en estrecharla con una linda sonrisa

—Está bien, soy Camile —se presentó con una dulce voz segura, lo que me hizo entender que ella hablaba casi perfectamente el español

—¿Así que todo bien? —no supe exactamente a quién dirigir la pregunta, Jos se aferró a la mano de la chica

La miró con detenimiento —Han sido buenos años, con ayuda todo se puede ¿no? —me preguntó sonriendo ligeramente —Tenías razón.

—Supongo —me encogí de hombros, dudosa

—Camile es voluntaria en el lugar, y ahí la conocí —comenzó a explicarme, esquivando mi mirada 

—¡Eso es fantástico! —realmente lo era, por dos años recé a Dios que le pusiera en su camino a alguien que lo hiciera componerse, su madre no era suficiente —Debo de pagarle el café a tu novia.

—¡No te preocupes! —Camile le restó importancia —It's okay, that was just a coffee and it wasn't really good —su comentario me hizo reír, puesto que era verdad que en la franquicia donde lo habían comprado hacían los peores. Caros, y con sabor a plástico que le gustaba a los ricos que visitaban el centro comercial

—Anda, dejen que les invite uno, te enseñaré los que sí son buenos —le aseguré sin perder mi sonrisa —Mi acompañante parece que se lo tragó la tierra, y no tengo mucho que hacer, si no les molesta claro —añadí rápidamente, seguro estaban en una cita o algo así

—Se refiere a que su amigo la dejó sola —le explicó rápidamente mi referencia. Me sentí tan tonta, ella no comprendía nuestros modismos 

—¡Es una gran idea! Gracias —aceptó Camile sin dejar hablar a Jos, ella me agradaba aunque estuviera con la persona que quería... ¿o que quise? No estaba segura, volver a verlo me confundía y no era para nada bueno. ¿POR QUÉ JUSTO CUANDO IBA A DARLE EL "SÍ" A ALEX?


En el camino a una cafetería artesanal, la única que tenía el mall, platiqué un poco con Camile ya que mi ¿amigo? se mantenía callado y muy atrás de nosotras. La chica era de nacionalidad americana, y fue un soporte para Jos durante los cinco duros años que estuvo ahí. A lo que me contó, y dolió a decir verdad, él le dijo que no tenía realmente a nadie en el país y no buscaba volver, hasta que ella le comentó que amaba México a pesar de nunca haber viajado al país.

Se quedarían un tiempo, y luego se irían a Atlanta donde residía la familia Canela. Era una muchacha sencilla y niñata, a su lado me sentía vieja y muy madura lo cual ¡no me agradaba! Nunca quise convertirme en una doña a mi edad, sin ofender.

Luego de visitar un mercado navideño, mi preferido en estas épocas, llegamos a mi lugar favorito para el café de olla, y nos sentamos en unas de las mesas vacías. Jos insistió en tener que ir al baño, aunque al parecer había ido justo antes de toparnos. No le tomé importancia y seguí conversando con Camile.

Se ve que quería a Jos, me representaba tanto a mi yo del pasado, y justo la misma edad.

Jos asalta cunas.

El alivio en mí se hizo presente, aunque no estuviera conmigo él era feliz.


—Jos ya está bien —me sonrió con cierta tristeza —Ha sido de los pacientes más difíciles que he conocido, pero tiene un gran corazón. Llegó destrozado y... por las noches decía tu nombre —admitió con una mirada interesante

—¿De verdad? —me hice la desentendida, y di un sorbo a mi taza con café —Te aseguro que no tengo nada que ver en eso. Fuimos amigos, es verdad, pero nada del otro mundo. Dudo que si hubiera sido así, no me hubiera mencionado en personas especiales en su vida —mi lógica tenía sentido, y pareció convencer a la inocente niña —¿Dónde pasarán la Navidad?

—Su madre está aquí —contestó mirando a su alrededor —México es impresionante.

—¿Ya te llevó a recorrer la ciudad? Disculpa —recibí una notificación en Instagram, y unos cuantos mensajes de la editorial, los cuales respondí sin rechistar

—Solo hemos ido a Bellas Artes. —oí su voz insegura —Isabela, ¿cuál es tu empleo? —sonreí divertida, descubriendo cuál era su duda

—En el área de Marketing de una editorial —una gruesa voz respondió por mí —Y debo presumirte, que en una de las mejores. Isa sabe lo que hace —se acercó a besar cariñosamente mi mejilla, haciéndome sonreír con su solo tacto —Alexander Castillo, un gusto —le tendió su mano, tan formal como siempre. Rodé los ojos, con gracia

—Camile. —la teñida me miró sorprendida y desconcertada por él

—Es mi novio —dije tímidamente, sintiendo el rostro caliente. Una tos me hizo mirar a la puerta, Jos estaba a nada de escupir el té verde que pidió. La peor bebida en cuanto a sabor, pero excelente para bajar la pancita 

—¿Qué te puedo decir? —comenzó a bromear el ojiazul, burlón —Soy afortunado.

—¿Y qué hacían por aquí? —Camile se sintió más cómoda al descubrir que Alexander no era un loco que llegó a molestarnos

—Regalos para la familia, el intercambio navideño nunca puede faltar —comentó el ojiazul sabiamente

—¿Y las compras? —fruncí el ceño, ya que yo aún conservaba las mías cerca de mí

—Fui a dejarlas al coche.

—Nunca he hecho un intercambio, debe ser divertido —rió Camile terminando su bebida

—Y costoso —Jos rodó los ojos, amargado

—¡Hey! ¿Por qué no vienen a la cena? —propuso Alexander haciendo que ahora, no solo el pelinegro sino yo también, escupiéramos los líquidos que habíamos llevado a nuestra boca

—¡No! —nos miramos ambos amenazadoramente, extrañando al resto. Maldije por lo bajo —¡No pudiste tener una mejor idea! —continué diciendo sonriente —Deberían venir, haremos un concurso de casitas de jengibre y prepararé pudín de chocolate. El mejor que probarán en su vida. —una risa se hizo presente, ronca y llena de cizaña. ¿De quién más podía ser? ¡Obvio, de José Miguel Canela!

—Ni siquiera sabes cocinar —se burló Jos cruzándose de brazos, recargado en uno de los pilares del lugar

Arqueé una ceja, divertida —Eso fue la última vez que me viste, en cinco años uno aprende muchas cosas —le guiñé un ojo, haciéndolo ponerse serio. Bingo, logré molestarlo

—Sí, bueno, cinco años cambian todo —lo conocía tan bien que supe su tono era de reproche. Me encogí de hombros, aparentando indiferencia

Alexander carraspeó su garganta —Tienen unos días para pensarlo, saben dónde encontrarnos —me miró severo, ¿acaso era una indirecta?

—Hora de irnos, nos vemos —me levanté con ayuda del ojiazul, el cual tomó mis cosas y se despidió dándome mi espacio —Me encantó conocerte, Camile —la abracé, sintiendo su menudo cuerpo en nuestro agarre

—Igualmente —Jos pasó por mi lado, sin siquiera mirarme

—También me dio gusto verte, José —rodé los ojos, irritada. I N M A D U R O

—Ojalá pudiera decir lo mismo.


Auch.



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Holaaaaa, ya estoy aquí de nuevo. Espero les guste el capítulo, cuéntenme ¿qué opinaaaaan?

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—Su fiel escritora Frida :')

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