No.
No lo sabían.
Ninguno de ellos.
Tampoco cómo había llegado.
No tenían ni la más remota idea de cómo dejaron que aquello se metiera en sus vidas para arruinarlas y hacerles daño a ambos... llegó a engañarlos de una forma tan inocente, tan genuina, sin saber por qué de más de 7400 millones de personas en el mundo tenía que ser a ellos. Solamente un día estaba ahí, delante de ambos, con sus encantos. Se adentró entre sus corazones puros para estropearlo todo sin mover un dedo, todo el trabajo de los dejó a los dos.
Así debía ser ¿no? como el Ciclo sin fin. Siempre se trató solo de eso. Destruirse mutuamente.
»Jos
Se sentía bien volver a respirar aire fresco, en Los Ángeles no había mucho que hacer para mí y tampoco tenía amigos. Conforme el tiempo paso, mi madre se hizo más flexible y mi hermana fría. Fernanda se alejó de todos, lo último que supe de ella hacía dos años y se había mudado al norte de México, donde residía la familia de su ahora esposo.
Loco ¿no? Ni siquiera estuve invitado a su boda, en cambio unos años después de que estuviera mejor tuve permiso de ir a una fiesta; Bryan y Mikeyla se habían casado. Mi única esperanza de ir era ver a Isabela, pero ella no fue. De hecho, todos dijeron que ella ya no se llevaba con ellos, ni siquiera con el buen Alonso que tantas veces le dio la mano.
Llegó a mis oídos en esa dichosa celebración, que la castaña seguía viviendo en la capital y estudiando la universidad, además de haber conseguido un mejor trabajo. Andrea, su hermana, había regresado al país. Isabela viajaba mucho, justo como siempre soñó, Marce me mostró varias fotos y se veía feliz, lo cual me alegraba. Me decepcionó un poco que ella no me buscara más, con tantos recordatorios que las redes sociales compartían. Pero eso era lo que yo quería ¿no? y traté de enterrar su rostro hasta el fondo, tan cobarde, para decírselo. Solo borré cada rastro mío que pudiera traerla de vuelta conmigo.
Sonreí de tan solo rememorar nuestro pasado, cuando simulábamos ser cantantes y nuestro público eran sus peluches. El retumbar de nuestras voces dentro de esas paredes... mismos ecos, que con el tiempo, fueron quedando en silencio como única prueba de lo que alguna vez existió entre nosotros. Ahora, el cuarto estaba desocupado y la casa quedó en silencio.
Llevaba aproximadamente un mes de haber salido de una terapia tan intensiva contra mis adicciones, sonará raro pero... había madurado. ¿El alcohol? Ni siquiera me hizo cosquillita en la boda de los Mouque. Me sentía bien, y no quería admitir lo mucho que Isabela me hacía falta. El dolor a su memoria ya no lastimaba tanto, y le deseaba lo mejor.
Me mantuve en Estados Unidos por todos esos treinta días, antes de tomar un vuelo directo a México con una gran acompañante. Dentro del lugar, al año de haber llegado, conocí a una chica de cabello teñido gris blancuzco que estaba de voluntaria ¿su historia? Su mamá murió cuando era una bebé, y por ello su padre se sumergió en tanta tristeza que gastaba el dinero en bebidas alcohólicas. Al no poder ser sostenida en ningún ámbito por el pobre hombre, a los seis años las autoridades la acogieron. Cuando creció y lo buscó, era tarde, él tenía cirrosis y pasó junto a su progenitor sus últimos dos meses de vida. Toda esa tragedia la inspiró a darle cara a las situaciones, y ayudar a gente que aún podía ser salvada.
Como yo.
Fue como mi dulce ángel dentro de aquel lugar de paredes tristes, mi madre lo notó y se alegró tanto. Supe pronto que yo le gustaba, con sus gestos y timidez, pronto ella también se hizo importante en mi vida. Jugábamos Jenga, hacíamos retas en la cancha de tenis en la cual ella me enseñó mucho y robaba raciones extra de postre de la cocina para llevarme. Botes de helado bien congelados, dos cucharas y el balcón de su cuarto eran suficientes para tener una buena noche. Mejoró su español, y yo el inglés. La apreciaba, y ella a mí.
Aún recuerdo su delicada mano aferrarse a la mía antes de subir al avión, era la primera vez que viajaba a su país favorito, el cual justamente era el mío de origen. Era el quinto día en mis tierras, sentía el familiar olor a taquitos de perro cuando caminábamos por la calle. Decidimos ir al centro comercial, mamá había regresado antes que yo y quería mostrarle un poco más la ciudad a mi hermosa Camile.
—¿Te gustó la película? —eché un brazo por encima de sus hombros y le di un beso corto, haciéndola sonreír. Se veía tan linda así, ser feliz le sentaba de maravilla, ojalá yo pudiera lucir igual
—Mucho, pero me gustaron más las palomitas —aún conservaba un poco de su acento
Sonreí encantado con sus ojitos claros, lo cual me hizo tener un pequeño flashback de la última mirada azul que vi en mi ida de México —A mí me gustaron más tus besos —me adueñé nuevamente de sus labios, tratando de borrar el recuerdo de otros. Ya tenía suficiente con haber visto a alguien parecido dentro del baño
—Estás muy cariñoso ¿eso a qué debe? —la teñida alzó ambas cejas, en busca de una explicación convincente
Fruncí el ceño, fingiendo indignación —¿No puedo consentir a mi novia?
—No me refiero a eso, Jos —continuó diciendo mirando a su alrededor, sabía que le emocionaba estar aquí, y eso me animaba a mí. Desde que ella llegó a mi vida, la terapia fue más fácil y me sentía mejor. Ella me hacía tanto bien
—¿Entonces?
—Por un momento pareciera que estabas perdido.
—Pues no, es solo que te amo y quiero hacerte muy pero muy feliz.
Mi nombre pronunciado por ella sonaba gracioso —José, ¿te he dicho que eres el novio más necio pero adorable del mundo? Porque es así —me tomó por las mejillas y depositó un dulce beso en mis labios; los suyos eran suaves, carnosos y rosados
—No lo sé, quizá sí. Podría recordarlo si me das otro besito —traté de negociar, una risueña Camile aceptó —Gastar todo ese dinero vale la pena si me los das —susurré sobre sus labios
Rodó los ojos, divertida —Stopppp.
—Come on, baby.
—Sure —estar con ella era mezclar ambos idiomas, lo cual ya no era tan confuso como lo fue en un principio
—I'm just kidding —se excusó con una tierna sonrisa, tomándome de ambas manos y caminando dándome la cara
—Me encantas, gringa —tenía que admitir que con ella, ni con nadie, podía usar algún apodo ridículo. Lo intenté, pero Camile no entendía ese humor, a diferencia de... Sacudí mi cabeza, eso ya no importaba
—Ya vas a empezar —negó con la cabeza, sus pálidas mejillas recobraron el color y no necesariamente por el rubor de su maquillaje
Mi móvil sonó, en la pantalla aparecía un nombre conocido para mí del cual no sabía en mucho tiempo. Un escalofrío recorrió mi espalda, sin ser capaz de quitar la mirada —No tengo la...
—Lo lamento tanto —chilló aquella chica de pelo castaño, sin dejarme terminar la frase
Una ejecutiva de estatura mediana, fue lo poco que alcancé a ver de reojo —Descuida, fue mi culpa. Veníamos algo distraídos —Camile miró su chamarra de mezclilla ahora manchada del café que le había comprado minutos antes
—Soy muy torpe, en serio lo siento —insistió la chica, rodé los ojos sin prestarle atención. Estaba más ocupado en algo preocupante, ¿se habrá enterado que yo estaba aquí? Me metí a su perfil de Instagram, viendo que había subido una historia de unas tiendas que justo estaban aquí. Vi la hora, la había subido hacía casi una, probablemente ya se había ido; por lo que no necesitaría huir seguramente
La teñida no sonaba para nada molesta —Qué va, fue un accidente.
—Camile —dejé el teléfono a un lado, rechazando la llamada, y me giré para quitarme mi chamarra y dársela a mi novia
—It's okay babe —se la tendí aunque ella no quisiera, encontrándome con unos ojos que creía nunca más volver a ver. Vestida en lo que juró no convertirse: zapatillas altas y ropa de oficina... con lo mucho que ella odiaba esos atuendos. Se veía preciosa aún con ella puesta
Una sonrisa sorprendida se hizo dueña de sus labios —¿Jos?
«¿Quién es? ¿Por qué se metió en nuestras vidas?»
¿Quién era? Su destrucción. Era todo lo que necesitaban para poder acabarse el uno al otro.
A veces solo se necesitaba pensar en nuestro más temible anhelo, desearlo como una última gota de agua en el desierto, con el alma en el pecho y el corazón en la mano; cerrando los ojos, cruzando los dedos, sin decir nada y todo. Y llegará, aunque no esté destinado a suceder, para dejarnos con sed de más que no se podrá saciar nunca. Es solo una prueba de nuestro egoísmo, al querer ganarlo, por más que un cartel en letras gigantes diga "Aquí no es". Pero nos gusta amortiguar el dolor con nuestro mismo sufrimiento, sabiendo que lo último, será vaciarnos por otros que no rellenarían ni la mitad de ese vaso. El complot perfecto de decirnos "ten, lo pediste y ya lo tienes, ahora hazle como puedas", era como una voz recordándonos que siempre sacrificamos algo, alertándonos que aquel capricho solo durará un sorbo antes de irse y no volver. Porque por más que no queramos entender, siempre terminaremos en las profundidades de lo efímero; por la magia que nos regala una fracción de segundo.
¿Han escuchado que todos somos el destino de alguien? Todo fue su culpa, nos hace coincidir de la manera más preciosa, y al final, nos acaba fragmentando en todo lo que no es ni será. Y la vida siguió su curso, sin esperar a nada ni nadie. Siempre encontramos el camino que no nos llevará a ningún lugar mas que la mitad. No tenemos nada, pero lo poseemos todo; solo estúpidamente lo dejamos escapar.
¿Oyen eso? Son los ecos de las paredes, rebotando en ellas como fantasmas, que aún no encuentran su lugar. Es lo último que nos queda. Un silbido recordándonos, que no podemos tenerlo todo.
"Eran amantes eternos, buscarse y encontrarse una y otra vez era su karma" -Isabel Allende
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Hello💕 Eso es todo por ahorita, espero les haya gustado.
No se les olvide votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas+
Las quiero muchísimo y gracias por seguir aquí :)
—Su fiel escritora Frida :')
ACTUALIZACIÓN 2020
Cuando escribí esa n/a estaba en secundaria, hace 2 días me admitieron en la universidad. No sé si alguien vaya a leer esto, pero caray, cómo pasa el tiempo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro