Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34._ Nueva vida




»Jos



Jodido estaba, ¿cómo era que me decía Isabela? Jodido Canela, sí, así era.

Suspiré pesadamente y terminé de arreglar la última maleta para llevar al auto. Era tortuoso ver todo lo que había causado en varias personas, y afectado vidas. Me dejé caer sobre la cama, tratando de guardar lo mejor y poco bueno que pude haber hecho; pero cada vez que cerraba los ojos, ella estaba ahí.

Su corto cabello, las arruguitas bajo sus ojos al sonreír, lo divertido que era pasar una tarde con ella, la cámara fotográfica. Era ella, solo ella y nadie más.

Y luego estaba esa linda pelirroja a la que le rompí el corazón mi último día de arranques, solo quería terminar de destrozarlo todo, estaba molesto y quería a Isabela de vuelta conmigo.


—Solo te lo dije por compromiso, Geraldine, eres un simple juguetito para saciarme —escupí con veneno, luego de una discusión que tuvimos cuando se enteró que había estado en casa de Lydia

—¡Idiota! —me aventó algo borroso ante mi vista, estampándose en mi cara. Pronto la sangre en mi labio se hizo presente Yo te quiero, creí que tú también lo hacías.

Reí secamente, limpiando mi herida sin cuidado y manchando la manga de mi camisa a cuadros que usaba abierta —¿Eres tan tonta? A ti no te estuve esperando en la cancha, era a Isabela. Pero tuviste que meter tu gran nariz hasta en eso, y fuiste lo único que me quedo.

—Vete —señaló la puerta de su departamento, con lágrimas en los ojos —¡Que te vayas Jos! —me empujó con fuerza fuera del lugar. Cerró en mi cara, me tambaleé en medio del pasillo y vomité frente a su departamento


Palmeé mi rostro, maldiciendo por lo bajo. Busqué a Geraldine, no por querer volver con ella, pero sí para disculparme. Había sido la última vez que lastimaba a alguien, me lo juré. Suficiente había sido con mi madre sin dirigirme una palabra mas que para preguntarme si ya tenía todo listo.

Bajé con mi última ronda de equipaje cuando oí voces afuera, en unos minutos nos iríamos; yo muy lejos de aquí con mi madre donde ella me apoyaría día y noche. La universidad ya no era una prioridad como tal, sino mi salud. Fernanda se quedaría con Mich, había decidido no volver y ella al igual que Isabela no habían venido a verme. Era de esperarse, y lo tenía bien merecido.


Mi nombre llamó mi atención —¿Me buscan? —pregunté saliendo, encontrándome con mamá y una castaña sumamente jadeante. Rostro rojo, cachetitos inflados, bajita y con ojos desorbitados —¿Isabela? —sabía que era mi mejor amiga la que estaba delante de mí, pero no lo creía. Sonreí divertido, recordando una vieja broma —¿Estás bien? Pareces un adorable tomatito con grandes cachetes —me burlé sin esperar una risa a cambio. Al final, ella se abalanzó sobre mí, suspiré de alivio al sentir esa caricia que era tan lejana a mí —Oh, así está mejor —la envolví en mis brazos con fuerza

Sus palabras me sorprendieron —No hay nada que perdonar, Jos, te quiero. —joder, yo también te quiero. T E  A  M  O , ¿por qué era tan difícil decírselo?

Su actitud me sorprendía, después de todo —Mamá, ¿crees que podrías esperarnos un momento? —miré a mi madre tomando a Isabela de la muñeca, me urgía hablar con ella. Mamá asintió con una chispa de felicidad y sin dudarla la conduje a la cocina. Si pensaba conversar seriamente con la castaña, la necesitaba con la respiración perfecta. Estaba cansada, le serví agua en un vaso y se lo tendí —¿Corriste un maratón? —continué de payasito con ella

—Algo así —admitió con la voz agotada —Necesitaba verte antes de que te fueras —asentí tratando de comprender su rara decisión, ¿quién en su sano juicio volvía por alguien que tanto daño le causaba?


Solo alguien tonto, y que realmente sabe amar, no como tú.

Ojalá tuviera un interruptor para apagar por siempre a Canelita, mi subconsciente. Aunque... la mayor parte del tiempo tenía razón.


—¿Para qué? —ella me miró con cara de pocos amigos, y yo me encogí de hombros. —Es que... me odias —finalmente solté esbozando una mueca

—Un poco —me sonrió de lado. Sentí la tristeza volver a mi cuerpo, desanimada —No he podido perdonar que te alejaste, y quisiste que todos hicieran lo mismo de ti, pero seré una chinche. Con cada paso que daba, tú dabas otro hacia atrás, y me dolió como no tienes idea. Pero eres mi mejor amigo, asqueroso sapo negro con dientes de conejo —me dio un ligero golpe en el hombro, fue inevitable no reír por su apodo largo y favorito hacia mí —Y quiero lo mejor para ti.

—Les he fallado a todos, especialmente a ti, y sigues aquí. No lo entiendo —negué sin poder eliminar la decepción de mi voz. Pensándolo bien, era divertido mi idea del por qué de su comportamiento —Bueno, en realidad sí. Eres una tremenda masoquista, Isabela Alejandra. —mi comentario pareció alegrarla

—Por las personas que quiero, haré hasta lo imposible —dijo ya más seria


No pude contenerme y me acerqué a ella, acorralándola en la isla de la cocina. Nunca había estado tan cerca de ella; tal vez sí, pero no con estas emociones volviéndome loco y alterando mi enamorado corazón.

Sus ojos eran redondos y curiosos, sus brazos fuertes aunque no lo pareciera ¡sabía dar unos buenos golpes! Algunas veces llegó a dejarme moretones. Podía apreciar por primera vez las pequitas sobre su nariz, no eran muchas pero sí sumamente adorables en ella. No era delgaducha, pero se mantenía en forma a pesar de poder verle lonjitas cuando estaba tirada en el sofá comiendo gomitas de gusano.

Esto era enamorarse.


Alcé inseguro mis manos, y tomé su rostro angelical entre ellas —No sé si volveré. Ya no prometeré algo que no puedo cumplir.

Se acunó en mi agarre —Supongo que no tengo más que perder, y confiar un poco en que quieras mejorar. Estemos juntos o no, solo espero que cuando lo logres seas pleno contigo mismo. Valórate, carajo.

Entreabrí la boca, dispuesto a hablar —Pero...

—Lo harás, por mí. Esta vez sí podrás —me interrumpió con una tenue sonrisa que no dudé en devolverle. Estaba ansioso por ella, y lo demostré uniendo su boca a la mía en un necesitado beso; sus labios se sincronizaban perfectamente, dejándome degustar de un momento que guardaría eternamente en mí. Era la primera vez que la besaba como tal, sin culpas, sin dudas de lo que sentía. Cuando puse fin al beso, la miré fijamente

—Te amo. —era obvio, no podía estar sin ella. Era mi motor del auto de carreras de mis sueños

—Y yo a ti. —casi gritaba de felicidad

Aclaré mi garganta, tratando de parecer severo con mi recomendación —Puede que no esté por un tiempo indefinido, pero lo mínimo que espero es que tú también te cuides.

—¿Acaso me estás pidiendo eso? Hazlo tú, mejor —rodé los ojos, detestaba en buena forma que ella tuviera la razón.

Sonreí grabando su esencia en mí, la necesitaría más que nunca estando lejos de ella en un lugar desconocido —Eres tan dramática. —la extrañaría. Sabía que tardaría en volver, y en ese lapso, ella encontraría alguien bien. Yo no la merecía, era un caos. Yo no podía cambiar las cosas, era poco estable y mi Isabela se merecía algo mejor.

—¿Por qué me miras así? —se había sonrojado, awww

—Tú también tienes nariz de Pinocho. No soy el único que ha mentido por aquí.

Arrugó el entrecejo, incluso confundida se veía tan linda —¿A qué te refieres? —se cruzó de brazos, interesada en mi respuesta

Era hora de soltar la verdad —Tus besos se sienten mejor ahora, que en la fiesta de Freddy —su cara confirmaba mis suposiciones, ella había callado lo sucedido hacía unos meses cuando juntos nos sentamos frente a un lago frente a la sucia parte trasero donde nuestro amigo había montado una fiesta; bebimos hasta acabarnos un cartón de cerveza —Si crees que no recordé lo que sucedió, estás en lo correcto. Pero yo te recuerdo que fue la última vez que bebí, y accedí justamente porque después de ese día todo lo sentí diferente entre nosotros —sentí mis manos sudar, escondiéndolas dentro de los bolsillos de mi sudadera favorita —Te alejaste, y yo solo podía tener una mayor necesidad de estar a tu lado. Conforme mejoré, por las noches tenía sueños y después descubrí que no solo eran eso, sino flashbacks de esa noche. 

—¿Cómo... tú....? —Isabela comenzó a tartamudear, incrédula. Sonreí por inercia 

—La fiesta de Freddy, tu boca con sabor a cerveza. No podría olvidar la presión de tus labios por nada del mundo —comencé a decir sin dejar de sonreír —Y tú no dijiste nada nunca, yo te lastimaba, tú te mostrabas indiferente... supuse que ya nada significaba para ti. Pero tranquila, yo también fui culpable por ser tan cobarde y no enfrentar las cosas —apenado bajé la mirada, mordiendo mi labio inferior evitando la zona lastimada. Llevé una mano al puente de la nariz, frustrado por todo el tiempo que perdí con ella. —Ahora es tarde.

Se acercó a mí rápidamente —No, no lo es —aseguró quitando unos cabellitos rebeldes que escaparon de la capucha de mi sudadera

—Volveré por ti, lo juro.

Me miró acusadoramente —¿Que dijimos que las promesas?

Ladeé la cabeza, analizándola —Bien, entonces si no puedo prometértelo trata de no ausentarte tanto de Fernanda. Sino cuando salga no sabré dónde buscarte.

—Eso sí te lo puedo prometer —sonrió divertida antes de fundirnos en un abrazo. —Tengo miedo.

—Yo también —admití sin soltarme de ella, aspirando su aroma a sudor y limón


Jamás imaginé que en este revoltijo se convertiría mi vida por mi mera culpa, apenas y quedaban rastros del viejo Jos con doce años que soñaba ser futbolista y superar al padre que lo abandonó.

La arrullé en mi pecho, dejando descansar mi barbilla sobre su cabeza. No quería decirle que no sabía si todo iba a estar bien, porque siendo sincero, yo tampoco tenía idea de lo que el futuro nos deparaba. Quería besarla hasta cansarnos, tomar su rostro entre mis manos y mirándola a los ojos, asegurarle que pronto podría ver a sus hermanas o que su familia volvería. Ahora, confiaba plenamente en ese tal Alexander. Me encantaría jurarle que los problemas se iban a acabar, pero volvería a quedar como un mentiroso experto.

Me limité a abrazarla, brindarle caricias y besar su cabeza.

Por primera vez veía a mi Isabela rota y no podía hacer nada por ella, en unos minutos me marcharía de la ciudad. Quizá eso era lo que más me entristecía.


—¿Por qué no lo dices? —cuestionó decaída 

—¿Qué cosa pequeña? —miré su cabello castaño, pues no dejaba ver su cara

—¿Por qué ya no lo dices? ¿Que todo mejorará? —aparté el pelo de sus ojos cuando quiso mirarme. Me quedé mudo.

—Mi amor...

—Tú también lo has notado, lo sabía. Al fin te diste cuenta —susurró perdiendo la mirada en nuestro agarre —Tú al igual que yo no sabes qué pasará, ya no estás seguro —me regaló una sonrisa desvaída. Negué.

—No es eso, solo que te echaré de menos —volvía a mentir, yo también temía volver a perderla. Pegué mi boca a su oreja —Después de que te fueras con ese ojitos azules mejor que yo, que no soy nada estable. Pensé tantas cosas de ti, que eras egoísta y... tonterías. Pero tuve que perderte para darme cuenta días después que no estabas mal tú, sino yo. Así que quise ir a tu fiesta para hablarte, pero creo que no salió exactamente como esperaba. Ñe  —gruñí divertido —Te besé, y huí como de costumbre. 

—Pero yo también me fui y...

Shhh déjame terminar, perica —la interrumpí, juguetón —No quería irme, pero supe que era necesario y ya había destruido también a mi familia.

—¿Y te metiste en más problemas? —sus ojos se centraron en mis labios, si seguía haciendo eso no la dejaría salir de aquí

—Dejé a Geraldine de la peor forma, y me arrepentí tanto de cómo le hablé que la busqué pero me odia. Como todos.

—No te odio.

Pretendí ignorarla, aunque su confesión me hizo querer salir corriendo por el vecindario gritando de felicidad —Así que accedí, y todos se despidieron de mí, pero tú nunca llegaste.

Hello, estoy frente a ti. —se separó de mi cuerpo señalándose a mí misma —Corrí no sé cuántos kilómetros por ti.

—Lo sé, como un lindo tomatito —enternecido, piqué su nariz. Enfoqué mi vista en su pecho, donde una delgadísima cadenita de oro colgaba de él —Me gusta que aún lo lleves contigo —lo apunté. Se lo había obsequiado cuando ambos teníamos dieciséis, ella había perdido uno que a mi parecer no era bonito. ¿Qué tenía de especial un dije de cobre con la figura de un búho —Ojalá algún día puedan perdonarme todos los errores que cometí, y yo logre enmendar el daño que hice. —fruncí una sonrisa. Traté de cambiar el tema por los siguientes treinta minutos que nos restaban juntos, quería guardarlos en una cajita para que nadie mas que nosotros pudieran tocarlos


Ya fuera del coche, una vez que mamá fue a buscarnos, tomé sus manos seguro de mi decisión. Tomé el broche que me dio en mi cumpleaños, y que tanto le había costado conseguir, por más ebrio que estuviera nunca olvidaba de mantenerlo conmigo —Cuando vuelva me lo tendrás que dar. Es mi motivo para salir, será un proceso largo, eso lo sé —apreté mi agarré dejando la pequeña y dorada nota musical. Ella lo cuidaría bien, estaba seguro de ello. Me acerqué y besé su frente lentamente, saboreando lo tersa que era su piel. —Aunque no lo pareciera, siempre fuiste mi única —acaricié su mejilla y subí al auto, luego de que mamá se despidiera de ella. Isabela no había querido acompañarnos. Cuando el coche arrancó miré atrás, ahora mi mejor amiga era una figurita menuda y borrosa de pie sobre la acera

—Fue lo mejor que pudiste hacer por ella, sufrió mucho —asentí ante el cruel comentario de mi madre

Me tendió unos bocadillos que preparó para el camino —Recuerda que tengo una cosa más que hacer antes de irme —ella asintió sin mirarme, mientras yo analizaba el sándwich en mi mano, detalles tan chiquitos me traían buenos recuerdos


—Entonces ¿pan con mermelada o mermelada y pan?

—¿Tengo opción? —se burló ella sentada sobre una de las sillas del comedor —Aprendes bien las frases de Barbie. —me miró arqueando una ceja, con una sonrisa divertida

Rodé los ojos —No dejas de repetir Barbie y el Castillo de Diamantes. Y no, no tienes opción —besé su nariz antes de girarme a preparar el desayuno. La noche anterior Isabela se había quedado a dormir en mi casa, mamá salió al supermercado porque no teníamos casi nada en la alacena y yo no tenía ni idea de cómo se cocinaban los huevos revueltos. Sin embargo, le prometí a la castaña que la consentiría y ella tenía prohibido hacer algo

—Ya no quiero ir a la escuela —se quejó de pronto la chica —Ni siquiera he terminado la tarea de Cálculo.

—Isabela Alejandra no exageres, es sábado. Además ya solo faltan unos meses y bienvenidas las vacaciones.

—Sí, bienvenidas vacaciones pero ¿adiós nosotros? —cuestionó ella con seriedad, dejé de untar el pan

—Ya hemos hablado de esto, Isa...

—¡Y por eso lo digo! Cuántas cosas no hemos hecho y prometido juntos en el pasado y ahora la mayoría ha cambiado —exclamó ella molestándose

Me senté a su lado, alejando el cuchillo de nosotros —¿Y por qué deberían de cambiar? 

—No lo sé Jos, la vida no es justa.

—Cada quien tiene lo que se merece ¿no?

—¿Y yo merezco esto? —se reprochó a sí misma —A lo que veo, yo nunca he querido lastimar a alguien, trato de ser de las pocas personas que quieren hacer las cosas bien y cambiar el mundo. Y mírame —se señaló molesta, lucía tan jodidamente bonita con el cabello suelto y su pijama azul pastel. Despeinada, sin bañarse y con el ceño fruncido

Fingí examinarla, aunque realmente la estaba admirando —Sí, tienes razón... veamos —ella asintió aún irritada, pero con una sonrisa satisfecha, creyéndose que le prestaba atención a su malestar —¡Bingo, estás en lo cierto! Definitivamente eres hermosa —besé su mejilla, mirándola sonriente, ella bufó entrecerrando los ojos amenazadoramente —Ya cállate, ¿sí? Tus reflexiones me darán dolor de cabeza. Ven aquí ¿sí? —la envolví en un cálido abrazo

—Es solo que no te quiero perder. Eres todo lo que quiero y tengo.

Ni yo a ti, pero eso no va a pasar. 

Mi yo del presente quería aventarse del coche en movimiento, qué equivocado estuve cuando dije eso. Yo terminé arruinando todo.

La castaña soltó un suspiró —Eso espero.

—Mejor desayunemos y después te llevo al cine.

—¿Y qué película veremos? —preguntó volviendo a alegrarse, justo lo que buscaba

—La que tú quieras —le sonreí poniéndole uno de los dos platos delante

—¿Y me comprarás palomitas?

—De todos los tipos que quieras —le aseguré, siempre trataba de consentir sus extraños gustos de comida

—Entonces sí —aceptó ella con una gran sonrisa

—Eres tan chantajista —negué lentamente, besando su frente pálida

—Y ¿Jos?

—¿Sí, cara de mosca? —centré toda mi atención en ella, sus ojitos cafés mostraban angustia

—¿Seremos felices? —reí levemente, conmovido. Contuve mis repentinas ganas de llorar, queriendo protegerla de todo, aunque sabía que eso no era completamente posible

—Claro que sí, te lo prometo. ¿Cuándo te he fallado?


Ups.


—Aquí es, no tardes —la voz de mi madre me devolvió a la realidad. Bajé del coche mirando a mi alrededor, buscando aquella mata café. Caminé un poco por la solitaria y lejana plaza, hasta que di con él sentado en una banca; ropa normal era lo que llevaba puesto

—Jos —se levantó al verme, solo incliné mi cabeza en modo de saludo

Tenía buena buena pregunta para él, mi gran cómplice —Ella fue a verme, ¿lo sabías? —se encogió de hombros, restándole importancia. Suspiré, me estaba tardando y él era de pocas palabras; directo —Ya debo de irme. Pero...

—Dijiste que me querías decir algo —completó por mí la frase, con el ceño fruncido; asentí

—Sé que la quieres tanto o más que yo, es inevitable no enamorarte de un alma como ella —sonreí con tristeza. Seguía con su mirada cargada de confusión —Ella... es fácil olvidarse de alguien como yo —dije con pesar, desviando la vista a algún punto de la ciudad. Extrañaría hasta sus lugares desconocidos. Esta era mi realidad ahora, dejar todo lo que amé un día —Probablemente pase unos años dentro, y quiero que ella siga. Ya he estancado demasiado a Isabela, y no quiero algo así para ella.

—Jos, ¿de qué estás hablando? 

—La estoy desligando de mí.

—¿Y todo lo que he hecho por ustedes? ¡Está enamorada de ti! —insistió luciendo más desconcertado que antes —Vas a volver ¿no? —el chico estaba haciendo está aún más complicado

—Y te lo agradezco —miré sus ojos azules, profundos y ¿tristes?. Extendía una pequeña caja con algunas cosas que él no podía ver todavía, estaba cerrada —Necesito que llegue a sus manos esto, dásela a Katia, ella sabrá qué hacer con ella. Ayer no encontré todo pero finalmente hoy sí, hurgué en mi cuarto y di con esto. Creo que le gustaría tenerlos. 

—Bien —la aceptó tomándola con un brazo 

—Antes de irme, quería asegurarme que alguien va a vigilar que esté bien, y que sea feliz. No puede volver a estar sola. Pero tenía que encontrar a la persona indicada, quiero a mis amigos pero no les confiaría algo tan preciado. —admití haciendo una mueca 

—¿Se supone que esa persona soy yo? —preguntó extrañado

—Sí, confío en ti porque sé que es especial para ti también. Y no la dejarías a su suerte por nada, has demostrado ser de fiar. —fue un gusto extendí mi mano, tardó unos segundos en estrecharla con pesar —¿Me prometes que cuidarás de ella?




-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


Este es el punto de vista de Jos conforme a su partida, espero les guste tanto como a mí💕 Tengo un aviso, y es que, dentro de pronto cambiaré el nombre de la novela puesto que Photograph ya está muy usado. Confío en que gustará el nuevo.

En fin, no se les olvide votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas+ 


—Su fiel escritora Frida :')

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro