Capítulo 33._ ¡Deja de actuar así!
»Isabela
—¿Quieres ver una película?
—No.
—¿Quieres salir a caminar un rato?
—No.
—¿Póquer? ¿ping pong?
—No y no.
—¿Visitar a tus amigos? —su voz sonaba rendida a este punto, y lo confirmé, al oírlo bufar
Aquella propuesta me hizo reír un poco, mirándolo de reojo —Es la peor idea de todas las que has dado, Alexander.
—¡Deja de actuar así! ¿Quieres? —el ojiazul no estaba molesto, pero sí frustrado, lo sabía por su entrecejo fruncido. Con dos semanas conociéndolo, podía identificar la razón de sus gestos. Pobre, me trataba tan bien y con él sacaba la peor parte de mí —Ni siquiera porque ya estás de vacaciones de invierno.
—Basta, quiero dormir —me eché en la cama, dispuesta a volver a descansar. Era mediodía, y estaba cansada. Alexander con ayuda de los contactos de su abuelo, el que al parecer no me odiaba... ¿recuerdan la conversación que escuché en la fiesta de Gloria?
—Abuelo, pero Isabela necesita ayuda.
—Alexander, nosotros no hacemos obras de caridad —el viejo era cascarrabias —Pero... yo también creo que esa chica es especial. —sí, tan apresurada soy que no me detuve a escuchar el final
Así es como lograron que pudiera continuar en el colegio, por mientras la Navidad se acercaba y con ello los ridículos propósitos de Año Nuevo. Claro estaba, Jos ya no fue al colegio la última semana, y todo el ambiente era diferente. Apenas y le hablaba a Marce, o a Katia. La escuela se había convertido en mi lugar menos favorito, cuando antes fue mi escape.
—Debes dejar de quedarte estancada ahí —se levantó con el ceño fruncido, y tomó su saco el cual dejó sobre el sillón —Lo que hice por ti no fue... —suspiró guardando silencio, arrepintiéndose de lo que sea que fuera a decir
—¿Qué? —fruncí el ceño, siguiéndole —Alexander, ¿por qué hiciste todo ese show en la granja?
Me miró confundido —¿De qué hablas? —pero yo ya comenzaba a atar los cabos en ello
—¿Armar una sorpresa con Jos ahí? No fue casualidad —negué lentamente, bajado mi tono de voz —Todos vieron lo que sucedió afuera, estaba planeado.
—Solo quería que te dieras cuenta —respondió con expresión seria, continuó al ver mi mirada desconcertada. Suspiró pesadamente —Lo quieres, él te quiere o algo así... Isabela, se va a ir y te dijo que está enamorado de ti. Sigo sin entender sus formas de amar pero bueno, no soy quién para juzgar un tema tan delicado y, hasta cierto punto, controversial —se encogió de hombros, pensativo —Mereces ser feliz, por eso te he ayudado, puedo ver el potencial en ti igual que el abuelo. Jos me odiaba, y dijo que no iría, pero finalmente lo hizo por ti. Fernanda lo llevó, completamente sobrio. Entiendo que tú siempre has hecho todo por él, pero ahora tú solo debías dar el último empujoncito. No era tan difícil, tontita.
Corrí lo más rápido que pude, justo cuando la puerta de aquella familiar casa se abría y Mariana se dirigía al coche de Jos con maletas en mano. Me recordé comenzar a hacer ejercicio desde ese día, mi condición física era peor que la de una docena de bull dogs gordos.
Me detuve frente a la mujer pelinegra, asustándola.
—Yo... —genial, necesitaba calmar mi respiración. Me esperó sorprendida, aproximadamente un minuto —Jos —fue lo único que logré articular, ella asintió aún confundida por mi estado
—Tranquila Isa, Jos está dentro, lo llamaré —no fue necesario
—¿Me buscan? —la única persona que quería ver en ese momento, además de Alexander, estaba frente a mí —¿Isabela? —seguramente yo era lo que menos esperaba, pero ahí estaba, delante de él casi muriendo por falta de oxígeno —¿Estás bien? Pareces un adorable tomatito con grandes cachetes —ese, sí era mi idiota. No lo dudé un segundo más y me lancé a sus brazos —Oh, así está mejor —lo sentí sonreír, y pronto su cuerpo envolvió al mío
—No hay nada que perdonar, Jos, te quiero.
Mi actitud pareció sorprenderlo —Mamá, ¿crees que podrías esperarnos un momento? —la dulce mujer asintió y el pelinegro me llevó dentro, con el ceño fruncido. Nos detuvimos en la cocina y amablemente me sirvió agua en un vaso —¿Corriste un maratón?
—Algo así —admití aún jadeando de cansancio —Necesitaba verte antes de que te fueras —inclinó su cabeza, comprensivo
—¿Para qué? —lo miré con obviedad, se encogió de hombros. Mi amigo, o algo así, era tonto por naturaleza o tal vez las drogas ya lo habían dejado así. Neh, siempre ha sido sido igual de imbécil —Es que... me odias —terminó de decir con una gran mueca
—Un poco —admití sonriendo de lado, pude notar la tristeza en sus ojos —No he podido perdonar que te alejaste, y quisiste que todos hicieran lo mismo de ti, pero seré una chinche. Con cada paso que daba, tú dabas otro hacia atrás, y me dolió como no tienes idea. Pero eres mi mejor amigo, asqueroso sapo pelinegro con dientes de conejo —le di un ligero golpe de hombro, haciéndonos reír —Y quiero lo mejor para ti.
—Les he fallado a todos, especialmente a ti, y sigues aquí. No lo entiendo —negó con decepción en su voz. Después de tantos meses, al fin veía a un José Miguel real —Bueno, en realidad sí. Eres una tremenda masoquista, Isabela Alejandra. —dijo con un dejo divertido
—Por las personas que quiero, haré hasta lo imposible.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión?
Una mirada azulada apareció en mi mente, guiñándome un ojo, cómplice. Ya estaba alucinando —Un pajarito.
Se acercó a mí y tomó mi rostro entre sus grandes manos, rasposas y fuertes —No sé si volveré. Ya no prometeré algo que no puedo cumplir.
—Supongo que no tengo más que perder, y confiar un poco en que quieras mejorar. Estemos juntos o no, solo espero que cuando lo logres seas pleno contigo mismo. Valórate, carajo.
—Pero...
—Lo harás, por mí. Esta vez sí podrás —le aseguré con una tenue sonrisa que me devolvió. Bastó un parpadeo de mi parte para que sus labios presionaran los míos por lo que sentí que fueron eternos segundos, se movían sincronizados y tristes. Me soltó, deseé que no lo hubiera hecho, y se separó para mirarme fijamente
—Te amo.
Joder, ¿así se sentiría estar en el cielo? Mi Isabela interior quiso ponerse a bailar, las dos habíamos esperado tanto tiempo por esto.
—Y yo a ti.
—Puede que no esté por un tiempo indefinido, pero lo mínimo que espero es que tú también te cuides —me advirtió con aspecto severo, arqueé una ceja
—¿Acaso me estás pidiendo eso? Hazlo tú, mejor —el pelinegro rodó los ojos y se recargó sobre uno de los muebles de la cocina.
—Eres tan dramática —me sonrió con cierta melancolía
—¿Por qué me miras así? —sentía mi cara caliente, lo cual era un indicador de lo roja que estaba en ese momento
—Tú también tienes nariz de Pinocho —¿auch? ¿me estaba diciendo narizona? —No soy el único que ha mentido por aquí.
Arrugué el ceño —¿A qué te refieres?
—Tus besos se sienten mejor ahora, que en la fiesta de Freddy —okay, eso me sorprendió. Estaba segura que mi cara estupefacta delataba todo —Si crees que no recordé lo que sucedió, estás en lo correcto. Pero yo te recuerdo que fue la última vez que bebí, y accedí justamente porque después de ese día todo lo sentí diferente entre nosotros —mi corazón volvía a latir desbocado, como si hubiera vuelto a correr. Mi boca estaba seca, no podía hablar. Era culpa del ratón que se comió mi lengua —Te alejaste, y yo solo podía tener una mayor necesidad de estar a tu lado. Conforme mejoré, por las noches tenía sueños y después descubrí que no solo eran eso, sino flashbacks de esa noche.
—¿Cómo... tú....? —patética, así me veía tartamudeando. Jos parecía encantado con la situación
—La fiesta de Freddy, tu boca con sabor a cerveza. No podría olvidar la presión de tus labios por nada del mundo —confesó con una pequeña sonrisa —Y tú no dijiste nada nunca, yo te lastimaba, tú te mostrabas indiferente... supuse que ya nada significaba para ti. Pero tranquila, yo también fui culpable por ser tan cobarde y no enfrentar las cosas —bajó la mirada, mordiendo su labio inferior con nerviosismo. Luego se llevó una mano al puente de la nariz, clásico en él —Ahora es tarde.
—No, no lo es —negué rápidamente, acercándome a él
—Volveré por ti, lo juro.
—¿Que dijimos que las promesas? —le repetí acusadoramente
Ladeó la cabeza, mirándome —Bien, entonces si no puedo prometértelo trata de no ausentarte tanto de Fernanda. Sino cuando salga no sabré dónde buscarte.
—Eso sí te lo puedo prometer —sonreí divertida antes de fundirnos en un abrazo. Preferí ignorar todas las siguientes tristes palabras que dijo, y las que yo también admití.
Su boca estaba pegada a mi oído —Después de que te fueras con ese ojitos azules mejor que yo, que no soy nada estable —añadió con poco humor —Pensé tantas cosas de ti, que eras egoísta y... tonterías. Pero tuve que perderte para darme cuenta días después que no estabas mal tú, sino yo. Así que quise ir a tu fiesta para hablarte, pero creo que no salió exactamente como esperaba. Ñe —gruñó como niño pequeño —Te besé, y huí como de costumbre.
—Pero yo también me fui y...
—Shhh déjame terminar, perica —me calló claro que al mismo tiempo burlándose de mí, como de costumbre —No quería irme, pero supe que era necesario y ya había destruido también a mi familia.
—¿Y te metiste en más problemas? —pude notar su labio inferior lastimado
—Dejé a Geraldine de la peor forma, y me arrepentí tanto de cómo le hablé que la busqué pero me odia. Como todos. —oía el pesar en su voz
—No te odio.
Me ignoró rotundamente, continuando —Así que accedí, y todos se despidieron de mí, pero tú nunca llegaste.
—Hello, estoy frente a ti. —logré separarme de él señalándome a mí misma —Corrí no sé cuántos kilómetros por ti.
—Lo sé, como un lindo tomatito —picó mi nariz con ternura —Me gusta que aún lo lleves contigo —apuntó al collar que me dio cuando cumplí dieciséis y que descansaba en mi pecho, ¿cómo olvidarlo? esa vez había perdido uno que me gustaba demasiado y él trato de darme uno parecido. Lo que él no sabía, y yo jamás admitiría en voz alta, es que el suyo era mejor que el otro por mucho —Ojalá algún día puedan perdonarme todos los errores que cometí, y yo logre enmendar el daño que hice. —después de media hora salimos, me rehusé a acompañar a Jos hasta donde fuera que iba a irse por un largo tiempo. Sonreí, sabía que esta era la vencida, y él estaría bien
—Cuando vuelva me lo tendrás que dar. Es mi motivo para salir, será un proceso largo, eso lo sé —apretó mi mano con fuerza y se separó de mí no sin antes dejar un beso cariñoso en mi frente —Aunque no lo pareciera, siempre fuiste mi única —subió al auto y minutos después se alejaron
Suspiré sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas de tomatito, todas las que aguanté frente a mi mejor amigo y el amor de mi vida. Tenía miedo que fuera la última vez juntos.
Sentí un pequeño objeto en mi mano, cerré los ojos luego de mirarlo. Al abrir mi palma, yacía sobre ella un broche dorado de una nota musical.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Hola! Espero que estén muy bien en sus casas jaja :)
A partir de este momento las cosas cambiarán cañón
En fin, no se les olvide votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas+
¡Las quiero! Byeee
—Su fiel escritora Frida :')
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro