Capítulo 12._ Los Villalpando
»Isabela
Una hora.
Sesenta minutos con tres mil seiscientos segundos eran lo que tenía de tiempo para salir de la que alguna vez fue mi casa por casi diecinueve años seguidos; ahora sabía que eso no se podía llamar hogar. No tenía suficiente dinero para rentar algún cuarto pequeño en una colonia de mala muerte, todo este tiempo mis padres no me dejaron conseguir un empleo, en definitiva no tenía nada propio. Con manos temblorosas me obligué a tratar recobrar mi compostura, fallidamente. Sequé mis lágrimas con la manga de un suéter que reemplacé por mi ropa húmeda y saqué de mi mochila mi teléfono móvil, no tenía mucha carga así que me debía de dar prisa.
Aquellos ojos azules que serían mi salvación sin yo aún saberlo, fueron el primer pensamiento de relajación que vino a mi mente y por ende, al cual tendría que recurrir. Apenas bastaron tres timbrazos para que la llamada entrara haciéndome escuchar su suave voz.
—Hola, linda —al parecer estaba comiendo, podía oírlo masticar
—Alonso —respondí conteniendo las lágrimas inúltimente porque había un problema, él y Jos me conocían tan bien
Luego de unos segundos oyéndolo tomar agua, suponía que para pasarse el alimento, su tono fue preocupado —¿Está todo bien, Isa?
—Mi mamá me corrió de la casa, y no sé qué hacer. Fuiste el primero en el que pensé y... —el ojiazul interrumpió mi llanto, tratando de calmarme. Podía distinguir a través del teléfono que se estaba moviendo, ya que su voz sonaba algo lejana. Mi pelo escurría gotitas sobre la alfombra de la entrada
—A ver tranquila, agarra tus cosas y espérame que voy para allá. No llores ¿sí? Me parte oírte así, no es justo —me pidió haciéndose el fuerte conmigo, siempre habíamos sido un gran soporte al unirnos. Suspiré y asentí aunque él no me podía ver. Comencé a jalar las cajas de plástico en las que generosamente esa mujer echó todo, tratando de ignorar la música clásica a todo volumen que seguramente había puesto en las bocinas instaladas hacía poco en su habitación —Todo estará bien, lo prometo.
Sorbí mi nariz ruidosamente —Gracias —dicho esto, colgué el teléfono y me dispuse a darme prisa. Si sacaba en ese momento las cajas, todo se mojaría
Tardé un poco en buscar dónde estaban mis maletas que solía guardar al fondo de mi armario, cuando di con ellas agarré todas las que tenía intentando guardar todo lo posible para tener un orden. Una vez que tenía un poco organizado, tomé los pedazos de mi juego de cristal y lo guardé, aunque estaba destruido no lo tiraría como si nunca me hubieran importado. No tuve que esperar más de media hora cuando oí el claxon, corrí a abrir la puerta de la casa. El Malibú plata de Alonso se detuvo frente a la cerca y el chico de ojos azules bajó rápidamente a abrazarme.
—Tranquila pequeña, todo estará bien —sin importarle que se mojara, me abrazó. Rompí a llorar nuevamente, nunca había sido muy valiente
—¿Qué voy a hacer Alonso? —al oír mi voz rota, mi amigo se aferró más a mi cuerpo para hacerme saber que él estaba ahí y no se iría. Escondí mi cara en su cuello
—Sé que probablemente no quieres que nadie se entere, pero le tuve que decir a mis papás —me miró con culpa y secó mis lágrimas con sus pulgares de una manera tierna, cosa que no sirvió de mucho ya que aún no paraba la lluvia —No hay tiempo que perder —dicho esto se puso manos a la obra para sacar mis pertenencias. El cielo finalmente quiso ayudarme un poco haciendo que las gotas que caían, fueran pequeñas y ligeras aclarando lentamente su cielo. Lo ayudé sin rechistar y ya que terminamos, me llevé conmigo las llaves antes de entrar a su auto
—Ups, creo que mojaré un poco —sonreí apenada, él rió conmigo y tomando una chamarra muy cubridora del asiento trasero, me la entregó amablemente
—Mañana llega Jos —sonrió mirándome de reojo, hice una sonrisa torcida. Las cosas entre él y yo no parecían estar bien, la confianza que nos teníamos pareciera que desapareció y todo gracias a mí —¿Le dirás lo que ha pasado? —preguntó sin despegar la mirada del frente, aferrando sus manos al volante. Instintivamente miré las mías, el mismo esmalte rojo que usaba mi... madre, lo tenían mis uñas, solo que estaba craqueleado
—No estoy segura, de cualquier forma ya está muy distante a mí —murmuré con lágrimas en los ojos, Alonso detuvo el coche por el semáforo en rojo y me tomó la mano
—Te quiere y créeme que no solo te va a entender, sino que hará todo por que mejores. No es de las personas que juzga —me recordó sabiamente. Suspiré y miré por la ventana empañada, trazando una mediana y chueca mariposa sin color. Aún lloviendo a cántaros, la ciudad seguía con su tráfico habitual. Me distraje viendo los letreros de los locales en la acera cuando vi un salón de belleza, en uno de los escaparates estaba pegado un póster donde una mujer joven lucía unos perfectos rizos teñidos de colores y cejas bien definidas
Rápidamente miré a mi amigo —Hay una chica —me removí incómoda en mi asiento. A Alonso pareció darle risa
—Isabela, hay muchas y tú eres una —la situación le divertía, ya que no me expliqué. Nuevamente miré el lugar, pero ya habíamos avanzado y ahora la imagen era reemplazada por una cafetería en el centro de la ciudad. Alcanzaba a ver unos suculentos muffins que me hacían agua la boca, y un letrero donde buscaban empleados. Memoricé lo suficiente el número para sacar mi móvil y anotarlo, la librería aún no me llamaba por lo que deduje que no lo harían
—Es rubia con varios mechones de colores, ojos azules, delgada, alta y... es bonita —admití repasando su físico repetitivamente —Durante días me ha estado observando, en mal sentido. En la salida se acercó a mí y me amenazó. No le entendí pero... dijo que yo le hacía mal a alguien. Y ella se encargaría de que todos se dieran cuenta la clase de persona que soy —en esto último rodé los ojos, Alonso me miró con atención atascándose entre los carros
—¿En serio? —frunció el ceño, negó lentamente —No la he visto.
—Yo tampoco, jamás me di cuenta de su existencia hasta esta semana y estuve pensando —fruncí los labios, abrazándome a mí misma por el intenso frío que sentía. Embotellamiento, ropa húmeda; significaba que me resfriaría —Creo que se refiere a Jos.
—¿Por qué a él? —Alonso me miró una fracción de segundo antes de volver a avanzar, gruñí irritada. ¿Es que no era obvio?
—¿A quién más se puede referir? Dijo que estoy siempre con esa persona.
—Puede que sea él, pero no estamos seguros... tal vez soy yo —afirmó tratando de hacerme sonreír, finalmente estacionó fuera de su casa, después de media hora llegábamos. Rodeó el auto para acercarse a mi lado
—Alonso, tengo miedo —confesé mientras él me abría la puerta y tomaba mi mano, ayudándome a bajar y cargando mis cosas de la cajuela. La lluvia había parado, y ahora el clima era gélido. ¿Qué clase de fuerza controlaba esto? ¡A mediodía hacía calor!
Soltó una carcajada, al tiempo que le ayudaba con las cajas —¿Acaso le tienes miedo a mi familia? —arqueó una ceja, divertidísimo
Inevitablemente sonreí —No es eso, sabes que la amo pero... es casa ajena.
Asintió muy sonriente y me jaló suavemente para entrar a su casa —¡Ma! Ya llegamos —gritó en dirección a la cocina, de la cual salió una mujer secándose las manos con ayuda de un trapo verde a cuadros
—Jovencito, no grites así —lo regañó Columba un tanto sonriente mientras caminaba en nuestra dirección. Me extendió sus brazos —¡Mi niña! ¿Cómo estás, estás bien, qué pasó? Alonso me dijo que tu madre te golpeó —se acercó rápidamente, me saludó con un beso en la mejilla y me examinó como todo un escáner materno. Mis mejillas enrojecieron, apenada
—Gracias señora Villalpando, me encuentro... bien.
—Hmmm —frunció el ceño, no muy convencida —Vamos, ya arreglé la habitación donde te quedarás y preparé brownies. Si necesitas algo...
—Mamá, vas a asfixiarla —Alonso rodó los ojos haciendo un silbido, su risa es tan contagiosa
—¡Alonso! —volvió a reprenderlo su madre dándole un golpe en el brazo a manera de juego, haciéndome reír. Me hizo un ademán para seguirla escaleras arriba —Aquí es linda —me indicó de manera dulce y abrió una puerta blanca, como todas, solo que en esta nos detuvimos. La chapa era dorada y estaba bien pulida.
No era una habitación grande, pero suficiente y acogedora. Había un tocador pequeño, el cual contaba con un espejo inmenso y un pequeño mueble con suficientes cajones. La cama estaba bien ordenada con suaves mantas blancas de algodón, el cuarto contaba con una ventana decorada con cortinas de encaje del mismo color que casi todo y un balcón.
—Ahí está el baño —señaló una pequeña puerta en la habitación —Está lo necesario, hija.
—De verdad, muchas gracias por su ayuda.
—No agradezcas, tú no mereces estar viviendo así. Aparte, estamos dispuestos a ayudarte en todo. Estás mejor aquí que allá. Alonso ayúdala a desempacar que yo bajaré a terminar la cena —sonrió una última vez y se marchó
El ojiazul me ayudó a acomodar algunas de mis pertenencias, como las fotos de mis hermanas que llevé conmigo. Por mi parte yo me encargué de las cajoneras con prendas, ya que en esa maleta estaba mi ropa interior y no quería que Alonso la viera. Estaba apilando mi colección de libros en una de las repisas acondicionadas en la pared cuando de uno de ellos, especificando que era Cazadores de sombras: Los Orígenes, cayó una foto. La levanté del suelo y me senté en la cama, sosteniéndola en manos.
Mis ojos se aguaron, la reconocería donde quiera que yo estuviera. También recordaba a la perfección el momento en que fue tomada, hacía cuatro años unos meses después de que Sheila llegara a nuestras vidas. Ella dormía plácidamente junto a un peluche pequeño que hasta la fecha tenía, Mely, y papá la miraba con adoración. Mamá había tomado esa foto, cuando aún éramos felices... o al menos eso parecía. ¿Cómo es que de un momento a otro todo tu mundo se vuelve en tu contra?
Mi rostro volvía a estar empapado, pronto el colchón se hundió a mi lado y unos brazos alrededor de mí le siguieron.
—Te vas a secar, y ahí no podré hacer nada —secó mis lágrimas, al parecer eso se estaba haciendo costumbre
—Es que... —mi voz se cortó, entonces Alonso vio la foto y sonrió a medias —Esto es una mierda —escondí mi cara en su pecho
—Tranquila —acarició mi cabello, así estuvimos un rato y él seguía sin soltarme
—Gracias... te quiero mucho —me acurruqué más en él provocando que sonriera
—No agradezcas Isa.
Su madre nos llamó para cenar, la familia Villalpando estaba muy feliz porque estuviera con ellos, y la verdad yo también. Ayudé a poner la mesa, oramos un poco antes de comenzar a degustar los manjares, los cuales consistían en: pollo relleno de ensalada con manzana, puré de papa, sangría casera y de postre galletas con crema batida de mango. Casi toda la cena Columba y Alonso discutieron por que ella lo obligó a quitarse el tinte días atrás, Alonso parecía un bebé, Alonso era un bebé.
Después de eso ya siendo tarde, puesto que todos nos habíamos quedando viendo una serie española en la sala de estar, les deseé buenas noches y subí a lavarme los dientes. Aproveché para tomar un relajante baño y al salir me puse mi ropa de dormir. Estaba leyendo por tercera vez uno de mis libros favoritos cuando el celular vibró a mi lado, dejé aquella obra de arte a mi lado de la cama y tomé el artefacto moderno. Jos me había mandado SMS, por lo que deduje que no tenía Internet; mi corazón palpitaba fuertemente.
Jos: Hola bonita, ¿ya estás durmiendo?
Isa: Aún no, ya me estoy preparando y tú deberías de estar dormido
Jos: Quería asegurarme de que estás bien, me han mandado mensajes extraños.
Isa: ¿Qué clase de mensajes?
Jos: No importa ¿todo bien por allá?
Isa: Los chicos están bien :')
Jos: ¿Y tú?
Isa: Mañana regresas, tienes que saber muchas cosas
Isa: Solo no me odies, no puedo explicártelo ahora
Jos: Ya no podré dormir, gracias Isabela Alejandra:)))
Jos: Nunca podría odiarte amor, lo sabes flaquita cara de popó
Jos: Te quiero ¿sí?
Isa: Yo también te quiero
Satisfecha me acomodé entre los edredones y suaves almohadas hasta quedarme dormida, aunque la situación en mi vida no era del todo estable me daba tranquilidad saber que al menos estaba en buenas manos, y no con aquella odiosa mujer. Mañana vería a Jos y también podría levantarme tarde, no iba a haber clases ya que por la tarde sería la Feria de Ciencias. Sin embargo, jamás me esperé todo lo que pasaría en ese lugar.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Yo también te quiero Jos:(
Con todos estos sucesos de los CD9 :) ¿Qué les pareció el disco?
Ya saben, dejen en los comentarios las respuestas
Denle mucho amor a la novela votando, comentando y agregándola a sus bibliotecas y listas+
Recuerden seguir acá en Wattpad a TeamNoveleras
—Su fiel escritora Frida
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro