Capítulo 11._ ¿Ahora qué?
»Isabela
Pasaron días, y en ese cortísimo lapso de tiempo, la relación con mi madre empeoró. La conocía, y sabía que no tardaría en echarme de la casa como lo hizo prácticamente con mi hermana mayor; por ello, comenzaba a prepararme de distintas formas, aunque no eran lo suficientemente efectivas. Aún me encontraba buscando un lugar en el que quedarme, en unos días me avisarían si me daban el empleo en una librería. Andrea solo mantenía contacto conmigo, porque ni siquiera le hablaba a papá. Fuera de ello, nadie sabía qué había sido de su vida. Al menos yo, sabía que estaba mejor allá que en este infierno, comenzaba a dejar de juzgar a mi padre por haber literalmente huido de aquí; lo único que le reprocharía eternamente era su abandono. Pudo habernos llevado, pero no, solo nos botó como si tirara la envoltura de sus chocolates favoritos a la basura. En esa pequeñez me había convertido.
Hablando sobre el colegio, la chica de cabello de colores me seguía acosando con la mirada y sus actitudes en clase cuando me tocaba participar eran de lo más odiosas. Yo seguía mintiéndole a mi mejor amigo, el cual estaba ahora más distante y casi lucía preocupado. ¿De mi padre? Parecía que la tierra se lo había tragado, mi pobre Sheila no dejaba de preguntar por él y mamá, salía con más frecuencia a los clubes nocturnos y volvía hasta el siguiente día cuando se le olvidaba llevarse ropa para irse al trabajo.
Iba caminando con mis libros en mano, mi abdomen me dolía ya que un día antes discutí con mi madre y la hice explotar. Me golpeó y ahora tenía que lidiar con aquel horrendo y doloroso moretón que abarcaba una cuarta parte de mi torso. Por suerte, no era un lugar visible si decidía no usar una de mis adoradas blusas cortas que ella solía robarme. No me iba tan mal llevar esa semana unos jeans ajustados de mezclilla clara y con tiro alto, una blusa roja y unas zapatillas de tacones bajitos. Distraída, trastabillé un poco y tiré por accidente mi mochila, la cual al parecer no había cerrado bien ocasionando que se salieran varias de mis pertenencias.
—Hey, ¿todo bien? —Alonso llegó a mi rescate para agacharse y recoger mis libros. A duras penas logré imitar su acción e inútilmente tratar de tomar algunas plumas
—Ajá— sonreí forzadamente, el cuerpo me dolía horrible y levantarse fue un martirio. Hice una mueca llevándome una mano a la parte dolorida
—¿Qué sucedió? —frunció el ceño mirando mis movimientos, él sabía que algo andaba mal desde que les confesé todo, de hecho iba a verme todas las tarde y siempre llevaba algo con él, ya fuera pudín, agua de jamaica o taquitos de suadero. Suspiré cuando me tomó del brazo para jalarme a un lugar más privado
—Auch, con cuidado que duele —me quejé en un susurro quedo esquivando a la multitud que comenzaba a llegar tarde. Faltaban pocos minutos para que timbraran y yo solo me alejaba de mi aula correspondiente. Finalmente llegamos al baño del tercer piso atrayendo las miradas curiosas y un poco pícaras de la minoría de adolescentes que estaban ahí. Arrugué la nariz pensando en lo que seguramente creían que pasaría, ninguno de los sanitarios a partir del tercer piso tenían muy buena reputación
—Solo ignóralos —me recomendó el ojiazul cerrando la puerta detrás de nosotros, no era difícil trabarla puesto que estaba casi que se caía —¿Y bien? —señaló mis manos, a lo que alcé mi blusa lo suficiente para dejarle ver la superficie lastimada. Sin miradas acusadoras. Sus canicas azuladas se abrieron demasiado para después adoptar un brillo preocupado y molesto, probablemente se imaginaba lo peor —¿Qué...? —asentí en silencio colocando mi prenda en su lugar. Las lágrimas estaban a nada de salir, agradecí su cariñoso gesto de abrazarme
—Sé que está molesta, Alonso —me sequé torpemente con las manos mis mejillas húmedas. Frunció el ceño antes de acercarse a mí —También la espalda.
—Déjame ver, ¿sí? —me pidió permiso para poder revisarme, mi pequeño y casi hermano castaño rojizo soñaba con ser doctor. En confianza, lo dejé verme —Debemos de conseguirte ungüento, ya, algo. O empeorará y...
—Dijeron que una parejita había... Ou —oímos las voces y pronto, Katia se detuvo mirándonos sorprendida en aquella posición comprometedora —Vaya, ¿de verdad entraron a hacer cositas? No los conocía así amigos míos —se burló alzando una ceja. Alonso negó con la cabeza, entonces ella vio mi piel y comprendió la situación —¿Qué te...?
—Mi papá se fue de la casa, chicos —confesé soltándome en un verdadero llanto, los días anteriores apenas habían sido lagrimitas. Estas eran de verdad, me derrumbé en el suelo escondiendo la cara entre mis manos —Mi mamá está harta de mí, lo sabe todo y amenazó con echarme pronto. No sé dónde está ese jodido señor que nos dejó a nuestra suerte, Andrea pareciera que está muerta para la familia, y yo tengo que hacerme cargo de Sheila porque es muy pequeña y mi madre se pierde en quién sabe donde —comencé a hipar sin control, estaba en un estado lamentable. Miré a través de mis ojos empañados a mis amigos, la morena comenzaba a llorar también —Ya no ha dado dinero y no quieren ni imaginarse lo que he hecho para conseguirnos un poco para darle a Shei. He bajado esta semana mis calificaciones en los parciales porque no tengo tiempo. Sé que debí decírselos pero estoy harta de la lástima. ¡Y para variar, estoy enamorada del idiota de mi amigo! —en esto último los tres reímos un poco
Alonso no dijo nada y Katia se acercó a envolverme en sus cálidos brazos —Verás que todo estará bien, te puedes quedar en mi casa. Vanessa y tú son muy buenas amigas —sonrió mi amigo caminando también hacia mí —Al fin aceptas tus sentimientos y no te preocupes, nosotros te ayudaremos —me ofreció amablemente, me sonrojé apenada
—Alonso, yo...
—Mejor hablemos que ya viene tu cumpleaños, ¿qué quieres hacer, o qué regalo quieres? —me extendió su mano una vez que la morena se levantó para secarse las lágrimas
—Nada —hice una mueca al ponerme de pie, aún con su ayuda me dio trabajo poder enderezarme.
—¿Cómo que nada? ¡Es tu cumpleaños, debes de querer hacer algo!
—No te frustres —reí abrazándolo, gesto que el pelirrojo me correspondió. Por unos minutos decidí quedarme con ellos frente al espejo hasta que la hinchazón de mis ojos bajara, siempre era fácil deshacerme de las consecuencias del llanto —Quizá podemos ir al cine o al boliche, eso me gustaría.
—¿Te confieso algo? —me sonrió Katia ayudándome a cepillarle el cabello, guardaba un peine gracias a su bolso el cual mi mejor amiga nunca soltaba. La miré curiosa a través del reflejo en el espejo
—Claro.
—Le gustas mucho a Jos, sabemos que te ama desde hace tiempo y antes de que digas algo de tus necedades, lo ha dicho. A nosotros de manera indirecta, pero Clara... ella debe de saber mucho —no pude evitar sonreír como tonta. Conocía a Katia, y sé después del rompimiento con mi ex jamás de ilusionaría falsamente para mejorarme el ánimo, pero eso no podía suceder; Jos me había demostrado de mil maneras que no me quería, y ¿su promesa de no lastimarme? la rompía una y otra vez
Comenzó a llover de la nada justo a última hora, ¿y adivinen quién se mojó? Ding ding yo. Clara y Katia se quedaron a ayudar a decorar el gimnasio para que la siguiente semana sea menos pesada, pues sería un baile benéfico para recaudar fondos para ayudar a la remodelación de nuestra desastrosa escuela hablando materialmente. Todos estaban emocionados, excepto yo. El resto de mis amigos varones tenían prácticas deportivas y yo tenía la tarde libre.
Iba caminando hacia la salida de la escuela cuando sentí una mirada pesada nuevamente, el pasillo estaba solo a excepción de aquella chica colorida del cabello que estaba recargada en uno de los casilleros. Giré mi cabeza a mi derecha sin dejar de observarla, tenía ganas de enfrentarla pero algo en ella me hacía temer demasiado. No fue necesario ya que ella fue la que se acercó a mí sonriendo falsamente y con una mirada llena de malicia.
—Tú no mereces que él te quiera así —su voz era un silbido ronco y extrañamente arrullador. Se posó a mi lado sacando un porro, lo encendió y comenzó a fumar de él. Arrugué la nariz por inercia, odiaba ese olor
—¿Disculpa? —me tomó de manera desprevenida, retrocedí unos pasos. Esto no se veía nada bien, parecía una loca
Negó divertida, mostrándome su sonrisa sorprendentemente perfecta —Yo me aseguraré de que él se aleje de ti, le haces mal Isabela Alejandra —okay, que alguien me diga ¿por qué fregados todos usan mis dos nombres para regañarme o sonar amenazadores? —¿Crees que lo ayudas haciendo que se la viva preocupado por ti? —me reprochó comenzando a fruncir el ceño. No era fea, pero tampoco hablaba demasiado. Lucía enojada —No eres buena influencia de eso estoy segura, quizá los demás no lo ven pero yo sí. De verdad que eres una egoísta y ¿no te das cuenta? Lo único que sabes hacerle es mal —dándome un buen empujón planeado, se marchó hacia el gimnasio haciendo sonar los tacones finísimos de sus botas
Caminé fuera de la escuela huyendo de toda aquella extrañeza de la cual no entendía nada, la lluvia comenzó todavía más fuerte nublándome la vista. Nada podía ser peor, o al menos eso pensé hasta llegar a mi casa toda empapada. Se escuchaba mucho ruido dentro, alguien moviendo cosas de un lado a otro. Saqué las llaves y abrí la puerta, preparada con una de las herramientas en una caja que dejó papá antes de marcharse. A veces se ponía a arreglar mobiliario de la casa y las olvidó ahí, me recordé no solo quitarlas del lugar por seguridad, sino también para enterrar su recuerdo. ¿Qué tal si entrando me encontraba con un ladrón?
Mas no fue eso, era algo mucho peor y yo quedé helada.
Mi madre estaba sacando de mi cuarto todas mis cosas, bajándolas torpemente por las escaleras al grado que algunas salían de las cajas y se quebraban. Corrí hacia mi costoso juego de cristal que tanto apreciaba, ahora estaba roto. Ya en la planta baja estaba mi ropa, mis bolsos, mis libros... absolutamente todas mis pertenencia.
Las lágrimas salieron al ver cómo mi pequeño unicornio de yeso que Sheila me había hecho, estaba roto en mil pedazos en mis manos; era una pieza única con mucho significado para mí y era imposible de reparar —¿Qué es esto? ¿Qué haces? —miré con coraje a mi madre, la cual lucía despeinada y estaba descalza. De una de las encimeras tomó un vaso de cristal que contenía lo que parecía ser whisky
—Te vas de esta casa Isabela —contestó casi aburrida, bebiendo largamente; por primera vez me llamaba con aquel nombre, ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que lo había hecho. Abrí mucho mis ojos, nublados por el llanto
—¿Qué? Pero mamá... —mi voz se volvió temblorosa, tenía miedo. Tenía frío y allá afuera no había nada para mí, ni un techo o algún trabajo además de estar fresco en esta época del año
—Yo ya no soy tu madre, me haces mal a mí y a Sheila, ¿qué ejemplo quieres darle? ¿Qué se autolesione, se mate de hambre y que lo poco que coma haga que se provoque el vómito? No Isabela, es mejor que te largues de esta casa, debiste haberlo hecho desde hace mucho. No sabes qué pena y decepción me das —soltó asqueada, mis ojos se humedecieron aún más. Traté de negociar con ella intentando acercarme —Si seguías aquí, era por el inepto de tu padre. No me convenía que le dijeras sobre el doctor. —¿doctor? Además de cínica, infiel, él era su amante
—Mamá, por favor, solo dame un día para...
—¡NO! ¡No soy tu madre, no eres mi hija! Ya no —escupió alejándose de mí y pateando las cajas haciendo que más de su contenido saliera de ahí —No me busques, no llames... y a mí, no me digas mamá. Toma tus cosas y vete ya —señaló la puerta aún abierta con uno de sus finos y pálidos dedos, el esmalte rojo brillaba ante la luz naranja de la lámpara de techo que había. Seguramente los vecinos escuchaban todo
—Al menos dame uno o dos días —le supliqué de rodillas, jamás creí que me humillaría y le rogaría de esta manera. Era cruel, y nada piadosa
Apartó su fría mirada de mí —Tienes máximo una hora, y agradece que te estoy dando mucho tiempo. Ni siquiera deberías de llevarte todo eso, porque no es tuyo, yo te lo compré.
Reí, nerviosa y sin nada que perder ya. Todo estaba hundido —No digas tonterías que todo eso me lo compró papá y también yo me lo compré con mi dinero, así que tú eres la que debe de dejar de decir...
Me interrumpió nuevamente gritando, molesta —¡LÁRGATE Y NO VUELVAS MÁS! Si en una hora sigues aquí, te saco a patadas y con lo que tengas. Fuera gata, de hoy no pasas y más te vale que para cuando anochezca no estés aquí —dicho esto, se encerró en su habitación
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Holaaa amantes de los unicornios!
¿Cómo están? :D La semana pasada fue mi cumpleaños, justamente el 2 de marzo
Díganme si les gustó o no el capítulo
Denle mucho amor a la novela votando, comentando y agregando la novela a sus bibliotecas y listas+
También pásense en Wattpad por el perfil de @TeamNoveleras. Cuatro amigas y yo estamos haciendo novelas juntas :) Tenemos una publicada: "DM Con CD9" Pásense por ella❤
Les daré un pequeño adelanto: los siguientes capítulos van a estar fuertes y ¿vieron cómo se comportó Alonso con Isa? ya ustedes deduzcan eso ;)
¡Las amo muchísimo!
—Su fiel escritora Frida
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro