Capítulo 10._ La chica de cabello de colores
»Isabela
A la mañana siguiente desperté con un dolor horrible de espalda, me había quedado dormida recargada en la puerta. Recordaba a mamá gritando y a mi pequeña sollozando, toda la maldita noche. Sabía que yo era la que estaba mal, pero lo que le dije a mi madre era verdad. Me había guardado esas palabras por años y al fin lo había dicho, me sentía un poco más liberada.
Me levanté para ver la hora, por suerte aún mantenía mi móvil. Hacía media hora que empezó la primera clase, daba igual no tomar una. Me metí a bañar tomándome mi tiempo, el cual duró casi una hora. Al salir mi cabello tenía un intenso olor a cítricos y mis dedos lucían como pasitas. Para relajarme un poco más me coloqué mi ropa interior para luego acostarme nuevamente en mi cama y colocarme una mascarilla de carbón que había comprado unos días antes en el supermercado. Una vez que pasó lo necesario y terminé de exfoliar mi cara como rutina de mañana, me vestí de manera sencilla y tomé mi mochila.
Preparándome para lo peor decidí bajar, por suerte no tenía ni hambre. Mi madre estaba en la sala, al verme su cara mostraba coraje y desprecio. Se levantó del sillón y fue a encerrarse a su habitación no sin antes chocarme el hombro al pasar a mi lado, haciéndome trastabillar al punto de caer fuertemente de sentón en las escaleras. Cuando cerró de un portazo, comencé a sobarme el trasero; ¿saben? comenzaba a descubrir a quién le había heredado la inmadurez. Intentando dejar pasar aquel incidente, me levanté para salir de casa cerrando bien. Atravesé el jardín delantero y abrí la reja de la casa, para luego cerrarla y caminar sobre el pavimento mojado. Una de dos: la vecina estuvo lavando o anoche llovió.
Decidí que aquel sería un buen día, dejaría atrás todo lo malo. Mi padre, a pesar de que no se portó como me educó, me enseñó a cumplir las promesas y yo le debía una grande a Katia. Mi teléfono comenzó a sonar en uno de los bolsillos de mochila, lo saqué y miré la pantalla: Jos❤
—Hola —contesté con una gran sonrisa. ¿Ven a lo que me refería? Esta mañana pintaba a ser buena a pesar del comportamiento de mi madre
—¿Cómo amaneció la niña más hermosa de todas? —a pesar de su lindo cumplido, había algo en su voz que notaba diferente. Preferí pensar que era mi mente engañosa, como siempre, todo comenzaba a estar bien aunque no lo pareciera
—Bien supongo, te extrañamos todos ¿sabes? —lo oí reír muy ligeramente, definitivamente el pelinegro tenía algo. Aclaré mi voz, algo nerviosa —¿Qué tienes, primorrrr?
—Nada... es que estoy muy aburrido, eso es todo —lo oí bufar al otro lado de la línea —Quiero mucho a mis abuelos y estoy feliz de estar de vuelta, pero nos abandonaron a Fer y a mí en la casa. Mis papás salieron con ellos como si no existiéramos, solo dejaron el desayuno preparado.
—Haz algo productivo, no lo sé, limpia la casa propuse —volviendo a sonreír, esta vez Jos rió con más ganas. Él y las escobas estaban en guerra
—Te juro que no hay nada que hacer —se excusó rápidamente haciéndome reír con él. Se detuvo un momento, con voz intrigada —Oye, ¿no tendrías que estar desde hace más de una hora en la escuela?
—Como dices, "debería" —en esta última palabra hice comillas con mis dedos a pesar de que él no podía verme —Me levanté tarde, pero ya casi llego y espero que me dejen pasar —era verdad, ya alcanzaba a ver la escuela a lo lejos
—¿Tu papá no te llevó? Sabes cómo están las cosas nena, no me gusta que vayas sola —oí cómo comenzaba a irritarse, lo cual me parecía adorable ya que lo hacía tratando de protegerme —Con esa carita de ángel, dulzura, nadie puede resistirse.
—Estoy a nada de estar en el cole Jos, además papá no pudo —mentí mordiéndome el labio, con sentimiento de culpa —Justamente por ello, te tengo que colgar. No te desesperes ¿sí? Ya habrá algo que hacer amor —era normal que nos habláramos con esos apodos, un día unos eran odiosos y otros de lo más empalagosos —Te quiero guapo.
—Yo más nena —estaba a punto de colgar, cuando me detuvo nuevamente su voz —Isa, espera.
—¿Qué ocurre? —fruncí el ceño, preocupada. ¿Y si Katia le dijo lo que pasó?
—Está todo bien ¿no? Es decir —se quedó callado un momento, como si se pensara bien las palabras que elegiría —Si estuviera pasando algo malo, me lo dirías.
Sonreí un poco, esto de mentir se me estaba haciendo una mala costumbre —Claro, chao.
—¿Isabela? —escuché una voz llamarme, miré a mi lado izquierdo cómo el chico de tez bronceada se acercaba a mí con una agradable sonrisa
—Hola Gus, ¿cómo te va? —me levanté y saludé al amigo de Jos. Me llevaba unos cuantos centímetros de estatura
—Muy bien, pero ¿qué haces aquí? Deberías estar en clase —alzó ambas cejas, señalando el hecho de que estaba fuera del salón sentada en una de las bancas. Me encogí de hombros
—Se me hizo tarde, acabo de llegar —contesté muy normal, rió junto a mí
—Oh, ya somos dos. ¿Sabes cuándo llega Mariana? —preguntó por una de mis amigas, que justamente hoy regresaba de Monterrey
—Hoy, ¿por?
—Te diré algo pero que quede entre nosotros —sonreí asintiendo emocionada, amaba que me tuvieran esta clase de confianza. No es por nada, pero siempre era toda una cupido mujer —Es que no sé si ella quiera salir conmigo el viernes... —se rascó la cabeza nervioso, mentalmente me di palmaditas en la espalda, aquí venía mi sabio consejo que pronto uniría a otra pareja
—Le encantaría —afirmé muy segura, sacando de mi mochila dos paletas con piquín. Le ofrecí una, la cual aceptó divertido. Mi cuerpo seguramente me recordaría pronto la intensa gastritis que tenía
Sus ojos se iluminaron de manera adorable —¿Tú crees? —volví a asentir, concentrada en el intenso rojo del dulce —Muchas gracias Isa, pero por favor no le digas nada.
—Mira —simulé cerrar una cremallera sobre mis labios, atrayendo su atención y haciéndolo reír. Cuando sonó el timbre me despedí de él para entrar la siguiente clase, había un salón especialmente para la materia de Artes
Horacio, un hombre joven y panzón, se acomodó los lentes sobre el puente de su ganchuda nariz —Esta clase, quiero que plasmen lo que sienten en este instante, una línea es arte tanto como una mancha. Ahora, sean creativos y dibujen. Es para ahorita el trabajo, no quiero majaderías —dicho esto, se sentó sobre su silla giratoria haciéndola tronar por su peso y escondiendo su rostro en el periódico que sujetaba entre sus manos
Un rato más tarde seguía notando una mirada pesada a mis espaldas, así que me giré y una chica rubia con algunos mechones de cabello de colores me miraba y sonrió levemente, pero no era una buena sonrisa. Después hizo una mueca, se rió sola y mantuvimos nuestros ojos encontrados hasta que decidí dejar de verla y ponerme a trabajar. Pero su mirada de odio me hizo comenzar a pensar ideas tontas, ni siquiera conocía a esa chica de cabello de colores y mucho menos pude haberle hecho algo.
Miré el lienzo en el caballete, ¿qué era lo que de verdad sentía? Busqué en mi interior alguna señal pero nada, estaba vacía. Sentía coraje, soledad, anhelo... En resumen, estaba sufriendo por distintas razones. Siempre me había gustado mucho dibujar, mi padre decía que yo hacía las cosas muy detalladas esmerándome es hacerlas de manera delicada. Hice algunas mezclas en una paleta, asegurándome que fueran tono coloridos, al final decidiéndome por acuarelas. Comencé a trazar el rostro de una chica con los tips que nos dio el hombre regordete clases antes, no sé quién era ella pero sin duda su cara expresaba tristeza.
—Sé cómo te sientes —le murmuré a la mitad del cráneo que llevaba, mis dedos ya estaban manchados de pintura color carne y azul. Desconocía cuánto tiempo llevaba terminando fácilmente el rostro, era un dibujo sencillo y nada del otro mundo
—¿Y cómo te sientes? —escuché una voz a mis espaldas, aunque no me asustó ya que conocía al dueño de ella
—Hola Alonso —lo saludé con una sonrisa sincera. Acercó el banco vacío del lienzo al lado y lo jaló a un costado de mí para sentarse —Lo siento, no noté que estabas aquí.
—Siempre te olvidas que compartimos esta clase juntos —y sí, era muy despistada —Katia dice que no estabas en las primeras clase, ¿estás bien? —preguntó preocupado, sus ojos azules me llamaban
—Me levanté tarde pero... ya luego les explico. —asintió y seguimos en nuestro trabajo. Pronto me volvieron a interrumpir
—¿Quién es? —vaya, este día todos estaban muy preguntones
Dejé a un lado el pincel, ya muy manchado de pintura —No lo sé, la verdad no.
—Es un buen dibujo. Eres una buena y alegre chica, ¿tú triste? Eso es imposible —sonrió más, esta vez le devolví el gesto forzadamente. Había aprendido aquel dicho de "Nunca digas nunca"
Pasaron dos horas, y terminé antes que todos, no me había esmerado. A la hora del receso, fuimos a la cafetería a comprar el almuerzo del día: sándwich de ensalada rusa, jugo de manzana o durazno y de postre una rebanada diminuta de pie de manzana. Decidimos ir a buscar un lugar al aire libre, ese día extrañamente comenzaba a hacer calor. Caminamos al invernadero del colegio, un lugar amplio que contaba con mesas de madera para comer.
Estaba dispuesta a confesarles todo, y lo hice ganándome diferentes reacciones. Clara no me hablaba, no se lo creía. Freddy y Alonso, ellos eran como mis hermanos, así que prometieron no dejarme sola. En cuanto Alan, ese chico es un amor, dijo que él también me ayudaría.
Durante el transcurso del día en la escuela, me di cuenta que compartía tres clases con la chica de cabello de colores, y no era solo en el aula, sino también en los pasillos que me miraba con desprecio. Hasta antes de esta mañana ni siquiera sabía que existía.
Las cosas comenzaban a alegrar un poco mi semana y eso me asustó, algo debía de pasar para romper aquella atmósfera de tranquilidad. Y sucedió... para eso pasarían unos cuantos días.
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¡Holaaaaaa!
Iba a actualizar a la 01:00 de la mañana, pero al final me dio flojera
Espero que les haya gustado el capítulo, a partir del siguiente les juro que llorarán, bueno no sé pero serán uno de los capítulos que más me gustan❤
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Pregunta 1: ¿Qué piensan de la novela?
Pregunta 2: ¿Quién creen que sea la chica que miraba a ______ y por qué? Hagan sus apuestas
Me despido con un beso tronado😘
—Su fiel escritora Frida
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