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Capítulo 8.

Tres meses antes:

En medio del bullicio y la música retumbante de la fiesta en la casa de Greta. La sala estaba llena de adolescentes bailando, riendo y perdiéndose entre los sofás y las esquinas de la casa, algunos con bebidas en las manos, otros simplemente disfrutando de la euforia de la noche.

África se encontraba cerca de la barra improvisada, hablando con Jared. Él, como siempre, estaba relajado, sonriendo y lanzando comentarios ingeniosos que lograban arrancarle sonrisas a África, aunque su tono era evidentemente coqueto.

A unos metros, Lucas observaba la escena desde el pasillo, con una mezcla de celos y frustración en su expresión. Después de varios minutos, no pudo contenerse más. Se abrió paso entre la gente y se acercó a África, tocándole el brazo para llamar su atención.

—¿Podemos hablar? —dijo con el ceño fruncido, ignorando por completo la mirada curiosa de Jared.

África lo miró con sorpresa, pero asintió con un suspiro, sabiendo que no valía la pena discutir frente a todos.

—Vamos fuera —añadió Lucas, ya girándose hacia la puerta.

Ambos salieron al jardín trasero, donde el ruido de la fiesta se amortiguaba ligeramente. La tensión entre ellos era palpable, como si el aire mismo se hubiera cargado de electricidad.

— ¿Qué pasa contigo? —preguntó África, cruzando los brazos con actitud defensiva.

—¿Qué pasa conmigo? —repitió, casi riendo con incredulidad—Te lo diré. Estás aquí tonteando con Jared como si nada. ¿Se te olvida que estamos juntos?

África arqueó una ceja, claramente irritada.

—No estoy tonteando con nadie. Es solo mi amigo.

Lucas negó con la cabeza, frustrado.

—No me trates como si fuera idiota, África. Lo he visto. La forma en que le sonríes, cómo le sigues el juego. ¿Por qué siempre tienes que buscar atención en alguien más?

Las palabras de Lucas golpearon a África como una bofetada. Aunque sabía que había algo de verdad en lo que decía, su orgullo no le permitió ceder.

—¿Y tú qué, Lucas? Siempre acusándome de todo, como si yo fuera la única que comete errores. Estoy harta de que me señales con el dedo cada vez que algo no te gusta.

— ¿Harta?—dio un paso hacia ella, su voz más baja pero cargada de emociones—Sí estás tan harta, ¿Por qué seguimos intentándolo? Con esta ya son cuatro veces, África. Cuatro malditas veces hemos intentado esto, y siempre terminamos igual.

El silencio se apoderó del jardín por un momento. África lo miró, herida, pero sin querer mostrarlo.

—Quizá tienes razón —dijo finalmente, con un tono frío—Quizá deberíamos dejarlo.

Lucas asintió, claramente dolido pero tratando de mantener la compostura.

—Como quieras.

Se dio la vuelta para regresar a la fiesta, pero justo en ese momento, una voz familiar interrumpió.

—Vaya, qué drama —dijo Susan, saliendo de entre las sombras con una sonrisa burlona.

África giró hacia ella, sus ojos ardiendo de ira.

—¿Qué demonios haces aquí?

— Oh, estaba disfrutando del espectáculo. Es divertido ver cómo tus relaciones se desmoronan una y otra vez. Tienes talento para arruinarlo todo, ¿Eh?

—Cállate, Susan —gruñó Lucas, visiblemente agotado.

Pero Susan no se detuvo. Se dirigió directamente a África, ignorando por completo la advertencia de Lucas.

—¿Sabes qué es lo mejor? Que siempre vuelves a intentarlo. Es patético, en realidad. Como si alguien pudiera tomarte en serio después de cómo eres.

África, que ya estaba al borde de sus límites emocionales, dio un paso hacia Susan.

—¿Por qué no te metes en tu maldita vida, Susan? Nadie te soporta, y menos yo.

Susan rió, provocándola aún más.

—Lo siento, ¿Te dolió? Qué lástima. Es la verdad.

El enfado de África se desbordó. Señalándola con el dedo, exclamó:

—¿Sabes qué? Ojalá te murieras. Nos harías un favor a todos.

Un incómodo silencio cayó entre las tres figuras. Susan pareció sorprendida por la intensidad de las palabras de África, pero no dejó que su sonrisa se desvaneciera.

—Qué bonito, África. Muy maduro de tu parte. Pero ten cuidado con lo que deseas. A veces, los deseos se cumplen.

Lucas, viendo que la situación podía escalar, interrumpió.

—Ya basta, Susan. Déjala en paz.

Susan levantó las manos en señal de rendición.

—Tranquilo, Lucas. Ya me voy. No quiero arruinar más esta maravillosa noche.

Con una última mirada burlona hacia África, Susan regresó al interior de la casa. África se quedó allí, con la respiración agitada, sintiendo que el peso de sus palabras había sido más grande de lo que esperaba.

La música seguía resonando en la casa de Greta, aunque las conversaciones y las risas a su alrededor se hacían cada vez más confusas por el efecto de las copas. Sarah estaba de pie junto a Tyler, apoyada contra la pared, mientras él hablaba con su tono relajado y encantador, acercándose cada vez más.

Sarah reía, ligeramente cohibida, aunque el calor de las copas la hacía menos consciente de su nerviosismo. Tyler inclinó la cabeza hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de diversión e interés.

—Admitelo, Sarah —dijo, juguetón—Estás completamente loca por mí.

Sarah le dio un leve empujón en el pecho, fingiendo indignación.

—¿Tú? Ni en un millón de años.

Tyler sonrió, desafiándola con la mirada, y Sarah sintió cómo la distancia entre ellos se reducía cada vez más. Estaban tan cerca que podía sentir el calor de su respiración. Justo cuando parecía que iban a besarse, una figura emergió de la multitud, sin ser otra que Susan.

Sarah apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Susan le lanzara el contenido de la copa encima, empapándola por completo. El líquido frío le hizo dar un respingo, y todos los que estaban cerca se giraron para mirar.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —gritó Sarah, su tono lleno de incredulidad y rabia.

Susan se encogió de hombros con falsa inocencia.

—Ups, mis manos resbalaron. Aunque, siendo honesta, creo que fue más divertido así.

Sarah, temblando de rabia, miró a Tyler, quien estaba tan sorprendido como ella. Sin decir más, Sarah salió corriendo hacia el baño para limpiarse, dejando a Tyler y a Susan solos en medio de las miradas curiosas.

Tyler, con el rostro endurecido, se acercó a Susan, acortando la distancia de forma intimidante. Su voz, aunque baja, sonaba gélida.

—No sé cuál es tu problema, Susan, pero si vuelves a meterte con Sarah, te aseguro que lo lamentarás.

Susan levantó una ceja, intentando mantener su actitud desafiante, pero había algo en el tono de Tyler que la hizo vacilar.

—¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacerme? —respondió, aunque su voz no era tan firme como antes.

Tyler dio un paso más cerca, su mirada afilada.

—No querrás averiguarlo.

Susan trató de mantener su sonrisa arrogante, pero Tyler no esperó más. Le lanzó una última mirada de advertencia antes de darse la vuelta y dirigirse hacia el baño, donde Sarah seguía encerrada.

Susan, aunque aún aparentaba indiferencia, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Por primera vez, no estaba segura de si quería seguir jugando con Sarah y su pequeño grupo de amigos.

La fiesta en la casa de Greta comenzaba a apagarse, con grupos dispersos de adolescentes medio dormidos o sumidos en conversaciones arrastradas por el alcohol. Susan, todavía con la mirada altiva y la sonrisa de superioridad que llevaba como un escudo, caminaba hacia la puerta principal, lista para marcharse.

Antes de que pudiera salir, Landon apareció frente a ella, bloqueando su camino. Su postura era tensa, los brazos cruzados y el rostro iluminado solo por la tenue luz que se filtraba desde el interior de la casa. Susan levantó una ceja, visiblemente irritada.

—¿Qué quieres, Landon? ¿Vienes a defender a tu hermana como el buen niñito protector que eres?

Landon no se inmutó. Su mirada era tan fría como la noche que esperaba afuera.

—Esto no tiene que ver solo con Sarah—su voz era baja, pero cargada de intensidad—Tiene que ver con todos nosotros. Llevo meses observándote. Manipulas, mientes y disfrutas hundiendo a los demás. Pero ya se acabó.

Susan dejó escapar una risa incrédula, aunque había un leve temblor en su tono.

—¿Ahora me das discursos de moralidad? Qué aburrido. Deberías preocuparte menos por lo que hago y más por no ser tan insignificante.

Landon dio un paso más cerca, acortando la distancia entre ambos. Su altura y su tono lo hacían parecer una sombra amenazante.

—Escucha bien, Susan. Si no desapareces de nuestras vidas, yo mismo me encargaré de borrarte del mapa.

Los ojos de Susan se abrieron por un breve instante antes de recuperar su máscara de desdén. Sin embargo, Landon notó el cambio. Había conseguido lo que quería: plantarle el miedo en el cuerpo.

—Qué dramático. Pero no me asustas—Susan intentó mantener su tono burlón, aunque retrocedió un paso hacia la puerta—Ahora, si me disculpas, tengo cosas más interesantes que hacer que escuchar tus amenazas vacías.

Landon no se movió ni dijo nada mientras Susan salía por la puerta. Pero cuando la vio alejarse, no pudo evitar sentir que algo oscuro había cambiado en el aire. Había dicho esas palabras con más convicción de la que esperaba, y por un instante se preguntó si realmente sería capaz de cumplirlas.

Ya por la noche del día siguiente a la fiesta Lucas se despertó al sonido insistente de su teléfono vibrando sobre la mesa de noche. Al principio, lo ignoró, pensando que sería una notificación sin importancia. Pero cuando el dispositivo volvió a vibrar de manera frenética, tomó el móvil con desgana. Era un mensaje de grupo de fútbol.

"¿Han oído lo de Susan? Desapareció en la fiesta de Greta Lerman"

Su cuerpo se tensó al leerlo. La conversación de la fiesta volvió a su mente como un eco, la discusión acalorada con Áfríca, los gritos, el deseo cruel que había escuchado salir de labios de ella. Sintió una punzada en el pecho. ¿Podría estar relacionado? La culpa y el miedo lo invadieron. Había discutido con Susan en múltiples ocasiones, pero nunca había pensado en algo tan definitivo como esto. Salió de la cama y se dirigió a la ventana, mirando la calle vacía mientras intentaba organizar sus pensamientos. Todo parecía irreal, como si la realidad estuviera distorsionándose.

En cambio Sarah estaba preparando una tila en la cocina mientras Landon bajaba las escaleras. Los pasos de su hermano eran más pesados de lo normal, y cuando entró en la cocina, tenía el rostro pálido, con el móvil en la mano.

—Susan ha desaparecido.

Sarah dejó caer la cucharilla que tenía en la mano. El sonido metálico contra la encimera la hizo sobresaltarse aún más.

—¿Qué? ¿Cómo que ha desaparecido? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y escepticismo.

Landon se pasó una mano por el cabello, inquieto.

—Lo acabo de leer en el grupo del equipo. Dicen que no volvió a casa después de la fiesta y lleva todo el día sin dar señales.

Sarah sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Aunque no lo admitiera en voz alta, Susan la había intimidado durante meses. Una pequeña parte de ella, la más egoísta, sintió alivio al saber que no tendría que lidiar más con sus comentarios hirientes. Pero esa sensación fue rápidamente aplastada por un sentimiento de inquietud. Miró a Landon, esperando que él tuviera respuestas, pero su hermano parecía igual de perdido.

Landon, por su parte, no podía dejar de recordar su propia amenaza a Susan en la fiesta. Había sido directo, incluso cruel. ¿Y si alguien había escuchado? ¿Y si ahora creían que él tenía algo que ver?

Por otro lado Tyler estaba en su habitación, jugando con el mando de la consola cuando el mensaje de Greta le llegó.

"Susan no volvió a casa ayer"

Lo leyó tres veces antes de que su cerebro procesara las palabras. El mando cayó de sus manos, y un sudor frío se apoderó de su cuerpo.
Recordó cómo le había hablado la noche anterior, cómo la había amenazado. Las palabras salieron de su boca con la rabia acumulada de meses viendo cómo trataba a Sarah. ¿Podría alguien haber pensado que él estaba detrás de esto?

Miró su teléfono, queriendo marcar el número del sheriff, pero sus dedos temblaban. Un mensaje anónimo le llegó en ese momento:

"Sabía que Susan tenía enemigos, pero tú eras el más obvio. Cuidado con lo que haces."

El miedo lo dejó clavado en la cama.

Y por ultimo África estaba sentada en el porche trasero de su casa cuando el mensaje llegó. Lo leyó y sintió como si el mundo se detuviera. Susan había desaparecido. La última vez que la vio, le había deseado la muerte. Y ahora... África se llevó las manos al rostro, sintiendo cómo la culpa se acumulaba en su pecho.

Pensó en cómo Susan había influido en su vida, cómo la había manipulado, insultado y atormentado. Pero jamás había deseado que algo así ocurriera realmente.

"Esto no puede ser por mi culpa", se repitió, como un mantra.

Sin embargo, las palabras de la fiesta resonaban en su mente. Se obligó a entrar en casa, cerrando la puerta tras de sí, como si al hacerlo pudiera escapar de los pensamientos que la acosaban.

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