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Capítulo 6.


Era una mañana gris en el pueblo, como si el cielo hubiera decidido compartir el pesar de la familia Simons. Siena estaba en la cocina, su taza de café en las manos, observando a través de la ventana mientras la lluvia caía suavemente sobre el jardín, al instante vio a su hermano mayor, Colin, entrar por la puerta. A pesar de su altura y complexión, había algo en él que no estaba como antes. Había cambiado, como si la ciudad de Nueva York lo hubiera moldeado a su manera.

—¿De vuelta en casa? —preguntó Siena, con una sonrisa tímida, pero sincera, mientras lo abrazaba.

—Sí, parece que el destino me trajo de vuelta —respondió, sonriendo débilmente, pero su mirada traía consigo una sombra que Siena reconocía perfectamente.

Aunque ambos mantenían una relación cercana, sabía que la razón de su regreso era más compleja de lo que Colin quería admitir. El aniversario de la muerte de Jonas se acercaba, y ese día siempre pesaba más que cualquier otro en la casa.

Jonas Simons era el hermano mellizo de Siena, que hacía casi dos años había fallecido, trágicamente, en un accidente en la excursión del instituto.

Unos momentos después, sus padres, Daniel y Anita, entraron en la cocina. Tomaron asiento en la mesa, y aunque intentaron sonreír, la tensión era palpable.

—Tenemos que hablar sobre el homenaje de Jonas —dijo Daniel con voz grave, sus ojos fijos en Colin.

Colin hizo una mueca, claramente incómodo.

—¿La misma ceremonia de siempre? ¿El bosque? —preguntó, levantando una ceja.

Siena los observó en silencio, sabiendo que ese tema siempre ponía a su familia al borde del agotamiento emocional. Llevaban mucho tiempo sin Jonas, pero parecía que ninguno de ellos podía dejarlo ir por completo.

—Creo que deberíamos hacer algo diferente este año —intervino Siena, con una voz que apenas se oyó en el aire denso que había llenado la habitación—No quiero regresar al bosque. Cada vez que paso cerca, siento que... no sé. Hay algo allí, algo que no está bien.

Anita la miró con una mezcla de tristeza y comprensión, como si supiera que su hija tenía razón, pero también sentía que no podían evadir la tradición tan fácilmente.

—Es difícil para todos, Siena —respondió Anita, su tono suave pero lleno de una tristeza incontenible—Todos estamos lidiando con esto de maneras diferentes. Pero debemos encontrar una forma de honrarlo.

Colin, con el rostro marcado por la incomodidad, dejó caer una pesada bolsa de su hombro y se pasó una mano por el cabello.

—Lo entiendo, pero tenemos que encontrar una forma de seguir adelante. No podemos quedarnos atrapados en el pasado —dijo, mirando a su hermana con una expresión algo agotada—No sé si regresar al mismo lugar va a cambiar algo.

Siena lo miró, sintiendo el peso de sus palabras, aunque no podía evitar sentir que él no entendía completamente lo que había vivido ella en esos dos años sin Jonas. Esa ausencia constante, ese vacío que nunca se llenaba.

—Tal vez... tal vez podamos buscar un lugar diferente —dijo Siena, su voz tranquila pero decidida—Un lugar nuevo, algo que represente lo que él era para nosotros, pero sin la carga de ese día.

Daniel la miró en silencio por un momento, como si la idea le costara asimilarla. Finalmente, asintió lentamente.

—Está bien. Si eso te ayuda, lo haremos. Pero tenemos que hacer algo, recordar y seguir adelante —dijo con voz grave, dejando claro que, aunque la idea de cambiar era difícil, sentía que era lo correcto.

Siena sintió una ligera sensación de alivio, aunque sabía que el dolor seguiría acechando. Aún así, era un paso hacia el cambio, hacia el final de un ciclo que no quería volver a vivir.

La conversación terminó en ese momento, pero mientras Colin observaba pensativo a su hermana, Siena no podía evitar sentir que, aunque el dolor nunca desapareciera, su familia estaba finalmente dispuesta a darle un nuevo significado al recuerdo de Jonas.

El coche avanzaba lentamente por las calles mojadas del pueblo, mientras el sonido de la lluvia golpeaba suavemente el parabrisas. Siena miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos, cuando la voz de su madre rompió el silencio.

—Siena, ya sabes que te he inscrito en el concurso de Miss ¿No?—dijo Anita, con un tono que parecía alegre pero que escondía una pizca de nerviosismo.

Siena, sorprendida por el comentario, frunció el ceño y volvió a mirar a su madre, sin entender del todo la actitud de ella.

—¿Qué? —preguntó, casi incrédula—¿Me apuntaste al concurso de Miss? ¡¿Sin preguntarme?!

Anita giró la cabeza para verla, sus ojos intentando esconder la ansiedad que sentía.

—Es una oportunidad, Siena. No quiero que te quedes atrás, que pierdas lo que te puede ofrecer este pueblo. Sé que no te entusiasman los concursos de belleza, pero este es diferente. Es un paso hacia algo más grande, algo que te puede abrir puertas. Lo hice porque quiero lo mejor para ti.

Siena sentía cómo una mezcla de irritación y frustración comenzaba a burbujear en su interior. No entendía por qué su madre insistía en ponerla en algo que no le interesaba, algo que ella nunca había elegido.

—¿De verdad crees que quiero ser parte de eso, mamá? —dijo, con la voz un poco más alta, tratando de calmar la rabia que empezaba a desbordarse—No me interesa esa clase de cosas. No quiero que mi valor dependa de cómo me vea en un escenario o cómo los demás me miren. ¿Por qué no puedes entenderlo?

Anita respiró hondo, claramente luchando por mantener la calma.

—Lo entiendo, Siena, lo entiendo perfectamente —respondió en un tono suave, pero con una pizca de exasperación—Pero hay cosas en la vida que son inevitables, y este tipo de concursos son parte de crecer en este pueblo. Yo pasé por eso y me fue bien, y quiero que tú también tengas esa oportunidad, aunque ahora no lo entiendas. No quiero que te quedes atrás.

Siena apretó los puños sobre sus piernas, el enfado claramente visible en su rostro. La sensación de que su madre nunca la entendía era algo constante, pero ese día la irritación parecía aún más fuerte.

—No soy tú, mamá —dijo, casi en un susurro, pero con firmeza—No quiero hacer lo que tú hiciste, no quiero seguir tus pasos. No me importa ganar ese maldito concurso, no me importa ser "la chica perfecta" que todos esperan. No soy un trofeo.

Hubo un breve silencio en el coche, en el que ambas se miraron fijamente, las emociones en el aire densas y difíciles de procesar.

Anita se detuvo un momento antes de hablar, tratando de encontrar las palabras correctas.

—Lo siento, Siena. Solo quiero que seas feliz. Pero esto es lo que creí que te gustaría. No quiero que lo veas como una obligación, solo una posibilidad.

Siena suspiró, mirando por la ventana, sintiendo el peso de la conversación en su pecho.

—No sé si alguna vez me comprenderás, mamá —dijo en voz baja, con una leve sonrisa amargo—Pero en fin, supongo que tendré que hacerlo, ¿Verdad?

Anita asintió, notando que la distancia entre ambas crecía un poco más con cada palabra no dicha.

El resto del trayecto al instituto transcurrió en un pesado silencio, el ambiente tenso entre ambas, dejando claro que esa discusión no se resolvería pronto. Para Siena, la sensación de estar atrapada en un molde que no quería seguir era cada vez más fuerte, y la indiferencia de su madre solo hacía que su rebeldía crezca más.

Apenas Siena dio un paso fuera del coche, Landon apareció de la nada, como si hubiera estado esperando justo en la esquina. Su sonrisa era amplia y un poco traviesa, y aunque Siena intentó evitarlo, él se acercó rápidamente.

—¡Hey, Siena! —saludó, sin perder su energía contagiosa—Te tengo una sorpresa.

Siena frunció el ceño y levantó una ceja, tratando de hacerle frente con una sonrisa desconcertada.

—¿Una sorpresa? —repitió, no muy convencida—¿Qué clase de sorpresa? No soy muy fan de las sorpresas, Landon.

Landon no se desanimó, sus ojos brillaban con algo entre la emoción y el misterio.

—Es algo diferente, créeme. Algo que no te esperarías en absoluto, pero que te va a gustar —dijo, mirándola con esa expresión tan suya de entusiasmo incontrolable—Vamos, solo escucha, no te vas a arrepentir.

Siena suspiró y cruzó los brazos, sin poder evitar una ligera sonrisa ante la insistencia de Landon, pero no iba a ceder tan fácilmente.

—No sé... —dijo, vacilante—La verdad es que no soy muy dada a aceptar cosas sin saber de qué se trata. No tengo ganas de hacer nada raro.

Landon se acercó un poco más, bajando la voz como si fuera a confesarle un secreto.

—No es raro, te lo prometo. Es algo único. Algo que nunca has hecho antes y que probablemente nunca más tendrás la oportunidad de vivir. Y si te lo cuento, arruinaría la sorpresa, ¿No? —sonrió, manteniendo la chispa en sus ojos.

Siena lo miró un momento en silencio, considerando sus palabras. La curiosidad comenzó a apoderarse de ella, aunque se mostraba renuente. Siempre había evitado cualquier tipo de sorpresa, pero Landon tenía esa forma de ser que hacía difícil decirle que no.

Finalmente, suspiró, resignada, y se encogió de hombros.

—Está bien, está bien —aceptó, aunque con un tono de advertencia—Pero solo porque me has hecho prometer que es algo diferente. Si resulta ser una de esas tonterías de siempre, no me vas a ver por aquí nunca más.

Landon levantó las manos en señal de rendición, su sonrisa se ensanchó.

—¡Te prometo que será algo único! Solo confía en mí. Vas a disfrutarlo, te lo aseguro.

Siena, aún con una mezcla de duda y curiosidad, lo miró de reojo mientras caminaban juntos hacia las puertas del instituto, sin saber que este "plan diferente" marcaría un giro en su vida, y en su relación con Landon, que parecía ir a un ritmo inesperado.

Tyler caminaba por el pasillo del instituto con el rostro algo serio, mirando a su alrededor como si buscara algo o a alguien. Cuando vio a África en un rincón, se acercó a paso lento, sin querer llamar demasiado la atención. Ella no lo notó hasta que estuvo justo frente a ella.

—¿Cómo estás? —preguntó, sin mucha expresión en su rostro, pero con un leve tono preocupado que rara vez usaba.

África levantó la vista, algo desconcertada, pero se mostró indiferente, como de costumbre.

—Bien, ¿Por qué me lo preguntas? —respondió, cruzándose de brazos mientras le daba una mirada breve.

Tyler se detuvo un momento, dudando, como si sopesara sus palabras. Finalmente, con aire misterioso, soltó:

—Bueno, ya sabes... pronto es el aniversario de algo importante.

África frunció el ceño, sin entender de inmediato, pero en cuanto sus palabras comenzaron a hacer clic, una sombra de incomodidad pasó por su rostro. Sabía a qué se refería, pero preferiría no tocar el tema.

—¿De qué estás hablando? —dijo, con un tono que claramente intentaba parecer despreocupado, aunque había algo en su mirada que delataba la incomodidad.

Justo cuando iba a continuar, Sarah y Lucas aparecieron a su lado, interrumpiendo la conversación con una risa casual que rompió la tensión del momento.

—¡Oye, Áfrikita! —dijo Lucas, sonriendo—¿Qué tal todo? ¿Sigues con tu actitud de piedra?

África dejó escapar una leve sonrisa ante el comentario de Lucas, y Tyler, al darse cuenta de que había perdido el momento, dio un paso atrás y se cruzó de brazos, observando cómo la dinámica cambiaba. Sarah miraba la escena con una mezcla de interés y desconcierto, pero no dijo nada, solo se apoyó en la pared con las manos en los bolsillos.

Antes de que la conversación pudiera continuar, Landon apareció de repente, entrando al grupo con su usual energía.

—¡Chicos! ¡Buenas noticias! —anunció con una sonrisa amplia, como si tuviera algo que celebrar—¡Siena aceptó mi cita!

África lo miró con sorpresa, aunque no dejó de esconder una pequeña sonrisa, sabiendo que había algo especial detrás de esa noticia.

—¿En serio? —preguntó Sarah, con una sonrisa curiosa—¿La gran Siena aceptó salir contigo?

Landon asintió, visiblemente emocionado.

—¡Sí! Me ha dicho que sí, y... ¡Será algo increíble! Algo único. Prometido.

África y Lucas intercambiaron una mirada de complicidad antes de que África murmurara en voz baja, más para sí misma que para el resto:

—Esto va a ser interesante.

Hace cinco meses:

El viento fresco de la tarde acariciaba las calles del pueblo, llevando consigo el bullicio de las personas que pasaban, ajenas a lo que estaba a punto de suceder. Lucas y África caminaban por la calle principal, la misma que solían recorrer cuando eran más jóvenes, cuando todo entre ellos aún era sencillo y sin complicaciones. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos cálidos, y el aire ya comenzaba a enfriarse con la cercanía de la noche.

Lucas la miró de reojo, su rostro tan serio como siempre, pero sus ojos brillaban con algo que África no pudo identificar del todo. No era la primera vez que él trataba de ganarse su corazón, pero había algo en su actitud esta vez que le daba un toque diferente. Sabía que él había hecho algo importante, algo que le haría entender que esta vez no era una tontería.

—¿Por qué me has traído aquí? —preguntó África, aunque sus pasos la guiaban sin protestar.

—Es una sorpresa —respondió, con una sonrisa esquiva, aunque había una nerviosidad oculta en su voz. Finalmente, se detuvo frente a un muro en la esquina de la calle, justo frente a un mural que hasta ese momento había sido completamente desconocido para ella.

África frunció el ceño, miró el mural y luego a Lucas. Sus ojos recorrieron el diseño con detenimiento. Era un mural grande, pero lo que realmente la dejó sin palabras fue la imagen central: una figura femenina pintada con tonos suaves, una figura con el cabello al viento, las mismas características que ella reconoció al instante, como si su propia imagen estuviera allí.

—¿Lo pintaste tú? —preguntó, su voz más suave, aunque aún mantenía una distancia emocional, como si no pudiera permitir que la sorpresa la afectara tanto.

Lucas asintió, un brillo cálido en sus ojos mientras observaba la reacción de África. Le gustaba verla impresionada, pero aún más ver cómo su expresión cambiaba lentamente, como si de alguna manera estuviera conectando los puntos.

—Lo hice para ti. Para demostrarte que... que esto no es una tontería, África. Lo que quiero contigo, lo que siempre he querido, es real. Y... no sé, quería que lo vieras de una manera distinta.

África no podía articular palabra. La imagen en el mural, tan viva y tan suya, la desarmaba por completo. A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, a pesar de las rupturas y las promesas rotas, había algo en ese gesto que tocó una fibra profunda dentro de ella.

El murmullo de la calle parecía desaparecer por un momento, y solo quedaron ellos dos, el mural y la quietud del instante. Lucas dio un paso más cerca de ella, sus ojos buscando los de África con una intensidad que ella no pudo ignorar. Su rostro estaba cerca, y África, aún con las dudas a cuestas, no pudo evitar mirarlo fijamente.

—África... —dijo, su voz temblando ligeramente, pero sus manos firmes mientras se acercaba más a ella. No quería apresurarse, pero sus sentimientos eran tan intensos que no podía contenerlos más.

África miró sus labios, y luego sus ojos, como si tratara de decidir si realmente quería dejarse llevar por ese impulso. Tres veces antes habían intentado reconstruir lo que había quedado de su relación, pero cada vez algo se rompió en el proceso. Sin embargo, esta vez sentía algo diferente, algo más real y más crudo.

Finalmente, sin decir una palabra más, sus labios se encontraron en un beso. Un beso lento, lleno de promesas no dichas, pero también de toda la historia que compartían. Fue un beso que marcó el final de las dudas, una reconciliación silenciosa entre dos personas que, aunque rotas, aún se entendían a la perfección.

Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad, y África sintió una mezcla de emociones que no sabía cómo procesar. Lucas la miró con una leve sonrisa en los labios, sus manos temblorosas pero con una sinceridad inquebrantable.

—No sé qué va a pasar después de esto, África. Pero... esto es real. Yo... quiero intentarlo de nuevo, de verdad.

África no dijo nada de inmediato. Simplemente lo miró, sus ojos azules brillando bajo la luz del atardecer. El miedo seguía presente, pero algo dentro de ella le decía que, tal vez, esta vez sería diferente.

—¿Y si vuelvo a fallar? —preguntó África, con la voz suave, pero con una sinceridad que solo él podría comprender.

Lucas se acercó un poco más, tomándola de la mano, esa mano que había estado alejada por tanto tiempo.

—No lo sé... pero no quiero vivir sin intentarlo.

Y en ese momento, mientras el murmullo de la ciudad seguía en el fondo, África supo que tal vez esta vez sí podría ser el comienzo de algo distinto, algo real. Algo que valiera la pena.

Actualidad:

Era la madrugada, y el sonido de las latas de pintura al rociar sobre el muro era lo único que rompía el silencio de la noche. Lucas y Landon estaban junto al mural, el fresco colorido de la pintura cubriendo poco a poco la superficie del muro en la calle desierta. La brisa fría acariciaba el aire, mientras las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, pero no había rastro de la agitación del día. Era un momento de calma, uno que Lucas necesitaba para dejarse llevar por la nostalgia.

El mural que estaban pintando era para Siena, una idea que a Lucas le había parecido única y original, una forma especial de que su mejor amigo pudiera acercarse a ella. Pero al ir avanzando en los trazos, algo más profundo comenzaba a asomar en su interior, un sentimiento agridulce que no podía evitar. Pintar este mural, esa misma idea que había propuesto, le hacía recordar a África y aquel día que, por última vez, habían querido volver a darse una oportunidad.

Landon notó el cambio en su amigo. Podía ver que Lucas estaba más quieto de lo usual, sus manos en el pincel no tan firmes como antes, como si su mente estuviera en otro lugar.

—Hey, ¿Todo bien? —preguntó Landon, limpiándose la pintura de las manos y dándole a Lucas un vistazo rápido.

Lucas levantó la vista, deslumbrado por la luz amarilla que iluminaba el mural, pero su mirada estaba perdida, casi vacía.

—Sí... solo... me vino a la mente algo —respondió, sin dejar de pintar.

Landon no insistió en preguntar de inmediato. Sabía que si Lucas quería hablar, lo haría. Pero la curiosidad lo empujaba a hacer una conexión.

—¿Este mural... es algo como el que hiciste con África? —inquirió, dejando caer la pregunta con cautela.

Lucas se detuvo por un momento, dejando caer el pincel y mirando al suelo. Las palabras de Landon habían golpeado justo en el centro de sus pensamientos. La relación con África, el mural, el esfuerzo por hacer algo especial para ella... Todo eso había sido su forma de demostrar que aún quedaba algo, aunque las heridas del pasado no hubieran cicatrizado completamente.

—Sí... —dijo en voz baja, sus dedos tamborileando sobre el borde de la lata de pintura—Lo hice para ella también, sabes. Hace meses. Pensé que si podía mostrarle algo tan... tan real, tal vez me daría otra oportunidad.

Landon lo miró con una mezcla de comprensión y tristeza. Lucas había hablado de África de vez en cuando, pero nunca tan abiertamente. Era evidente que, a pesar de la distancia, aún había algo profundo entre ellos.

—¿Y funcionó? —preguntó, sabiendo que la respuesta no era fácil.

Lucas dejó escapar un suspiro, mirando al mural mientras sus dedos trazaban una línea invisible en el aire.

—A día de hoy, no lo sé—dijo, su voz apenas un susurro—Todo el tiempo traté de demostrarle que podía ser diferente. Pero siempre era la misma historia, ¿Sabes? Siempre me hacía sentir como si no pudiera hacer nada bien, como si todo lo que hacía por ella no fuera suficiente.

Landon frunció el ceño, sintiendo la frustración de Lucas resonar en sus palabras. Sabía lo mucho que su mejor amigo lo había intentado, lo mucho que había dado por África. A veces, la vida y las relaciones simplemente no eran fáciles.

—Lo que pasa con África es que... —continuó, mirando el mural con ojos nublados—Ella me hizo ver que tal vez no estaba listo para lo que pensaba que quería. No sé, tal vez solo me engañaba a mí mismo.

Landon guardó silencio. Sabía que Lucas había pasado por muchas cosas con África, que su relación había sido intensa y llena de altibajos. Y aunque Lucas nunca había hablado tanto de ello, ahora estaba claro que la herida seguía abierta. A veces, las historias de amor no eran tan románticas como parecían.

—¿Crees que no valía la pena? —preguntó Landon con suavidad.

Lucas lo miró a los ojos, el dolor evidente en su expresión.

—No lo sé... —respondió, su voz quebrada—Quizá sí, quizá no. Quizá nunca lo sabré.

Landon asintió lentamente, sabiendo que las respuestas no siempre venían de inmediato. Pero mientras observaba a su amigo, se dio cuenta de algo más.

—Lo que sí sé es que... si sigues pensando en ella, no podrás seguir adelante —dijo, como una verdad simple, pero poderosa.

Lucas se quedó en silencio un momento, reflexionando sobre las palabras de su amigo. Finalmente, miró el mural y sonrió, aunque su sonrisa era melancólica.

—Supongo que tienes razón. Tal vez sea hora de hacer algo diferente, de no quedarme atrapado en el pasado.

Landon lo miró con una ligera sonrisa. Sabía que, aunque el proceso de sanar sería largo, Lucas finalmente comenzaba a mirar hacia adelante.

Y aunque el mural que estaban pintando aún era un símbolo de algo que había quedado atrás, aunque en aquella ocasión fuera para ayudar a su amigo, Lucas comprendió que, al final, solo podía seguir adelante si dejaba ir lo que ya no le servía.

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