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Capítulo 4.

Al día siguiente los chicos estaban reunidos en la entrada del instituto, el sol de la mañana bañaba la fachada desgastada del edificio mientras los estudiantes llegaban poco a poco. Lucas, con su chaqueta deportiva, se apoyaba en la pared mientras lanzaba una pelota de tenis al aire y la atrapaba con desinterés. Landon masticaba chicle y jugueteaba con los cordones de su mochila, siempre inquieto, mientras su hermana Sarah y África discutían animadamente. Tyler observaba con los brazos cruzados, una expresión de ligera exasperación en su rostro.

—¿Sabían que en dos semanas se cumplen ciento cuarenta y cinco años desde que se fundó este agujero? —dijo Lucas, rompiendo el bullicio del grupo.

—Woodpine—Tyler rodó los ojos. —Es un "agujero" con nombre, gracias.

—Sí, pero Lucas tiene razón, Woodpine sigue siendo un agujero con o sin nombre —añadió África, su tono ácido arrancando una risa de Landon.

—Bueno, agujero o no, este año tenemos el concurso de Miss Woodpine —dijo Sarah, cruzándose de brazos con una expresión desafiante—Estoy considerando presentarme.

La noticia hizo que todos se quedaran en silencio por un segundo.

—¿Tú? —preguntó Tyler, arqueando una ceja. Su tono estaba cargado de escepticismo—Pensé que odiabas todo eso.

—Lo hago —respondió, con la barbilla en alto—Pero quiero presentarme para demostrar lo absurdos y machistas que son esos concursos. Es la mejor manera de desafiar al sistema desde dentro.

África soltó una carcajada, llamando la atención de todos.

—No puedo esperar para verte desfilando con un vestido lleno de pancartas feministas —dijo, claramente divertida.

—No te burles, África. Al menos yo tengo un propósito. Tú probablemente te vas a presentar porque te encanta que todos te miren —respondió con una sonrisa desafiante.

—Obvio. ¿Quién más podría llevarse esa corona? —se acomodó el cabello rubio, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y ego—Tengo los atributos perfectos para ganar: carisma, encanto y esta cara.

Landon estalló en risas, mientras Tyler sacudía la cabeza, claramente exasperado.

—Eres increíblemente humilde, África —dijo Tyler, su tono sarcástico.

—Y tú increíblemente insoportable —replicó, con una sonrisa que mostraba que no le importaba en absoluto.

Lucas dejó de lanzar la pelota y se dirigió a Tyler:

—¿Te das cuenta de que ustedes dos parecen una pareja casada en medio de una pelea eterna?

—Cállate, Lucas —dijeron África y Tyler al unísono, lo que hizo que todos, incluso Sarah, rompieran a reír.

Landon miró a su hermana y luego a África, notando las diferencias claras entre ambas. Sarah siempre estaba tan controlada, tan enfocada en hacer lo correcto, mientras que África vivía con una despreocupación envidiable. Sin embargo, ambas se respetaban de una manera que era casi sorprendente.

—Bueno, sea como sea, yo estaré ahí para animar a Sarah —dijo Landon con firmeza—No importa si se planta con un vestido o con pancartas. Es la mejor hermana que podría tener.

Sarah le sonrió, suavizando su expresión habitual.

—Gracias, hermanito. Siempre tan dramático, pero gracias.

Cuando la campana sonó, cada uno comenzó a dirigirse a su respectiva clase, pero la conversación quedó en sus mentes. Las dos semanas previas al aniversario prometían ser interesantes, y no solo por el concurso.

Sarah y África se separaron del grupo, caminando por el pasillo hacia su próxima clase. El murmullo de estudiantes y el eco de los pasos llenaban el aire, pero ellas parecían inmersas en su propia burbuja.

—No puedo creer que Susan ganara el concurso el año pasado —dijo Sarah, rompiendo el silencio. Su tono no era de admiración, sino de algo que rozaba la frustración.

África giró la cabeza hacia su amiga, sorprendida por la confesión.

—¿Tú te preocupas por eso? Pensé que no te importaban esas cosas.

Sarah bajó la mirada, jugando con la correa de su mochila.

—No es que me importe el concurso como tal. Es solo que... ella siempre tenía esa capacidad de eclipsar a todos. Todo el mundo la adoraba, incluso cuando era una persona horrible—hizo una pausa, su tono volviéndose más bajo—Y ahora está muerta. Es como si ni siquiera pudiéramos hablar mal de ella sin sentirnos culpables.

África la observó en silencio, notando cómo Sarah evitaba su mirada, algo inusual en ella. Era raro ver a Sarah vulnerable, pero África sabía leer entre líneas.

—Mira, Sarah —comenzó, con ese tono práctico y algo cínico que la caracterizaba—Susan ganó porque, primero nosotras no teníamos edad de presentarnos—Sarah carcajeó irremediablemente—Y segundo, sabía cómo manipular a la gente. Ella sabía exactamente qué decir para quedar como la buena en todo, aunque por dentro estuviera vacía. Pero tú eres diferente, eres auténtica.

Sarah levantó la vista, sus ojos azules buscaban la verdad en las palabras de África.

—¿Crees que tengo alguna posibilidad?

África rodó los ojos, aunque con una pequeña sonrisa.

—¿Estás bromeando? Claro que sí. Eres inteligente, guapa y, lo más importante, tienes algo que ella nunca tuvo: un propósito. Si quieres presentarte para demostrar lo absurda que es toda esta tradición machista, adelante. Hazlo. Pero no por Susan. Hazlo por ti.

Sarah dejó escapar una risa suave, como si la tensión se desvaneciera poco a poco.

—Nunca pensé que dirías algo tan motivador.

—No te acostumbres. Solo lo hago porque soy la única que puede decirte estas cosas sin sonar como un comercial de autoayuda.

Ambas rieron mientras llegaban al aula. Sarah parecía más tranquila, más centrada. Y aunque África no era el tipo de amiga que se desvivía por consolar a alguien, había logrado algo importante: recordarle a Sarah que, con o sin Susan, ella tenía su propio camino que seguir.

Al final de las clases, Landon estaba en su taquilla, sacando libros y guardando algunas cosas en su mochila cuando vio a Lucas acercarse, caminando con paso decidido. La tarde había sido larga, y aunque Landon generalmente se sumía en sus pensamientos tras un día de clase, esta vez tenía la mente ocupada con algo diferente: Siena.

— ¿Qué pasa? —preguntó Lucas mientras se apoyaba en el borde de la taquilla de Landon, con una sonrisa ladeada.

Landon dejó de buscar en su mochila y miró a su amigo, dudando por un momento si compartirle sus planes. Aunque generalmente Lucas no era el tipo de persona que entendía el concepto de "romántico", sabía que su amigo podría ofrecerle una perspectiva interesante.

—Estoy pensando en pedirle una cita a Siena... Pero quiero que sea algo original —dijo, su voz estaba teñida de inseguridad.

Lucas levantó una ceja, claramente interesado. Siempre había considerado a Siena una chica un tanto distante, pero ahora que Landon la mencionaba tan de cerca, no pudo evitar mostrar algo de curiosidad.

—¿Original? ¿Qué, te vas a poner a escribirle una carta en llamas o algo así? —preguntó, con un tono burlón, pero de alguna manera, parecía estar esperando algo más.

Landon se rió nerviosamente.

—No sé, algo diferente. Algo que no sea... lo típico. No quiero hacer lo mismo que cualquier otro chico, ya sabes.

Lucas se quedó pensativo, mientras observaba el brillo de incertidumbre en los ojos de Landon. Después de unos segundos, su expresión se volvió traviesa.

—¿Qué tal... un desafío? —propuso, sonando bastante seguro—Imagina esto: le dices que tienes algo importante que mostrarle, pero lo haces de forma tan misteriosa que la dejas intrigada. Y entonces, cuando se acerque, la llevas a un lugar inesperado. Como... un mural o una galería de arte en alguna parte del pueblo que tú pintes solo para ella. Algo completamente único, algo que se sienta hecho solo para ella.

Landon lo miró, sorprendido por la propuesta. No era el tipo de idea que esperaba, pero algo en ella lo atrapó. Era algo fuera de lo común, sin duda.

—¿En serio? ¿Pintar un mural? —preguntó, sin poder evitar una mezcla de asombro y diversión.

Lucas asintió con una sonrisa amplia, dándose cuenta de que Landon se había enganchado.

—Claro, tío. Las chicas adoran un buen toque personal, algo que no puedan encontrar en cualquier parte. Si te atreves a hacerlo, a Siena le quedará claro que no solo eres un chico más del montón. Además, si lo haces bien, ¿Quién no se sentiría especial al ver algo así?

Landon no podía evitar sentir que Lucas tenía algo de razón, aunque el plan le parecía descabellado. Pero esa era la cuestión, ¿No? Algo arriesgado, algo que rompiera las reglas del típico "yo te invito a una cena". Siena siempre parecía tan reservada y difícil de leer, así que tal vez una muestra de esfuerzo genuino como esa podría sorprenderla.

—Bueno... lo haré. Un mural —dijo Landon, tomando la decisión con firmeza, a pesar de la nerviosidad que se deslizaba en su tono.

Lucas, con una sonrisa pícara, le dio una palmada en la espalda.

—Le va a encantar. Y si no, por lo menos tendrás una historia genial que contar a tus futuros nietos. Además, nadie olvida un mural...

Landon asintió, sus pensamientos ya alejados de la conversación, imaginando cómo podría llevar a cabo esa locura artística. La idea era tan impredecible, tan diferente, que ni siquiera él podía imaginar cómo terminaría. Pero de una cosa estaba seguro: se sentiría como el tipo más original del mundo si funcionaba.

Mientras Lucas se alejaba y Landon miraba hacia el final del pasillo, una sensación de excitación lo invadió. Estaba decidido. Si algo iba a funcionar, sería este enfoque arriesgado.

Sarah caminaba lentamente hacia la salida del instituto, pensando en todo lo que había ocurrido durante el día. Su mente estaba algo ajetreada, el malestar del concurso de Miss aún persistía, pero también algo más la inquietaba: las palabras de Susan. Aunque la había dejado atrás, esas crueles críticas aún rondaban por su mente. "Estás gorda para Tyler."

Al salir por las puertas del instituto, su mirada se dirigió a la esquina, donde vio a Tyler. Estaba acompañado de Greta, la animadora, una chica que siempre parecía tener todo bajo control. Su cuerpo delgado y esbelto reflejaba una imagen que Sarah siempre había deseado, pero jamás había alcanzado.

Tyler le sonrió a Greta mientras conversaban, y aunque Sarah no pudo escuchar sus palabras, notó la cercanía entre ellos, cómo él la miraba con una calidez que a Sarah le resultaba distante. Un nudo se formó en su estómago y sus piernas temblaron ligeramente. ¿Por qué él se fijaba en ella y no en mí? pensó.

Las palabras de Susan llegaron a su mente con fuerza, como una daga. "Eres poca cosa para él." Greta, tan perfecta, tan delgada, tan... todo lo que Sarah no era. El reflejo de la inseguridad que siempre la acosaba se hizo más fuerte en ese instante, y no pudo soportarlo.

Sin poder evitarlo, el impulso de salir corriendo la invadió. Sin despedirse, giró en dirección al baño del instituto, sintiendo su corazón latir con fuerza en su pecho, y un ardor en la garganta. Sabía lo que iba a hacer, pero no podía detenerse. La imagen de Greta se había quedado grabada en su mente, y la presión en su pecho aumentaba cada vez más.

Cuando llegó al baño, empujó la puerta con rapidez y entró al cubículo. La sensación de angustia era abrumadora. Sarah se apoyó en el borde del lavabo, su respiración entrecortada. Sabía lo que tenía que hacer. Era como un mecanismo de control que su mente había desarrollado para lidiar con las inseguridades, con el dolor de no sentirse suficiente.

Se miró al espejo. Allí estaba, reflejada en una imagen que no la representaba del todo. ¿Por qué no puedo ser como ella? Pensó, mientras el impulso de vomitar la dominaba.

El sonido de su respiración resonaba en el baño vacío, y por un instante, Sarah deseó desaparecer, deshacerse de todo lo que sentía en su interior. Sabía que no era sano, pero de alguna manera, sentía que lo necesitaba. Necesitaba hacer algo para calmar ese torbellino de emociones que la consumía, para borrar ese dolor que no parecía querer irse.

Después de un momento, se dejó caer de rodillas, la cabeza entre las manos. La desesperación se mezclaba con la frustración. ¿Por qué no puedo ser como todas las demás?

En ese momento, un sonido la hizo levantar la cabeza. No había nada en el baño más que ella y su reflejo, pero una parte de ella sabía que esa lucha interna no iba a desaparecer por sí sola.

La noche estaba tranquila en el pueblo, con solo el crujir de las hojas secas moviéndose con la brisa que recorría las calles desiertas. Todo parecía en su lugar, todo parecía estar en calma, como cualquier otra noche en Woodpide. Pero en la sombra, en las esquinas donde la luz no alcanzaba, algo más estaba ocurriendo.

La sombra de un hombre observaba desde la oscuridad, quieto, con una paciencia mortal. Su respiración era leve, controlada, y la máscara de cerdo que llevaba cubría la mayor parte de su rostro, excepto por los ojos, que brillaban como dos pequeños puntos de oscuridad. De vez en cuando, un susurro de viento movía la gruesa capa que lo envolvía, pero él no se movía, no podía hacer ruido. Su objetivo estaba cerca.

Tyler había dejado a Greta en su casa. Ella bajó del coche con una sonrisa nerviosa, agradecida por la compañía. Tyler la saludó, sin saber que esa despedida marcaría el último momento de su vida.

Cuando la puerta de la casa de Greta se cerró, el asesino se acercó. Con pasos silenciosos y calculados, cruzó la calle sin que nadie lo viera. El pueblo dormía, y nada podría interrumpir su plan. La casa de Greta estaba alejada, en una zona más tranquila, lo que la hacía aún más vulnerable.

Dentro de la casa, Greta ya había entrado y se había quitado los zapatos. Se dirigió a la cocina para prepararse algo de beber. La quietud del lugar la relajaba, pero algo en el aire la hacía sentirse inquieta. No podía evitar la sensación de que alguien la observaba. Una sensación que había tenido varias veces desde que la desaparición de Susan se había hecho pública. Sin embargo, ignoró esa incomodidad, pensando que era producto del estrés.

La puerta trasera de su casa, a medio cerrar, fue empujada lentamente por una mano cubierta con guantes, permitiendo que el asesino se deslizara dentro de la oscuridad. Se movió con la agilidad de un depredador, su presencia como una sombra entre las paredes. Sus pasos eran ligeros y su respiración, contenida. Sabía que el momento se acercaba.

Greta escuchó un ruido. No pudo identificarlo al principio, pero antes de que pudiera volverse, la puerta de la cocina se abrió violentamente. En un instante, el asesino se abalanzó sobre ella, su figura grotesca y distorsionada por la máscara de cerdo que cubría su rostro. Greta intentó gritar, pero su boca fue rápidamente sellada con la mano del asesino, impidiendo cualquier sonido. Sus ojos se agrandaron de terror, pero ya no había vuelta atrás.

Un frío acero brilló a la luz tenue de la lámpara. Greta luchó por liberarse, pero era inútil. En un movimiento rápido, el asesino la apuñaló varias veces, cada golpe certero, cada puñalada como una sentencia de muerte. La sangre se derramó sobre el suelo y las paredes, un rojo tan brillante como la desesperación que invadía la habitación.

El asesino observó su trabajo, disfrutando de la calma que solo él sabía encontrar después de un asesinato. La vida de Greta ya se desvanecía lentamente, como la luz de una vela que se apaga. Cuando estuvo seguro de que su víctima estaba muerta, rajó una pequeña cruz en su mejilla, se apartó, dejando atrás el caos y el horror. En el silencio que siguió, el asesino desapareció como una sombra, desvaneciéndose en la noche, sin dejar rastro, sin que nadie supiera que otro crimen había sido cometido.

Tyler, ajeno a todo esto, ya había dejado el lugar y regresado a su casa. El asesino había vuelto a la oscuridad, pero la muerte de Greta quedaría para siempre en el aire. Solo él sabía lo que había hecho. Solo él sabía que el juego estaba lejos de terminar.

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