Capítulo 2.
Tyler McClain se encontraba sentado a la mesa, con las manos sobre el mantel de lino blanco, la mirada fija en su plato, pero sin realmente notar la comida. Había pasado toda la tarde con la familia, riendo y manteniendo la conversación dentro de los límites cómodos, como siempre. Tenía cinco hermanos mayores, todos ellos adultos independientes que vivían en ciudades diferentes, y sentía que a veces era el único que realmente importaba para sus padres.
Ellos esperaban que él siguiera el camino de los demás: ser un buen cristiano, un buen hijo, un buen hombre, siempre con la moral más alta y las decisiones más santas. Pero Tyler sabía que no era eso lo que quería. En el fondo, detrás de la fachada de chico perfecto.
Después de terminar la cena, Tyler subió lentamente las escaleras de la casa, una casa a las a fueras antigua de madera, de esos estilos de pueblo del sur, con una gran chimenea en el salón y las paredes llenas de retratos de los antepasados McClain. Los padres de Tyler se sentaron en el sofá del salón, comentando algo sobre su iglesia y los planes para el fin de semana. Era una rutina diaria. Aunque se notaba el cariño en sus ojos, había una desconexión que Tyler sentía profundamente. Las sonrisas que compartían en la mesa no alcanzaban la misma autenticidad que las que él veía en las familias de otros.
Llegó a su habitación, un espacio simple pero elegante, con paredes de color crema y una cama grande con sábanas de lino blanco. En la esquina de la habitación, una lámpara de escritorio con una bombilla cálida iluminaba la mesa donde tenía sus libros, cuando las voces de su familia parecían más lejanas.
Tyler se sentó en su cama, un poco agotado por el día, sin mucho ánimo para seguir haciendo lo que se esperaba de él. Sacó su teléfono móvil y comenzó a navegar sin rumbo, buscando algún tipo de distracción para apartar sus pensamientos. Justo cuando dejó el móvil sobre la cama y se preparaba para apagar la luz, una notificación apareció en la pantalla. Era un mensaje de Instagram de una cuenta desconocida. Tyler frunció el ceño mientras lo abría.
"De nada por el favor."
Tyler quedó helado, mirando la pantalla durante un largo momento. No comprendía el mensaje ni sabía quién podría habérselo enviado. Aquella sensación de incomodidad se instaló en su pecho. ¿Quién podría estar detrás de este mensaje? ¿Qué significaba?
Respiró hondo y se echó hacia atrás en la cama, mirando al techo de su habitación. Pensó en Susan, en la desaparición, en el funeral, en la tensión que se sentía en el pueblo. El malestar lo invadió por completo. Tyler había intentado mantener la calma, seguir el camino recto y ordenado que sus padres esperaban de él, pero no podía evitar preguntarse si realmente lo que estaba pasando tenía algo que ver con la gente que lo rodeaba. O si simplemente la vida le estaba jugando una mala pasada.
Decidió no pensar más en ello. Al menos no esa noche. Apagó el teléfono y apagó las luces de su habitación, sumergiéndose en la oscuridad, aunque la sensación extraña de esa notificación seguía retumbando en su mente.
El sol de la mañana entraba tímidamente por las ventanas del instituto, iluminando los pasillos de la escuela mientras los estudiantes se apresuraban a llegar a sus clases después de tres días de luto por la muerte de Susan. El aire estaba cargado con una tensión palpable, como si la desaparición de Susan hubiera dejado una sombra que se negaba a disiparse. Las conversaciones en los pasillos eran bajas, entre murmullos y miradas furtivas, y el silencio se había vuelto una constante en los rincones más tranquilos del instituto.
El grupo de amigos estaba reunido en la cafetería, cada uno con su bandeja de comida frente a ellos, pero ninguno realmente estaba prestando atención a lo que comían. África estaba sentada en su lugar habitual, su mirada fija en su teléfono, aunque sus ojos parecían vacíos, como si la pantalla no tuviera el poder de distraerla del nudo en su estómago. Sarah estaba a su lado, con los brazos cruzados, dándole vueltas a un bolígrafo mientras escuchaba a Tyler hablar sobre la excursión anual que solían hacer en octubre para fortalecer los lazos entre los estudiantes. Todos los del grupo se veían algo más apagados que de costumbre, aunque las charlas superficiales sobre la excursión eran un intento por recuperar la normalidad.
—Ya se acerca octubre... la excursión a los bosques de siempre, ¿Eh? —dijo Lucas, tratando de romper el ambiente tenso. Se había quedado mirando al vacío, como si la conversación sobre Susan aún le pesara en el alma.
—Sí, claro... lo típico. Como siempre —respondió Tyler, su tono algo más frío de lo habitual. Estaba sentado al final de la mesa, mirando a su alrededor. Aunque intentaba mantener una fachada tranquila, todos sabían que sus pensamientos estaban lejos de la excursión.
África dio un resoplido, interrumpiendo el intento de conversación alegre.
—¿Quién tiene ganas de hacer una excursión en este pueblo muerto? No sé para qué... pero claro, es lo único que hay—su tono estaba cargado de sarcasmo, y los otros no sabían si en verdad se refería a la excursión o a la situación en general.
En ese momento, un compañero del instituto, Jared, se acercó a la mesa con una expresión nerviosa, visiblemente alterado. Su mirada oscilaba entre los miembros del grupo, como si estuviera buscando una respuesta en sus rostros.
—¿Chicos... habéis oído... lo que ha pasado? —dijo, sin poder ocultar su ansiedad.
Los miembros del grupo se quedaron en silencio por un momento, algunos levantando las cejas, otros simplemente esperando que continuara.
—Han encontrado un cadáver... —la voz de Jared temblaba, y su rostro estaba pálido—En el bosque de detrás del instituto. Lo encontraron ayer por la tarde.
El ambiente en la cafetería se volvió gélido en cuestión de segundos. Las conversaciones de fondo se apagaron, y el bullicio que caracterizaba a la hora del almuerzo se desvaneció por completo. Todos los ojos se volvieron hacia Jared, como si no pudieran procesar bien lo que acababa de decir.
—¿Qué? —preguntó Sarah, con los ojos abiertos como platos. Su tono de voz era casi incrédulo, una mezcla de sorpresa y miedo—¿En serio? ¿Estás... estás hablando en serio?
Jared asintió, visiblemente nervioso.
—Sí. No es un rumor. Es cierto... la policía ya está investigando, pero... no han dicho más detalles. Nadie sabe quién es. Pero... se rumorea que podría estar relacionado con lo que pasó con Susan.
El silencio se apoderó del grupo. África fue la primera en romperlo, lanzando una mirada que era una mezcla de cinismo y desesperación.
—Esto es... surrealista. —dijo, con una sonrisa forzada—No puede ser coincidencia. ¿Quién más podría haber muerto por aquí? ¿Y por qué el cadáver aparece justo ahora?
Landon que hasta ese momento había permanecido en silencio, parecía no poder contener su malestar.
—Es cierto, algo huele raro aquí. No sé... la policía lo está investigando, pero... todo esto me pone los pelos de punta—se pasó la mano por el pelo, como si intentara pensar con más claridad.
Tyler, por su parte, se levantó de la mesa con un suspiro. Su tono era serio, mucho más de lo que había mostrado antes.
—Esto no está bien. Algo está pasando en este pueblo—dijo con firmeza—No me parece que todo esto sea una simple coincidencia. Es como si alguien estuviera... enviando un mensaje.
África lo miró con una leve sonrisa burlona, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de irritación y curiosidad.
—¿En serio? ¿Un mensaje? —respondió, ladeando la cabeza—Porque, claro, esto no puede ser solo... un accidente. Pero, ¿Quién estaría tan interesado en hacernos pensar eso?
El grupo se quedó en silencio, mirando el plato de comida ahora sin interés, mientras todos procesaban la noticia. Las palabras de Jared resonaban en sus mentes, y aunque nadie lo dijera en voz alta, todos compartían el mismo sentimiento: algo mucho más oscuro se estaba cociendo en el pueblo. Y la muerte de Susan no había sido el final de la historia.
África, que había estado mirando fijamente a Jared mientras se alejaba, notó algo fuera de lugar. En una mesa cercana, una chica estaba observando al grupo con atención, pero en cuanto sus ojos se encontraron con los de África, la chica rápidamente se dio vuelta, como si tratara de esconderse. África frunció el ceño, no era habitual que alguien se comportara de esa manera en una cafetería llena de estudiantes.
—¿La han visto? —dijo África, con voz baja, pero lo suficientemente clara como para que todos la escucharan. Señaló con el mentón hacia la mesa donde la chica había estado sentada, aún sin poder apartar la mirada.
El grupo la siguió con los ojos, pero la chica castaña, de ojos marrones y enormes gafas de pasta negra ya había vuelto a agacharse, escondiendo su rostro detrás de un libro grueso. Lo que le llamó la atención a África no fue solo que la chica estuviera mirando, sino el aire furtivo con el que lo hacía. Como si estuviera observando algo que no debía ver, o buscando a alguien en particular.
—¿Quién es esa? —preguntó Tyler, entrecerrando los ojos.
África se giró hacia él, con una sonrisa algo inquietante en su rostro.
—No tengo idea, pero está claro que algo está tramando—su voz estaba cargada de sospecha. En su mente, la chica parecía una pieza más del rompecabezas que seguía sin resolver, como si hubiera sido un observador demasiado curioso para su propio bien.
Tyler la miró, confundido. No parecía tan seguro de lo que África sugería, pero al ver la expresión en su rostro, algo en él cambió. Podía sentir la misma inquietud que recorría a África, como si el aire alrededor de ellos se hubiera vuelto más denso.
—Eso... no está bien. —dijo Tyler, aunque su tono era más serio ahora. Su mirada regresó a la mesa donde la chica se había agachado.
Landon, que había estado escuchando en silencio, miró a África con una ceja levantada y luego soltó una risa baja, restándole importancia a la observación.
—No seas paranoica—respondió con un tono seguro, como si no fuera más que una broma—La conozco. Se llama Siena Simons, va a mi clase. Tiene gafas, es algo extraña, pero no es peligrosa. No está tramando nada. Sólo se mete en su propio mundo.
África lo miró, algo sorprendida por la respuesta tan tranquila de Landon. No parecía que él pensara lo mismo que ella, pero algo en la forma en que había reaccionado no la convencía por completo.
—¿Siena, eh? —repitió África, entrecerrando los ojos, antes de volver a mirar en dirección a la chica. La había visto brevemente, pero algo no le cuadraba—Hmm... si tú lo dices.
Fue entonces cuando, sin previo aviso, África recordó el mensaje extraño que había recibido en su teléfono esa misma mañana. Su pulso se aceleró un poco mientras lo sacaba de su bolso y lo leía una vez más en silencio.
—Escuchad esto —dijo en voz baja, pero lo suficientemente claro como para que todos la escucharan—Acabo de recibir un mensaje raro en Instagram. Decía: "De nada por el favor". Sin firma, sin nada. Al principio pensé que era algo sin importancia, pero... ¿Quién me enviaría algo como eso? Y ahora con esta chica, no sé... algo raro está pasando aquí.
Tyler se tensó, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y una extraña inquietud que no quería admitir.
—Yo también recibí uno igual, aunque esta mañana me habían escrito otro—dijo, con los ojos fijos en África —"No olvides quién está observando". Pensé que era una broma, pero ahora que lo mencionas, me parece más que casualidad.
Landon los miró a ambos, frunciendo el ceño, antes de lanzar una mirada a la chica de gafas, que aún seguía agachada detrás de su libro.
—Es raro, sí. Pero no creo que Siena esté detrás de todo esto. Es... bueno, ya sabéis cómo es. Algo callada, algo rara, pero no parece del tipo de personas que se metan en esto.
África se cruzó de brazos, claramente poco convencida de las palabras de Landon. Ella tenía la sensación de que algo estaba muy mal, mucho más de lo que todo el mundo estaba dispuesto a admitir.
—Bueno, la verdad es que no me fio de nadie ahora—dijo África con una sonrisa sardónica, mirando a los demás—Y sobre todo no me fio de los mensajes raros que recibimos Tyler y yo. Es como si alguien estuviera siguiéndonos, observándonos, y yo no soy fan de eso. No creo en las casualidades.
Sarah, que había estado callada hasta ese momento, finalmente habló con su voz seria y tranquila.
—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó, mirando a los demás. Su expresión era de preocupación genuina, aunque estaba tratando de mantenerse firme—¿Deberíamos ir a la policía? ¿Hablar con alguien sobre los mensajes?
La tensión en la mesa era palpable mientras cada uno de ellos pensaba en lo que acababa de decir Sarah. Algo estaba pasando en el pueblo, algo más grande que la muerte de Susan, y la aparición de Siena solo era otra pieza del rompecabezas que aún no lograban encajar. Pero una cosa estaba clara: no podían quedarse de brazos cruzados.
Al final de la jornada, el bullicio del instituto se disipaba poco a poco mientras los estudiantes salían por las puertas principales. Los ecos de las últimas conversaciones y risas se desvanecían entre las paredes de la escuela. Sarah caminaba lentamente, mirando su teléfono sin mucho interés. Sabía que tenía cosas más importantes en mente, pero la rutina era lo que le daba cierta normalidad en medio de todo lo extraño que había estado ocurriendo.
Fue cuando llegó a la puerta del instituto, a punto de cruzar el umbral, que lo vio. Tyler estaba apoyado en la pared, mirando hacia el suelo, como si estuviera esperando a alguien. Su postura, algo relajada pero a la vez tensa, mostraba las típicas contradicciones que siempre parecían estar presentes entre ellos: la atracción que ninguno podía negar, pero también una distancia emocional que parecía imposible de superar.
Sarah lo observó unos segundos, y por un momento se detuvo antes de continuar. Pero algo la impulsó a acercarse, casi de manera instintiva. Podía sentir la tensión entre ellos, aunque todo intentara parecer normal.
—¿Te vas a quedar ahí todo el día, McClain? —dijo, con una sonrisa ligera, casi sarcástica, mientras se acercaba a él.
Tyler levantó la cabeza al oír su voz, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. Pero enseguida, esa sonrisa fue reemplazada por una expresión más seria, aunque no lo suficiente como para disimular el atisbo de atracción en sus ojos.
—¿Acaso es un problema si lo hago? —respondió, su tono algo desafiante, pero sin perder esa pizca de humor que siempre flotaba entre ellos.
Sarah lo miró de arriba a abajo, sin disimular su examen. Sabía que él era un buen chico en el fondo, o al menos lo parecía, pero no podía evitar que las diferencias entre ellos la incomodaran.
—No es un problema—respondió ella, encogiéndose de hombros—Sólo que no es muy común ver a un chico como tú de pie, haciendo nada en un día como hoy.
Tyler se rió entre dientes, y por un segundo, Sarah sintió cómo algo se aligeraba entre ellos. Era esa conexión, esa tensión no resuelta, que siempre se mantenía flotando en el aire, sin que ninguno de los dos pudiera ignorarla por completo.
—Quizá no tengo nada que hacer—dijo él, su mirada fija en ella, ahora un poco más intensa—Quizá estoy esperando a que alguien se digne a hablar conmigo.
Sarah se cruzó de brazos, manteniendo su postura desafiante, pero algo en sus ojos delataba que, a pesar de su actitud fría, algo en él la mantenía intrigada.
—¿Y qué si te hablo? —preguntó, sin apartar la vista de él, sintiendo que en ese momento todo entre ellos se volvía más cargado, más complicado.
Tyler dio un paso hacia ella, sin dejar de mirarla, lo que hizo que el aire entre ellos se volviera más denso. La atracción seguía estando allí, innegable, pero también estaba la distancia que no podían evitar.
—No sé... —dijo, su tono más suave de lo que Sarah esperaba—Tal vez me pregunte por qué de repente te interesa hablarme. No lo haces muy seguido, al menos cuando no estamos en grupo, claro.
Sarah frunció el ceño, sin querer mostrar demasiado. Sabía que tenía razón: había algo en ella, algo que no se entendía bien, que hacía que su comportamiento hacia él fuera tan errático. A veces lo despreciaba, otras veces sentía una atracción inexplicable por él. Era como si los dos estuvieran atrapados en un tira y afloja emocional que no podían romper.
—Quizá sólo no me apetece escuchar tus comentarios de siempre, McClain—respondió, tratando de mantener la actitud altiva que tanto le gustaba usar—Ya sabes, los típicos comentarios sobre el equipo, sobre ser el "capitán", y esas cosas que nadie quiere oír, salvo mi hermano y Lucas.
Tyler la miró por un momento, algo serio, como si estuviera decidiendo cómo responder. Pero, en lugar de refutarla, dejó escapar una ligera risa.
—No todo es fútbol, Sarah—dijo, su voz más suave ahora, casi como si intentara hacer que ella entendiera algo que no había dicho directamente—Aunque parece que tú nunca me ves más que eso.
Sarah desvió la mirada, sintiendo una chispa de incomodidad al escuchar sus palabras. Sabía que tenía razón, pero no estaba dispuesta a admitirlo, al menos no de inmediato.
—¿Y qué esperas que vea? —replicó ella, sin mirarlo, como si todo fuera parte de un juego—Un chico con el ego a tope, que nunca pierde, y que probablemente tiene su vida resuelta.
Tyler se quedó en silencio por un momento, y Sarah sintió que el aire a su alrededor se enfriaba. Cuando finalmente habló, su tono era mucho más serio, más directo.
—No soy perfecto y tampoco mi vida está resuelta—dijo, con una sinceridad que sorprendió a Sarah—Pero quizá deberías dejar de pensar que soy todo lo que aparento.
Sarah lo miró, sorprendida por el cambio en su actitud. Por primera vez, no sentía que Tyler estuviera jugando, ni que estuviera usando su encanto para desarmarla. Algo en su tono le hizo pensar que había más de lo que veía en él.
—Quizá... —respondió, bajando un poco la guardia—Quizá estás en lo cierto.
El silencio entre los dos se extendió por unos segundos, pero esta vez no fue incómodo. Había algo diferente en el aire, como si las defensas de ambos se hubieran relajado un poco, pero aún quedaba esa tensión a punto de estallar, esa atracción que seguía siendo innegable.
Finalmente, Tyler rompió el silencio.
—¿Te gustaría ir a tomar algo? —preguntó, de manera casual, como si estuviera sugiriendo algo completamente normal. Pero Sarah pudo notar que sus ojos no dejaban de mirarla, esperando su respuesta.
Sarah lo observó unos segundos, sintiendo una mezcla de incredulidad y curiosidad. Por un momento, se vio tentada a rechazarlo, a seguir con su actitud distante. Pero algo en su interior le decía que, tal vez, esa era la oportunidad para empezar a ver a Tyler de otra manera.
—¿Qué, ahora eres todo un caballero? —dijo Sarah, manteniendo la sonrisa sarcástica, aunque sin la firmeza de antes.
Tyler soltó una risa baja.
—¿Qué puedo decir? —respondió, dándole una mirada juguetona—A veces soy impredecible.
Sarah pensó por un momento, sintiendo cómo una pequeña chispa de diversión se encendía en ella. Quizá no tenía todas las respuestas sobre lo que estaba pasando entre ellos, pero sabía que, al menos por esa tarde, podría disfrutar de la compañía de alguien que, aunque complicado, la hacía sentir algo que no podía ignorar.
—Me lo puedo pensar—dijo—Pero no creas que eso me puede hacer cambiar de opinión tan fácilmente, McClain.
Tyler sonrió, sabiendo que acababa de ganar una pequeña batalla.
—Lo sabré cuando me invites a la próxima ronda. —respondió, guiñándole un ojo.
Mientras Landon, como siempre, caminaba entre la multitud, pero su mente estaba lejos. Había algo en el aire, una ligera incomodidad que no lograba quitarse de encima, como si estuviera esperando algo que no sabía cómo definir.
Al salir del edificio, una figura familiar llamó su atención. Siena. Aunque siempre había sido parte del mismo pueblo, Siena nunca se había destacado demasiado, siempre mantenía un perfil bajo, algo que la hacía aún más intrigante para Landon. Era la típica chica que parecía estar allí, pero al mismo tiempo no lo estaba. A pesar de que compartían clases y pasaban por el mismo pasillo cada día, nunca había cruzado más de unas pocas palabras con ella. Y a pesar de todas las chicas que habían pasado por su vida, Siena siempre le había parecido diferente, un misterio sin resolver.
Siena tenía el cabello largo y suelto, de un marrón oscuro, que caía en ondas suaves por su espalda. Su piel era pálida, pero con ese toque de calidez que la hacía brillar bajo la luz del sol. Sus ojos, grandes y de un café profundo, parecían reflejar todo lo que pasaba por su mente, y sus pecas, como pequeñas manchas de sol, se esparcían por su nariz y mejillas, dándole un aire juvenil y natural que la hacía aún más atractiva. Era alta, su postura erguida y su manera de caminar denotaban una confianza tranquila, como si nunca tuviera que hacer un esfuerzo por destacar. Sin embargo, para Landon, ella siempre había sido un enigma. Mientras las demás chicas competían por la atención de todos, Siena parecía estar completamente fuera de ese radar.
Con una mezcla de nervios y determinación, Landon se acercó a ella. Sentía que su corazón latía más rápido de lo habitual, algo que rara vez experimentaba, pero con Siena todo parecía diferente. Había algo en ella que lo hacía sentirse incómodamente pequeño, aunque a su alrededor siempre hubiera sido el chico popular, el que todos conocían y admiraban. Siena, con su aire discreto, le hacía sentir como si fuera cualquier otro chico más, y eso, por alguna razón, lo hacía sentir insignificante.
—Hey, Siena —dijo Landon, forzando una sonrisa mientras se acercaba a su lado.
Siena levantó la vista, sorprendida, pero no pareció desconcertada. Era como si esperara que en algún momento alguien decidiera hablarle, pero no se lo había esperado de Landon.
—Oh, hola, Landon —respondió con una voz suave, algo tímida, pero con una calidez natural que hizo que Landon se sintiera más cómodo. No había esa frialdad distante que él había esperado.
—¿Qué tal? —preguntó él, sin saber muy bien qué decir. Había planeado este momento en su mente varias veces, pero ahora que estaba aquí, las palabras no venían con la misma facilidad.
Siena sonrió levemente, mostrando esa expresión tranquila que parecía ser su característica más definitoria.
—Bien, nada interesante, ya sabes, el día a día —respondió ella, jugando con las puntas de su cabello mientras lo miraba, con un brillo curioso en sus ojos.
Landon se sintió ligeramente aliviado, como si la conversación hubiera comenzado de la forma más natural posible. Pero aún no podía evitar esa sensación de nerviosismo que lo invadía cuando estaba cerca de ella. Era una de esas chicas que, a pesar de no intentar ser el centro de atención, lograba tenerlo todo sin esfuerzo.
—¿Sabes? —empezó, buscando una excusa para mantener la conversación—Siempre te he visto por aquí, pero nunca hablamos demasiado. Es raro, ¿No? Vivimos en el mismo pueblo, en el mismo instituto... y aún así nunca hemos tenido una conversación real.
Siena se encogió ligeramente de hombros, como si no le diera demasiada importancia.
—Supongo que sí. Pero, ya sabes, no soy muy de hablar mucho con los demás. Me gusta mantenerme en mi propio mundo.
Landon la observó por un momento, sin poder evitar sentirse atraído por esa honestidad en su voz. Era algo refrescante, especialmente después de las conversaciones vacías que solía tener con otros. Había algo genuino en la manera en que hablaba, y eso lo hacía querer conocerla más.
—Lo entiendo, yo también soy un poco así a veces —admitió él, con una sonrisa algo tímida—Pero, oye, si alguna vez quieres hablar o hacer algo, avísame. Siempre soy bueno con las sugerencias.
Siena lo miró por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras. Luego, una pequeña sonrisa se formó en su rostro, esa que parecía iluminar su cara y hacerla aún más atractiva.
—Quizá lo haga —dijo ella, con un tono ligero y algo misterioso.
Landon se quedó allí, observándola por unos segundos más, con el corazón latiendo con más fuerza de lo que le hubiera gustado admitir. No sabía bien por qué, pero algo en su interior le decía que había algo especial en Siena. Algo que no podía ignorar.
Antes de que pudiera agregar algo más, Siena se dio media vuelta, con esa misma calma que la caracterizaba, y empezó a caminar hacia el aparcamiento del instituto.
—Nos vemos, Landon —dijo sin girarse, pero con una sonrisa todavía en su rostro.
Landon se quedó allí, mirando su figura alejarse, sintiendo cómo una extraña sensación de bienestar lo invadía. Había algo en Siena que lo hacía sentirse más vivo, más consciente de sí mismo, y por primera vez en mucho tiempo, deseaba realmente conocer a alguien más allá de la superficie.
—Nos vemos —murmuró para sí mismo, con una sonrisa tímida antes de dar unos pasos hacia la salida.
Aquel encuentro había sido solo el comienzo.
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