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Capítulo 13.

El funeral de Chloe y su familia fue un evento sombrío que une a la comunidad en su dolor, marcando una pérdida más que refuerza la tensión palpable en el pueblo. Mientras los civiles lloran la tragedia, el grupo de amigos se mantiene unido, aunque cada uno procesa el dolor y la confusión de manera diferente, observando cómo se desmorona la aparente calma de su vida cotidiana.

En paralelo, el sheriff Bianchi se mantenía alerta en su despacho, sin descanso, buscando cualquier pista que lo acerque al patrón del asesino. Estaba obsesionado con el caso, ya que el asesinato de Chloe y su familia es solo otro capítulo en una serie de muertes que no parecen tener sentido. A medida que revisa los detalles de las víctimas anteriores, Susan, los otros dos adolescentes y ahora Chloe y su familia, el sheriff comenzó a notar un patrón inquietante: todos ellos compartieron algo en común. Más allá de ser simples víctimas, todos fueron amigos cercanos de Jonas durante su infancia.

El sheriff comienza a preguntarse si el asesino tiene una relación directa con el pasado de Jonas, quizás  siente una necesidad de vengarse de aquellos que estuvieron cerca de él o vengar simplemente su muerte.

La pregunta que ahora atormentaba al sheriff era si esa era una venganza personal contra las personas que alguna vez fueron parte de la vida de Jonas o a los que terminaron con la suya.

Dos años antes:

La noche estaba fría y húmeda. El viento se colaba entre los árboles, y el sonido de las hojas secas crujía bajo los pasos del sheriff Bianchi, que avanzaba por el bosque, un lugar que bien conocía. Había pasado años patrullando esos senderos, pero esa noche era diferente. La oscuridad lo rodeaba, y la preocupación estaba grabada en su rostro.

Había recibido una llamada del chico nuevo del pueblo, Tyler McClain, y lo que le había contado era cuanto menos inquietante.

Al llegar a un claro, vio a África, la mejor amiga de su hija y la hija de su mejor amigo, estaba sentada en el suelo, abrazándose a sí misma mientras las lágrimas caían por su rostro. El aire estaba cargado de una tristeza tan densa que parecía pesar sobre todo a su alrededor. La joven, completamente abatida, no lo escuchó acercarse hasta que él, sin querer, pisó una rama seca.

—África —dijo el sheriff con voz suave, como si tratara de no asustarla.

Ella levantó la vista, sus ojos rojos y llenos de dolor, pero no dijo nada. Sólo lo miró, como si esperara que él hablara primero.

El sheriff dio un paso hacia ella, sintiendo la tensión en el aire. Sabía lo que había ocurrido esa noche, sabía que estaba en el centro de un lío peligroso, pero también comprendía la complejidad de lo que había sucedido. Jonas Simons había intentado forzarla, y en medio de la confusión, Tyler había entrado, defendiendo a África, y la pelea entre los dos chicos había terminado en tragedia: Jonas, al caer al suelo, golpeó su cabeza contra una roca y murió instantáneamente.

Stefano respiró hondo y se agachó a su nivel, poniendo una mano en su hombro. Su tono era grave, pero lleno de una protección silenciosa.

—África, lo que pasó... fue un accidente. Y entiendo que estés asustada, pero lo que ocurrió no fue culpa de ninguno de los dos. Fue en defensa propia.

África no respondió de inmediato, pero su mirada le dijo todo: el miedo, la culpa, la desesperación. El sheriff la observó unos momentos en silencio antes de seguir hablando.

—Jonas tenía problemas, todos lo sabían. Pero lo que tú y Tyler hicieron fue defenderte, no hay nada más que eso. Nadie va a entender lo que pasó, pero yo te prometo que te voy a cubrir. No dejaré que esto te destruya. Eres la hija de mi mejor amigo y la mayor confidente de mis hijos, he visto cómo has crecido, cómo has luchado, y no voy a dejar que este error te haga daño. Ni a ti, ni a Tyler.

El sheriff levantó la mano y la acarició suavemente en la espalda, como si quisiera tranquilizarla con un gesto que decía más de lo que las palabras podían expresar. África no podía entender cómo alguien como él, alguien tan vinculado a su familia, podría estar dispuesto a cubrir algo tan grave. Pero en ese momento, en su mente desordenada, esa promesa le dio algo de esperanza.

—Voy a mantener esto en secreto, África. Pero es importante que nadie más sepa lo que pasó aquí. Prométeme que no vas a contarle a nadie.

África asintió lentamente, sintiendo que, por fin, alguien le brindaba un poco de consuelo en medio de la oscuridad. Mientras las sombras del bosque los rodeaban, el sheriff se levantó y la ayudó a ponerse de pie. Ella le agradeció con una mirada, una que decía mucho más de lo que las palabras podían expresar.

—Tú y Tyler se mantendrán a salvo. Y esto... no será el fin. Prometido.

El sheriff la observó alejarse lentamente, y una vez que se perdió entre los árboles, él se quedó allí, pensativo, sabiendo que aquel pacto entre ellos sería algo que cambiaría el curso de todos los eventos venideros.

Actualidad.

El funeral seguía envuelto en una atmósfera sombría, con el viento frío que soplaba entre los árboles y el sonido de las conversaciones apagadas de los asistentes, todos reunidos para rendir homenaje a las víctimas de la tragedia reciente.

África, con la mirada perdida, observaba el ataúd cubierto con flores mientras la multitud se agrupaba a su alrededor. Los rostros de los amigos y conocidos mostraban una mezcla de tristeza y confusión, y ella sentía una creciente presión en su pecho. El asesinato de Chloe era solo la última pieza de un rompecabezas que parecía empeorar cada vez más, y el peso de lo sucedido, con los secretos enterrados en su interior, la agobiaba.

Se acercó a Tyler, que estaba de pie junto a ella, también en silencio, observando el mismo panorama sombrío. A medida que las palabras de consuelo llegaban a sus oídos, ella no podía evitar pensar en todo lo que había ocurrido en los últimos meses, en la muerte de Jonas, en el miedo que seguía atenazando a todos. Y había algo más, algo que le inquietaba aún más: el sheriff Bianchi.

—Tyler —dijo en voz baja, mirándolo a los ojos, con una mezcla de duda y preocupación—¿Crees que sería prudente contarle al resto que el sheriff también sabe lo que pasó con Jonas?

Tyler la miró, pensativo. La tensión entre ambos era palpable, y las palabras no salían con facilidad. Habían pasado tantas cosas, tantas emociones encontradas, y aún con el temor de que alguien pudiera descubrir la verdad, había algo más que los unía, un pacto silencioso, una promesa de guardar el secreto.

—No creo que sea lo mejor —respondió finalmente, su tono grave pero firme—El sheriff nos cubrió, África. Nos prometió que no hablaría, que no diría nada. Decirle a los demás ahora... no haría más que complicar las cosas. Nadie entendería por qué lo hizo. Y si lo saben, podría poner en peligro todo lo que hemos estado intentando proteger. Además de que es el padre de Sarah y Landon, no sé como ellos llevarían que su padre no les dijera nada.

África asintió lentamente, sabiendo que, en el fondo, tenía razón. Revelar el secreto significaba abrir una puerta que no podría cerrarse, y las consecuencias de contar la verdad podrían ser devastadoras. Aún así, no podía evitar sentir que, en algún lugar, estaba ocultando una parte importante de sí misma. No solo lo que había sucedido esa noche con Jonas, sino la forma en que había cambiado la relación con todos los demás. El miedo y la culpa seguían ahí, pero también había una sensación de estar atrapados, de que cada paso les acercaba más al abismo.

—Tienes razón —dijo con voz cansada—Es solo que... no sé cuánto más podré seguir guardando todo esto. Es como si estuviéramos construyendo una mentira que nos consume lentamente.

Tyler la miró y la puso suavemente una mano en el hombro, con un gesto de apoyo. Sabía que África estaba luchando con sus propios demonios, pero también entendía la necesidad de protegerse, de no arriesgar más de lo que ya habían hecho. El sheriff había sido su aliado, y no podían permitir que su sacrificio se derrumbara.

—Ahora no es el momento. Si alguien más se enterara de la verdad... las consecuencias serían peores para todos. Necesitamos aguantar un poco más.

África lo miró, algo desconcertada pero reconociendo la firmeza en las palabras de Tyler. No había respuestas fáciles, no había forma de hacer todo esto más llevadero, pero tenía que confiar en él, al menos por ahora. Nadie más podía saberlo, no todavía. El secreto seguía siendo su carga, pero juntos, de alguna forma, podían seguir adelante.

Con una última mirada al ataúd y al horizonte nublado, África asintió en silencio y, sin decir nada más, se dio la vuelta para caminar junto a Tyler, compartiendo el mismo peso en el corazón, pero con la esperanza de que, tal vez, el tiempo les daría una salida.

En el funeral, la atmósfera era densa, cargada de una tristeza colectiva que se sentía en cada rincón del pueblo. Siena, al igual que todos los demás, se encontraba rodeada de murmullos y de rostros serios, pero su mente estaba enfocada en una sola cosa: Landon. Después de todo lo que había pasado, después del ataque y la tragedia, había una parte de ella que aún no podía ignorar lo que sentía por él. Aunque la situación fuera dolorosa y sombría, no podía evitar querer hablar con él, aclarar las cosas entre ambos.

Siena lo vio a lo lejos, de pie junto a otros familiares y amigos, con una expresión distante. Sin pensarlo mucho, se acercó a él, sintiendo que este momento, por difícil que fuera, podría ser una oportunidad para hablar.

—Landon —dijo con suavidad, tocándole el brazo—Sé que estamos en medio de todo esto, pero... ¿Podemos hablar un momento?

Landon se giró hacia ella, y por un segundo, sus ojos se encontraron. Sin embargo, la expresión en su rostro fue de algo más que simple tristeza: parecía ansioso, nervioso. La tensión entre ellos, que ya había existido antes del funeral, ahora estaba más presente que nunca.

—Siena... no es el momento —respondió, evadiendo su mirada y apartándose ligeramente. Su voz sonaba tensa, como si estuviera buscando la forma más educada de alejarse sin causar demasiado daño.

Siena frunció el ceño, sorprendida por su reacción. No podía entender por qué Landon se apartaba tan repentinamente, por qué huía de ella cuando lo que más quería era acercarse.

—Pero...sé que hay algo más entre nosotros. No podemos seguir evitando lo que sentimos.

Landon, visiblemente agitado, miró hacia un lado, evitando sus ojos. Sabía que lo que estaba a punto de decir podría arruinarlo todo, podría destruir la confianza que Siena había puesto en él, pero no podía seguir mintiendo. La verdad sobre lo que había ocurrido con Jonas, el miedo de que sus amigos fueran descubiertos, las consecuencias de revelar el verdadero motivo de su muerte, todo eso lo estaba ahogando. No podía arriesgarse a contarle a Siena la verdad.

—Siena, no sé si... si estoy listo para hablar de esto. No es lo que crees. —la voz de Landon tembló ligeramente. No solo se refería a lo de Jonas, sino a todo lo que estaba ocurriendo en ese momento, a las mentiras que aún tenían que mantener para protegerse.

Siena lo miró, sin entender del todo lo que pasaba. La confusión se reflejaba en su rostro, pero también había una creciente sensación de rechazo. No era solo la situación, era la forma en que él la estaba empujando lejos.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, casi susurrando, como si temiera escuchar la respuesta.

Landon tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. No quería herirla, pero no podía seguir adelante con esa mentira. No podía dejar que Siena se acercara más, sabiendo lo que había detrás de todo.

—Lo que quiero decir es que no puedo seguir hablando de nosotros ahora. Hay cosas que no puedo contarte. Y no es por ti, sino por todo lo que está pasando. Ya sabes que estoy aquí, ¿Vale?

Con esas palabras, Landon dio un paso atrás, sin esperar una respuesta, y se alejó rápidamente, dejándola sola, inmóvil, rodeada por el sonido del viento y las voces apagadas de los demás asistentes al funeral.

Siena se quedó allí, paralizada por unos segundos, tratando de entender lo que acababa de suceder. Algo no estaba bien, algo en Landon había cambiado. Pero por más que intentaba buscarle sentido, no podía evitar sentirse herida por su rechazo, por ese vacío entre ellos. Era como si, al huir de ella, Landon hubiera sellado una puerta que ella no sabía si volvería a abrir.

En ese momento, Siena no podía hacer más que mirar hacia el horizonte, preguntándose si realmente podría seguir adelante con todo lo que se estaba desmoronando a su alrededor, incluida la relación con Landon.

En el silencio que siguió al distanciamiento con Landon, Siena se sentó sola, apartada del bullicio del funeral. La tristeza de la pérdida de Chloe y su familia seguía pesando sobre ella, pero había algo más que la inquietaba profundamente: las preguntas no resueltas sobre la muerte de su hermano, Jonas. A pesar de todo lo que había sucedido, de la oscuridad que había envuelto al pueblo, Siena no había podido encontrar paz. Las piezas del rompecabezas seguían faltando.

De repente, su teléfono vibró en su bolso, interrumpiendo sus pensamientos. Al principio, pensó que sería un mensaje de Landon, tal vez disculpándose o intentando explicarse, pero al mirar la pantalla, vio algo que la hizo latir el corazón con fuerza: un número desconocido.

Siena dudó, pero una parte de ella, esa misma parte que no podía dejar de pensar en la muerte de Jonas, sintió una extraña urgencia por leerlo. Con manos temblorosas, abrió el mensaje:

"Sé lo que pasó con Jonas. Si realmente quieres saber la verdad, ven al bosque a las afueras del pueblo esta noche, a las 10:00. Te esperaré."

El mensaje era corto, directo y, sobre todo, aterrador. Siena sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero no era solo miedo lo que sentía. Era curiosidad, la necesidad desesperada de encontrar respuestas. Sabía que debía ser cautelosa, pero la promesa de conocer la verdad sobre la muerte de su hermano era algo que no podía ignorar.

A lo lejos, escuchó la voz de su madre llamándola, y en ese momento, la realidad la golpeó con fuerza. Estaba en un funeral, rodeada de familiares y amigos, pero en su mente solo resonaba una pregunta: ¿Quién estaba detrás de este mensaje? ¿Y qué sabía realmente sobre Jonas?

Con el teléfono aún en la mano, Siena se levantó lentamente. Sabía que esa noche cambiaría todo, que lo que fuera a descubrir en el bosque podría desatar una serie de eventos que tal vez no podría controlar. Pero no podía quedarse con la incertidumbre, con la idea de que tal vez nunca descubriría la verdad de lo que ocurrió con Jonas.

El reloj marcaba las horas, y aunque el sol comenzaba a ponerse, Siena ya estaba tomada por una sensación que no podía ignorar: la urgencia de la verdad la empujaba a actuar, sin importar las consecuencias.

Esa noche, el bosque le revelaría secretos que había estado buscando toda su vida. Pero, ¿Sería esa verdad algo que podría soportar?

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