Primigenio invierno.
Cretácico Superior. Hace 69 millones de años. Continente Laramidia (Alaska, Estados Unidos).
La aurora boreal se veía alargada sobre el oscuro cielo. Aquella cinta lumínica de brillantes colores azules y morados parpadeaba estridente, haciendo que un extraño movimiento sinuoso hiciera ver que el increíble fenómeno astronómico fluyese sobre el aire. Sus serpenteantes haces mostraban como iba cambiando la luz en diversos tonos, del azul más claro al morado mas intenso.
La gran llanura que tenía justo debajo se veía iluminada por tan portentoso fenómeno del cielo, siendo este la única luz que alumbraría en aquel lugar. Pese a todo, esta no era una luz demasiado fuerte y más allá del tenue resplandor, la oscuridad seguía reinando en aquel páramo abandonado. Y lo haría por bastante tiempo pues en aquel lugar tan al norte, el Sol desaparecía durante meses, sumiendo el lugar en una eterna noche en las que las temperaturas descendían y el hielo surgía con su gélida presencia, conquistándolo todo su paso. Este no era el lugar más adecuando donde los dinosaurios pudieran prosperar. Pero aquellas criaturas eran más sorprendentes de lo que aparentaban.
Mientras la aurora seguía con sus sinuosos movimientos, tres figuras espectrales cruzaban la llanura. Como fantasmas ocultos bajo la capa de negrura instaurada en aquel sitio, este trío de criaturas recorría con celeridad el pedregoso paramo, ayudándose de sus delgadas pero fuertes patas traseras para ir más rápido. Sus rectas colas les permitían mantener el equilibrio y las plumas que les recubrían el cuerpo, además de protegerles contra el frio, les contrarrestaban resistencia frente al aire. Gracias a estas ventajas, los tres dinosaurios terópodos terminaron de cruzar la llanura y se adentraron en el bosque de coníferas que les esperaba más adelante.
Troodon era uno de los habitantes permanentes al norte de Laramidia. Mientras que otros dinosaurios huían del infernal frío migrando al sur en busca de temperaturas más agradables, estos pequeños terópodos de plumaje blanco preferían quedarse y sobrevivir en tan duras condiciones. Cualquiera consideraría esto una osadía pero lo cierto es que este dinosaurio se había adaptado muy bien al lugar.
El trío de terópodos avanzaba con paso cauteloso entre los grandes árboles. Las inmensas coníferas ya oscurecían este bosque gracias a su gran tamaño pero ahora que el Sol ni siquiera salía, este sitio se había vuelto aún más fantasmagórico. Los Troodon se movían con agilidad, atentos ante cualquier peligro u oportunidad que se les presentase. Saltaban sobe arboles caídos o grandes rocas. Olisqueaban agujeros en la tierra o madrigueras en busca de presas. Sus brillantes ojos resplandecían con un súbito brillo amarillento. Eran grandes y redondeados y les servían para ver en aquella apagada penumbra.
Siguieron caminando por aquella zona boscosa en busca de algún buen bocado, pues llevaban tiempo sin comer y terminaron llegando a un pequeño arroyo. Una vez allí, los Troodon trataron de beber un poco de agua pero esta se hallaba congelada. Los terópodos se sorprendieron de tan curioso hallazgo al acercar sus morros y tratar de lamer la superficie. Estaba fría y uno de ellos se apartó, sintiendo como el frio penetraba su boca haciéndole dar varias cabezadas en señal de molestia. Otro, viendo que no podrían beber, empezó a morder la superficie de agua congelada, raspándola con los dientes. El frio se transmitió a estos pero el terópodo logró raspar lo suficiente como para que pequeñas virutas de hielo se metieran en su boca y lograsen saciar su sed, aunque tras hacerlo, la boca le ardía al contactar con tan frio líquido. Los otros dos también trataron de hacer lo mismo pero un inesperado ruido les hizo abandonar esta acción.
Justo frente a ellos, al otro lado del arroyo, un pequeño grupo de hadrosaurios pico de pato apareció de repente. De rugosa piel verde oscura con motas más claras, se trataban de Ugrunaaluk. Había 4 ejemplares. Un macho adulto, dos hembras y un macho joven. Los Troodon se sorprendieron al ver a estos animales por aquí. Eran raros de ver cuando la oscuridad y el frio llegaban, pues se iban al sur, en busca del benévolo calor. Era probable que estos dinosaurios se hubiesen perdido y acabasen deambulando por estos bosques.
Los tres terópodos miraron sin saber que hacer a los recién llegados. Ninguno se movía, pues había adultos en el grupo y estos eran muy peligrosos. Y no iban a tardar en comprobarlo.
El macho Ugrunaaluk se alzó sobre sus patas traseras y junto con su gran tamaño y la roma creta roja que portaba en la cabeza, se exhibió frente a los Troodon en una clara pose amenazante. Los tres terópodos retrocedieron al ver como el hadrosaurio avanzaba en postura bípeda hacia ellos, emitiendo un fuerte bufido al tiempo que un poco de vaho generado por el frio aire escapaba de su boca. Al final, a los dinosaurios carnívoros les quedó bien clara la advertencia y se marcharon antes de que las cosas se pusieran peores.
Tras ahuyentar a los Troodon, los Ugrunaaluk bebieron del congelado riachuelo, para lo cual tuvieron que usar sus romos picos para romper el hielo y tragarse algunos trozos fragmentados de este. Una vez saciados de sed, el grupo de dinosaurios herbívoros volvió a la seguridad del gélido bosque. Pese a estar allí a salvo, no había nada de comida. La mayoría de plantas que comían, sobre todo helechos, se habían marchitado ante el inminente frio. Todas estaban secas y duras. Sus semillas sobrevivían pero no iban a florecer hasta que el Sol no volviese.
Viendo la situación en la que se encontraban, lo más probable era que los dinosaurios tuvieran que hibernar, resguardándose en alguna cueva o gruta donde descansar. Pegarían sus grandes cuerpos para conservar el calor y esperarían a que el tiempo pasase hasta la llegada del buen tiempo. Si es que conseguían hacerlo.
En aquel bosque había mayores peligros de los que podían imaginar. El frio y la oscuridad no eran más que un pequeño inconveniente. Los Ugrunaaluk estaban demasiado confiados y debían ser más cuidadosos. Pues desde hacía un largo rato estaban siendo acechados por un temible depredador. Y no eran los Troodon.
Una fila de dientes afilados resplandeció bajo el mustio manto de la medianoche. Iluminado por la luz reflejada de la Luna cretácica, esta hilera de puñales afilados acabó clavándose en la pata trasera derecha del joven Ugrunaaluk. El joven emitió un fuerte chillido de socorro. Los adultos se alertaron y comenzaron a mirar en todas direcciones pero ya era tarde. El depredador arrastro al indefenso hadrosaurio entre la maleza hacia su escondite.
Recorrió varios metros bosque adentro, con su presa gimiendo y pataleando por escapar. A lo lejos, se escuchaban las llamadas de socorro de los adultos. Cada vez más lejos. Siguió tirando del joven animal hasta que llegó a una zona donde dos grandes arboles aparecían inclinados contra una gran pared rocosa. Su guarida. Una vez allí, soltó al hadrosaurio, quien trató de ponerse en pie sin éxito. La terrible herida infligida se lo impedía. El depredador miró al Ugrunaaluk y este le devolvió su mirada con temor. Podía ver en sus ojos el miedo reflejado por tan tenso momento. Sin demorar más tiempo, el Nanuqsaurus se abalanzó sobre su víctima, apresando con sus mandíbulas alargadas el cuello del animal. Todo sucedió en un rápido e instantáneo movimiento, con el silencio acompañando tan elegante como terrible ejecución.
El frío reinaba y una suave brisa soplaba, trayendo mucha mas frigidez al ambiente. Las temperaturas descendían. Los Troodon, atraídos por el olor de sangre fresca, caminaron ágiles hasta el lugar de donde procedía tan peculiar aroma. Pero una vez llegaron, volvieron a retroceder atemorizados.
El Nanuqsaurus, el depredador dominante de aquel bosque, se estaba dando un buen festín con la carne del joven Ugrunaaluk. Su hocico, cuello y pecho estaban manchados con la sangre del animal. Este tiranosaurio, de unos 6 metros de longitud, era el mayor cazador de esta zona y al igual que Troodon, también se quedaba en esta cuando el frío glacial llegaba. Su corto plumaje le protegía del helor reinante y su aguda vista junto a su fino olfato le permitían recorrer aquellos lugares en plena oscuridad.
Los Troodon no tenían ninguna prisa. Sabían que el carnívoro no tardaría en saciarse y abandonaría el cadáver. Entonces, ellos aprovecharían los restos. Mientras, el primigenio invierno continuaría reinando aquel lugar.
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¿Dinosaurios viviendo en en el Polo Norte? Pues si, aunque parezca increíble hubo dinosaurios en latitudes tan frías. Los paleontologos han descubierto en Alaska un gran yacimiento de fósiles con restos de muchas especies de estos animales y parece claro que les gustaba vivir allí. De hecho, ya han sido halladas mas de 5 especies y otra muchas que aun no han sido identificadas. Una muestra de que estos reptiles eran capaces de sobrevivir en los lugares mas sorprendentes.
Pero, ¿como lo hacían? Bueno, primero hay que matizar que en aquel entonces el Polo Norte no era como ahora. No había grandes glaciares y es poco probable que nevara pero si había bajas temperaturas y es muy posible que también los ríos se congelasen. Ademas, seguramente el Sol no saldría en meses, como ocurre actualmente, pero seria por un periodo de tiempo mas corto. Dadas las circunstancias, los dinosaurios tuvieron que desarrollar muchas estrategias para poder pervivir en estos lugares.
Una posibilidad es que muchas especies migrasen. Como hacen animales actuales como el caribu o los bisontes, quizás muchos dinosaurios viajasen a Alaska en las épocas mas cálidas y las abandonasen cuando el frío llegase. Y es probable que así fuese, pues se han descubierto inmensos cementerios de hadrosaurios y ceratopsios que prueban que estos dinosaurios viajaban en manadas.
Pero también estaban los que se quedaban. Uno de ellos podría ser el Troodon, considerado como uno de los dinosaurios mas inteligentes al poseer la mayor masa cerebral entre estos animales. Es posible que sus grandes ojos le permitiesen ver en la oscuridad que se imponía en los meses mas frios. Esto, unido a su cuerpo recubierto de plumas, le permitirían sobrevivir durante esos oscuros y gélidos meses. Nanuqsaurus, el tiranosaurio pequeño, no esta tan claro.
Y si queréis mas información, aquí os dejo un enlace que nos habla del yacimiento y los dinosaurios descubiertos allí. Eso si, esta en ingles.
¡¡¡Saludos y Feliz Año Nuevo a todos!!!
Ilustración de Larry Felder.
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