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SEGUNDA CARTA DEL TRIPULANTE JACK, NAVIO ESPACIAL 145


No he dormido bien estos días; me he sentido tan inquieto. No me siento yo mismo. No soy capaz ni siquiera de reconocerme al mirarme al espejo; me desprecio. En verdad, los desprecio a todos. No sé si estos realmente son mis pensamientos o solo están en mi mente; estas ideas vinieron de algún otro lugar o yacían muy, muy dentro de mí. 

Siempre fui muy tranquilo e intenté inspirar lo mismo para la gente a mi alrededor. Además, esta sombra en mi hombro aún no se va; nadie más puede verla, pero al menos ya no me habla. Quizás ella sea la culpable de todo esto; debo hacer algo al respecto.

En ese momento me dirigí a la cocina. Estábamos por llegar al lugar de nuestra siguiente misión de pacificación; ya no quería ser parte de eso. Después de la última charla, ya no hablé con nadie del grupo. Todos parecen decididos a ir en contra de lo que yo realmente pienso que es correcto. No podemos dejar morir a gente inocente, pero ¿cómo es posible que pueda vivir tranquilo estando con compañeros tan dispares frente a mis ideales? No sería posible para mí obtener nuevos compañeros; soy el más nuevo aquí, el más joven y el que tiene menos experiencia. He pensado en cómo deshacerme de los demás, pero no sería capaz. Sin embargo, esas voces en mi cabeza no se van; esta sombra no se va.

Temo que ya ni siquiera me dejen comunicarme con mi familia y que mis cartas sean desviadas y no lleguen a destino. Por eso, estaba pensando en dirigir esta carta a nuestro vecino; siempre pareció alguien de fiar. No sé cuántas personas he conocido que realmente sean de fiar, probablemente muy pocas.

Llegó el momento; teníamos que trabajar. Llegamos al lugar y todos se pusieron de acuerdo para actuar luego de que al menos el 50% de la población de ese centro estuviera muerta. Esta parte del plan no me la habían contado. Sin más, me dirigí yo solamente a enfrentarme a los grupos radicales que atacan a estos centros, saqueando y destruyendo todo. Nadie de mi grupo parece interesarle; incluso parecen felices de que posiblemente fuera a morir en ese momento. Me enfrenté cara a cara a varios de los bandidos; al verme solo, huyeron. No había heridos, solo saqueos y gente triste, pero ninguna muerte. Algo totalmente distinto a lo que me esperaba de estos supuestos bárbaros. En ese momento, me volteo y mi grupo estaba riéndose de mí. Me recordaron que era la primera vez que en las misiones yo me adelantaba y me percataba en primer plano de lo que sucedía; que los bandidos no mataban personas, pero que debían hacerlo.

Pálido, sin entender nada de lo que estaba viendo, mientras dos de mis compañeros me sujetaban, el resto sacrificaba al azar a la gente de ese centro, en muchos de los casos mofándose de ellos antes de decidir si iban a morir o no. No podía creerlo; ¿acaso eran así todas las tripulaciones y en verdad nosotros somos los malos? Ese tipo de pensamientos cruzaron por mi mente.

Ya de vuelta, camino a casa, todos me decían que si hablaba, me matarían. No ellos, sino nuestros superiores; sobre todo el capitán More, que era quien estaba detrás de toda esta aniquilación. Esa misma noche, solo pensé; no pude dormir. Había decidido que no podía ser parte de este mundo, que no era tan fuerte como para poder enfrentarme a él y que alguien más lo hiciera. En ese momento, la sombra de mi hombro sonrió y, entre carcajadas, me comentó que ya se estaba aburriendo, que al fin llegué al punto crítico. Sin entender nada, entré en una especie de trance. No recuerdo mucho en estos momentos, solo que al terminar este viaje me encontraba extremadamente exhausto, tan empapado que me costaba ver. Estaba cubierto de sangre; mi sorpresa fue mayor cuando vi muertos frente a mí a todos mis compañeros y yo con un cuchillo en la mano. Intentaré escribir una tercera carta, pero cada día me siento menos cuerdo. La intentaré esconder y sé que tú puedes encontrarla, Loel.

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