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INTENTO DE ANONIMATO



Una conversación interesante yace en un pasillo a oscuras dentro del navío principal del imperio del Sol. Dos personas encapuchadas con túnicas verdes parecen no querer que nadie los escuche; por eso decidieron reunirse a altas horas de la noche. Todo esto sucede días antes de los eventos narrados anteriormente.

—Si estuvieses en la posición de Loel, ¿qué harías tú?


—La verdad, no sabría decirte.


—No va a ser fácil para él; va a necesitar toda la ayuda posible.


—¿No hay alguien más a quien puedas recurrir?


—Es imposible. Loel podría confiar en ti; además, el capitán More ya lo hace.


—Pero el capitán esconde secretos que ni a mí me cuenta.


—Debes trabajar en ello; el futuro de nuestra facción podría depender de eso.


—Lo tengo más que claro, pero no depende de mí.


—Tú también tienes una misión importante, no lo olvides.


—No debes recordármelo.


—Es como si desconfiaras de mí. Preocúpate por tu misión y yo por la mía.


—Eso está bastante claro: sí desconfío de ti.


—Espero que pronto pueda cambiar eso. Me pides hacer que tu hermano confíe en mí, pero ni siquiera tú lo haces.


—Te pido que guardes la compostura; alguien podría estar escuchándonos.


—A estas horas de la noche lo dudo; hasta las capas son innecesarias.


—Si no te gusta usar las capas, es otro motivo para desconfiar. Quizá deba confiarle esto a alguien más.


—Eso sería una buena decisión para ti y para mí.


—Ya lo veremos, cuando vuelva de mi misión.


—Solo ten cuidado; dicen que el navío espacial 145 está lleno de locos.


—Eso da igual; debemos saber qué secretos esconden.


—Pues suerte con ello. Hablamos al regreso.


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Loel acababa de leer la segunda carta. No podía creer lo que estaba leyendo. Si bien el estado mental de su hermano le preocupaba, las atrocidades narradas en la carta le suscitaban ganas de querer enfrentarse a los responsables de aquello. De repente, un fuerte ruido invadió el lugar. Loel yacía dentro de la casa de su vecino, quien le mostró una escotilla en su habitación y lo incitó a seguir el camino, sin antes entregarle una túnica verde. Loel no recibió mayores instrucciones; se cerró la escotilla con él dentro. En ese momento, se encendieron luces y había un túnel frente a Loel. Pero antes de seguir el camino, pudo escuchar cómo el capitán More irrumpía en la casa de su vecino. Escuchaba una voz femenina además de la del capitán y de su vecino. Al parecer, discutían; el vecino era muy cercano al capitán. Por lo poco que Loel lograba escuchar de su conversación, esta terminó abruptamente con disparos. Posteriormente, solo se escuchaban las voces del capitán y de la mujer; estaba claro lo que había sucedido.

A Loel no le quedaron muchas opciones. Siguió el túnel, pero no se puso la túnica; tenía demasiadas cosas en mente. Comenzaba a sospechar que su hermano no se había vuelto loco; algo debió estar controlándole en ese momento. También se lamentaba por su vecino; los tres, junto a su hermano, eran amigos desde pequeños, a pesar de sus diferencias de edad.

Al final del camino lo esperaba un grupo de personas, todas con túnicas verdes. Rodearon a Loel y le colocaron la túnica. Hubo una breve conversación: le explicaron que no había mucho tiempo, que ahora dependía de él y de los pocos sobrevivientes de su facción. Loel no entendía nada; no sabía a qué facción hacían referencia, hasta que escuchó el nombre de su hermano. También le comentaron que el capitán Abrus formó parte de ellos. Loel debía encontrar a los otros miembros de la facción, muchos de ellos prisioneros, y otros habían traicionado sus ideales y estaban del otro bando. Mientras esta conversación se daba, muchos de los presentes tosían, hasta que uno por uno fue cayendo, hasta el punto que todos, menos Loel, estaban en el piso, ya sin vida. El último sobreviviente, con su último suspiro, posó un maletín frente a él para luego perecer.

Se escucharon alarmas y se encendieron luces rojas por todos lados. Loel procedió a tomar el maletín y abrirlo. Entre todas las cosas encontró un mapa; este contenía información de todos los túneles y el camino hacia la salida. Estaba un poco confuso, ya que parecía más un laberinto. Loel siguió el mapa y pudo escabullirse, salvando su vida.

En la salida lo estaba esperando una chica. Ella lo tomó del brazo, sin antes quitarle la túnica, sugiriendo que ya no era seguro que él la usara. Lo llevó a un lugar seguro, donde abrió el maletín que cargaba Loel, tomó una carta y se la entregó.

Era una breve carta:

"Hemos sido traicionados. Poco a poco, todos en la facción estamos siendo eliminados, y con la muerte de Abrus ya no quedan muchas esperanzas. Son muy pocos los aliados que quedan y los enemigos suman y siguen. Estoy convencido de que Clara es quien nos ha traicionado; ella está cada vez más cercana al capitán More. Jack parecía ser el único que confiaba en ella, aunque no lo dejara del todo claro. Aún quedan dos aliados poderosos; para pena nuestra, no sabemos quiénes son, pero ellos sí saben de nosotros, pues ellos nos financiaban. Espero que esta información te sea útil. Espera ser contactado; si no es así, debes llamar la atención para que lo hagan."

Loel estaba cada vez más confundido. La chica lo tomó de los hombros, intentando animarlo, buscando frases como queriéndole dar energía y motivación. Loel parecía entender poco a poco lo que estaba en juego: las atrocidades que había leído en la carta de su hermano y los sucesos recientes; todo parecía indicar que un mal se movía entre las sombras y que él podía ser partícipe para luchar contra ella. Una leve sonrisa se posó en su rostro por un instante, hasta que la chica habló:

—Yo soy Clara.

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