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XXVII

  No fue sino hasta que recibió un ligero roce en el hombro cuando se vio obligado a levantar la vista de la hermosa obra maestra que se cernía en el aire varios metros sobre su cabeza y la de muchos otros más, sus cautivantes sombras de color rojo engullendo la oscuridad de la noche y contrarrestando la monotonía de la vida cotidiana, brillando de una manera embriagadora y entorpeciendo los sentidos de cualquiera que se dignase a mirarla por más de cierta cantidad de tiempo. Era como si la pintura poseyera alguna cualidad mágica que lograba noquear a la gente y dejarla pasmada, completamente distante de el vacío que representaba al mundo físicamente "real" e incitándolos a hacer cualquier acción que sus escasos sentidos pudieran procesar. 

  Mateo empezó a razonar a qué se debía este efecto que parecía tener sobre las masas tan intricada pieza de arte. Analizando sus alrededores, parecía que algunos rastros ya casi evaporados de fuego danzaban sobre el edificio donde estaba postrada ésta, y en cuanto a la estructura de éste en sí... parecía viejo, las ventanas estaban ya notablemente desgastadas y en algunos lados las paredes se agrietaban, aunque esto de alguna extraña manera sólo causaba más intriga hacia la estructura. No puedo evitar pensar en cuánto se asemejaba a un buen vino, mucho mejor mientras más añejo. Y de alguna manera, todos estos extraños contrastes de tiempo cruel y barreras rotas simplemente parecían hundir el cuadro en un significado más allá de lo mundano, parecían querer enmarcar el cuadro en algo mucho más profundo que la existencia de vida en sí, asegurándose un lugar irrebatible en la belleza de la historia por la eternidad.

  Logró percibir ligeros empujones a su alrededor, como si alguien buscase encontrar su lugar en primera fila para apreciar más de cerca la belleza nata de ese retrato. Cada ligero golpe iba acompañado de un leve murmullo expresando arrepentimiento, aunque en ese tono de voz tan ausente se percibía la vacilación, quitándole por completo el sentido a tales palabras de siquiera ser expresadas pues ¿de qué sirve el intentar expresar sentimiento del cual en realidad no se tiene conocimiento alguno? Esto no hace más que tornar las palabras pretendidas a ser maravillosas en ceniza y añicos puros, provocando así una reacción en cadena que finaliza en un huracán de agonía amarga y más sufrimiento del que se buscaba provocar en un principio. 

  Dejando detrás de sí pequeños chillidos, gritos ahogados y suspiros enamorados, una figura significativamente más alta que la propia tomó un lugar a su lado, asimismo una mano pálida y de alguna manera cálida encontró un lugar entre las suyas, dedos finos entrelazándose inconscientemente con unos magullados y desgastados.

  El dueño de tan suave mano parecía estar completamente ausente a su gesto, sus ojos esmeralda firmemente clavados en lo que se exhibía frente a él. Mateo lo reconoció inmediatamente como Adrien Agreste, el famoso super modelo que traía como locas a la mayoría —si no es que a todas— las Parisinas habidas y por haber. Sus tibias manos seguían sujetando firmemente las del pequeño chico Navarro, y los colores tiñeron sus mejillas al caer en cuenta de que todas ellas estaban en lo correcto, Adrien era realmente muy bien parecido. 

  La mochila ya pesaba en sus hombros, el peso de los libros pasando factura en su frágil e inservible cuerpo. Las memorias de esas horas previas que había transcurrido en el Collège Françoise Dupont inundaron su mente de a golpe, y se encontró retirando su mano de entre las suaves y cálidas del supermodelo más bien contra su voluntad para acomodar la mochila sobre su espalda de alguna manera que no le resultase tan pesada.

  Sus mejillas ardieron con más fuerza aún al caer en cuenta de que las personas a su alrededor, los mismos que habían estado hipnotizados con tan cautivante forma de expresar los sentimientos, hace ya rato habían dejado eso de lado y ahora usaban todas sus energías en concentrarse mirándolos con los ojos bien abiertos. Podía inclusive escuchar los pequeños engranajes de sus cabezas rotando a toda velocidad, todos ellos intentando encontrar alguna conexión entre ambos que justificara ese roce de manos de segundos antes. Y no fue sólo eso — casi cae de un infarto ahí mismo al notar la anormal cercanía de ambos cuerpos.

  Le tomó un poco más de tiempo del que hubiera sido justo para tan observadora mente como la suya caer en cuenta de que todo ese espectáculo montado en ese instante no era más que un accidente. Ese chico con cabello rubio que parecía estar teñido del mismo color que los rayos solares realmente no tenía idea de lo qué estaba pasando, demasiado enfocado en la pintura como todos los demás, perdiendo noción del tiempo y cualquier control que poseyere sobre su cuerpo. Sus roces, la proximidad, inclusive el incómodo entrelazamiento de manos no eran más que movimientos involuntarios, cosas de las que ni el modelo mismo estaba seguro de haber querido hacer, todos ellos efectos secundarios de estar observando demasiado tiempo al nuevo superhéroe de París, plasmado con gracia sobre un lienzo en blanco y centellando con las luces de las aceras nocturnas.

  Al menos esa era su primera teoría, misma que se probó incorrecta al notar la ausencia en sus ojos. Claro, su cuerpo físico estaba ahí, pero éstos parecían danzar en otro lado, como si estuviera analizando los pros y contras de esa nueva aparición en variados ámbitos de su vida personal. Y, por la manera en la que cada vez más sobras se reflejaban en ellos, parecía realmente jamás haber estado ahí, como si todo ese tiempo sus pensamientos lo hubieran tragado en un oscuro agujero que continuaba absorbiéndolo sin fin. 

  Él jamás había estado completamente presente, y no sólo se trataba de esa pintura, se trataba de la vida diaria. Mateo pudo encontrarse preguntándose a sí mismo si ese guapo chico alguna vez realmente había estado consciente de lo que pasaba a su alrededor o no. Y se sorprendió a sí mismo felicitándose internamente cuando logró comprender todo eso con una única mirada de soslayo.

  Pero pues, ¿qué le quedaba en el mundo? Con el paso del tiempo había tomado cierto placer mórbido en buscar lo más intricado en cada aspecto de la vida. La fórmula segura para la infelicidad, le dirían algunos, pero él lo encontraba completamente encantador. Descifrar todo hasta quebrar toda la existencia del tiempo, la realidad y los sentimientos en simples palabras se habían convertido en su forma de ver el mundo, no encontraba otra diferente. Y mientras que para otros eso significaba poesía, para él representaba un estilo de vida, y estaba seguro de no poder soportar la monotonía de su propio hogar de cualquier otra manera. Si no fuera por su estilo de vida estaría seguro de que en realidad no había podido extraer nada bueno de ese día, pues por lo menos así consiguió que su nueva maestra de Literatura empezara a considerarlo enserio.

  Tal vez por eso se encontró sonrojándose de una manera más intensa cuando esos ojos esmeralda finalmente parecieron despegarse de la pintura y lentamente encontrar su camino hasta los marrones propios, su estómago decidiendo que era un buen momento para practicar deportes extremos y haciendo un extraño salto mortal hacia atrás. Mismo salto que obviamente falló, o eso pensó Mateo en ese momento, porque empezó a retorcerse de dolor (¿o tal vez era felicidad? Ya no la recordaba, ¿así se sentía?) en el suelo y a convulsionarse de manera extraña, mandando un muy singular sentimiento a recorrer todo sus sistema. Decidió clasificarlo como un escalofrío, porque realmente no le encontraba sentido de ser nada más. 

  Realmente le atraían las personas que razonaban las cosas, las que parecían estar en la misma sintonía que él, ¿pero acaso algo de eso explicaba las raras cosas que ocurrían dentro de sus sistema cuando ese rubio estaba cerca? Esperaba que hubiese algún tipo de respuesta a ciencia cierta, pero por ahora sólo podía conformarse con el sonido de su corazón en las orejas y la sangre tiñendo de color sus mejillas.

  Con la mochila pegando en su espalda comenzó a correr el camino de regreso a casa, buscando a tientas las llaves en su bolsillo del pantalón y brincando los escalones dos a la vez hasta llegar a su apartamento, manera más segura y eficaz que usar el elevador. Una vez frente a su puerta suspiró y caminó en silencio hasta su habitación, dejándose caer sobre la colcha de su cama antes de empezar a ahogar sus frustraciones en la almohada nuevamente. De esto ya tendría para escribir luego, primero quería relajarse y vaciar contra sus cobertores todo lo que oprimía su pecho y se negaba a salir de su garganta, convirtiéndose así en un nudo opresor. 

  Y hubiera continuado así por eras, odiándose por no sentir afecto hacia el género opuesto sino hacia el mismo, odiando a su familia por no estar ahí para asegurarle que eso estaba bien y era normal (¿lo era? No estaba seguro, pero se aferraba desesperadamente a la idea de que no estaba tan mal) y que lo apoyarían incondicionalmente. Lamentablemente, esas esperanzas de familia perfecta que un niño pequeño añora se habían esfumado años atrás, dejándolo sólo con la cruda realidad y la miseria para encontrar sus propios términos. Pero no fue hasta que una pequeña criatura se posó en su hombro, su propia voz sonando algo entrecortada de lo tanto que le dolía ver a su portador con más potencial llorar. 

  Tomó el delgado metal que rodeaba el fino cuello del preadolescente con cuidado entre sus finas y diminutas manos, el miedo constante de que algún día su querido Mateo decidiera acabar con su vida usando ese mismo artefacto nuevamente oprimiendo su pecho. Pero como todas las veces anteriores, forzó ese pensamiento fuera de su mete y se centró en lo que era realmente importante en ese momento.

  Sollozos desgarradores salían de su boca, mezclándose con la almohada y quedando en pequeños suspiros ensordecedores a los oídos de esa bella sirena.

—Vas a estar bien, cariño. Aquí nadie te lastimará por ser gay.

  Y el niño pareció romper en un llanto aún más fuerte.

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*deja meme pasado de moda para intentar evadir las antorchas y espadas que le avientan*

Okey, ya sé que pasó muuuuuche tiempo desde la última vez que actualicé pero, en mi defensa... ustedes ya saben la situación, ni pa' qué les explico. Ah, pero bueno, la tarea, la familia, que Valeria esto, que Valeria lo otro, los finales encima... total que no tengo tiempo ni para respirar.

Aunque no crean que por completo me he olvidado de ustedes, la musa también se me fue y pasé como trece semanas intentando encontrarla :'v En fin, acá tienen, un capítulo de mil seiscientas y pico de palabras presentando a un nuevo portador que puede o no puede reflejar mi vida... Either way, es un Fanfic, así que mucho estará indiscreto pero... Mateo Navarro básicamente soy io :v Ja, praise me, bitches! >:D

Aunque no crean que no he estado haciendo nada productivo, naaah. :v Vengo a spamear un Fanfic realmente muy bueno bc I can [?]

Es por la fabulosa @NoLogicName y tiene ya tres capítulos publicados. nwn Las invito a leerla, realmente es muy buena. <3 Osea, el título lo dice todo. Adrien con aretes y una Tikki responsable [y nombre de superheroína niña también, ah] y Marinette siendo irresponsable con un Plagg aún más irresponsable a su lado... ¿acaso hay algo mejor en esta vida? 

Anyway, he decidido que ya no voy a poner los códigos en los capítulos, sino que más bien les haré una pregunta y la respuesta será la clave, mientras que el criptograma se mantiene en la posdata, como siempre.

Así que... PREGUNTA: :3

"¿Cuál es el nombre del compositor más famoso de Don't Go Breaking My Heart?"

eue Respuesta de dos palabras UuUr

En fin, ¡supongo que eso es todo! No sé cada cuánto podré actualizar, ya saben, escuela y todo eso, pero espero poder hacerlo cada semana. ^^

Besos robóticos congelados:

—Valery

P.S. qfehvyzpped

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