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VII

Estaba temblando, le sudaban las manos y su pecho ascendía y descendía dramáticamente.

—Marinette, cálmate—Tikki intentaba lograr que la chica le hiciera caso—. Todo va a estar bien.

La carta roja reposaba sobre el escritorio de la misma, las letras que en ella estaban escritas, cuidando sobre todo su ortografía y caligrafía la hacían querer romperla en pedacitos antes de que alguien (además de su kwami y ella misma, por supuesto) supieran de su existencia.

Quería tomar el papel entre los dientes y devorarlo hasta que sólo quedaran vagas trizas esparcidas por el suelo de su habitación, trizas que después barrería y desecharía como polvo viejo que se quita de las estanterías en una librería. Quería olvidar que había sido capaz de escribir algo para él, y todavía peor, que había sido capaz de escribir sus sentimientos hacia él.

—Yo... no... no puedo—estaba recargada contra la pared, hecha un ovillo en su cama mientras sollozaba a lágrima viva. Faltaban poco menos de una hora para que las clases empezaran, y no había dormido esa noche desde que terminó de escribir ese poema. Tenía miedo, mucho miedo, temblaba y no quería ir a la escuela.

—Marinette, vas a estar bien—su voz sonaba por sobre todas las cosas, dulce y reconfortante, como lo hacía siempre.

La pelinegra agradeció esa confianza que su kwami le inspiraba, de no haber sido por esa pequeña cosa roja, se habría privado de grandes experiencias que la dejarían marcada de por vida.

—No quiero que me rechaze—su voz era un hilo, se mordió el labio inferior a tal punto de que ella misma se sacó sangre—. Me gusta tanto Adrien, que temo invitarlo al baile y me rechaze. Además, seguramente ya aceptó ir con esa odiosa de Chloé. 

Se frotó los antebrazos, soltando un suspiro de frustración. Cerró firmemente los ojos después de afirmar.

—Probablemente moriré sola.

—No digas eso, Marinette—Tikki se acercó a ella, una leve sonrisa lastimera se curvó en su rostro—. De todas las LadyBugs, eres la más linda. Estoy segura encontrarás a alguien.

—Si, pero es que yo...

—Marinette, ¡cariño! ¡Debes ir al colegio!—escuchó la voz de su madre desde el piso de abajo, resopló y se puso en pie de un brinco.

—¡Ya voy, mamá!—replicó, colocando una mano sobre la carta en el escritorio mientras vacilaba, ¿la tomaba o no?

—Hazlo—la kwami se posó sobre sus dedos—. Hazlo, estoy segura de que no te arrepentirás, Adrien es muy tierno y no te rechazará.

—¿Y si lo hace?—frunció el ceño, preocupada.

—Entonces será mejor haberte confesado que jamás haber corrido el riesgo, Marinette. 

Con una mano temblorosa, guardó el papel en la pequeña bolsa en la que guardaba a Tikki, soltó un último suspiro antes de tomar su tarea y bajar a la cocina.

Agarró un plátano del frutero de la mesa antes de darle un beso en la mejilla a su mamá en modo de despedida, comenzó a pelar y devorar el alimento cuando sacudió la mano ante su papá y salió corriendo por la puerta de la panadería.

Dejó de correr cuando faltaba tan solo una cuadra para llegar al edificio. Tiró la cáscara en un bote con el símbolo de reciclaje, sin importarle mucho lo que estaba haciendo y palpó la bolsa en busca de la carta.

Se mordió el labio inferior y tomó una gran bocanada de aire, tenía miedo, mucho miedo.

«Todo va a estar bien, Marinette...» Se repetía a sí misma una y otra vez, pronto se convirtió en un juego tedioso, y después en un trabalenguas. Pero seguía haciéndolo, cada paso que daba iba acompañado de esa frase, en un punto dejó de escuchar su propia voz y empezó a escuchar la de Tikki en vez. 

La entrada se cernió ante ella mucho antes de lo que esperaba, soltó un respingo antes de murmurarse otra vez la misma mentira, comenzó a entrar con las manos sudorosas y el corazón retumbando en el pecho.

Correspondió de manera nerviosa los saludos que otros compañeros le mandaban cuando pasaba cerca, forzaba una sonrisa temblorosa y alzaba la mano antes de corresponder con un ligero gesto de muñeca mientras seguía repitiéndose que todo estaría bien.

Agradeció internamente que no se había encontrado al chico de cabellera rubia y ojos esmeralda cuando llegó a su casillero, lo abrió con un suspiro de alivio y empezó a guardar cosas en éste.

Un peso se recargó en los casilleros contiguos al suyo, una curva se formó en la comisura de sus labios antes de que esta figura empezara a hablar, sin duda ya sabía quién era.

—Los ángeles pueden ir cantando al cielo sus alabanzas porque hoy has llegado temprano—soltó una risa burlona—. Enhorabuena, Marinette. ¿A qué se debe que nos honres con tu presencia tan temprano?

—Bueno, en realidad, Alya...—rodó los ojos con la sonrisa aún plasmada en su cara—. Tenía algunas cosas que hacer antes de que empezaran las clases.

—Oooh, Marinette tiene asuntos que resolver—enarcó una ceja, sonriendo ante la idea—. ¡Me gusta!

—Como quieras verlo—una risa escapó de sus labios también—. Sólo son unas cosas insignificantes, nada que valga la pena.

Mintió, le dolía hacerlo frente y para su mejor amiga, pero esa era la excusa más simple que pudo inventarse. Y no era como si no lo hubiera hecho antes, porque vivía mintiendo para encubrir su identidad secreta como LadyBug, pero esta vez no lo hacía por algo así. Lo hacía por algo vano y estúpido, un símbolo de su debilidad ante el mundo que quería ocultar a toda costa, inclusive si eso significaba mentirle a su mejor amiga.

Porque, Marinette creía que era preferible que Alya pensara que necesitaba hacer un trabajo escolar a que supiera que pasó toda la noche en la vigila, llorando en silencio mientras pensaba las posibles reacciones del chico ante su poema. 

Una y otra vez, todas se repetían en su mente. Primero una, después la otra, a veces lo hacían al mismo tiempo. Había imágenes donde la abrazaba y besaba, aceptando su invitación de una cordial manera; y estos escenarios escalaban hasta escenas de humillación pública total e inseguridad consigo misma. Detuvo las gotas de agua salada que amenazaban con caer por sus mejillas con un par de parpadeos.

—Ha de ser suficientemente valioso como para que mi Marinette sea capaz de levantarse temprano y llegar bien a clases con tal de resolverlo—colocó una mano en su cintura y sonrió de lado—. ¿Qué es?

A veces se le olvidaba lo indagadora que podía ser su amiga, no iba a descansar hasta que le contestara, y sabía que era capaz inclusive de manipular a más gente (sus padres, incluidos) con  tal de sacar información sobre los planes macabros de Marinette.

—Tengo que terminar...—nuevamente palpó en su bolsillo, estaba a punto de responder cuando la morena hizo una mueca y señalo hacia un punto detrás de ella.

—Sea lo que sea que necesita ser acabado, no creo que le guste lo que está detrás tuyo.

—¿Qué? ¡¿Por qué?!—su cara giró lo más rápido que pudo, su ceño estaba entre fruncido y su lenguaje corporal demandaba obtener información.

Hizo una mueca de desprecio en cuanto lo vio, volvió a parpadear para espantar las lágrimas y curvó las manos en puños antes de azotar la puerta de su casillero.

Y es que, a tan solo escasos metros delante de ellos, Adrien se encontraba aceptando dudoso la propuesta de ir al baile con una chica.

Y esa chica era Chloé. 

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I SPINNED FOR YOU LIKE YOUR FAVOURITE RECORDS USED TOOOO!!!

Este... jai~ 

¿Qué opinan? UwUr Esa Chloé es una perra >:C

En fin... ¡se acerca el Ladrien! :"D ¡Aguanten un poco más y ya obtendrán su Lucky Charm! 7u7

Besos robóticos congelados:

—Valery

P.S. Quiero escribir un One-Shot Adrinette... ¿alguien lo leería? 

P.P.S. ¡GRACIAS POR EL +1K! :"D ¡LOS AMOOO!




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