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Prólogo

Todos tenemos un placer culposo.

A unos les gusta esa canción de una banda musical cuyo género odian, otros disfrutan comer ese alimento en específico que les causa indigestión, otros mantenían fotos ocultas bajo sus colchones y las miraban cuando se aseguraban de que estaban completamente solos.

El de Adrien era LadyBug.

Plagg le recordaba constantemente que era un capricho, todos los chicos tenían uno a la edad de quince años. Insistía que algunos otros de sus portadores se habían encaprichado con videojuegos, música, lectura, poesía, comida y deporte.

Él era el primer Chat Noir en mucho tiempo en encapricharse con una chica, y aún peor: el primero en muchos siglos en encapricharse con una chica superheroína de la cual no sabía absolutamente nada.

Se escuchó el pequeño pitido proveniente del anillo de metal en donde el kwami se refugiaba siempre que su posesor deseaba convertirse en su alter-ego, la pelinegra parpadeó un par de veces.

—Ya debes irte, está por acabarse tu transformación—informó.

Él asintió, aunque permaneció inmóvil, había una pequeña sonrisa traviesa en sus labios.

—Chat, ¿no vas a...?—su miraculous emitió el mismo sonido, su semblante endureció—. Lo siento, tengo que irme.

Empezó a correr hacia la puerta de salida, su cabello mojado se mantenía pegado en su traje por partes, mientras que las otras volaban con el frío aire de la noche.

—Adiós, ¡Chat!—sonrió débilmente e hizo una seña de despedida con la mano antes de doblar la esquina en el corredor y apresurar el paso.

—Adiós, my lady—su voz fue un leve ronroneo, corrió una mano por su mojado cabello rubio mientras que el anillo volvió a sonar.

Estaban en una bodega, tanto el suelo como las cenefas estaban empapadas, aún con los poderes de cura milagrosa, el agua no había abandonado el piso de concreto.

El gato sonrió aún más, el anillo sonó de nuevo y Plagg se empezaba a desesperar, ¿por qué ese idiota no corría para salvar su identidad antes de que todo el mundo pudiera observar quien era?

Adrien suspiró cerrando los ojos, aún podía ver la cara de LadyBug sonriéndole al capturar ese akuma, inclusive él estaba orgulloso. La manera en la que había saltado de esa viga colgando sobre el aire y había logrado un balance perfecto para poder taclear al suelo a ese chico y tomar su akuma justo en su aterrizaje fue impecable, jamás se había creído capaz de realizar algo como eso.

Otro pitido, se le estaba acabando el tiempo, giró sobre sus talones y empezó a correr en la dirección por la cual la chica había salido.

El corredor era angosto, pero aún así le ofrecía el suficiente espacio para poder moverse sin dificultades.

No sabía a qué velocidad iba con exactitud, sus suelas rechinaban contra el suelo mojado y el pensamiento de que podía resbalarse si no tenía cuidado asaltó su mente.

Lo sacudió con un movimiento de cabeza y continuó corriendo, no podía permitirse perder más tiempo... ni siquiera por el potencial riesgo de terminar estampando su preciosa cara contra el suelo.

Vio una puerta entrecerrada al frente, probablemente por donde ella habría salido. Una curva se formó en la comisura de sus labios mientras aceleraba el paso y estiraba la mano para tomar el picaporte y hacerse espacio suficiente para salir.

¡Lo había logrado! Por una vez, la suerte se había puesto de su lado y había logrado escapar sin resbalarse o que su transformación se acabara. Se burló de la suerte mentalmente, él ya había ganado.

Incorrecto.

Tan pronto el guante rozó el metal de la perilla, sus rodillas flaquearon y cayó de culo contra el pavimento.

Su cabeza pegó después que su cuerpo contra el piso, parpadeó varias veces mientras hacía una mueca de dolor. 

Y decía que la suerte estaba de su lado...

El anillo se volvió completamente negro con un último pitido, sus ojos se abrieron de golpe y la adrenalina llenó de golpe su cuerpo. ¿Alguien podía verlo? ¿Había cámaras cerca?

—Auch, ¡maldito Adrien!—Plagg maldijó, recuperándose de la caída.

Se levantó de golpe, intentó hacerle caso omiso al dolor de su cabeza (en parte por la caída, en parte por el rápido ascenso), tomó a su kwami con un ágil movimiento de manos y caminó a gatas hasta poder esconderse detrás de la puerta. Dejó que su espalda se deslizara contra el frío y húmedo metal y hundió la cara en sus manos.

Quería empezar a llorar, temía que alguien lo hubiera visto. 

—¿En qué estabas pensando cuando en vez de moverte, te quedaste parado como idiota recordando a LadyBug?—reclamó, estaba realmente molesto.

—Cuando estoy con ella no pienso, ya te lo dije—suspiró.

Se mordió el labio inferior mientras que su pecho bajaba demasiado rápido para su propio bien.

—¿Adrien?—alzó la vista para ver a la morena con una expresión de incertidumbre.

—A... ¿Alya?—forzó una sonrisa—. ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí?

—Lo mismo te preguntaría yo—sonrió un poco y colocó las manos en su cadera—. Escuché que LadyBug estaba aquí y aprovechando que mi madre trabaja en el restaurante de arriba, quería ver si todavía la encontraba para una breve entrevista.

Asintió débilmente mientras formaba una sonrisa forzada, sabía que Alya estaba loca por LadyBug, quizás tanto como él lo estaba. Era obvio que esperara encontrarla allá abajo, batallando en los almacenes de comida al lado de su compañero Chat Noir contra una bestia que amenazaba la vida de los ciudadanos de París.

—¿No crees que fue algo peligroso?—ella frunció el entrecejo—. Bajar, digo... pudiste haber resultado lastimada.

Ella asintió, como si comprendiera de lo que él hablaba. 

Sacudió el celular en el aire y después se cruzó de brazos.

—Si, bueno... una buena noticia siempre lo vale.

El rubio quería agregar algo más, pero decidió quedarse callado y evitar una posible confrontación con esa chica que le inspiraba miedo y confianza a la vez.

—Bueno, esa es mi explicación—le tendió una mano para ayudarlo a pararse—. ¿Cuál es tu excusa?

Empezó a temblar, estaba nervioso y sudando. Necesitaba pensar rápido si quería salvar su pellejo. 

—Urm... yo... este...—se quedó helado, ¿qué podía decir? No tenía ninguna buena coartada para justificar su presencia en ese lugar.

Tenía que pensar rápido.

—Yo... pues... verás... yo... yo estaba aquí porque...—tomó la mano de ella y se puso de pie, comenzó a rascarse la nuca de puro nerviosismo.

—Ajá—su expresión se volvió demandante, su semblante endureció un poco—. ¿Qué hacías aquí, Chat?

—Bueno, verás—para este punto ya se había formado una mentira tragable, pero fue él el que casi se atraganta al escucharla pronunciar el nombre de esa identidad que tanto había luchado por proteger—. Q-¡¿QUÉ?!

Ella echó a reír, ¡estaba riendo! ¿Por qué reía? 

El sudor estaba corriendo por su frente, su nuca, su torso y su pecho. No podía estar tranquilo si sabía que alguien había descubierto que él era Chat Noir.

—Tranquilo, Adrien—le mostró una sonrisa empática—. Juro con mi vida mantener tu secreto.

—P-pero...—buscó a Plagg a tientas en los bolsillos de su chaqueta, suspiró de alivio al ver que éste se había escondido con éxito—... ¿de qué hablas, Alya?

—El LadyBlog tampoco sabe nada de esto—movió el celular como señal de que lo decía en serio.

—A-Alya... yo no...

—Tranquilo, ya te dije que está bien—lo miró a los ojos y colocó una mano en su hombro—. Tu secreto está a salvo conmigo.

Suspiró de alivio, por lo menos ella no diría nada. Aunque ese no era el problema, el problema era que ella sabía.

—Pero...

—Cálmate, hombre—parecía dispuesta a no dejarlo terminar y formar una oración coherente nunca.

Suspiró, entendiendo que no iba a poder dar alguna explicación o añadir nada a la conversación mientras que Alya estuviera ahí.

—Bueno... gracias—sonrió.

Guiñó. —Ahora vete a casa, estoy segura de que tu padre te está esperando.

Lo giró por los hombros para que quedara viendo hacia la puerta.

«Si tan sólo supieras que probablemente no ha notado mi ausencia...» Pensó Adrien, pero de todos modos forzó una sonrisa

—Te veré mañana, Chadrien—bromeó la chica.

El rubio enarcó una ceja por el juego de palabras, colocó una mano en el picaporte y lo giró.

—Te veré mañana a ti también, Lady WiFi—ella soltó una leve carcajada.

—Bien, supongo que me la merecía—se giró sobre sus talones y empezó a caminar por donde había venido.

Plagg gruñó en el bolsillo de su portador, estaba debilitado y enojado: estaba demandando alimento.

—Hey, Alya—llamó, se dio media vuelta justo cuando ella lo hizo.

—¿Mande?—guardó su celular en el bolsillo de su pantalón.

—¿Nadie más pasa por aquí?—primero necesitaba asegurarse de que solo ella supiera su secreto.

Negó con la cabeza.

—Es el último almacén del restaurante, es el que se vacía primero. Dejó de haber comida por aquí hace una semana y media, probablemente—se encogió de hombros—. No debería haber nadie en diez metros a la redonda.

Otro suspiro de alivio, el kwami volvió a gruñir en su bolsillo.

—Oh, ¿enserio? ¡Genial! ¡Gracias!—sonrió con alegría—. Y otra cosa...

—Dime—se cruzó de brazos y pasó su peso a la pierna derecha.

Su sonrisa se conviritó en una nerviosa y tragó saliva antes de agregar.

—¿Tienes queso?







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