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Capítulo 4: No Cita

Feliz sábado en una mañana tan apetecible de quedarse en cama, no hace calor, pero tampoco frio, es el punto exacto para quedarse acurrucado entre las sábanas sintiendo que flotas en una nube alcochonadita…

—¡Arriba! —cual Drácula reacio a la luz del sol gruñí tomando mi cabeza luego de que mis telas fueran arrancadas de mí.

—¡¿Qué putas mierdas te ocurre en la cabeza Amanda…?! —frené en seco mi furia.

—Ups —se cubrió con la sábana la boca para ocultar su contenida carcajada.

Rojo como tómate es mi mejor descripción ahora, Amanda no vino sola, trajo a Melody con ella.
Vestido amarillo con girasoles, sandalias estilo griego, cabello suelto sin pinzas en el flequillo —raro ya que en toda la semana no las había dejado de usar—, no trae maquillaje aparte de labial color rosa bajito y varias pulseras. Y yo…

—¡Largo de aquí! —tomé mi almohada para ocultar que la única prenda que tenía encima era mi bóxer.

Amanda no aguantó más y sacó su carcajada, Melody también estaba sonrojada simulando que no veía nada —hizo unas señas y salió—. Qué más vergonzoso es que una chica linda te vea casi desnudo por completo, pero no, para Amanda eso es divertido.

—Te veo abajo —risa de puerco puedo decir—, apúrate —apenas puede completar una palabra—, que vamos a salir los tres —salió, y se escuchaba bajar las escaleras junto a su carcajada que se aleja, pero que no deja de ser escandalosa.

—Mierda —musité pasando las manos por mi cara. Mira que bajarme lo adormecido de esta manera.

Me di una ducha rápida, tomé mis jeans azul oscuro, camisa marrón con estampado blanco como si fuera una mancha de pintura, una chaqueta negra y mis converse del largo arriba de los tobillos.
Salí de la habitación tomando las llaves de mi motocicleta, porque conociendo a Amanda, una vez que baje ella ya no va a estar, se habrá ido con la excusa de que se le olvidó recoger algo, o que su pingüino de peluche que tiene en la cama le dio una misión para salvar al mundo, dejando a la siguiente posible candidata a ser mi pareja para que tengamos una cita.

Resoplé desganado por esto, no es la primera vez que lo hace, pero no necesito que me consiga una pareja.
No me veo como alguien con una porque no soy cariñoso ni romántico, sólo soy un chico más solitario a pesar de salir con mis amigos, y la última vez que trató de hacer que tuviera novia fue muy incómodo, ella y yo no teníamos nada en común, andaba con el jodido teléfono todo el tiempo, tenía unas ganas inmensas de arrebatárselo de las manos y arrojarlo a la calle, o meterlo en la jarra de agua de Jamaica y gritarle algo como: Cuando estés con alguien pon atención chica descerebrada.

Sí, muy delicado tampoco soy.

Además, Melody es una chica demasiado dulce, estos días que he pasado con ella han sido bastante agradables. Me ha compartido lo que escucha en su celular, le encanta la música de violín, me ha contado que también sabe tocarlo, pero no la he visto porque le da pena mostrarse. También dice ser mega fan de ver las transmisiones de cierto club nocturno.

—Buenos días hijo —papá estaba desayunando.

—¿Y mamá?

—Ya se fue al trabajo, se llevó a Amanda porque dijo que la llevaría a comprar algo que se le olvidó.

Un clásico de ella, hasta convenció a mamá de ayudarla —pensé mientras soltaba un suspiro mirando a Melody a un lado—. Vamos, te llevo a casa —sacó su teléfono y empezó a escribir, luego una voz como de Siri habló.

Pero Amanda dijo que nos vería en el McDonald’s —Amanda, qué rata.

Resoplé desganado, indiqué a papá que saldríamos, fuimos al garaje sacando mi motocicleta.
Me gusta mucho porque aparte de mi pasión por la natación, tengo un gusto por correr, digámosle un vicio adquirido por mamá porque en su juventud participó en competencias legales e ilegales, y me enseñó a conducir, también me regaló la moto, ella misma me la construyó.
Es lo más cercano que ahora tengo de sentirme como en el agua.

Llegamos al establecimiento, vi que Melody se acomodaba el vestido. Espero no se le haya alzado.
Continuamos a pasar, no estaba vacío, pero tampoco lleno, así que nos dirigimos a la caja donde un tipo con su gorra puesta por detrás estaba atendiendo el mostrador, no se veía muy feliz que digamos. Pedí mi hamburguesa y una soda, pero joder, este sujeto parece que no tiene ni ánimos de vivir, aún así lo dejé pasar.

—Oye, chica, ¿quieres apresurarte? —o tal vez no cuando le habló muy irritado a Melody, ella estaba leyendo el menú.

Tal vez lo lee porque somos los únicos ordenando, ¿qué no se pone a pensar o mínimo a observar el idiota este? Estaba por responder cuando una chica se le acercó a pedirle que se tranquilizara, entonces vi que Melody empezó a escribir en su teléfono.

—¿En serio, niña?

Me está cabreando demasiado, es verdad que muchos no queremos atender personas y que esto sea más una obligación porque de eso se requiere el trabajo, pero ya que estás aquí con sólo dos personas que ordenan, al menos puede mostrar algo de compromiso por más que le moleste, de eso se trata el servicio al cliente.

Una cajita feliz por favor se volteó a mí empezando a escribir otra vez—. ¿Puedes ir a apartar la mesa? Iré al sanitario —asentí y se fue, oportunidad que me dio para ver con la cara de perro al imbécil de enfrente.

—Oye, idiota descerebrado —él, la chica a su lado y los demás empleados que eran tres más, aparte de algunos clientes, me miraron sorprendidos, el tipo más enojado—, si no quieres hacer tu trabajo, renuncia, no traigas tus malos humores por tu mal día ni los descargues en los demás.

—¿Quién te crees para hablarme así, niño? ¿Por qué mejor no le enseñas a tu novia educación, eh?

—En primera, no es mi novia, en segunda, ella tiene mucha más educación que tú, en tercera, es muda ¿sabes lo que es, no? —su cara lo dice todo, me pregunto si yo también la puse así cuando me enteré. Algunos otros se reían bajo— Toma nuestras órdenes —pagué de una vez y me fui a sentar.

Vaya idiota que fue. Melody llegó sonriente escribiendo de nuevo.

Sabes, mi cumpleaños viene pronto y mi papá está organizando una fiesta, ¿quieres venir?

—Ah… ¿Sí? —frunció el ceño parecida entristecida.

Si no quieres venir no importa.

—No, no es eso, estaré ahí —sonreí y ella volvió con su alegría, justo a tiempo también lo hizo nuestros pedidos, que pronto Melody empezó por su juguete.

No es que no quiera ir a su fiesta, es sólo que sería incómodo ver a su padre porque yo observo mucho a Melody cada que paso con mi prima a recogerla, lo que hace que tenga que tratar de fingir que admiro a su planta al lado de la puerta.

Santo cielo con esta chica, es más dulce que un postre, está tomándole fotos a su juguete mientras tiene su jugo de cajita en una mano bebiéndola por la pajilla flexible.

Amanda ya se tardó —¿y ahora cómo le digo que ella no vendrá?

—Creo que se le presentó algo, tal vez una cita con el psicólogo —añadí musitando para que no oyera. Pienso que en verdad la necesita—. ¿Quieres que te lleve a casa? —negó rápido y feliz, me enseñó un acuario en su teléfono.

Así que ahí fuimos, estaba encantada con todo lo que veía, y yo también, para qué mentir si la verdad me fascina el enorme domo submarino que nos cubre mostrando una gran variedad de peces y otras criaturas marinas, todo es simplemente magnífico.

—Hey, Melody —ella feliz despegó su mirada del ambiente acuático, pero no sus manos del cristal—. Listo.

Ladeó su cabeza estando confundida, después de todo usé mi teléfono para tomarle una foto.

Casi anochecía, las luces de las farolas de aspecto antiguo dan un muy bonito toque a la calle, no es oscuro ni muy iluminado, es el punto exacto para caminar tranquilamente sin querer perder el detalle del mismo. Lastima que en motocicleta no se puede apreciar bien el panorama.

Acompañé a Melody hasta la entrada de su hogar, en todo el momento que pasamos juntos, casi nunca quitó su sonrisa alegre, también fue divertido ver a los animales en el acuario.

Gracias por todo, y también por Lion —dijo refiriéndose al peluche de foca que tiene entre sus brazos, en cuento lo vio su gran sonrisa se alzó más, ella quería comprarlo por su cuenta, pero yo sé lo regalé.

—No hay problema, me divertí mucho.

Yo igual ambos nos quedamos sonrientes mirándonos entre nosotros, hasta que ella apartó sus ojos para teclear—. Buenas noches.

—Buenas noches —se acercó depositando un beso en mi mejilla, llevé mi mano a posarla sobre la misma.

Ella entró a su casa despidiéndose velozmente con la mano, yo hice lo mismo, pero despacio, aún la sorpresa no se me iba porque seguía cubriendo mi cachete.
Después de unos segundos bajé la mano y me volteé con intención de irme, luego volví a girarme a la puerta de la casa, repetí esa acción dos veces más hasta que por fin me subí a la motocicleta, creo que me sonrojé.

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