Capítulo 6: El secreto de Freya
Mientras atravesaban el portal, Celgadis y Leif sintieron una extraña sensación de vértigo y desorientación. El espacio a su alrededor parecía distorsionarse y cambiar de color antes de que, finalmente, aterrizaran en un lugar completamente desconocido.
Estaban en una espaciosa y bien iluminada biblioteca, llena de estantes repletos de antiguos libros y pergaminos. El suelo estaba cubierto de alfombras de colores vivos y en el centro de la habitación se encontraba una mesa de madera con varios objetos mágicos y extraños artefactos. Noland, de pie junto a la mesa, los recibió con una sonrisa.
—Bienvenidos a mi refugio —dijo Noland—. Aquí estaremos a salvo de oídos indiscretos y podremos hablar con tranquilidad.
Celgadis y Leif observaron con asombro la habitación mientras se adaptaban a su nuevo entorno. No podían evitar sentirse impresionados por la cantidad de conocimiento que guardaba aquella biblioteca.
—Noland, ¿qué es este lugar? —preguntó Celgadis, todavía cauteloso pero curioso.
Noland abrió la boca para responder, pero de pronto, al pasar junto a un espejo colgado en una de las paredes, se detuvo y se miró fijamente.
—Oh, disculpad —dijo, frotándose la frente con una expresión de desconcierto—. No me di cuenta de que seguía en mi forma Sykari.
Celgadis y Leif se miraron entre sí, confundidos, mientras observaban a Noland con atención. Frente a ellos, el hombre que antes parecía imponente con su aspecto lobuno comenzó a transformarse.
El cambio fue fascinante y un poco inquietante. Las orejas puntiagudas y cubiertas de pelo comenzaron a reducirse, deslizándose hacia los lados de su cabeza, mientras el espeso pelaje gris que cubría su cuerpo se retrajo gradualmente, como si lo absorbiera su propia piel. Su hocico alargado se acortó, volviendo a formar una nariz recta y humana, mientras sus colmillos se encogían hasta convertirse en dientes normales.Sus garras, afiladas y peligrosas, se transformaron lentamente en dedos humanos. Su musculatura, antes salvajemente marcada, se adaptó a una forma humana alta y delgada, cubierta ahora por una barba larga y cuidada. Cuando la transformación terminó, Noland estaba completamente diferente: un hombre alto, calvo, vestido con una gabardina negra que le llegaba hasta las rodillas, pantalones negros elegantes y botas de cuero negras que resonaban suavemente contra el suelo.
—Así está mejor —dijo, ajustándose el cuello de la gabardina—. Supongo que esta forma será menos intimidante para vosotros.
Leif, con los ojos muy abiertos, no pudo contenerse.
—¡¿Eres un cambiaformas?! —preguntó con emoción y sorpresa en su voz. Noland soltó una leve risa, mostrando una media sonrisa.
—Sí... y no. Soy un Sykari. Mi raza tiene dos formas: la humana y la bestial. No es una transformación que haya aprendido, como tú has hecho, intuyo; nacemos así. Es parte de lo que soy.
—Increíble... —susurró Leif, maravillado, queriendo hacer más preguntas, pero comprendiendo que no era el momento, mientras Celgadis seguía procesando lo que acababa de presenciar.
Noland continuó hablando con calma, intentando disipar el asombro de sus invitados.
—No os preocupéis. Mi transformación es completamente natural y está bajo control. He vivido con esto desde mi nacimiento, y no supone ningún peligro para vosotros. Ahora bien, volviendo a lo que nos ocupa...
La conversación retomó su curso, aunque Leif y Celgadis no podían evitar mirarlo con desconcierto de vez en cuando a Noland.
—Esta era la morada secreta y lugar de estudio de tu madre —respondió Noland—. Aquí ella me enseño todo lo que sé.
—¿Cómo? ¿Qué es de mi madre? ¿Por qué una granjera tendría una guarida secreta en una ciudad? — dijo Celgadis, confundido y preocupado
El rostro de Noland tenía una expresión seria. Por la mirada del joven fauno, entendió que Garduck no lo había contado nada a su hijo.
—Celgadis, Tu madre, antes de que nos dejara, fue una maga muy talentosa. Poseía un don para la magia que rara vez se ve en el mundo — dijo Noland con un tono solemne—
.
—¿Mi madre era maga? — Los ojos de Celgadis se abrieron de par en par con asombro.
Noland asintió con una sonrisa triste.
—Sí, lo era. Era una persona amorosa y valiente, y usaba su magia para ayudar a los demás. Pero también sabía que el mundo estaba lleno de peligros y secretos, y eso la llevó a tomar una decisión difícil.
—¿Qué decisión? — preguntó Celgadis, fascinado por la historia de su madre.
—Tu madre decidió renunciar a la magia y establecerse en Moressley. Ella quería una vida tranquila y segura, pero siempre mantuvo su legado mágico en secreto. Ella era consciente de que el conocimiento y el poder en el mundo de la magia podían ser tanto un regalo como una maldición
Celgadis asintió lentamente, procesando la información.
—Tenía sus razones para mantener esto en secreto. Freya era una maga excepcional, pero también era una persona muy buscada y odiada en este mundo. No todos saben la verdad— le confesó mientras suspiraba y se sentaba en una silla frente a ellos.
—Un momento, si mi madre usaba la magia para ayudar a los demás ¿Por qué es odiada por todo en el mundo?
—La historia es larga y complicada, pero puedo resumirla. Hace muchos años, este mundo estaba bajo el control de un mago poderoso, Elidar. Tenía el dominio de todas las formas de magia en él. Este mago era muy bueno y se esforzó por asegurar que todas las criaturas vivieran felices y en paz en este mundo.
» Con el paso de los años, el mago envejeció y comenzó a preocuparse por lo que sucedería con el mundo después de su muerte. Por temor a que la estabilidad del mundo se viera amenazada sin su presencia, decidió buscar aprendices y enseñarles su conocimiento en un templo sagrado.
» Tu madre, Freya, fue una de las personas afortunadas seleccionadas para unirse a este grupo de aprendices. Elidar, eligió a un joven draconido y a tu madre y les enseñó diferentes tipos de magia a cada grupo: magia elemental, magia mental y desplazamiento, transmutación, magia oscura o necromancia, e ilusionismo. Juntos, durante ocho años, estos dos estudiantes se esforzaron mucho y dedicaron tiempo para aprender habilidades mágicas poderosas.
» Sin embargo, mientras todo eran alabanzas del mago supremo hacia freya, Kilnar se llenó de envidia por los halagos del mago a su compañera. Una noche, habiendo planeado esto durante mucho tiempo, El draconido planifico un plan para asesinar al mago supremo durante un breve descanso. Como había ideado previamente, Robo un artefacto mágico del templo sagrado. Sin piedad alguna, acabo con la vida del gran mago.
» La sed de poder no se detuvo ahí y decidió buscar a tu madre para acabar con ella. Afortunadamente, Freya estaba despierta esa noche debido a sus prácticas secretas en el bosque, una rutina nocturna que seguía fielmente. Cuando regresó, se encontró con una escena horrorosa: kilnar matando a cada uno de los monjes seguidores de su maestro. Desesperada y queriendo buscar ayuda, corrió hacia la habitación de su maestro, donde lo encontró sin vida. Antes de fallecer, el maestro había depositado su completa confianza en Freya desde el principio y había compartido con ella el conjuro necesario para abrir un cofre sagrado que albergaba su libro de hechizos. Con el libro en sus manos, Freya escapó de ese lugar, alejándose todo lo que pudo.
» Viajó una gran distancia hasta que, finalmente, encontró refugio en un pueblo habitado por faunos, donde un granjero amable la acogió en su hogar. Este fauno resultó ser tu padre, Celgadis, y, de su unión, naciste tú.
» Cuando el mundo se enteró de la muerte del Mago Supremo, surgieron preguntas y confusiones. Lo que nadie sabía era que el asesino había tramado un plan maestro para ocultar la verdad. Alteró la realidad y difundió la versión de que el Mago Supremo, con la ayuda de tu madre, deseando más poder, había asesinado a todos los monjes. Según su relato, él y sus cinco fieles héroes tuvieron que enfrentarlo, luchando hábilmente para derrotarlo y salvar al mundo de su malévola influencia.
» Dado que no lograron eliminar a Freya, difundieron al mundo que ella se ocultaba en algún lugar con la intención de resucitar al gran mago y desatar el caos. A medida que estas historias se extendieron, la gente comenzó a adorarlos y a venerarlos como si fueran dioses. Obtuvieron tanto poder que, cada uno de los cinco que la ayudaron, se adueñó de una parte del mundo. Sin embargo, debido a la desconfianza entre ellos, crearon escudos invisibles alrededor de sus respectivos territorios para prevenir posibles conflictos mortales.
Cuando Celgadis se levantó del sillón, su rostro reflejaba seriedad y enojo, pero Noland lo interrumpió con una solicitud.
—Espera, permíteme continuar con la historia. Tu madre era feliz viviendo contigo y tu padre en Moressley, pero siempre temía que alguien descubriera su paradero y os lastimara. Un día, alguien reveló su ubicación. Mientras tus padres y yo jugábamos contigo, el cielo se oscureció y cayó un rayo, del cual emergió su antiguo compañero de magia elemental, Kilnar.
» Venía con dos objetivos: matar a tu madre y apoderarse del libro de hechizos. Freya hizo todo lo posible para protegernos. Intenté ayudarla, pero mis habilidades no eran suficientes, y caí inconsciente por el impacto de un hechizo. Ella luchó valientemente mientras los seguidores de Kilnar buscaban sin éxito el grimorio del conocimiento por todo el pueblo. Kilnar, lleno de ira, creó una lanza de hielo gigante y se dispuso a lanzarla hacia Moressley. Antes de que la lanza pudiera alcanzar su objetivo, Garduck nos cogió a los dos y nos llevó a una guarida mágica bajo vuestra casa que previamente había preparado tu madre. Mientras tanto, freya, en un acto heroico para que ganáramos tiempo y permitirnos refugiarnos en la guarida, eligió recibir el impacto de la lanza para salvarnos a todos.
» Antes de que su vida se apagara, Freya reunió todo su poder mágico. Aprovechando que Kilnar estaba enfocado en su intento de acabar con ella, creo una cuchilla de viento dirigida hacia la cabeza de Kilnar. Lamentablemente, uno de los seguidores de Kilnar se dio cuenta del plan de tu madre y logro avisarlo con tiempo, Logrando esquivar el ataque, pero perdiendo su brazo en el proceso.
» Kilnar, al ver a tu madre sin vida y sin conocimiento de donde estaba el grimorio, ya no tenía razones para quedarse allí. Después de aquello, decidí alejarme de vosotros, por si algún día descubrían mi verdadera identidad y representara un peligro para ustedes.
Leif, quien al igual que Celgadis estaba escuchando la historia, se levantó y puso su mano en el hombro de Celgadis con una sonrisa en el rostro.
—Bueno, queda claro lo que debemos hacer, ¿verdad?, Vamos a enfrentarnos a Kilnar
—exclamó.
—No digas tonterías muchacho. No es tan sencillo. Kilnar es uno de los magos más poderosos del mundo en estos momentos, y para llegar hasta él probablemente hay que enfrentarse a los cinco gobernantes de cada reino. Te aseguro que también son formidables en sus habilidades. Un par de jóvenes como ustedes no pueden hacer nada contra ellos –le respondió mientras soltaba una risa irónica.
—Esos cinco son los que vimos esta mañana en la proyección del juglar, y pensar que estábamos ilusionados y queriéndose ser como ellos. —expreso Leif con un tono amargo.
La habitación estaba llena de un silencio denso y tenso, roto solo por el suave murmullo del viento afuera. Celgadis miraba a Leif con una mezcla de sorpresa, confusión y dolor en los ojos. Durante toda su vida, había creído que su madre murió de una enfermedad y no asesinada.
Las palabras de Noland seguían resonando en su mente: la historia de una madre valiente que había protegido este mundo, los sacrificios que hizo para salvarlos. Y, finalmente, el trágico desenlace que dejó a Celgadis sin una madre, sin la oportunidad de conocerla de verdad, de escuchar su voz o sentir su abrazo.
El joven sabía que esta revelación cambiaría su vida de muchas maneras. Tenía que procesar todo lo que había aprendido, lidiar con sus sentimientos encontrados y, finalmente, decidir cómo enfrentaría este nuevo capítulo en su historia. Pero en ese momento, lo único que podía hacer era quedarse en silencio, tratando de asimilar la abrumadora cantidad de información que acababa de recibir.
—Lo siento, chico, si tu padre nunca te contó lo que sucedió. Estoy seguro de que lo hizo para protegerte. Espero que no lo culpes por haberlo ocultado todo este tiempo. — Celgadis miró a Noland con los ojos llenos de una tristeza profunda, como si el peso del pasado lo abrumara en ese momento. —Cuando decidí alejarme de vuestras vidas, tú apenas tenías dos años, es normal que no me recuerdes. —
Celgadis se levantó de la silla en silencio, con pasos lentos que parecían cargados de una pesada melancolía, y se aproximó a Noland.
— ¿Te importaría si pasamos la noche aquí? — expresó Celgadis con una voz que temblaba ligeramente, tratando de ocultar las emociones que lo invadían.
—Claro que no, Celgadis. El tiempo que necesiten, puedes quedarte en mi antigua habitación. Leif, tú puedes dormir en el sofá de la biblioteca. ¿Te parece bien? — Noland respondió, notando la fragilidad en la voz de Celgadis.
Antes de que Leif pudiera responder, Celgadis se retiró en silencio a su habitación y cerró la puerta, como si necesitara un momento a solas para lidiar con las emociones que lo abrumaban. Noland y Leif respetaron su deseo de estar solo y comprendieron que
no era el momento adecuado para seguir hablando. Se dirigieron a descansar, dejando a Celgadis sumido en sus pensamientos.
La noche pasó en silencio, con la casa sumida en una calma tensa. Noland y Leif se acomodaron en sus lugares de descanso, pero ninguno de los dos pudo conciliar el sueño fácilmente. Estaban preocupado por el estado de Celgadis.
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