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Estaba inmovilizado por el terror. Una camioneta se estrelló contra la estructura de hierro y chapa y quedó a pocos centímetros de la cama en la que estaba acostado.

- ¡Demonios! Esto tampoco funcionó. - Estaba mareado y con náuseas. - Bueno, el primer objetivo se logró. - Dijo y pude ver como la cabeza de una persona estaba incrustada en el parabrisas del lado del conductor. - Hice un buen trabajo, nadie se dará cuenta. - Me tomó de la mano y me arrastró rápidamente fuera del lugar. - ¿Mmmg? - Se dio vuelta y una explosión nos empujó sobre los alambrados.

¡Eres un idiota! ¿Quieres matarnos? ¿Por qué haces esto? ¿Qué tan importante es mi voz que eres capaz de matarme para oírla?

- ¡Ey! ¡Eh! Dulzura, espera deja de golpearme. Fue una broma. ¡Ah! - Lo solté. - Te vez tan lindo cuando te enojas.

¡Idiota! No voy a caer con eso.

- Tenemos que irnos. - Me dijo señalando hacia el otro lado de la cerca. - Eso atraerá muchas moscas y ruido, mucho ruido de sirenas.

Lo seguí y subimos a un auto pequeño con los vidrios polarizados.

¿A qué saliste? ¿De quién es este auto? Dijiste que...

¿Alguien estaba preocupado por mí? ¿Mí "madre"? ¿Mí padre? ¿O debía decir abuelo?  ¿Ambos padres? Nunca aprendí a decirles de una manera adecuada, ellos tampoco lo hicieron porque no sabían cómo.

- ¡Esto está mal!

- ¿Qué está mal? ¿Qué me ames? ¿Qué sea tu padre con el que te acuestas? ¿Qué te guste? Entonces, si te acostaras conmigo pero no quisieras hacelo... ¿estaría bien? ¿Crees que cambiaría en algo? ¿Buscas echarme la culpa porque te tomo y gritas por más? Te di un hijo hermoso y... ¿así me pagas?

- ¡No, yo...

- Deja de quejarte, sabes que te encanta. - Lo abrazó y apagó la luz.

Chanyeol sacó una semiautomática de la guantera y apuntó hacia un auto, el vidrio de la ventana se bañó en sangre y cayó en una zanja; dejó el arma caliente sobre mi regazo y siguió conduciendo.

- Me molesta la compañía extra. El ruido de su motor estaba molestandome y cómo se acercaba. ¡Ah! Que dolor de cabeza. Debí dispararle más veces.

Observé el objeto y mis ojos recorrieron cada centímetro, calculando la profundidad, y el calor que se agolpaba en el cañón. El orificio de salida era tan extraño y circular. ¿Cuánto daño puedes hacer?

- Eso se ve entretenido, dulzura. - Mi mente se despertó; el arma estaba apuntando a la cabeza de Chanyeol.

¿Qué estaba haciendo?

- ¿Quieres que te enseñe a usarla? - Bajé lentamente el cañón y lo coloqué entre los asientos. - Tienes una forma única de decirme lo que quieres. Estoy muy caliente ahora mismo.

Junté mis piernas y él salió del camino para internarse entre los árboles a los costados de la ruta. El asiento del conductor fue reclinado; mis manos estaban atadas al volante del auto; estaba desnudo y con la verga de Chanyeol entrando y saliendo de mi ano. Cada vez que era profundo, mi espalda recibía una mordida.

- Dulzura, que bien se siente.

Chanyeol...

¿Cómo me acostumbré en tan poco tiempo a esto? Unas veinticuatro horas antes estaba solo en una habitación de hospital, esperando a un asqueroso anciano que quería hacerme lo mismo que...

- Belleza, estás matando a mi pene... ¡Ah! - Me solté del agarre de sus manos y recosté mi pecho sobre el tablero de controles. - Tan difícil... - Se inclinó sobre mí y volvió a penetrarme.

¡Suéltame! ¡No quiero que ese anciano me toque!

Mis manos fueron liberadas y terminamos en el pasto del descampado. El agujero negro del arma se colocó justo entre mis ojos.

- ¿En qué estas pensando, dulzura? ¡El que te está cogiendo soy yo! - Pegó un tiro hacia la copa de árbol y unas hojas cayeron sobre mí. - Chupame. - Me ordenó y tomé su pene entre mis manos. - Mirame, quiero ver como te la comes.

Mis rodillas picaban por el pasto y, por momentos, sobretodo cuando él empujaba profundo,  me era difícil respirar. Los mechones que caían sobre mí rostro eran acomodados detrás de mi oreja o permanecían en sus manos para dominarme.

- Ya, suéltalo, no irá a ninguna parte. Parate... - Me sentó en el capó del auto y sumergió mi pene en su boca. Mis piernas se cerraron por impulso, pero sus brazos las abrieron  y me recostó sobre la plancha de chapa. El calor del motor y la forma en la que mi cuerpo resvalaba me estaba desarmando.

- Vamos, ven conmigo. Déjame probar tus dulces. - Mis caderas se levantaron y él las empujó y presionó su lengua en mí; golpeé el capó con ambas manos y un gruñido salió de mi boca. - ¡Eso! ¡Así! - Sus manos tomaron mi cintura y me acercó para besarme. - Muy bien. ¿Puedo? - Me volteó y eyaculó entre mis nalgas.

Antes de irnos, revisó el auto y cargó otras tres armas que tenía, un rifle, un fusil de francotirador y tres semiautomaticas. Las aves cruzaban sobre nosotros y yo lo mantenía ocupado para que no las lastimara; al menos ellas nacieron con el poder para volar, pueden irse a donde quieran. A veces creo que los humanos las matamos porque estamos celosos y queremos mostrarles, de alguna forma, que su don no es tan especial. Aunque, sé que Chanyeol no lo hace por eso, es más, para él matar a un humano es tan natural como respirar.

Me tomaba en sus brazos como si fuera su arma preferida y construía y descontruía a mi alrededor y dentro de mí. ¿Qué sentía por él? Calma. ¿Estaba enfermo? ¿Estaba mal? No lo sabía. Él me hacía sentir bien.

Me sentía flotar en un mundo nuevo, como si pudiera volar. Chanyeol colocaba un arma en mis manos y me sostenía, la bala atravesaba el vidrio de esos edificios y una multitud huía. ¿A dónde? Chanyeol tenía otros planes para ellos. Por cada kilómetro arrasado en sangre, una maleta nueva era recogida por él en cada lugar desértico. Era como un niño con juguetes nuevos.

- Hay que sacar á pasear a esta belleza. - Me decía mientras colocaba cada pieza sobre mi vientre, pecho y cuello. - Le volaremos la cabeza a unos cuantos... 

Le gustaba lo liquida que era la sangre, dicía que se creaban obras de arte con ellas, que sus asesinatos eran artísticos. Y se enojada cuando un cuerpo seguía en movimiento; arruinada su arte. Tanta era su obsesión que programaba los disparos según ritmos perfectos; un código difícil de identificar porque no eran una lluvia de balas, eran percusiones.

La mayor parte del tiempo me la pasaba desnudo en la cama y con muy pocas ganas de hacer; él, en cambio, si no estaba ocupado en mi cuerpo, trabajaba con las cuchillas y dagas que había conseguido en una feria. De vez en cuando íbamos a los clubs para que él consiguiera objetos de prueba, y así, era  yo quien atraía a tipos idiotas que me seguían hasta un callejón creyendo que eran cazadores. Era lamentable verlos luchar contra Chanyeol, que estaba visiblemente cabreado, y se desquitaba con todo lo que tenía sobre ellos.

Demasiado violento. A veces creo que quieres impresionarme. ¿No es así? Me sentiría mal si no fuera de es forma.

Después de mi trabajo, solo debía esperar en una esquina a que él terminara. Su espalda se veía muy bien cuando estaba enojado y explosivo.

Chanyeol se llevó el cadáver para depositarlo en algún lugar visible y yo me quedé. Unos minutos pasaron y un par de figuras entraron al callejón encapuchados y con armas escondidas.

- Joven Oh. - Colocaron unas esposas en mis manos y comenzaron a arrastrarme hasta una camioneta negra.

¿Chanyeol? Muy gracioso, sal ahora. ¿Qué  pasa?  ¿Quienes son?

No podía verlo. ¿Dónde estaba? ¿Qué le hicieron?

- ¡Chanyeol- Grité desgarrando mi garganta y una sombra salió desde la otra cuadra y comenzó a avanzar hacia nosotros como una bestia liberada.

Las puertas se cerraron y una jeringa se clavó en mi pierna.

- Chanyeol... Chan... Ayúdame.

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