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Un suéter azul con cuadros y formas geométricas, una camisa del mismo color y unos pantalones cortos de color blanco; un poco de maquillaje y un peinado acordé fue lo que logre temprano en la mañana. No quería recibir a mi invitado con el uniforme gris del hospital, aún sigo siendo Oh Sehun, el hijo introvertido de la supermodelo Jya.

La cita estaba programada para las nueve. La enfermera llegó y me acompañó mientras desayunaba. Todo el tiempo miraba mi aspecto y ella lo notó.

- Te vez hermoso. ¿Quién viene? ¿Algún chico lindo? ¿Guapo? ¿Tengo que vigilarlos? - Me apuré a negar. - Lo sé, cariño. Es ese familiar que tiene que venir...

Sentía que sabía más de lo que me decía. La miré durante unos largos minutos y ella sonrió.

- No me hagas caso. - Se acercó un poco. - La doctora estará aquí, con ustedes.

No me lo esperaba.

La ayude a recoger las cosas y se retiró. ¿Quien será esa visita? ¿Por qué la doctora se veía tan preocupada ayer? Bueno, no estaría solo con un desconocido.

Ordené un poco mi habitación y abrí la única ventana que había; me gustaba, se sentía bien. Se suponía que la doctora llegaría con el invitado o, por lo menos, antes que él.

Ojalá traiga chocolates... ¿Será mi nana? Quiero que sea mi nana.

Era imposible, seguramente estaría en casa sirviendo a mis padres o algo así. ¿Ella puede visitarme?

Se lo diré a la doctora.

Eran las diez y no llegaba nadie.

¿Qué les pasa?

Estaba tan intrigado que decidí salir a buscarlos. Como la última vez, atravesé cada pasillo al azar y terminé frente a la misma puerta. Observé hacia atrás, la puerta tenía una buena vista del pasillo.

Seguramente él los vio.

Golpeé con cuidado la puerta, no quería molestarlo. La respuesta fue un golpe al menos cien veces más fuerte que los míos; pensé que la puerta se caería.

- Ese perfume... - La voz era áspera. - ¿Dulzura? No... sí, no puedo estar equivocado. Sabía que eras tú, puedo sentirte y olerte. - Hubo una pausa. - ¿Qué necesitas? ¡Ah! Es verdad, lo olvidaba. No puedes hablar. ¿No?

Me acerqué lentamente y golpeé una sola vez su puerta; luego, me puse en puntas de pié y traté de mirar a través de los orificios.

- Que ternura... ¿Quieres que te ayude? - Golpeé nuevamente. - Bien, estoy atorado aquí y necesito tu ayuda. - Asentí. - Necesito que traigas las llaves de la puerta. Están en la oficina de la izquierda, en el pasillo de enfrente... Y una cosa más, no dejes que ningún guardia te vea.

Comencé a caminar y, gracia al cielo, mis zapatillas no producían eco. Podía sentir su mirada en mi espalda y en cada movimiento que hacía. La sala de vigilancia estaba asegurada por todas partes. ¿Cómo sacaría las llaves? No había forma humana de hacerlo.

¿Qué voy a decirle? Lo siento, no puedo ayudar.

Me resigné y me adentré a esa rara oscuridad... ¿Por qué estaba tan oscuro? ¿Qué sucedió? No era el ambiente, no era yo, era él. Tomé coraje y acerqué mi mano al metal, un leve dolor y una capa sólida de oscuridad me rodearon. Estaba dentro de la habitación de ese hombre.

¿Qué?

Mi cuerpo comenzó a temblar y busqué algo a lo que agarrarme, lo que sea. Nada. Estaba en medio de la nada, solo el piso era tangible.

Si pudiera gritaría. Tengo miedo...

- Oye, no te asustes. Soy yo dulzura. - Unos brazos rodearon mi cintura y sus caderas golpearon fuerte mi trasero. - Perdona... Aunque debes admitir que tengo un nuevo récord. Abrí está mierda de cerradura en menos de un minuto. - Su aliento humedeció mi cuello. - ¿Cuánto crees que tarde en quitarte la ropa? Podemos hacer una marca... También, podemos ver cuánto tiempo puedo follarte... Bueno, podemos hacerlo por posición.

Su verga se frotaba descaradamente por mis nalgas y sus manos frotaban mi vientre.

No me hagas daño. - Las lágrimas cayeron y llevé mis manos a mi rostro.

- Tranquilo dulzura... La pasaremos bien. - Mordió mi cuello. - Me gusta como tus labios se contraen, se verán bien en mi pene. - Su mano sujetó mi muñeca y leyó la cinta de identificación. - Oh Sehun... No importa, ahora tú y tu culito se llamarán Park Sehun, porque ya eres mío. - Sus manos apretaron una de mis nalgas. - Voy a probarlo...

Pataleé pero fui arrojado, sin ropa en la parte baja, a la cama. Sus manos abrieron mis piernas, luego mis nalgas y su boca se metió de lleno en mí.

¡No! ¡No!

Sus dientes rasgaban mi piel y su lengua presionaba hacia adentro. Las mordidas me ardían, estaba seguro de que me sangraba porque su lengua se distrajo en mis nalgas. Mis muslos latían por las bofetadas que recibían.

Todo se detuvo y una sábana negra cayó sobre mí.

- ¡Park Chanyeol!

- ¿Qué?

- ¿Tú...

- No puedo oírlo, la puerta es muy gruesa.

- ¡¿Qué hacen aquí?! Deberían estar buscando al hijo de los Oh. - Chanyeol se rió a carcajadas.

- ¿Se les perdió algo? ¿Puedo ayudar? ¿Es lindo? Porque puedo ayudar si es lindo y, como recompensa pueden prestarmelo unas dos o tres horas... depende de que tan lindo sea. - Clavó sus ojos en mí. - Días, semanas... o más.

- ¡¿Qué hacen hablando con este desquiciado?! ¡Maldito enfermo! - Esa voz. - Ni se te ocurra tocarlo; es mío. ¿Dónde está? - Es amigo de mi padre.

- Señor, no debe gritar a los pacientes. Encontraremos a su prometido.

- No pienso salir de este lugar sin Sehun. Sus padres me dijeron que estaba aquí y que podría llevarmelo hoy mismo si quería.

- Los señores Oh no han dicho nada de eso, su hijo aún está en tratamiento.

- No importa. Voy a llevarme a esa belleza de aquí y, una vez que esté instalado a mi lado, haré que continúe su tratamiento en otro lugar.

- ¿Un anciano como tú piensa que puede con un niño? No puedes ni venirte con tus manos. ¿Crees que podrás atender a un jovencito? Con todas esas hormonas que se cargan, lo más seguro es que te engañe con el limpia piscinas o con cualquiera que la tenga dura.- Dijo entre risas.

- ¡Maldito enfermo!

- Cuidado, una patada más a la puerta y te puedes morir de un ataque. ¡Traiganme al chico, que conozca lo que es bueno antes de que se lo lleve el anciano! - Bajó la voz. - También puedes comprarle muchos juguetes o pagarle un amante. Ojalá lo encuentres antes que yo.- Colocó su oreja en la puerta. - Se ha ido... - Me sonrió. - Para herir el orgullo de un hombre solo es necesario insultar a su pene.

Retiró la sábana y la arrojó en el suelo, había manchas oscuras en ella.

- Tenemos mucho tiempo para divertirnos dulzura. - Sacó una navaja de un hueco de la pared y atravesó la tela en el piso. - Lindo suéter... - Me lo quitó y lo cortó en tajos. - Ponte tus lindos pantalones y se obediente, dulzura.

En medio de la madrugada abandonamos el hospital. Cruzamos la ruta a pié, él robó un auto estacionado y me dio ropa para cambiarme.

- Tu aspecto de niño bonito y bien portado llamará la atención.

Era evidente. Chanyeol tenía el cabello teñido de gris y su ropa era negra y deportiva; era mas alto que yo y su cuerpo, más fuerte. En comparación, mi ropa era similar, pero un poco más holgada y mi cuerpo más dócil y delgado.

¿Dónde vamos? ¿Por qué me lleva con él? ¿ Por qué el amigo de mi padre estaba allí? ¡No! ¡No! ¡No quiero!

- Vamos a conseguir ropa más decente y, vamos a continuar con lo que dejamos pendiente, dulzura. Nadie va a buscarte, cuento con que todos creerán que estás muerto. - Detuvo el auto. - Veremos las noticias mientras te comes mi pene.

La visión se vuelve borrosa y descubro que Chanyeol me ha inyectado algo en la muñeca.

¿Cuándo?

- Te distraes muy fácil, dulzura. - Apretó con fuerza el volante del auto. - ¿Sabes por qué destruí tu suéter? Porque te lo pusiste para esperar a ese imbécil. No soy un idiota... Si estabas pensando huir con ese anciano, recuerda esto... Me perteneces y voy a romperte en mil pedazos si es necesario. - Ubicó mi cuerpo en el baúl del auto y cerró la puerta. - Dulces sueños, dulzura.

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