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Capítulo 6 La forma de las emociones


«La ciudad comenzó a morir», esas fueron las palabras que vinieron a la mente de Amelia apenas abrió las ventanas. La tierra se quebró, el agua se descontroló, el mar se agitó, el fuego refulgió como si estuviera enojado y el aire gélido, se mezcló con la nieve. Todo era caos. Los hechiceros de todas las edades gritaban y corrían sin rumbo, la magia en ellos estaba marchitándose.

Amelia salió corriendo, esquivando como podía a todos y todo. Corrió hacia la casa de Alexei y al llegar un silencio sepulcral reinaba. Abrió despacio el portón y se internó en el jardín de rosas azules y se percató de que todo allí, estaba calmo como si el desequilibrio no hubiera llegado, como si todo fuera un santuario al equilibrio, uno que podía quebrarse en un abrir y cerrar de ojos.

Alexei estaba tendido en el jardín y las rosas lo rodeaban, parecía un príncipe dormido y lastimado, sus manos sangraban e incluso un hilo de sangre caía por su mejilla.

—Alexei —susurró Amelia como si temiera destruir la tranquilidad del espacio.

El supremo abrió los ojos al oírla y se sentó tomándola de la cintura, a la altura del cinto verde de su sobretodo. Ella se dejó tomar y conducir hasta el lado de él. Pasó sus suaves dedos por donde tenía sangre y lo miró de forma angustiosa. Él la abrazó y traspasó todo el dolor que sentía, convertido en emociones que ella captó muy bien.

—La magia nos ha abandonado —dijo soltándose de ella.

—Eso no puede pasar ¿Qué ha sucedido?

—La fuente de los elementales, la que nos nutre de magia, tiene su agua ennegrecida, está muriendo —tocó una de las rosas y ésta se deshizo.

—¿Cómo es que los nutre?

—Todos llevamos magia en nuestras almas y se esparce en el cuerpo como el torrente sanguíneo y parte de ella, la esencia primordial, está en esa fuente, si muere, nuestra magia se extingue —se incorporó y comenzó a alejarse.

Amelia lo siguió y pensó en lo que había sentido al abrazarlo y se dio cuenta de algo.

—¿Puedes llevarme? —preguntó tomando su mano.

—¿A dónde?

—Dónde está la fuente.

—Solo el Supremo y los del aquelarre pueden —respondió frío.

Amelia apretó el puño.

—¿Desde cuándo te interesa el protocolo? Ni siquiera yo debería estar aquí, incluso debo volver, los híbridos no tenemos derechos para salir y seguramente lo sabes ¿Y ahora no me dejas ayudarte?

Alexei respiró hondo y toda la fachada construida, se deshizo.

—Discúlpame es que… luego de esa noche…

—¿Te arrepientes?

—¡No! Yo nunca me arrepentiría. Te amo, Amelia —se sorprendió por decirlo y sus sentimientos comenzaron a ahogarlo.

Amelia abrió grandes los ojos, se acercó y lo abrazó desde atrás, al hacerlo sintió que no quería dejarlo, que no podía, pero debía hacerlo.

—Alex yo…

—No digas nada, por favor. Tienes razón, te llevaré a la fuente.


Los miembros del aquelarre estaban rodeando a la fuente y la observaban con angustia. La poca magia que habían convocado, formó un círculo de colores simbolizando cada elemental.

Allí el aire era frío y al respirar un leve vapor se elevaba. La enredadera de las paredes estaba marchita y el aroma a flores era agrió. La muerte rondaba como un virus silencioso.

Alexei llegó junto a Amelia y le indicó que se quedara distanciada por el momento. El sonido de sus zapatos alertó a los hechiceros y levantaron juntos las miradas.

—Al fin aparece —dijo un joven pelirrojo con tono despectivo.

—Ignoraré tu tono, Ricardo. Apártense.

Todos lo miraron confundidos.

—Si lo hacemos, el agua se esparcirá ¿Quiere matarnos? —preguntó una joven de rizos oscuros.

—No seas ilusa, Laura. Hagan lo que ordeno.

—¿Cómo se atreve a traer a una alquimista híbrida? —preguntó Ricardo.

—Ella puede ayudarnos. 

—Supremo o mejor dicho «Suprema»

—largó Laura con aspereza sonriendo.

Los demás la miraron extrañados y un joven rubio, arrugó la túnica azul que tenía puesta y fue el primero en soltarse de los demás, cortando el contacto.

El agua oscura se agitó y comenzó a filtrarse por las orillas de la fuente.

Alexei se acercó e indicó a Amelia que viniera a su lado.

—Mi nombre es Alexei y soy su supremo. Espero que desde hoy, quede claro para ustedes y todo hechicero que no importa la identidad y orientación sexual que se tenga. Aquí todos somos iguales, somos personas y hechiceros y nuestra única distinción, es el elemental que usamos —terminó de forma calmada.

Todos asintieron y el joven rubio murmuró a su lado «Gracias». Alexei no lo miro, pero sabía que era como él.

Levantó ambas manos y la energía en forma de agua salió y rodeó a la oscura.

Amelia juntó sus manos y transmutó energía gris.

—Esta agua está ligada a ti, Alexei, tu eres en parte, la fuente de la magia —dijo tocando el agua oscura.

Su energía se mezcló con la de Alexei y juntas le bloquearon el paso.

—¿Entonces en mí está el problema original?

—Sí. Ordena tus emociones.

Pero era complejo. Había demasiada sangre derramada por él, rencor y dolor. 

Amelia tocó sus mejillas con ambas manos y los hechiceros la miraron asombrados, nadie debía acercarse así al supremo.

—Sana tus heridas —susurró ella.

La energía que la alquimista trasmitió, viajó por su alma y fue sanando cada espacio, pensamiento e incluso, su magia «¿Cómo era eso posible?». Comprendió que esos actos fueron hechos con justificación, le dolían, pero así lo había decidido en su momento. La muerte de la gobernante y de su tía, la anterior suprema hechas por sus propias manos, habían sido necesarias.

Abrió los ojos y ella se apartó. La energía que bloqueaba el paso del agua, desapareció y la oscuridad también.

Los hechiceros se inclinaron ante los dos y ambos se sorprendieron.

—Supremo, usted y la alquimista, nos han salvado. Discúlpenos por favor. No tenemos como agradecerles —dijeron todos juntos.

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