Capítulo 4 El viento del norte
Era de noche y Alexei invitó a su casa a Amelia, como su hermana no estaba y tampoco las damas de aseo, pensó en que estarían en privacidad.
Encendió las velas de los candelabros con sumo cuidado y sirvió carne asada con verduras y dos copas de agua.
—¿No bebes vino? —preguntó Amelia, cortando la carne.
—No, me cae mal y tengo que tener cuidado al manipular el fuego o puede dañarme más de lo común.
—¿Cómo?
—Los hechiceros del agua podemos sufrir heridas irreversibles o hasta morir si tenemos contacto directo y prolongado con el fuego.
—Eso es normal, pensé que podías combatirlo de otra manera.
—Se puede pero, ahora no, la magia es inestable y puse limitaciones en el uso de ella —dio un sorbo a la copa y movió los dedos—. No te invité a hablar sobre eso.
—Supuse que no ¿qué sucede?
Juntó ambas manos y bajó la mirada.
—¿Qué sabes de mí?
—Que eres el Supremo y asumiste luego de —suspiró y alargó su mano a la de él tocándolo y sorprendiéndolo—, asesinar junto a tu hermana a la anterior suprema, tu tía.
—Fue así pero lo hice porque… mi madre debía serlo y ella la envió a un sueño profundo, porque había descubierto mentiras en su gobernación y…
—No me des explicaciones, fue lo correcto. Ella no tenía buenas relaciones con los alquimistas ¿Era eso lo que querías decirme?.
El tacto de su mano con la de él, la tranquilizaba y las emociones que le hacía sentir ese acto, le hacían cosquillas.
Alexei se sorprendió y tomó la muñeca de ella y la acarició.
—No solo eso, es otra cosa, yo… no fui siempre Alexei. Quiero que lo sepas antes de que te enteres por las habladurías.
Amelia apartó la mano y lo miró confundida.
—¿Qué quieres decir?
—Yo antes era… no sé como decírtelo —arrugó una servilleta y la voz se le quebró.
Amelia entonces lo comprendió, incluso era algo normal entre los alquimistas pero recordaba que entre los hechiceros no lo era.
—Lo entiendo y Alexei a mi no me importa quien eras antes, me importa quién eres ahora —se levantó y sin pensarlo se dejó llevar y lo abrazó.
Alexei correspondió al abrazo primero con desconcierto y luego los sentimientos afloraron y quiso algo que jamás se le había cruzado, pero no podía.
—Yo… estoy escapando —comenzó a hablar Amelia sin saber por qué—, de una persona a la cual quiero, pero él no a mí. Volvió a sentarse, apagando lo que había sentido al abrazarlo.
—Espero entonces, que la estés pasando bien —dijo con tono frío y sintiéndose mejor por no haber hecho lo que se le había cruzado.
Amelia regresó a donde se hospedaba. Sentía que sus emociones eran un torbellino y que había sacado el tema de Steven para escapar de algo que comenzaba a tener sentido y no quería admitirlo.
«¿Acaso él?» se preguntó mientras se metía en la cama y apagaba la luz «¿Es por lo que me dijo o quizás es? No, no puede ser» dijo en voz alta y luego se dejó llevar por el sueño.
Habían pasado dos semanas y el festival del Viento del Norte, se realizaba a mediados de invierno, cuando ya había nevadas y todos los hechiceros vestían los atuendos de esa estación: trajes y vestidos de colores azul, blanco y violeta. Se adornaba la plaza central con puestos de helados de invierno hechos con las frutas de la estación, hielos mágicos que creaban los hechiceros del agua, dulces y bebidas calientes, música y baile. Era tradición que el Supremo fuera con su pareja e inagurara el festival y Alexei invitó a Amelia.
—¿Crees que luzco bien? —preguntó Amelia saliendo del hotel y luciendo un vestido celeste de mangas largas con vuelos, la tela era de polar y llevaba guantes haciendo juego.
—Estás hermosa, Amelia —sonrió él tomando su mano. Tenía puesto un traje azul francia.
—Te agradezco por invitarme, aunque de seguro varias hechiceras quisieron acompañarte.
—No fue así.
Se tomaron de las manos y él la abrazó. Habían dado ese pequeño paso y ya no temían a esa demostración cariñosa.
El festival estaba repleto de hechiceros de diferentes edades. Los del fuego encendieron las antorchas, los de tierra hicieron crecer flores invernales, como la orquídea de los alpes y los del aire, elevaron los globos de colores.
Por un momento, Alexei se sintió intranquilo, el manejo de la magia para el festival era excesivo, pero de inmediato dejó de pensar en ello y subió al escenario bajo la atenta mirada de todos.
—Hoy es un día especial, como nuevo supremo inicio este festival de invierno, El viento del norte y espero estar presente en varios más —de la palma de su mano surgió un remolino pequeño de viento que se elevó y luego comenzó a nevar.
Todos aplaudieron y la música inició.
—¿Quieres bailar? —preguntó a Amelia, mientras bajaba del escenario.
—Claro que sí.
Amelia se sentía dichosa, como si en ese pequeño instante, estuviera la felicidad plena y bailó a su lado, a pesar de las miradas y murmullos de todos.
Cuando ya anochecía, la llevó a una parte apartado de todos. Se sentaron en los bancos y la atrajo hacia sí. Ella se había quitado los guantes y tenía las manos frías y él las tomó entre las suyas.
—Alex yo...—comenzó a decir pero las palabras se le ahogaban.
—¿Sucede algo? —acarició su cabello.
—No solo que…
—¿Estás incómoda?
—No, tu me haces feliz, Alexei y a veces pienso que…
—Yo igual, pero por hoy no quiero pensar.
Las palabras se diluyeron como los copos de nieve al caer en sus ropas y sin pensarlo demasiado, el beso surgió, uno cálido primero, para volverse uno más pasional.
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