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Capítulo 2 Rosas azules

Llovía y las gotitas habían empañado las ventanas, el sonido del viento hizo chocar una rama en el vidrio y eso despertó a Amelia. Se acomodó más entre las sábanas y abrió apenas los ojos. Hubiera querido dormir más pero había quedado de desayunar con Alexei; así que se sentó en la cama y se refregó los ojos.
Sintió entonces, que algo se deslizaba por la puerta. Donde estaba durmiendo, era un hotel pequeño y las habitaciones también lo eran, solo contaban con un ambiente dividido un living, un escritorio, la cama y el baño.
Se incorporó y recogió los papeles que resultaron ser dos cartas y apenas reconoció la letra, las manos le temblaron.
«¿Qué quieres ahora?» se preguntó mientras se sentaba en un sillón y leía la carta y al rato, la arrugó y la lanzó al cesto de basura, volvió a la cama y comenzó a llorar.

Alexei se miró al espejo y un escalofrío lo recorrió, el sueño que había tenido aún se mantenía vivo en su mente y lo estremecía, tomó el cepillo y lo pasó por su cabello y con la otra mano tomó el vaso de agua. ¿Qué había sido ese sueño? Era el agua de la fuente de Los Elementales, el color negro en el que se había tornado, le trajo terror y se ahogó con el agua.
-¿Estás bien, hermano? -preguntó la voz calma de su hermana al otro lado de la puerta.
-Lo estoy, Maëlis, no te preocupes -dijo tomando aire.
Pensó en su encuentro con Amelia y eso fue un empuje para alejar las imágenes del mal sueño.

Amelia llevaba puesto un piloto verde, botas negras de lluvia y un paraguas transparente. Se acercó al portón de una casa lujosa, con un jardín lleno de rosas azules y blancas y una fuente en el medio. Ella apenas podía pagar un departamento y se admiró del lugar, hubiera querido algo así, pero un híbrido no podía acceder a lujos. Tocó el timbre y las puertas se abrieron. Ingresó y observó el jardín y vio acercarse a Alexei con un piloto parecido al de ella pero azul.

-Bienvenida, Amelia, entra o vamos a empaparnos -la tomó de la mano y la condujo adentro.
-Buenos días, Alexei. Tu casa es hermosa.
Adentro, una joven se acercó ofreciéndole panecillos con miel y un vaso de leche.
-Gracias -dijo tomando un panecillo y el vaso de leche, mientras observaba el decorado fino, con una gran biblioteca blanca -. Realmente es bella. Los alquimistas híbridos no podemos darnos un lujo así.
-No comprendo mucho eso de alquimistas híbridos -se sentó en el sillón y la invitó a sentarse a su lado.
-Verá usted...
-No, Alexei.
-Alexei... Existen alquimistas de la luz, que transmutan con emociones positivas y de la oscuridad, con emociones negativas y luego los que son como yo, usamos ambas emociones.
Alexei enarcó una ceja mientras daba una mordida al panecillo, dio un sorbo al vaso de leche y la miró divertido.
-Amelia, todas las emociones son positivas y nos ayudan a crecer, no veo el por qué de esa división y los híbridos son evolucionados, por decirlo de alguna forma.
-Puede que lo sean pero transmiten una energía diferente y tienes razón pero las cosas son así -bajó la mirada.
-Aquí eres una visitante y no hay esa distinción; no importa el elemental que maneje el hechicero, todos tienen el mismo trato.
-Ojalá fuera así allá.
Alexei se incorporó, tomó su vaso ya vacío y movió los dedos haciéndolos girar y apareció agua cristalina. Amelia miró asombrada.
-¿Cómo haces eso?
-Quedaron gotas de leche y las transformé en agua... digamos que fue la materia prima.
-Suena a alquimia, usar algo de igual valor para obtener otra cosa.
-Algo así. La magia está en nuestra sangre y alma -la tomó de la mano-. Vamos a dar un paseo.

La llevó al jardín repleto de rosas azules y Amelia que jamás había visto algo así, quedó anonadada. Se soltó de la mano de él y caminó entre las rosas admirándolas, quiso tomar una y la espina la pinchó, de inmediato Alexei tomó su dedo y le pasó el suyo y la herida cerró. El roce de su dedo sobre el suyo produjo una electricidad en la alquimista y se sonrojó levemente.
-¿Estás bien? Las rosas azules tienen espinas más grandes y hay que ser cuidadoso al tomarlas.
-No lo sabía, seré más precavida -dijo aún aturdida por lo que había sentido.
-Quisiera seguir charlando pero debo irme, Amelia.
-Yo igual, gracias por todo.
Alexei tomó una rosa, pasó la mano sobre ella y las espinas desaparecieron y los pétalos quedaron húmedos como si hubieran sido recién rociados.
Amelia la tomó y otra vez el roce con su mano la estremeció.
-Gracias, eres muy amable, Alexei.
-Gracias a ti por la compañía -quiso acercarse y abrazarla, no entendió el por qué, pero mejor se detuvo-. Puedes venir cuando desees.

Esa noche, Alexei antes de dormir, se preguntó qué le sucedía, pero no había respuesta para ello, no había aún nada lo suficientemente certero.

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