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Capítulo 1 Pasteles de frambuesa


Amelia sentía que el nerviosismo iba menguando y los latidos igual, lo había visto y pensó de una manera ingenua, que sus sentimientos habían desaparecido, pero no había sido así sino que allí seguían, habían estado solo adormilados y lo detestó.

Cerró la puerta al verlo doblar la esquina y se sentó en el sillón de su sala. No quería hacerse ilusiones y no se lo iba a permitir, así que pensó en irse un tiempo de esa ciudad, al menos hasta que las vacaciones escolares finalizaran y comenzara a trabajar como maestra, hasta entonces no quería verlo más.

No quería ir a la Ciudad de Almas, allí los habitantes eran muy elitistas y si ella por ser alquimista híbrida era marginada entre los de su clase, peor iba a ser allí. Una ley no les permitía a alquimistas y señores del tiempo relacionarse, así que la Ciudad de Lords y Ladys del Tiempo tampoco era una buena opción. Entonces pensó en ir a la Ciudad de los Sentimientos, la de hechiceros.

«Unas vacaciones allí no me vendrán mal, los hechiceros son más inclusivos» Pensó.

Alexei estaba intranquilo y daba vueltas alrededor de La Fuente de los Elementales y observaba las figuras de Los Hechiceros Eternos, los fundadores de la Ciudad y suspiraba con resignación. Luego de asumir como Supremo y haberse puesto al día con la administración de todo, le habían llegado los terribles informes de la gobernación de la anterior suprema y con esfuerzo estaba poniendo las cosas en orden. Pero además, algo estaba sucediendo y por eso, el agua de la fuente perdía su característico color agua marina y la magia se veía afectada, el manejo de los cuatro elementos, era inestable.

Pero en lugar de seguir sumido en la preocupación, se dirigió a la cafetería para relajarse.

La cafetería estaba ubicada un piso más abajo y allí todos los hechiceros que trabajaban, iban.

El ambiente de la cafetería era alegre, lleno de risas, charlas y hasta música, algo totalmente diferente al silencio glacial de donde venía Alexei.

Se paró frente a un espejo amplio cercano a las mesas y vio que estaba ojeroso y el cabello rubio despeinado, él que nunca descuidaba su aspecto físico, ahora era todo un desastre.

Se acercó a la mesa de dulces y en cuanto tomó un pastel de frambuesa la mano de alguien también lo hizo. Él giró y se encontró con una pelirroja que lo miraba divertida.

-Disculpe usted, es que adoro estos pasteles.

-Ah, no importa, llévalo -la observó detenidamente y notó que tenía los ojos rojos-. No eres hechicera ¿verdad?

La pelirroja se puso nerviosa y se dio cuenta tarde, que no llevaba lentes.

-No, soy alquimista y estoy de vacaciones y vine a hablar con el supremo, sé que él debe firmar mi permiso para estar aquí unos días -acomodó los pasteles y un jugo de uva en su bandeja, bajando la mirada.

-Entiendo ¿y para qué has venido? - tomó un jugo de arándano y un trozo de tarta de chocolate.

-Pronto comenzaré a ejercer como maestra para niños pero antes quería relajarme unos días ¿conoce al supremo?

-Está bien. Bienvenida entonces - dijo sonriendo -. Soy Alexei Debosh, el supremo ¿Cuál es su nombre?

Amelia se tambaleó y casi derramó su jugo, él la tomó del brazo y le dijo divertido.

-Tranquila... puedes quedarte y espero disfrutes tu estadía.

- Soy Amelia Draken y...es que pensé que...

-¿Iba a ser un Supremo terrible que no se mezcla con los demás? -imitó una voz tenebrosa.

-Algo así. El líder de los alquimistas mantiene la distancia.

-Bueno, aquí no es así. Bienvenida Amelia.

Ambos se dirigieron a una mesa y charlaron. Ella se sintió aceptada y ni siquiera usó sus lentes y él se desconectó, olvidando sus obligaciones.

Ella quería olvidar y dejar que sus sentimientos desaparecieran hacía la persona equivocada y él solo quería distraerse.

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