Capítulo 4
Los siguientes días fueron en terribles, mis compañeros seguían en la misma tónica y yo sorteaba los obstáculos que a diario dejaban en mi camino. Mi hermano había decidido casarse con Caitin, pero luego de que el bebé naciera y supiera que era su hijo. Pilar lo consideró como una buena señal, porque desconfiaba y si lo hacía, no amaba a Caitin. Ella seguía teniendo esperanzas de recuperar a ese idiota y yo solo quería golpearla hasta que entrará en razón.
Eso que el amor es bello, era pura mierda, te hace estúpido vulnerable y puedes terminar secuestrado o muerto.
Vivo en un cómodo apartamento desde hace un mes, lo que me llena de felicidad. Sin embargo, la noche anterior me dio mamitis y quise dormir en casa. Me estoy enterando en este instante y mientras desayuno que Axel y Caitin Russo, habían firmado un documento en donde ambas partes aceptaban que, en caso de querer alguno de ellos el divorcio, el otro no lo negaría.
No sabía mucho de leyes, pero según mamá, con ese simple documento la mujer podía divorciarse. La sorpresa se la llevaron los padres de esta, pues no había vienes que repartir. Axel le había pasado todos lo que tenía a nombre de su padre, inclusive la flota de cruceros que, aunque figuraba como propiedad de la empresa de Filippo Russo, él era el único dueño de esos monstruos.
—Así que, se quedara sin el pan y sin el queso —termina de hablar Giselle, mi madre que se lleva la taza de café a sus labios. —Eso sólo si Axel aparece y le da el divorcio, algo que según la mujer nunca quiere hacer.
Papá también le quitó a mi hermano la dirección del hospital, cosa que no le molestó, pues según él contaba con un sueldo suficiente para sostener a su hijo y a la dama en cuestión, tampoco se vio molesta. Imagino que tener un hijo de Liam, y el primer nieto de mis padres, le aseguraba la fortuna que ellos tenía. Por la razón que fuera, a mí no me quitaba el sueño, tenía mi empleo, una carrera prospera y eso bastaba para vivir.
—Camila Mancini debe dar saltos de felicidad —respondo acompañando a mi madre con las sonrisas y terminando mi desayuno. —o estará planeando convencer a su yerno de que le dé mesada.
—Lo dudo —dice mi madre seria —¿Sabes algo de Axel? —me pregunta, tomando una servilleta y limpiando mi mejilla de los restos de tarta.
No, sólo sé que Colín y Maury le entregaron las fotos de lo encontrado, que fueron tratados como animales por el grupo y obligados a llenar un informe falso. Le cuento a mamá que la policía, había llegado un par de días después y sacado a toda la tripulación que iba con él ese día.
—¡Es increíble! Pobre chico, lo que debe estar sufriendo —sus labios pequeños se recogen y su rostro palidece.
Si bien, los Russo cuentan con el dinero para pagar un posible secuestro, pueda no sea un secuestro lucrativo. Lleva siete meses, ya casi ocho y no dan señales de decir que quieren o el monto a pagar. Eso y el hecho de no ser encontrado, la marina de la isla no hallo nada, los tiene al borde de la locura.
—Es peligroso—habla papá entrando al comedor y besando mis mejillas, luego hace lo propio con mamá —Filippo debe saberlo mejor que yo, si no piden dinero y menos dan señales que está vivo, es que no quieren o no necesitan dinero, el secuestro deja de ser lucrativo y se convierte en otro fin. Más peligroso, porque pueda que lo quieran muerto, luego de lo que sea que planean, sí que ya no lo está.
—¿Cómo cuáles? —preguntó curiosa y aprovecho la experiencia de papá como Marín.
Sonríe tomando mis manos y las besa, ambos saben que desde que supe de la desaparición de Axel, lo que mi hermano y su esposa le hicieron, no he podido conciliar el sueño. Cuando todo se sepa, estaremos en la palestra pública y mis padres serían señalados. Tal parece que Liam, no fue consciente de eso o de la edad tan avanzada de papá y lo la salud de nuestra madre.
—Pues por el momento, sé que lucrativo no es, no han pedido dinero. —me empieza a decir y mamá se levanta para servirle el desayuno —algunas veces es por ideales políticos, normalmente, son líderes políticos de extrema, diferentes a las víctimas. —sus ojos celestes, tan iguales a los míos me miran fijamente y sonríe al verme mirarlo atenta.
—Que tampoco es el caso —interrumpe mamá dejando el plato con el desayuno a mi padre y ambos asentimos.
—Motivos hay muchos —dice—venganza, Social, a veces lo hacen esos grupos ambientalistas y se llevan a quienes están dañando el planea —sigue diciendo y parece pensar un poco.
—Por herencia o auto secuestro —habla mamá —pero ese no el caso, Axel es hijo único.
—Lo de la herencia puede que sea un buen motivo y no necesariamente tiene que ser un hermano —explica —puede ser desde su esposa por ser su heredera o los padres de esta, algún familiar de Filippo, etc.
Decido dar fin a nuestros dotes detectivescos e irme a trabajar, porque de llegar tarde no dudarían en empapelarme. Tras calmar a mis papás y mentirles diciendo que no tenía problemas en mi trabajo, como el soplón de Liam había dicho, salí a mi labor. Llegué al cruce de caminos, en donde un auto bus de la empresa recogía a empleados. Entro y me encuentro con todos los cupos vacíos, incluso aquellos que iban solos, los miserables habían dejado en la silla vacía su bolso al verme entrar.
Avanzo con el incómodo bolso en mis hombros y encuentro un puesto en solitario, al lado de la ventana y en la última parte del auto bus. La gran mayoría de los que iban allí, llegaban de civiles y se vestían en los casilleros, un lujo que yo no me daba. De hacerlo, tenía que desnudarme delante de estas bestias asquerosas y que me miraban en este instante como bicho raro.
Por fortuna, el recorrido no dura mucho, pues yo suelo ser la última en recoger. Desde que se llevaron a los cinco fantásticos el ambiente ha empeorado, creo que es porque ellos desconocen el motivo. Creen que fui yo la que los tiré de cabeza con el jefe, porque no faltó la lengua suelta que nos vio esa noche juntos tomando fotos e hicieron sus conjeturas.
Cómo mi humanidad me importa y no quiero tropezar, ser pisoteada por todos estos mastodontes, los dejo salir a todos y espero que el bus esté vacío para hacerlo yo. Una vez lo hacen, bajo en calma y me dirijo a los casilleros en donde dejo el morral, yendo segundos después por la bitácora. Tengo doble turno y mi salida está dispuesta para dentro de veinticuatro horas.
Inspiro y respiro, apretando con fuerza el papel, giro sobre mis talones negándome a dejarme vencer. Soy consciente que el área que me toca, es peligrosa, sola y que estaré con los que menos me soportan. No obstante, quiero creer que su puesto es más valioso que hacerme daño o hacerme sentir como un gusano.
Camino por los pasillos en la semi oscuridad, que sólo lo alumbra una que otra lámpara cada cierto espacio e intento ignorar la voz de Pilar, quien días antes insistía en sus locas estadistas. Ahora que lo pienso, ella tuvo que decirle a mi hermano lo que estoy viviendo, necesitaba de una excusa para escuchar su voz y yo se la proporcioné.
Me instalo debajo de una lámpara, dejo entre mis piernas la planilla, mientras me coloco el casco, los guantes. Acto seguido, miro mi itinerario y me encuentro que no he sido ascendida en labores, sigo teniendo trabajos de soldador. Curso que había estudiado en mis vacaciones y solo para no regresar a casa.
De tal manera, que no podía quejarme, mi currículo decía que lo era.
Que sea en este sitio y al lado de estos cuatro, no hace menos fácil mi tarea. El 80% de los acosos son laborales, empieza a decirme una voz, sonrió al recordar, ante mi inminente miedo. Él 90 % termina en abuso sexual y el 20% en muerte, sin contar con aquellas que no denuncian porque necesitan el empleo. Estoy tan inmersa en esa voz que no soy consciente de los pasos que se acercan detrás de mí, hasta que unas manos en mi cuello y ser llevaba a las paredes con violencia me hacen reaccionar.
Reconozco a mi agresor como Santana, un mexicano de pocas pulgadas, territorial y a quien no le caigo nada bien. El día de ayer, boicoteo mi informe, razón por la cual no lo pude entregar y fui amonestada. Debe medir más de dos metros, brazos y cuerpo tan fuerte que muy seguramente puede partir mi cuello en dos sin mayor problema.
—No me gustan los traidores —habla e intento respirar.
La falta de oxígeno, es tanta que olvido todo lo que he aprendido en las clases de defensa personal. Me ha tomado tan desprevenida que me cuesta un instante tomar acción.
—Genial, entonces esos cinco los odiaras—alcanzo a decir entre jadeos y el hombre aprieta más fuerte —ellos entregaron a tu jefe.
El alivio que siento segundos después no es porque me haya creído, he visto dos brazos tomarlo desde atrás y a este soltarme. Otra persona más, me toma por la cintura y me aleja de mi agresor, al tiempo que mis pulmones empiezan a colapsar y toser.
—Respira, Parissi —ordena una voz.
—¿Qué pasa aquí? —la voz de Bruno retumba en el lugar.
La pregunta es tan estúpida que empiezo a reír ¿Qué pasa aquí? Repito en mi mente como si no fuera obvio que ese infeliz quería matarme. Me incorporo con dificultad y alcanzo a ver a Santana con el rostro pálido, Bruno lo tiene tomado por el cuello. Recuerdo que he escuchado tiene dos niños, es padre soltero pues su esposa no soporto estar lejos de México y lo dejó solo.
—Me debes una disculpa Santana, esta vez te pasaste —hablo con voz entrecortada.
Bruno también lo suelta y su ceja oscura alzada mirándome me pide explicaciones. Intento encontrar una excusa, para sacar a éste de un despido seguro, por qué sin duda eso harían.
—Estoy esperando una explicación, por si no se han dado cuenta —habla.
No más bien, ruje.
—Ella salió de la nada —se defiende y achino los ojos —son solo juegos Parissi, digamos es el comité de bienvenida.
—¿Alana? —insiste Bruno en espera que niegue o afirme la explicación de Santana.
Ya estamos rodeados, por todo el equipo de trabajo, me observan en silencio. Cinco de ellos están en problemas judiciales y los currículos de todos están siendo revisados. El estrés del despido corre por los pasillos oscuros de nuestros lugares de trabajo. Que todo se dé, después de verme hablar con el gran jefe y de irme con él, me hace culpable a sus ojos.
Y es que, hasta el momento, nadie sabe del secuestro de Axel, porque su padre espera que llamen a pedir rescate.
—Solo diles que me dejen trabajar, —hablo al fin —No quiero un baño privado, ni maquillaje o ser tratada de forma especial, solo como un compañero más. —sigo mirándolos a cada uno y mis ojos se cruzan con los de Santana, claramente sorprendido por qué no lo eché de cabeza. —no tengo nada que ver con que esos cinco estén en prisión.
—¿Debo levantar un acta de esto? —insiste mirándome fijamente y niego —Si no llego a tiempo te asfixia Alana.
—Yo lo provoque—aclaro —el dañó mi informe de ayer y por eso no lo pude entregar... Puedes constar en cámaras si quieres.
Señaló el lugar frente a mí y Bruno sigue mi mano, sé que no lo hará, por lo menos el que conozco, es perezoso y nada útil a la sociedad. Estoy casi segura que otro hace los informes y el solo lo firma, porque este tipo es un parásito que vive de los demás, desde tiempos remotos. El silencio que sigue es tenso, todos se miran entre sí y yo solo deseo empezar a trabajar.
La pausa que sigue es larga y mis ganas de salir huyendo también, ese hombre ha querido matarme y lejos de acusarlo ¡Lo defiendo! ¿Es que no aprendes de tus errores Parissi?
—Lo dejaré pasar—murmura señalando a Santana y luego a todos —pero los estaré vigilando ¡A trabajar! —ordena.
Y no tiene que decírmelo dos veces, me alejo del grupo e intento no cruzar palabras con ellos. En lo que queda de mi turno y de ser posible del resto de mi vida, no quiero volver a ver a ese hombre. El suceso los aleja de mí y es la primera vez que puedo hacer mi trabajo, sin interrupciones o sus burlas. Al final de lo cual, no sólo logró hacer mi trabajo, sino que también el informe del día anterior.
Veinticuatro horas después salgo de las instalaciones, con los pies pesados y la sensación de miles de piedras en mis hombros. Eso sí, aliviada y con la satisfacción del deber cumplido.
—Alana, —llama una voz que reconozco bien y suspiro.
—No estoy, Conti... Soy un holograma, bastante real y en 3d —le digo sin mirarlo y avanzando.
—¡Mentiste! —insiste siguiendo mis pasos—no provocaste a Santana ¿Por qué Alana?
—Amo mentir, deberías recordarlo —replico y acelero los pasos al ver que la voz es cada vez más cerca.
—Esto es serio... ¡Detente! —su voz es alta, lo que me hace acelerar y a él correr detrás de mí.
Una vez me alcanza, me detiene, gira mi cuerpo y se aleja unos pasos con las manos en alto. Mi respiración es irregular, pero alerta a cualquier ataque de su parte. Intento descifrar sus facciones y no veo más que el rostro de un hombre, relativamente simpático, preocupado y hasta confundido.
—Mi tío Filippo no sabe de eso Alana... Te pido.... —alza las manos y las cierra con fuerza en un puño luego suelta el aire —te ruego, no le digas nada, ni a él o a Axel.
—Déjame tranquila entonces —respondo —¿Qué te importa porque mentí? —sus ojos se oscurecen y señalan lo que hemos dejado atrás.
—Soy tu jefe y mi deber es velar por la seguridad de todos, estas siendo acosada y no has hecho reportes —porque no quiero ver tu sucio rostro, le dice mi ceja alzada —pagué mi error, pedí disculpas y tu padre fue indemnizado.
Suelto el morral que cae al suelo haciendo un ruido estrepitoso y recuerdo que tengo allí partes de mi proyecto de vida, mi boleto y pensión a mi vejez. La idea de ir por el mundo, a bordo de un crucero que he diseñado yo, administrarlo y vivir plenamente está en ese morral. Ruego a Dios que diez horas de trabajo no he hayan ido al traste por culpa de este imbécil.
—Número uno no fue un error porque no es como si me llamaras Susana en vez de Alana —empiezo a enumerar y me observan con enojo —número dos, no pagaste nada porque sembraste tres árboles, barriste un parque y te tomaste cincuenta mil fotos y número tres, papá no recibió dinero del tuyo. Hizo la venta de un edificio y mucho antes de enterarse la bestialidad que me hiciste.
En respuesta me toma por el brazo y me sacudo con fuerza alejándome rápidamente e instalándome de medio lado. Mi posición le causa risa y aunque no soy precisamente Bruce Lee, sé que puedo dar buenos golpes antes de gritar fuego y salir huyendo. Atrás ha quedado el lado amable, ante mi tengo a un hombre de rostro férreo y potencialmente peligroso para mí.
—Llegaste drogada, te desnudaste y mostrarte todo tu obeso cuerpo...
—Corrección —interrumpo por qué está lejos de hacerme sentir mal, he tenido tiempo de perdonarme a mí misma y de aceptar no fue mi culpa —me embriagaste, drogaste, luego me llevaste e ese lugar.
Estaba drogada y pueda que existan cosas que haya olvidado, pero la gran mayoría de lo que sucedió esa noche lo recuerdo. Como que los miembros de su equipo no quisieron tocarme, por lastimas o por asco, lo que sea, pero él sí. Gracias a Dios Zack escuchó las risas y aunque llegó a salvar de un mal mayor, el daño ya estaba hecho. Para las autoridades y la sociedad fui una chica que tras drogarse fue en búsqueda de aventuras y sexo fuerte, luego de lo cual se arrepintió.
Mis palabras no le gustan, supongo la Alana que tiene ante él, no es tan dócil. Avanza hacia mí con las manos en un puño y un cuerpo se cruza en mi camino. Solo veo un cabello rubio y al que sea decirle a Bruno.
—Dame un motivo Conti —habla el desconocido —solo uno. —repite.
El rostro de Bruno se contrae y desfigura por la ira, pero ante la imposibilidad de acercarse a mi da media vuelta y se aleja. Entra al auto y da un portazo, acelerando cuál conductor de fórmula uno.
—¿Estas bien? —dice el desconocido que, al verle de frente, descubro que no lo es tanto.
—¡Zack! —gritó lanzándome hacia él y soy recibida por un abrazo —¿Dónde estabas? Llevo casi ocho meses aquí y no te has dejado ver.
Sonríe alzándome en brazos y avanza conmigo hasta lo que imagino es su auto. Zack, siempre me ha tratado como una hermana menor, tiene solo dos hermanos y ambos son varones.
—Ocupado cariño y lo de Axel nos tiene a todos así —frunzo las cejas y lo veo pasar las manos por ellas sin dejar de reír.
Tiene ese aspecto de niño bueno, pero no se dejen guiar por eso, se vale de ese aspecto para obtener lo que quiere, que es básicamente las mujeres que le gustan. En términos generales, es un buen tipo y muy amigo de mi hermano y de Axel, más de este último que del primero.
—Te llevo a casa —dice dejándome en el suelo —tenemos mucho que hablar—abre la puerta de su auto y me hace entrar. —pero en la tarde, porque te vez cansada.
—No, porque sé que te veré en la próxima noche buena —me quejo y eso lo hace sonreír —igual no voy a dormir y te mostraré algo.
El viaje a casa es entre risas y recuerdos de mi infancia, lo molesta que solía ser con los tres por querer llamar la atención y lo pacientes que eran con la hermanita de Liam. No hace comentarios de Axel y solo lo menciona para decirme que la tripulación señaló al culpable y este se culpó de todo el secuestro, sin señalar a nadie más. Que sea amigo de Liam y de Caitin, que ambos le hayan engañados hace piensen que tengamos que ver.
Y de nuevo viene a mi mente mis padres, la vergüenza que sentirán al saber que mi hermano es señalado de cómplice. Sea culpable o no, es difícil para ellos. Que se case con la ex de su amigo y tengan un hijo, todo esto mientras el hombre sufre las inclemencias del secuestro.
—Es aquí —le digo señalado el edificio y lo observa en silencio.
—¿Qué piso? —pregunta.
—Diez, es seguro —me apresuro a decir al verlo mirar con desconfianza, pero luego nos bajamos del auto.
Subimos al piso correspondiente y atravesamos los tres apartamentos, el mio es el último. Le explico que lo arrendé amoblado y me pregunta, si no necesito más decorado, refiriéndose a los escuálidos muebles y la cama que, aunque grande es vieja.
—Me perturba la idea, de saber quién durmió en ese lugar o lo que hicieron —habla señalando mi cama.
Había olvidado lo molesto que solía ser y la manera extraña que tenía de hacer ver la cosas. Salto al escuchar la estruendosa risa y al verle me está mirando divertido, ha visto mi cara de asco.
—Compraré un colchón —me apresuró a decir.
—Y muebles, no quieres saber lo que se puede hacer en uno de estos—insiste y al mirar alza las cejas una y otra vez. —¿Qué me vas a mostrar?
Lo llevo a la segunda habitación, en donde solo hay una mesa, dos sillas y varios objetos en un rincón. Encima de la mesa, reposa lo que sé es mi futuro y realización como profesional. Silba con sorpresa mientras ingresa a la habitación y mi pecho se hincha con orgullo al verle con rostro risueño y admiración al detallar mi maqueta.
En miniatura, de cuatro pisos y todo lo real que me ha sido posible se encuentra mi proyecto de grado. Solo lo hice en planos y mis profesores pidieron verle en algún momento de mi vida en maqueta o tamaño real. Aun no tenía un nombre y tampoco estaba armado en su totalidad, recuerdo la pieza que tenía en mi mochila y la abro rápidamente. El saco sonriente y dejó en la mesa, descubriendo que está en óptimas condiciones y salvo un mástil caído, lo demás está en orden.
—Siempre lo dije, eres una mujer magnífica —dice abrazándome y besando mis mejillas —Axel amara este proyecto.
Frunzo las cejas y niego porque si bien, me gustaría la idea que Russo me patrocinara. De momento, no quiero tener lazos con esa familia, solo de trabajo. Lo que mi hermano les hizo es abominable y difícil de digerir, tanto para ellos como para mis padres.
—Nadie sabe de esto —digo y su rostro gira a mí —solo mis profesores, tu y yo... Me gustaría que siguiera así.
—Pensé que querías hablara con ellos —sonrió mientras me abrazo fuerte a él. —pero solo lo quieres compartir con tu hermano preferido.
—Tu si me entiendes —murmuro con un nudo en la garganta.
—Liam también, es solo que debes tenerle paciencia —me aclara. —es de mal carácter, debes saberlo.
El me juzgó sin siquiera saber mi versión creyó en la historia de todos menos en la mía. De él fue la idea padre de enviarme lejos, mi padre lo hizo para alejarme de Bruno, pero Liam de la vergüenza de ver a su mejor amigo y decirle que su hermana era una buscona y drogadicta.
—Jamás creyó en mí o quiso escucharme...
—Tus padres te creyeron —dice y sonrío —y yo también, preciosa. Yo también te creí...
Y ha guardado el secreto de lo que ocurrió ese día, fue tan caballeroso que sólo lo compartió con mis padres, prometiendo no hablar nada al respecto jamás, salvo a las autoridades. Solo que su palabra no fue suficiente, comparada con todo el equipo de soccer y el sobrino de Filippo Russo.
—¿Te ayudo? —pregunta al ver que me he quedado en silencio y sonrió asintiendo. —bien, entonces has café y luego me dices que hago.
Se quita la chaqueta que deja en la silla, mientras yo salgo de la habitación. Es como si el tiempo retrocediera y tengo ante mí, al que me ayudaba con las maquetas escolares y mis tareas. Liam jamás fue dado a esas cosas, para el fui y era una molestia, alguien que solo hacía pasar vergüenza.
Mi alegría era un jodido problema para él, en todo momento y situación.
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