8. Esto no puede estar mal
Me encontraba desayunando. Nancy se había ido hacía unos minutos, su madre estaba preocupada y no le había dado más tiempo para quedarse.
Sonreí al recordar el día de ayer, el cine, la cena y su olor a vainilla inundando la habitación, aún me sentía como si ella siguiera a mi lado.
Al acabar de desayunar me arreglé lo mínimo y me coloqué el uniforme para ir a trabajar. Al llegar Steve ya había abierto, estaba en el mostrador. Parecía ausente y se encontraba mirando un libro fijamente. No parecía haberse percatado de mi presencia.
—¿Steve?
Él me miró frunciendo el ceño. No dijo nada, solo salió del mostrador y comenzó a colocar algunas películas. Me estaba ignorando.
—¿Qué mosca te ha picado?
Estaba realmente confundida, no sabía que le había pasado. Me acerqué a él a lo que se apartó bruscamente de mí.
—Déjame en paz, Robin— pronunció mi nombre con desprecio. Eso me rompió en pedazos.
—¿Qué coño te pasa?— estaba comenzando a enfadarme yo también.
—¿Quieres saber qué coño me pasa?
—¡Por algo te lo estoy preguntado, imbécil!
Él se acercó a mí, tenía la mandíbula apretada. Yo le miraba con firmeza.
—Eres una mentirosa— me escupió esas palabras en el rostro.
Al principio no entendía de lo que estaba hablando, pero luego comprendí a qué se refería, así que agaché la cabeza sin decir nada al respecto.
—Me dijiste que ibas a ir con una amiga, fui al cine solo y entonces os vi, a ti y a Nancy ¡Me mentiste!
Estaba realmente enfadado, yo me mantuve callada, prefería dejarle acabar.
—Te dije sobre mis sentimientos, y tú...me mentiste ¡Te gusta Nancy!
Esas palabras hicieron que algo en mí hiciera un pequeño click. Steve tenía razón, me gustaba Nancy.
—No tenías suficiente con romperme el corazón que encima...encima tienes que quitarme a Nancy ¡Eres una egoísta!
Sus palabras me estaba sentando como mil cubos de agua fría cayendo sobre mí.
—¡Di algo!
—Lo siento.
No sabía que decir, necesitaba ordenar mis pensamientos. Elevé la mirada.
—No lo puedo creer ¿No había chicas suficientes que tienes que escoger a Nancy, Robin? ¿Por qué tienes que ser así? Si tan solo te gustaran los chicos, todo sería más fácil.
Noté como mis ojos se humedecían. Recordé cuando empecé a sospechar que me gustaban las chicas, me costó mucho aceptarme y quererme tal y como era, y pensaba que Steve lo había entendido, pero no. Con esas palabras había hecho que de pronto comenzará a odiarme de nuevo.
—Yo solo te mentí porque tenía miedo, no quería perderte, a ti ni a Nancy.
Steve me miró. Pareció arrepentirse de sus palabras y estiró su mano hacia mí intentando ayudarme.
—Robin...
Su boca se torció un poco, parecía arrepentido de sus palabras.
—No me toques.
Salí corriendo de la tienda, no sé dónde me dirigía, solo corrí, corrí y corrí hasta no poder más. Suspiré al llegar al pequeño parque en el cual Nancy y yo habíamos compartido nuestro primer helado.
Al llegar, me senté en el mismo banco y observé el lugar, no había nadie y no era de extrañar, era muy pronto y la mayoría de niños dormían. Escondí la cabeza entre mis rodillas y seguí llorando.
Era una cobarde.
Tal vez Steve tuviera razón, no había dejado de mentir todo este tiempo. Notaba como las lágrimas caían sobre mis labios, pasé mi lengua sobre estos saboreando el sabor salado mezclado con la tristeza.
—¿Robin?
Una voz y un olor repentino a vainilla hicieron que me quedara paralizada. Al verla las lágrimas volvieron a aparecer en mis ojos y el miedo volvió a envolver mi cuerpo.
—Robin ¿Qué ocurre?
Yo no dije nada, seguía escondida entre mis rodillas, quería desaparecer. Ella no desapareció, noté como se acercaba a mí y me rodeaba con sus brazos.
El olor a vainilla inundaba mis orificios nasales y el corazón no me dejaba de latir cada vez más rápido.
—No sé que te ha ocurrido, pero puedes contarme lo que sea— ella levantó mi cabeza e hizo que la mirara a los ojos—No tengas miedo de llorar.
Yo miré sus ojos sin decir nada, notaba como el cuerpo me temblaba.
Nancy me tendió un pañuelo y lo cogí para secarme las lágrimas. Tenía que contárselo, sincerarme con ella, y asumir las consecuencias.
—Me he peleado con Steve— miré a Nancy, ella optó por no decir nada y dejarme continuar—Le mentí, le dije que había ido al cine con otra persona y no contigo.
—¿Por qué le dijiste eso?— preguntó ella, aunque ambas ya sabíamos la respuesta.
—Me dijo que volvía a tener sentimientos por ti, yo tuve miedo porque...
—Puedes confiar en mí— sus ojos azules se clavaron en mí con una pequeña sonrisa tranquilizadora.
—Yo no rechacé a Steve porque no era mi tipo de chico...yo...—tragué saliva y noté como la voz me temblaba cada vez más—Me gustan las chicas Nancy, por eso le rechacé.
Noté como si me hubiera sacado un gran peso de encima. Observé a Nancy, pero no dijo nada, solo entreabrió los labios un poco, su mirada seguía fija en mí.
—Entiendo si quieres que dejemos de ser amigas, o lo que quiera que seamos.
En realidad no lo entendía, no entendía por qué había gente que pudiera llegar a odiarme por el simple hecho de mi orientación sexual. Pero no quería hacer más daño a Nancy.
—No quiero que esto acabe Robin— sus palabras me sorprendieron—No te voy a juzgar, ni mucho menos odiarte, es una estupidez.
Sus brazos me rodearon de nuevo. Cuando ambas nos separamos del abrazo nuestros ojos quedaron muy cerca y nuestros labios también.
Miré sus labios y unas ganas tremendas de besarla se apoderaron de mí.
—Me da igual lo que diga la gente, solo sé que esto— ella acarició con suavidad mi mejilla—Esto no puede estar mal de ninguna manera.
—Siento haberte mentido, y a Steve...Tenía miedo, no quería que nadie más me rechazara— agaché la mirada.
Había decidido que este iba a ser el momento ideal para sincerarnos.
—Vi que habías estado viendo mis fotografías, la chica que estaba conmigo fue mi mejor amiga y yo estuve enamorada de ella hace años, ella al saberlo...Nunca había visto tanto odio y asco en una mirada. Se alejó de mí para siempre, pero yo la seguía queriendo. Estoy cansada de sufrir por eso Nancy.
Ella acarició mi mejilla y sonrió, estaba intentando tranquilizarme.
—No sabe lo que se pierde.
—Nancy, no quiero que sufras por esto.
Ella me interrumpió negando con la cabeza. Noté como de un segundo a otro nuestros labios se juntaban. Al principio no sabía muy bien como reaccionar, pero finalmente ambas nos acabamos besando. No podría describir con palabras lo que sentí en ese momento, así que solo diré que fue la mejor sensación que había experimentado nunca. Noté como el miedo y la tristeza desaparecían de mi cuerpo, solo dejando hueco a la felicidad y a la euforia de ese momento.
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