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13. Bufanda azul

Me desperté junto a una maraña de pelo castaño, olor a vainilla. No tardé en recordar lo de la noche anterior. Sonreí inconscientemente. Había sido mi primera vez, y había sido jodidamente genial.

—Buenos días, bella durmiente— Nancy abrió los ojos mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.

—Siento haberte despertado— dije mirando la hora en mi pequeño reloj.

—¿Has de irte a algún sitio?— me preguntó ella haciendo un puchero.

—He de ir a trabajar, desayunaré algo por el camino. Había pensado que podíamos quedar después.

Nancy asintió sin borrar la sonrisa.

—Iré a buscarte.

Era pronto, preferí dejar que siguiera durmiendo. Me vestí sin hacer mucho ruido y fui al cuarto de baño para peinarme un poco.

Tenía un chupetón enorme en el cuello.

No tenía ni idea de que hacer y tampoco tenía mucho tiempo, así que lo primero que se me ocurrió fue coger una bufanda azul del armario. Más que frío hacía calor, pero podía poner cualquier excusa.

Salí de la casa de los Wheeler sin hacer mucho ruido y me dirigí por la calle central, seguro que podía encontrar algo para desayunar y luego ir a trabajar.

—¿Robin?

Una voz detrás de mí hizo que me girase en su dirección.

—Oh, Jessica— sonreí al verla. Sus heridas habían mejorado y ya no tenía los moratones en la cara.

—¿Qué haces por aquí tan pronto? ¿Y por qué llevas una bufanda? Hace calor — me preguntó ella arqueando una ceja.

—He de ir a trabajar— estoy segura de que mis mejillas se tintaron de rojo al oír la segunda pregunta.

Jessica rió.

—Veo que te has reconciliado con Nancy ¿Sabes que así llamas más la atención?

—Es que no sabía que hacer— dije avergonzada.

—A mí me funciona muy bien ponerme una cuchara congelada o simplemente aplicar maquillaje.

—No lo había pensado.

—Siempre llevo algo encima, vamos a quitarte esa bufanda, estás diciendo a gritos que escondes algo— rió ella.

—Gracias— sonreí.

Ella sonrió. Ambas nos dirigimos a una de las calles cercanas donde nadie nos podría ver y me quitó la bufanda.

—Es bastante grande— mis mejillas cada vez estaban más rojas—Tranquila, será fácil— ella me guiñó el ojo.

Llevaba un bolso de color negro, del cual sacó unos polvos de color carne, no me preguntéis el nombre porque no tengo ni idea de maquillaje. Me lo comenzó a aplicar sobre el chupetón, lo hacía con suavidad y perspicacia.

—¿Has tenido que hacer esto muchas veces?

—Mi hermano es muy sobre protector, y Skylar no se corta un pelo.

Yo asentí. Después de unos minutos ya había acabado, guardó el maquillaje en su bolso y sacó un pequeño espejo. Me lo tendió y pude ver como el chupetón había desaparecido.

—Increíble— dije impresionada.

—Gracias— dijo orgullosa.

Nuestra conversación fue interrumpida por mi estómago, el cual rugió. Jessica rió haciendo que me pusiera aún más roja, volvió a abrir su bolso y sacó dos paquetes de galletas.

—¿Tu bolso es mágico?

—Ya me gustaría, el truco es distribuir bien las cosas para que quepa todo.

—Eres increíble.

Ella se sorprendió ante esas palabras. Yo al darme cuenta de lo que había dicho negué rápidamente.

—Me refiero a lo del maquillaje, el bolso...Bueno, sabes hacer muchísimas cosas— rectifiqué.

—Gracias, Robin— sonrió—Me alegra que pienses que soy increíble.

Ella sonrió y ambas seguimos nuestro camino. Me explicó que ella también iba a trabajar, en su caso de camarera.

—Oye Jessica, tengo una pregunta.

Había algo que me había estado carcomiendo, y sentía que ambas nos dábamos confianza.

—Claro, no hay problema.

—¿Cómo te hiciste esas cicatrices?— pregunté con curiosidad.

Su sonrisa desapareció y agachó la mirada. Me arrepentí al instante de haber hecho la pregunta, pensé que a lo mejor habría sido cosa de un accidente, pero no parecía ser nada de eso.

—Lo siento, no tendría que haberte preguntado eso.

—Bueno...—susurró—Es que...

Parecía que le costaba formular las palabras.

—He sido una idiota...No debería haber preguntado nada— suspiré arrepentida, estaba preocupada.

—No, no es eso— sonrió un poco—Me cuesta mucho contarlo, pero quiero hacerlo. Tú has confiado en mí y yo confío en ti.

Sus palabras me alegraron. Ella volvió a recuperar su seriedad.

—Mi padre murió cuando era pequeña y mi madre se quedó a cargo de mi hermano mayor y de mí. Pero ella no ejercía de madre, solo bebía y bebía. Muchas veces solía desahogarse con nosotros— suspiró—Un día, mientras mi hermano trabajaba, cogió una botella de vidrio y me golpeó en la espalda, fue un milagro que no acabara muerta en el acto. Un vecino escuchó el estruendo y pronto me llevaron al hospital, por suerte mi hermano es mayor de edad y pudo quedarse con mi custodia— sus palabras fueron claras y precisas, aunque su voz parecía frágil.

Se me encogió el corazón al oír eso, no me podía imaginar lo mal que lo habría pasado, me había dejado de piedra.

En un acto inconsciente la abracé, notaba su corazón latir contra mi pecho.

—Lo siento muchísimo.

—Tranquila, fue hace unos años. Desde ese momento todo ha ido para mejor.

—Gracias por contármelo— sonreí admirando su valentía.

—Gracias a ti por escucharme— dijo sonriéndome de vuelta.

Después de esa conversación, ambas nos despedimos. Era increíble ver todo lo que podía ocultar una persona. En ese momento supe que había hecho una verdadera amiga, una que me podía comprender y ayudar, igual que Steve.

Llegaba unos minutos tarde. La campana de la tienda anunció mi entrada, Steve estaba en el mostrador preparando la caja registradora.

—¡Robin! ¿Qué tal te ha ido con Nancy?

Estos días estuve explicándole todo a Steve por llamada. Era el primero en saber todo lo que me ocurría con Nancy.

—Muy bien, ya nos hemos reconciliado.

—¿Y qué tal está Jessica?

También le expliqué el asunto del callejón, fue gracioso porque intentó conseguir una cita con ella. Sin embargo, no fue posible.

—Justo me la he encontrado por el camino, todo bien ¿Tú qué tal estás, cabeza hueca?

Me acerqué hacia el mostrador, me alegraba de verle.

—Bien, ayer estuve con Dustin jugando a los videojuegos, y hablé con una chica— sonrió él, orgulloso.

—¿Una chica?— pregunté arqueando una ceja.

—Bueno...Era una chica virtual, pero una chica.

Ambos reímos. En realidad tenía su parte de razón. El día fue tranquilo, vendimos algunas películas, y Steve y yo hablamos sobre temas aleatorios, fue un buen día.

Al acabar Nancy me vino a buscar con su coche y ambas nos despedimos de Steve.

—¿A dónde me llevas?— pregunté.

—Sorpresa— dijo ella con la mirada fija en la carretera.

Sonreí. Me encantaban las sorpresas y más si eran de Nancy Wheeler.

Ella paró delante de su casa. Yo la miré desconcertada.

—Estamos en tu casa.

—Vamos.

Ella no quiso darme ninguna explicación, yo asentí y salimos del coche para dirigirnos dentro, no parecía haber nadie. Nancy me guió hasta el comedor.

—Cierra los ojos.

Cerré los ojos y un olor a pasta hizo que me relamiera los labios.

—Ábrelos.

Los abrí. Había una mesa con dos velas y dos platos de espaguetis, en medio un cuenco de palomitas dulces. Estaba todo decorado y mi canción favorita estaba de fondo. Noté como el corazón me comenzaba a latir más rápido.

—Esto es precioso, Nancy.

Sin aguantarlo más, agarré sus mejillas y ambas nos fundimos en un solo beso, disfrutando de nosotras y del ambiente.

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