12. Te quiero
El sonido del timbre me despertó de mi sueño profundo. Me había quedado dormida. Recordaba perfectamente que había ocurrido, salí corriendo, me entró un miedo increíble, y no lo pensé dos veces. Al instante me arrepentí, había dejado a Robin sola.
Me sentía como una cobarde.
Salí de mi habitación para ver quién había picado, era bastante tarde.
—Hola, Mike ¿Está Nancy?
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al oír la voz de Robin. No sabía qué hacer.
—Claro, está en su habitación.
Oí sus suaves pasos subir por las escaleras y acercándose cada vez más a la habitación. Me incorporé rápidamente sobre una silla.
El sonido de la puerta me dejó ver sus preciosos ojos azules.
—Nancy— me miró fijamente, no sabía describir la expresión que puso en ese momento.
—Robin, siento haberme ido, debes odiarme...— estaba realmente arrepentida.
Ella hizo un gesto para que ambas nos sentáramos sobre la cama y así lo hicimos.
—Quiero que me des una explicación.
Su voz parecía calmada, pero tenía que estar enfadada, yo en su lugar lo estaría. Iba a ser sincera con ella.
—Las dos chicas que estaban atacando a la otra...Eran dos amigas mías, Vanessa y Sarah.
No pude ver el rostro de la tercera, pero vi el de ellas dos, dos rostros de dos amigas, con las cuales antes quedaba y compartía mis secretos. Pensamientos fugaces de sus caras de odio hacia mí y como mi vida se acabaría si ellas o alguien supiera de mi relación con Robin.
—¿Y?
—Tuve miedo Robin, si ellas se enteran...mi vida acabaría...
Fui consciente de que mis palabras eran egoístas, pero el miedo dejaba fluir mis palabras y no me daba tiempo a pensar con claridad lo que decía.
—¿Te importa más tu imagen que los demás, Nancy?— me preguntó ella fríamente.
—No es eso...
Intenté arreglar la situación, pero solo lo estaba empeorando.
—¿No? Dejaste que dos chicas agredieran a otra, y me dejaste sola.
Sus palabras me dejaron helada, tenía razón.
Tuve miedo, miedo de que lo nuestro terminase por mi culpa.
—¿Qué ocurrió con la chica?— fue lo único que logró salir de mi boca.
—La chica era Jessica Smith, está bien, conseguimos huir.
Me sorprendieron sus palabras, conocía a Jessica, había hablado algunas veces con ella, ya que teníamos amigas en común.
No me pude imaginar lo horrible que debió ser para ella.
—Lo siento, tendría que haberla ayudado.
—Pero no lo hiciste—me miró—Te vuelvo a hacer la misma pregunta Nancy ¿Te importa más tu imagen que los demás?
No supe que responder, claro que no, yo quería a Robin, yo querría haber ayudado a Jessica. El miedo volvió a dejarme sin palabras.
Ella suspiró y no dijo nada, solo salió de la habitación. Coloqué ambas manos sobre mi rostro y miré al techo intentando contener las lágrimas.
—Nancy ¿Estás bien?
La voz de Mike me sobresaltó. No podía mentirle en ese momento.
—¿Te has peleado con Robin?
—Algo así— dije en un susurro.
Él se acercó a mí y observó mi rostro. Luego suspiró.
—Os vi a ti y a Robin besándoos en el parque— me miró seriamente.
Me quedé congelada.
—Mike...
—Nancy, no tienes de que preocuparte, a mí no me importa, lo veo igual de normal. Mira, a Will le gustan los chicos, me lo dijo hace tiempo, y ninguno le hemos juzgado— sonrió.
Sus palabras enternecieron mi corazón. En ese momento pensé que tenía el mejor hermano del mundo.
—Así que no sé que ha pasado, pero si quieres a Robin ves a buscarla.
—Tienes razón, gracias Mike. Hablaremos de esto más tarde.
Corrí por si aún podía alcanzarla. No quería perderla e iba a recorrer el mundo entero si hacía falta.
Oí su voz en una de las calles cercanas, parecía que estaba con alguien. Al asomarme vi a Robin, y a Vanessa y Sarah delante de ella. El miedo volvió a mi cuerpo. Sin embargo, cerré los ojos y respiré hondo.
—¡Nancy! Que casualidad, ven y ayúdanos a darle una lección. Antes escapó con la zorra de Jessica y ahora verá las consecuencias.
—Claro— sonreí.
Me acerqué a Robin mientras ambas permanecían detrás. Ambas clavamos nuestros ojos en la otra, en el momento que parecía que iba a impactar mi puño en la nariz de Robin me giré dándole a Vanessa.
—Vete a la mierda, Vanessa.
—¡Mierda! ¡Me has roto la nariz!— exclamó la chica con un gesto de dolor.
Sarah miró preocupada a su amiga y luego dirigió su mirada hacia mí.
—Les diremos a todos esto, vamos a arruinarte la vida— me amenazó.
Su amenaza no me importó y el miedo desapareció de mi cuerpo. No me importaba lo que hicieran, quería a Robin y no iba a permitir perderla.
—Hazlo— dije yo con la mirada fija en sus ojos marrones—A ver quién os cree ¿No creéis que llamaréis más la atención vosotras si lo decís?
Ella apretó la mandíbula, y rendida miró a Vanessa.
—Nessa, vámonos.
Ambas se alejaron de nosotras. Miré a Robin, ella me dedicó una sonrisa y nos fundimos en un tierno abrazo.
—Lo siento Robin, he sido una egoísta, no quiero perderte...— estaba realmente arrepentida.
—Todo está bien Nancy— me sonrió ella, rascando su nuca algo apurada—Entiendo la situación, yo también lo siento. No supe bien cómo gestionarlo.
—¿Quieres venir a casa? Estaremos más tranquilas.
—Claro— sonrió.
Decidimos ir a mi casa para hablar un rato y estar juntas. Al entrar nos encontramos a mi madre, la cual miró desconcertada a Robin.
—No me habías dicho que una de tus amigas se quedaba a dormir.
Sonreí ante las palabras de mi madre y miré de reojo a Robin.
—Claro, ella es Robin.
—Un placer, señora Wheeler— sonrió ella.
Ambas subimos a la habitación y al entrar estallamos a carcajadas.
—Ni siquiera tengo pijama— me dijo Robin cruzándose de brazos ante mi espontánea decisión.
—¿Y quién ha dicho que nos hagan falta pijamas?
—No sabía este lado de ti, Wheeler.
—Supongo que solo me lo provocas tú, Buckley.
Ambas sonreímos entrelazando nuestros dedos. Todo fue improvisado y espontáneo. Nos acercamos a la cama y Robin se tumbó en esta, yo me coloqué encima de sus piernas mientras observaba su preciosa sonrisa.
—Te quiero— me dijo ella.
Sus palabras me sobresaltaron, ella al ver lo que había dicho intentó rectificarlo.
—Lo siento...yo...
—Yo también te quiero.
Ambas volvimos a sonreír, yo acaricié su mejilla y me incorporé en sus piernas. Me acerqué a sus labios y ambas nos besamos con dulzura, aproveché el acto para quitarle la camiseta con suavidad. Me separé de sus labios para observarla, estaba nerviosa, supongo que nunca se había expuesto ante alguien así.
—Eres preciosa— dije de forma inconsciente.
Ambas acabamos sin ropa, nuestros cuerpos estaban juntos, nuestras pieles mantenían contacto. Nuestras cabezas estaban a milímetros disfrutando de las caricias de la otra. Fue un momento único, me sentí como en una nube de placer y satisfacción.
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