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CAPITULO VI

Las palabras del Rey de la Oscuridad calaban tan hondo en la mente de Yuuji que por un breve momento olvidó lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Todo lo que su mente podía pensar era en el rostro altivo de su captor mofándose del vínculo más profundo que el pelirrosa había tenido. ¿Acaso sería cierto que Satoru permitiría que su ego fuera más grande que su preocupación por la situación que estaba atravesando Yuuji en este momento?

Apretó los dientes intentando deshacerse del dolor que sus propios pensamientos le estaban causando. Si la maniobra que el Rey intentaba crear en él tenía como objetivo sembrar inseguridad sobre su relación, lo estaba consiguiendo. Él mismo se lo estaba permitiendo al dudar así, pero dadas las circunstancias, era apenas natural la incertidumbre que estaba experimentando.

Derrotado y afligido contempló las dos serpientes de humo encadenando sus extremidades inferiores; ambas permanecían allí como silenciosas guardianas, totalmente ajenas a la zozobra que estaba viviendo. Aquellas criaturas eran un constante recordatorio del peligro en el que se encontraba su vida y tal vez quizás, su relación.

Había estado seguro de luchar momentos antes, pero ahora se sentía insignificante y débil. Las palabras de su enemigo lo habían marchitado, su fuerza mental había disminuido y el hecho de tener sus manos de aquel color cenizo no ayudaba a en absoluto a su condición.

Esta era una batalla en la que solo él terminaría perdiendo.

El Rey permanecía impasible justo del lado izquierdo de donde se encontraba La Oscuridad, quien, a pesar de ser una presencia totalmente gaseosa, impalpable e inexpresiva, parecía estar esperando el momento para abalanzarse sobre él y terminar con la poca vida que le quedaba en el cuerpo. La escena le recordaba a dos buitres aguardando a que su presa falleciera para poder alimentarse de ella.

De pronto un ruido se hizo presente acompañado de un fuerte resplandor. El pelirrosa tuvo que apartar la mirada para evitar que sus ojos se vieran afectados. Lo siguiente que escuchó, fue a su contrincante maldecir y cuando la luz se apagó, una voz que conocía muy bien le obligó a observar en esa dirección. Su corazón que segundos atrás se encontraba afligido, pareció renacer con tanta fuerza que sintió como su cuerpo dolorido se revitalizaba.

Gojo corrió hasta él sin perder un segundo, lo hizo tan de prisa que Itadori no logró seguirle el paso. Todo lo que sintió fue su calor cuando estuvieron cerca el uno del otro. Sus ojos azules se perdieron en la tormenta amberina de los del más joven, y allí en aquella danza de un reencuentro destinado, un halo de esperanza se ancló entre ambos. Volverse a ver era casi un prodigio.

—Yuuji... —La voz de Satoru fue baja, casi cómo un arrullo para el pelirrosa —. Te sacaré de aquí. Estarás bien, por favor resiste.

Él asintió, observando cómo el albino dirigía su atención a las serpientes sobre sus tobillos y un segundo más tarde ambas ardieron en un fuego azul liberando las extremidades del más joven. Acto seguido ayudó a poner a Yuuji de pie, y este último aprovechó el contacto para abrazarlo. Cerró sus ojos con fuerza dejando escapar todo el miedo que había sentido, todas las dudas que consumieron su mente y el arrepentimiento por haber permitido que su enemigo jugara con sus sentimientos.

El joven de cabellos blanquecinos lo atrajo hacia sí, aliviado por verlo aún vivo y luchando. No tenían demasiado tiempo para perderse en el abrazo del otro, pero ahora que lo tenía tan cerca, juró que nada lo separaría nuevamente de él. La ira hirvió por su cuerpo en una silenciosa promesa, el Rey de la Oscuridad pagaría por todo lo que le había hecho a Yuuji.

Recuperaría el alma de Itadori a como de lugar.

Geto se acercó a ellos con cautela, comprendía a la perfección que era un momento íntimo entre los dos y no quería convertirse en un aguafiestas; no obstante era consciente de la presencia de la criatura gaseosa y de la poderosa aura del Rey, quien los observaba con una sonrisa casi demoniaca en su rostro.

—Cuida de Yuuji —Pidió Gojo a su mejor amigo con una mirada tan seria, que Geto sintió que le estaba responsabilizando de su propia vida.

—Ten cuidado —Fue la respuesta que obtuvo de su interlocutor. No podía negarse a su petición bajo ninguna circunstancia, pero temía por lo que sucedería a continuación. Apesar de que tenía plena confianza en las habilidades de Gojo, su intuición le decía que algo le inquietaba.

—Un espectáculo increíble —Ironizó el Rey dando unos aplausos mientras acortaba la distancia entre ellos —. Al parecer este muchacho significa mucho para ti como para haber venido... No mentiré, creí que apreciabas más tu propio poder que a un simple humano.

Satoru sonrió de manera tan confiada que Yuuji sintió como algo dentro de él se agitaba. ¿Por qué demonios lucía tan apuesto en una situación así?

Suguro observó cada gesto, cada movimiento con atención listo para intervenir si era necesario. Después de todo, se le daba muy bien encontrar puntos débiles y crear distractores.

—Bien —Caminó el albino hacia su contrincante —. Que el verdadero espectáculo comience.

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