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Capitulo Único

El teatro era una construcción de más de ciento cincuenta años y que se imponía a la arquitectura moderna de la ciudad con la solemnidad de un poderoso caballero victoriano vestido de impoluto blanco. De su alta fachada, decorada con media docena de balcones, colgaban largos estandartes de terciopelo color vino que fueron fijados al muro de ladrillo recubierto de concreto. El fuerte viento de la anunciada tormenta los agitaba como si quisiera desclavarlos. El sonido de la tela contra las corrientes de aire fue la bienvenida que recibió el hombre de dos metros y alto peinado que descendió de un elegante vehículo deportivo que se estacionó fuera del edificio.

En la actualidad el teatro contaba con puertas de cristal a las que se ascendía por una escalinata de siete peldaños en los que el elegante calzado del recién llegado fue alcanzado por unas gotas de agua. Se detuvo un momento para ver al cielo. Oscuras nubes se cerraban escondiendo el cielo azul de principios de primavera. En esa zona del país llovía hasta mediados de la cálida estación. Cerrando el abrigo color granada que llevaba se apresuró en entrar en el edificio donde fue recibido por el portero quien lo saludo tocando su gorra.

–Buenos días.– le respondió y quitándose los guantes le preguntó al hombre regordete si la señorita Mary había llegado.

–Sí, señor Whiss. Se encuentra ensayando en estos momentos- le respondió el portero– Pero no creo que lo reciba. Dio orden de no ser interrumpida bajo ninguna circunstancia.

–Ay, Mary– suspiro Whiss haciendo un cuatro con los brazos para apoyar el rostro en su mano- Siempre encerrandose en su trabajo. Ten un buen día, Giro.

–Usted también– le contestó el portero encogiéndose de hombros.

Whiss caminó en línea recta hasta un amplio pasillo iluminado por unas pequeñas y elegantes lámparas entre las que habían colgado, en la pared, carteles con los retratos de los más egregios artistas que pasaron por allí. Hombres y mujeres de diferentes razas y épocas que brillaron con su talento en aquel escenario, pero solo uno hizo a Whiss detenerse un instante. Con una delicada sonrisa en sus azules labios, observó la imágen de uno de los más célebres tenores de la actualidad. Una figura que él conocía muy bien. Era su representante.

–Luce soberbio en esa fotografía, señor Bills- le dijo al retomar su camino– Nos vendría bien contratar al artista que lo retrato– se dijo como para tomar nota.

El pasillo comenzaba a descender después de un bello arco de mármol en el que habían sido tallada las figuras de las musas. Desde ese punto era posible oír la voz de un hombre cantando y la música de la orquesta. Whis alcanzó la escalera y se detuvo a mirar el escenario en ese subterráneo anfiteatro. Los grandes candelabros brillaban con luces doradas sobre las butacas vacias que besaban el escenario como una ola escarlata de terciopelo y madera. Ahí, en la amplia tarima, la pequeña figura del cantante contrastaba con la de la directora de orquesta.

El tenor era un joven de mohicano blanco y atuendo claro. La directora una mujer de cabello negro vestida de un color rojo oscuro. Sobre la pequeña plataforma que ocupaba para quedar a vista de los músicos y el coro, le ganaba todavía más centímetros al muchacho que con suave dramatismo interpretaba Parla più piano acompañado por la sinfonía que ella dirigía.

–Mary– murmuró Whiss al verla y silencioso como un has de luz bajo los peldaños hasta ubicarse en la mejor posición que encontró entre los asientos.

El joven tenor no cantaba nada mal, pero era opacado por la orquesta y el coro que Mary dirigía con una excelencia muy superior a la calidad vocal del muchacho del mohicano. Con las largas piernas cruzadas y los brazos haciendo un cuatro para descansar en su mano su rostro, Whiss oyó el concierto como único espectador. Al terminar la interpretación aplaudió con tacto y elegancia, pero el el vacío teatro el sonido de sus palmas se amplificó haciendo que todos lo mirarán como si hubieran advertido, apenas, que él estaba ahí. La única que no lo había visto hasta ese momento había sido la directora que se giro a él como si hubiera oído el susurro de un fantasma.

–Whiss – dijo en voz baja y viéndole como a un adversario que violó su territorio– Haremos un receso de veinte minutos- le habló a los músicos. El tenor estaba fuera de su dominio.

– Creo que...– iba a decirle el tenor, pero Mary levantó la mano para hacerle callar.

–Lo siento, señor Shin– se disculpó sonríendo– Permítame atender a mi invitado. Estaré con usted en seguida.

–Sí... como guste- musitó el joven tenor viéndola bajar del escenario para ir hacia las butacas. Hacia ese individuo que irrumpió en el ensayo.

Whiss no se levantó de su asiento ni cuando Mary, que se ubicó en la hilera previa, se paró delante de él con la mirada ofendida y la postura de un soldado en guardia.

–¿Qué haces aquí?– le preguntó con la voz que tendría un detector de mentiras.

–Buenas tardes, querida– le respondió Whiss observando el sutil movimiento que delató la profundidad de la respiración que hizo Mary para aguantarse las ganas de expulsarlo de allí– He estado intentando comunicarme contigo desde hace semanas, sin éxito. Creo que me has estado ignorando...

– No tengo nada de que hablar contigo.

Whiss suspiro para después verla con indulgencia.

–No te desquites conmigo. No soy culpable de lo que sucedió entre tú y el señor Bills- le dijo viéndola con una mirada burlona– Quiero decir de lo que no sucedió.

Mary volvió a respirar profundo. Cuando hacia eso levantaba ligeramente la cabeza.

–Te pintaste el cabello de negro.
Chirai lo tiene blanco– comentó Whiss cubriendo su boca con la mano para esconder su sonrisa, pero no llego a esbozarla. La fría mirada de Mary se la arrancó– Discúlpame. Siendo honesto dudo mucho que tu cambio de look tengo que ver con ellos.

Mary se cruzó de brazos de un modo relajado y cerrando los ojos volvió a repetir su pregunta.

– Como sabrás el señor Bills, mi representado, está haciendo una serie de presentaciones en el país– le explicó poniéndose de pie para caminar hacia la escalera. Mary lo siguió.– La última de ellas planea hacerla aquí, el día del patrimonio.

– ¿Y eso que tiene que ver conmigo?– le cuestinó Mary deteniendose al llegar a la escalera. Bajo los brazos entonces y miró hacia el escenario.

–El señor Bills me pidió que fueras tú quien dirija la orquesta sinfónica con la que cantara esa noche– le respondió Whiss viéndola girar su cabeza hacia él como una pequeña ave que oye el trino del día.

–¿Él pidió que yo dirija la orquesta?– le preguntó Mary viéndolo con un botón de esperanza en sus ojos que parecieron dos rosas a punto de florecer.

La dulzura rara vez poblaba ese rostro. Ver a Mary con ese candor, casi hizo que Whiss se sintiera como un desalmado al responder esa interrogante.

–El señor Bills pidió al mejor director de orquesta y ese eres tú, querida.

Las rosas en los ojos de Mary se deshojaron como víctimas de un huracán. La mujer bajo, un poco, la cabeza y se sonrió estoica.
En el escenario Shin, el joven tenor, practicaba un falsete bajo la instrucción de su maestro. El sonido de su voz clara llegó hasta ellos como la ola de un charco a su orilla.

–Es un tenor ligero– observó Whiss.

–Así es– confirmó Mary quedándose callada para oír al joven intérprete.– Su maestro escogió, en mi opinión, una canción pieza más adecuada para un tenor lírico, pero bueno...mi trabajo es solo dirigir la orquesta.

–Hmm...la verdad es que tú prefieres a los barítino dramático– le dijo Whiss con una voz un poco melosa. Mary lo miró de un modo asesino, pero él solo junto las manos como para descansar en ellas su rostro sosteniendo su "inocente" sonrisa– Entre los mejores conciertos del señor Bills están aquellos en que tú fuiste director. Él lo sabe. Por eso, estoy seguro, no le sorprenderá encontrarse contigo...

Mary le dio la espalda a Whiss, mientras él hablaba. Alzó la vista  hacia la cúpula donde el dibujo de un astrolabio recibió sus ojos dudosos. Había allí las figuras móviles de un sol y una luna hechas para señalar los solsticios, los equinoccios y eclipses. Una estructura magnífica que fue todo un logró de ingeniería de su época.

– ¿Mary?- la llamó Whiss, mas ella no respondió y bajo la escalera de regreso al escenario.

Torciendo la boca con poco molesto partió tras ella teniendo que bajar rápido para alcanzarla. Haciendo uso de sus largos brazos envolvió la cintura de la mujer y la hizo dar un giro digno de una bailarina. Mary no supo que pasó. De un segundo a otro estaba de frente a Whiss que le sostenía la espalda y la miraba con la expresión de un niño caprichoso que no tuvo lo que quería.

–Te suplico seas profesional- le dijo dejando que ella bajara un pie el peldaño de abajo para sostener el equilibrio– Él es uno de los más prodigiosos tenores de la actualidad y tú un prominente director que está buscando su lugar en el firmamento. No dejes que el despecho te domine, querida.

Mary trato de empujarlo y lo hizo con intención de derribarlo. Whiss estaba poniendo el dedo en su herida y su tolerancia estaba acabándose.

–Mí trabajo es hacer que ese sol deslumbre al mundo con su maravillosa voz y tú sabes perfectamente lo difícil que es hacerlo hacer una gira– le dijo Whiss tomándole de la muñeca izquierda para que dejara de empujarle– Ayúdame un poco ¿sí? Por los viejos tiempos.

–No estoy en deuda contigo– le recordó Mary– Y para que lo sepas hay otros tenores que estarían felices de compartir escenario con esta orquesta.

– No lo dudo– le dijo Whiss viéndola con una expresión indolente mientras se inclinaba para susurrarle al oído. Una frase de su boca fue suficiente para derrumbar el muro de aquella mujer. Al levantarse sonreía satisfecho con lo que había conseguido y poniendo ambas manos a su espalda subió la escalera– Estaré esperando tu respuesta, Mary– le dijo viéndola de reojo. Sabía no tendría que aguardar una contestación mucho tiempo.

– Whiss- exclamó Mary y él se quedó quieto viendo el escenario – Aceptó.

– Buena decisión. Nos vemos en tres días– le respondió Whiss y ascendió hasta la puerta para dejar aquel teatro cuando comenzaba a llover.

Mary volvió al escenario para retomar los ensayos que duraron hasta el anochecer. El resto del día su ánimo no tuvo mucho que envidiarle al clima. Whiss, por otro lado, regreso a su hotel antes de llamar a su representado e informarle que había agendado una presentación en el teatro Eclipse. Fue un empleado de la residencia de Bills el que contesto el teléfono y llevo el auricular inalámbrico hasta el señor de la mansión que reposaba en una silla, en la alberca.

–¿Por qué incluiste ese lugar en la gira?– le cuestinó Bills, pero de manera muy calmada. Al amparo de la sombrilla, disfrutaba de una bebida tropical.

– Es la sede de la orquesta y coro sinfónico nacional– le respondió su representante.

– ¿Seguro que no estás escondiendo otra intención en tu elección, Whiss?

–¿Cómo crees? Mi única motivación es hacerte brillar y ahí estan los mejores músicos ¿No eres tú el que siempre está diciendo que no compartirá escenario con músicos pusilánimes? Pues cumplo fielmente con tus demandas, querido- le respondió Whiss, pero ese tonito con el que le hablo dijo mucho más que sus palabras –¿Chirai no está contigo?

– Está filmando– respondió Bills.

–Su carrera actoral está tomando fuerza, aunque todavía no consigue ningún protagónico– comentó Whiss.

– Ya la hará.

–Supongo que sí ¿Se reunirá contigo en alguna ciudad de la gira?– le consultó Whiss y comenzaron a charlar de otros asuntos.

Bills era un tenor célebre, pero de escasas presentaciones. Todos los conciertos que realizaban contaban con una gran audiencia. Oír su registro en vivo era un privilegio que sucedía pocas veces. De su vida personal se sabía muy poco. Muchos lo consideraban un ermitaño, pero la verdad es que no era raro encontrarlo en algunos eventos sociales y hacía prácticamente un año solía aparecer en ellos acompañado de una joven actriz, que conoció durante su participación en una ópera en el teatro Eclipse. No había confirmación de que tuvieran una relación, sin embargo, su cercanía daba material a los periodistas de espectáculo y por supuesto a los fans del famoso tenor.

Mary era una reconocida director de orquesta. Sin embargo, la vida de los directores es mucho más discreta que la de un cantante de ópera o célebre violinista. Estaba apunto de hacerse cargo de la orquesta y coro sinfónico nacional. Era muy cotizada. Había colaborado con orquestas de gran talla en cuyas participaciones se lució consiguiendo un enorme prestigio que la posesionaba en un lugar muy alto entre los coliseos de ópera. Durante varios años Bills había hecho del teatro Eclipse su escenario favorito. Allí Mary conoció al famoso tenor.

Los tres días previos al concierto la ciudad fue azotada por una tormenta inclemente. Para la noche de la presentación estaba anunciado un Eclipse de luna que muchos creían no sería posible apreciar, pero esa tarde el cielo comenzó a despejarse y la gente comenzó a moverse hacia el teatro para ver a Bills. Había otros artistas invitados, pero era él quien acaparaba la atención. Las oportunidades de verlo en vivo eran tan escasas como breves. En esa oportunidad interpretaría tres arias de ópera cerrando la presencia de esa noche. Su llegada al lugar fue discreta, su presencia para nada paso desapercibida en el interior del coliseo. Los demás tenores, al ser menos reputados, se sentían intimidados en su mayoría. Se sabía de la poca consideración que mostraba Bills a aquellos cuyo talento le parecía anodino. Su persona solía infundir tanto temor como admiración entre sus pares, pero también un fuerte desprecio debido a su actitud caprichosa y hostil.

Se le había preparado un camerino que cumplió todas sus exigencias y que lo esperaba con algunos obsequios que habían hecho llegar sus fans. A él solo le importó que había buena comida. Whiss, su representante, parecía un poco más preocupado por la presentación. No tanto como para ignorar la comida y el asegurarse de que todo estuviera dispuesto para que su tenor se luciera.

Desde esa habitación podía oírse bastante bien a la orquesta interpretando un vals. Bills levantó un poco la mirada en la dirección en que provenía la música y se quedó escuchando, un instante, mientras sostenía un pastelillo relleno de chocolate y cubierto de crema.

–¿Así se oye la orquesta nacional?– preguntó con un ligero tono de desaprobación.

–Desde luego que no– le dijo Whiss viendo como el relleno de ese pastelillo amenazaba con caer sobre la ropa del tenor– Esa es la orquesta filarmónica juvenil.

–Se oyen como un montón de mocosos de primaria– opinó Bills– Sí la sinfónica se escucha similar dejaré el escenario.

– Sabrías como se oye si hubieras ensayado con ellos– le reclamo Whiss.

– Es trabajo del director de orquesta asegurarse que los músicos puedan seguirme– respondió Bills mordiendo el pastelillo– Por cierto ¿De quién se trata?

–De Mary– contestó Whiss viendo como la elegante chaqueta del esmoquin de Bills se embarraba de chocolate.

–¿Mary?- repitió como buscando en sus recuerdos a quien pertenecía ese nombre.

– ¿En serio no recuerda quien es?

–Mary, Mary, Mary...no, no lo recuerdo- dijo con un tono juguetón. Whiss soltó un exagerado suspiro y sacando de su espalda un traje nuevo, que ni a Bills le quedó claro si lo había estado sosteniendo todo ese tiempo o en algún momento de distracción lo tomó de alguna parte, le dijo:

–Cambiese por favor ¿Chirai vendrá?

–No lo sé. Su avión se tretazo– le respondió Bills tomando el atuendo de manos de su asistente que lo vio con una sonrisa que decía todo y nada.

Los diferentes músicos, tenores y sopranos desfilaron por el escenario hasta el último evento de la noche. La orquesta y coro sinfónico nacional ocupó su lugar delante de la escenografía de una hermosa luna llena que resplandecía al bajar las luces. La directora fue presentada y recibida con aplausos. Mary llevaba una falda larga color marrón-granate y una blusa blanca. Entro sonriendo, saludo al público y ocupó su lugar sobre aquella pequeña tarima, mientras la estrella de la noche era mencionada con palabras mucho más pomposas que las que le dedicaron a ella. El público lo aplaudió con la fuerza de una marea y él que apareció con un traje azul, sin corbata y las mangas subidas hasta los codos, fue a saludarla viéndola con frialdad. La recordaba bastante bien. Un estrechon de manos entre el tenor y el director era lo usual, pero al tratarse de una mujer muchos besaban la mano de Mary y Bills lo hizo también.

Los dedos de la mujer estaban tan fríos y blancos como la luna. Los de él estaban calientes como una estrella. Se miraron y luego cada quien se ubicó para iniciar la presentación. Tenor y director estaban en actitud, la audiencia en silencio cuando un teléfono celular sonó con ese timbre predeterminado. Bills retrajo el labio superior, Mary bajo las manos. Ambos esperaron que el imprudente asistente apagar el móvil, pero se estaba tomando su tiempo. Parecía no podré encontrarlo.

Un director de orquesta debe tener no solo liderazgo sobre los músicos, un gran conocimiento y un profundo sentido del oído que le permita detectar cualquier cambio, también tiene que ser carismático. Girandose hacia el público, Mary le señaló al primer violín que tocara la melodía del teléfono. Eso desató una risa colectiva en el lugar. Las luces del público se habían apagado y ante la demora del espectador y la actitud que estaba tomando Bills, Mary alzó la voz y le habló a los bambalinas diciendo:

–Una linterna por favor.

Las carcajadas fueron totales y el pobre tipo se puso más nervioso, pero logró sacar su teléfono celular. Mary lo vio por estar, él, sentado en primera fila.
Al levantar el celular la gente, espontáneamente, lo aplaudió. Sin embargo, para la directora no fue suficiente y decidió seguir jugando un poco más yendo a pedirle el teléfono celular al hombre que se lo dio. Mary acercó el móvil a su oreja y atendió la llamada.

–¿Hola? No, él no puede responder ahora. Está en un concierto- dijo la mujer y para entonces la jugarreta era general – Sí ¿me haría el favor de llamar después? El tenor está a punto de matarnos a todo– agregó viendo a Bills que de brazos cruzados y moviendo su cola, de lado a lado, si parecía estar dispuesto a cortar un par de cabezas– Gracias ¿Qué si le puedo decir algo? Por supuesto. Muy bien, yo se lo comunico. Buenas noches. Era su madre... que dice no olvide aplicarse la crema para los hemorroides– le dijo Mary al hombre al devolverle el teléfono. Hasta Bills se medio rio al oír eso– ¿Todo bien? ¿Podemos continuar? Gracias ¿No necesita un cojín o algo? Excelente.

El pobre tipo estaba rojo a más no poder, pero se lo tomó con humor y rápidamente la audiencia retomó el carácter de la situación. Bills siguió a Mary con sus penetrantes ojos. Ella siempre hacia eso cuando alguien cometía la estupidez de interrumpir un concierto. Le daba un toque de humor a lo que otros respondían con enfado. Las luces del escenario se concentraron sobre él y la mujer dejó su lúdica actitud para adquirir la felina mirada atenta y dominante sobre los músicos que iniciaron a su señal.

Whiss, que estaba al costado del escenario, pudo ver el gesto frío y delicado con que Mary dió pie a la orquesta. La música fue una brisa marina en la que la voz de
Bills entro como un trueno lejano cantando E lucevan le stelle. Desde su favorecida ubicación también vio a Chirai llegar al palco reservado para ella, pero su atención se quedó con el tenor y el director de orquesta. El primero daba la cara al público, el segundo les mostraba la espalda y para Mary no había mejor posición que esa en ese momento. A nadie la voz de Bills estremeció tanto como a ella.

El coro permanecía todavía en las sombras. La luna de fondo brillaba tenue. Contra ella las figuras en el escenario parecían sombras y solo la figura del tenor dominaba la escena. La primera aria fue breve, pero tan soberbia que dejó a todos maravillados. La voz de Bills era poderosa. La segunda aria fue un poco más extensa, pero casi se sintió como un descanso para la voz del intérprete. La tercera, aquella canción seleccionada para el cierre, abrió la blanca luz sobre el coro que parecieron angeles en forma de nube a los pies de la luna. Su pálido resplandor fue lo que iluminó el escenario. Todos los focos se apagaron para dar ese dramático contraste a los músicos y al tenor que a la cabeza del escenario era abrazado desde la espalda por esa fría luz que besaba el rostro de Mary.

Desde luego ella conocía las tres piezas que Bills iba a interpretar, pero oírlo cantar esa última canción desató en ella lo que venía conteniendo hacia casi un año. Mary se había enamorado del tenor desde su llagada a ese teatro hacían ocho años. Él no hizo algo porque eso pasara, ni ella se predispuso a que así ocurriera. Fue algo totalmente espontáneo en el corazón de la joven mujer que buscó de él un momento de atención sin encontrarlo jamás. Hizo desfilar para él sus talentos, su lado más reservado, aquello que a otros negaba en plena conciencia a él se lo puso en una bandeja a su disposición, pero siempre con esa cuota de misterio que susurraba lo que su corazón gritaba cada vez que lo veía, cada vez que de casualidad Bills la miraba. Pero de pronto y como parte de esas jugadas burlonas del destino, apareció una chica que obtuvo de él ese instante de atención que ella tanto codicio. Sin ningún esfuerzo esa actriz que participó en una de las operas que Bills interpretó, obtuvo su atención.

El corazón de Mary se detuvo. Murió en ese preciso instante y volvió al siguiente con el amargor de la hiel en su lengua y el frío de la más cruel noche de invierno de la Tierra en sus venas. Fue víctima de tantas cosas que cayó presa de una desesperación que la ahogó por días.

"Luna tú, cuántos son los cantos que escuchaste ya.
Cuántas las palabras dichas para ti que han surcado el cielo solo por gozar una noche el puerto de tu soledad. "

En la voz de Bills esos versos sonaban tan dramáticos como lo era su postura en el escenario. Él estaba haciendo lo que mejor sabía hacer. Como siempre ajeno a lo que ella sentía y Mary no podía culparlo por eso, sin embargo, dentro de ella no podía evitar sentir un poco de resentimiento hacia él. Un enojo tan ridículo como ella sentía eran sus sentimientos por Bills. La luna nunca obtendrá del sol una mirada. El que parezca que están en una danza eterna entre el día y la noche no es más que una ilusión. El sol brilla en medio de todo. La luna órbita un mundo diminuto en comparación. Así de pequeña y estúpida se sentía Mary al haberse enamorado de él, al haber albergado ese sentimiento tantos años sin más recompensa que la indiferencia.

"Los amantes se refugian en tu luz.
Sumas los suspiros desde tu balcón
y enredas los hilos de nuestra pasión.
Luna que me miras ahora escúchame..."

Concentrada en dirigir a los músicos y al coro, Mary tenía los ojos fijos al frente y el oído atento a cualquier incidencia, mas teniéndolo tan cerca no pudo evitar mirar atrás un momento viendo que Bills cantaba hacia el palco del costado izquierdo. Allí estaba ella. Mary pudo verla y odio que él le estuviera cantando esa canción. Jamás guardo resentimiento a esa chica. Así como Bills no se propuso enamorarla a ella, la muchacha tampoco se propuso arrebatarle nada; pero en ese instante su presencia le dolió.

"Luna tú sabes el secreto de la eternidad y el misterio que hay detrás de la verdad, guíame que a ti mi corazón te oye...
me siento perdido y no sé...no sé..."

Cerró los ojos para contener las lágrimas, pero fue peor. La voz de Bills y esa canción la llevaron directamente a ese momento...un año atrás. El director de la orquesta había tenido un accidente y en su reemplazo se dió su puesto a Mary quien tuvo que dirigir un ensayo con el tenor cuyo humor estaba particularmente malo ese día y por un mínimo error, descargó su carácter sobre ella. Para evitar un conflicto, Mary ordenó un descanso y dejó el escenario, pero Bills a quien Whiss forzó a estar ahí no dejó pasar el incidente yendo detrás de ella para echarle en cara su equivocacion. La alcanzó en el corredor.

Mary lo escucho, pero acabó soltando sobre él algo que ni ella esperó saliera en ese momento.

– A podido ver el único error que he cometido en mi dirección en más de diez oportunidad que he dirigido la orquesta para usted, pero a ignorado todos mis intentos por llamar su atención todos estos años– dijo en voz baja después de soportar la avalancha verbal del tenor que pareció desconcertado tras esas palabras.

– ¿De qué estás hablando?– le preguntó con impaciencia.

–¡De que estoy enamorada de usted!– le gritó Mary directo a la cara y como sí hubiera estallado una caldera en su interior– Todo este tiempo, todo este maldito tiempo, he estado enamorada de usted. Intentando conseguir un mínimo de su atención para mostrarle todo lo que puedo ofrecerle y sintiendo que no es nada en realidad...

Lo que vino después fue una descarga de emociones hechas palabras que hicieron a Bills dar un paso atrás como si hubiera querido huir, pero no pudo. Quedó atónito y fue incapaz de asimilar la primera declaración siendo prácticamente aplastado por las demás manifestaciones del supuesto amor que esa mujer le tenía y que la hicieron romperse, desbordarse . Al fin y al verse totalmente saturado no solo por las palabras que le estaban dedicando, sino también por ese llanto callado que bañaba ese rostro que lo veía como si tuviera derecho a reclamarle y esa maldita canción que sonaba en las bocinas del pasillo, Bills le gritó que se callara. Su exclamación fue como una oleada que barre las arenas dejando la orilla uniforme y limpia.

Mary se calló, pero respiraba como un perro hostigado en una jaula. Había en sus ojos una rabia profunda, pero no nacida desde el odio sino del dolor. De ese dolor que dejó muy en claro a que se debía.

"Y sin hacer mérito ella consiguió de usted lo que yo por años hice mérito por obtener"

Bajando la cabeza, en derrota absoluta, sintiéndose débil, ridícula y patetica, Mary apretó los dientes esperando todavía con una esperanza ilusa que él dijera algo. Que la mirase con ojos renovados y le concediera una oportunidad de mostrarle que nadie lo amaría como ella lo hacía. Aguardó. No supo cuántos minutos, pero nada paso. Mary bajó otra vez la cabeza que había alzado para buscar en esos ojos dorados un poco de consideración. Soltó las últimas lágrimas, unas gruesas y pesadas, que fueron a dar al piso mientras dibujaba una sonrisa nerviosa.

–El ensayo reiniciará pronto- exclamó pasando por su lado para volver hacia el escenario. Su mandíbula temblaba y su voz se escuchó tan quebrada como se veía su postura.

Bills no se pronunció ni esa tarde, ni ninguna otra. Volvió al escenario con una actitud tan indiferente que no protestó hasta que el ensayo acabo. Una vez dió su concierto no volvió a esa teatro hasta esa noche.

.. Que hay amores
que destruyen corazones
como un fuego que todo lo puede abrazar.

Luna tú, alumbrando el cielo y su inmensidad.
En tu cara oculta qué misterio habrá.
Todos escondemos siempre algún perfil.

Al abrir los ojos Mary con un gesto helado, punzante, elevó el tono de los instrumentos y el coro, un poco, por encima del la voz de Bills que la miró de reojo al detectar el cambio. Escrutando las secciones de la orquesta, Mary arqueó un poco el cuerpo para recalcar el ritmo. Sosteniendo firmemente la batuta decidió conducir la música de un modo diferente. Los miembros de la orquesta estaban acostumbrados a que los movimientos del director fueran claros y elocuentes, súbitamente estos pasaron a ser más audaces, más intensos, indicando cambios en el compas que hicieron de la melodía algo más presente, menos suave de lo que venía siendo. Paso igual con el coro. Su entrada fue majestuosa. Verdaderas trompetas celestiales que parecieron envolver la voz de Bills como el rumor de un tsunami.

Whiss observó como el cuerpo de Mary se entregó por completo a la sinfonía. No estaba dirigiendo solo con los brazos y manos sino con todo el cuerpo. Interpretaba y reinterpretaba la música cuidando no desarmar la pieza que le habían puesto en las manos.

– La luna reclama la noche– murmuró sonriendo y miró hacia el palco al que Bills estuvo cantando. La chica veía el show un poco confundida. No era aficionada a la opera.

Ante ese tácito desafío el tenor contestó forzando a sus cuerdas vocales a alcanzar notas más graves, más oscuras, para poder recuperar el control. Pero era ella quien estaba conduciendo todo hacia un lado más profundo, más teatral. Mary hizo de los instrumentos sus estrellas, sus armas, para reclamar al dueño del firmamento un momento de su atención. No más la mezquina luz que obtenía de girar entorno a la Tierra; el auténtico resplandor de un astro ardiendo era lo que ella deseaba. La contienda que desató su reclamo dejó a todos con los sentidos puestos en el escenario. La audiencia no solo oía la música, la veía. La sentía, la respiraba y hasta la saboreaba entre ese juegos de luces y sombras.

"Somos corazones bajo el temporal.
Ángeles de barro que deshace el mar. Sueños que el otoño desvanecerá.
Hijos de esta tierra envuelta por tu luz, hijos que en la noche vuelven a dudar."

Hacia mucho que Bills no se veía obligado a esforzarse así y por momentos se vio en problemas para mantenerse como el protagonista de ese espectáculo que estaba cortando el aliento a quienes lo presenciaban. Pero no iba a perder ante esa mujer que pensaba podía opacarlo a él que era de todos los tenores el mejor. El astro más brillante del firmamento. Bills se olvidó de la mujer en el palco, se olvidó de la audiencia y se concentró en su canto, solo en su canto, y en esa mujer que se movía como si estuviera construyendo un nuevo mundo o algo así. Dejó de verla de reojo en la última estrofa para ponerse de costado, viéndola a ella y dirigir a su figura su voz. La sacaría de ese trance estúpido en que estaba metida creyendo podía llegar a superarlo a él.

Como Bills, Mary tenía su oído pendiente de la música y cuando escuchó la primera palabra de ese último verso dirigió su mirada al coro...

"Que hay amores
que destruyen corazones,
como el fuego que todo lo puede abrazar.
Pero hay amores
dueños de nuestras pasiones
que es la fuerza que al mundo
siempre hace girar."

Sabiendo que las voces de esos hombres y mujeres no podrían que los truenos que tenía Bills en su garganta, Mary los llevó como el viento de la tormenta hasta el punto exacto en que se desvanecieron bajo el retumbar del sonido del relámpago que continúo solo haciendo crujir ese lugar.

La última nota escapó de boca de Bills en magnífica cadencia con la última nota de la orquesta. Unos segundos de silencio y el estallido del aplauso de los espectadores que saltaron de sus sillas para ovacionar al tenor. La orquesta también se ponía de pie para saludar al público y Mary se daba la vuelta para saludar también.

–Magnifico– fue la palabra que Whiss dedicó a la presentación, mientras hacia una pausa en sus aplausos para secar una lágrima de su mejilla con su pañuelo.

Era tradición de ese teatro arrojar rosas al escenario en muestra de admiración. Esa noche el lugar quedó perfumado a esas flores. Rosas también se le daban al artista principal. Esa jornada las recibió Bills que las tomó con un poco de rudeza para abandonar el escenario, una vez estuvo satisfecho de la atención del público. Mary dejó el lugar antes que él. De no haber sido detenida por Whiss, que la felicito por su dirección, Bills no la hubiera alcanzado. Al verla de espaldas a él arrugó un poco el entrecejo, pero no se detuvo y al llegar a su lado estiró el brazo para ofrecerle las flores.

– Quedatelas. Estás son cosas de mujeres– le dijo algo tosco, Mary las apartó con un movimiento amable y elegante.

– Se lo agradezco, pero debe haber alguien que las está esperando– le dijo con serenidad– A sido un placer compartir escenario con usted, señor Bills. Buenas noches.

Bills puso el ramo de flores sobre su hombro, un poco ofendido, como un bate de béisbol. La relajada actitud de Mary no le permitió el tenor darle una respuesta por haber rechazado su gesto. La sintió tan distante y casi le parecía un desperdicio dedicarle cualquier palabra. La observó desaparecer entre la gente antes de abandonar las rosas sobre una bocina que había en ese estrecho corredor.

– Fue una presentación excelente. Mañana todo el mundo estará hablando de esto– le dijo Whiss viendo las flores y siguiéndolo un par de pasos atrás.

Bills se quedó callado, dobló los brazos tras la cabeza y apuro un poco el paso para ir a reunirse con su invitada. Los tres dejaron el lugar por una salida discreta. El cielo se había despejado en su totalidad y la luna eclipsada podía verse desde todas partes. Bills la contempló un instante.

– Es muy hermosa– comentó Chirai viendo el astro de un color rojo carmesí.

– Lo es– le apoyo Whiss– La luna puede opacar al sol algunas veces.

– Que tontería– exclamó el tenor chequeando la lengua– El sol es el sol y brilla más– agregó como respondiendo a un insulto.

–Pero en los eclipses la protagonista siempre es la luna, señor Bills– le señaló su asistente y le guiño un ojo.

Bills hizo un gesto de desprecio y subió a su automóvil dando un último vistazo al teatro. Allí, sentada en la orilla del vacío escenario, Mary balanceaba los pies mientras veía el astrolabio que se había movido para mostrar el eclipse lunar. Las luces se estaban apagando mientras ella cantaba en voz baja los versos que fueron extraídos de la canción que Bills interpretó al final. Esa misma canción que sonaba aquel día en las bocinas del teatro.

– Señorita Mary– la llamó un hombre joven que sostenía un sobre en la mano– Dejaron esto para usted en la recepción.

– Muchas gracias– exclamó ella al recibir la carta que no tenía ningún nombre. Mary lo miró por ambos lados con curiosidad, pero no lo abrió. Siguió cantando hasta que solo la luna brillante dió luz al escenario y acarició su espalda– Only you can hear my soul...

El susurro de su voz fue un bálsamo y un eco que la luna apagó.

Nota del autor: canción de Alessandro Safina–Luna.

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