Capítulo 7
Dakma
El clima llevaba mucho tiempo en constante cambio, pasando de un agradable amanecer a un tormentoso ocaso, con lluvia y montones de ciudadanos corriendo de aquí para allá, intentando refugiarse del enojo del cielo.
—Qué paz, qué paz. —Alaí salió del baño, con una toalla atada en su cintura y una más pequeña sobre sus hombros—. Terminé, my rose. Ya podemos hablar.
Lo detuve con el pie, sin apartar la mirada de la ventana empañada, que apenas y me dejaba ver a los transeúntes debajo.
—Cámbiate primero.
—Creí que era urgente.
Retiré mi pie, él lo sostuvo por el tobillo, acariciando la pulsera de cuentas que me regaló durante uno de nuestros aniversarios.
—Por eso, cámbiate rápido. —Su mueca fue agradable de ver. Desistió con un beso en mi pantorrilla. Tomó de la cajonera lo primero que apareció, ni siquiera tendió las toallas, regresando con prisa y el cabello húmedo—. Dame eso y ven aquí —dije. Él se aproximó corriendo y se sentó a mi lado. Agarré la toalla pequeña que llevó consigo y se la puse en el cabello, apretándola sin mucha fuerza para extraer el agua—. Tenemos un problema.
—Te escucho.
—Es sobre Kenai. —Asintió—. Y Belto —agregué. No podía ver su rostro, pero sus puños cerrados me demostraron que lo último no le agradaba—. Hablé con el jefe por la mañana, la información sigue filtrándose. El año pasado fue muy duro para Kenai, varios grupos adyacentes a la comisión iniciaron ataques en serie contra su familia. Antes de Navidad recibí un informe muy completo acerca de la información que logró sacarle a un prisionero.
—Qué miedo —comentó Alaí—. Seguro no tuvo una muerte rápida.
—Eso no importa. El verdadero problema es la cantidad masiva de enfrentamientos entre Cheshire y las cinco familias. ¿Recuerdas que, al tomar New York, Kenai dijo que era quien mejor relación tenía con Luciano?
—No mentía.
—Por supuesto que no. Sin embargo, la información que se está filtrando lo pone en un punto crítico a los ojos del jefe de la comisión y, por consiguiente, pasa a estar bajo la mira de toda la comisión. No le favorece en nada. Gracias a su manera de hacer las cosas no hemos tenido bajas, pero todo tiene un precio, en este caso, su relación con las cinco familias cambió por completo. Kenai ya no es más un Don respetado para Luciano y su gente, su cabeza tiene un precio alto y si la información de nuestras filas sigue saliendo a la luz, no pasará mucho para que la comisión deje de actuar a través de bandas inferiores y pase a lanzar un decreto oficial que ponga a Cheshire como enemigo, incluso a toda Atwood.
Bajé la toalla para que Alaí pudiera girarse con el ceño fruncido y la expresión de quien ve la muerte venir a su puerta.
—¿Cómo es que no sabíamos de esto?
Moví la cabeza.
—Sabes cómo es Kenai, desde que comenzó ya había decidido que pelearía sus batallas solo. El año pasado se mantuvo alejado de la cede, Taylor creyó que se debía a que necesitaba tiempo para asentar su dominio, no esperó que él lo hiciera en pocos meses y del resto se la pasara peleando con la comisión.
—¿Cuál es su postura en todo esto? ¿Va a traerlo de vuelta? ¿Enviará refuerzos?
Me estiré hasta alcanzar el cajón de la mesita en la que apoyaba los poemarios de Dana, jalé el pequeño botón con forma de rosa y extraje un sobre entintado con sangre. Se lo entregué a Alaí.
—Lee eso y dime qué opinas.
Así lo hizo, despacio y atento. Podía ver lo que pensaba a través de sus pupilas, por ratos dilatadas, contraídas, con menos brillo o nada de este. La esperanza y la poca fe dejaron sus ojos al terminar el informe y ver la firma garabateada con la misma sangre que manchaba la cubierta beige del sobre.
Devolvió las hojas al interior y lo dejó, respirando rápido como una manera de liberar la ira de un dragón.
—Por como están las cosas, el jefe no puede darse el lujo de mandar hombres a la base de Cheshire y Kenai lo sabe, por eso no dijo nada durante los meses pasados. Kenai siempre lo supo.
—¿Entonces ya es oficial? ¿Belto desertó junto a su familia?
—Le son fieles, no podías esperar que si él se iba el resto de los Walker permanecerían en Atwood. —Regresé el informe a su lugar, temiendo que, si lo dejaba al alcance de Alaí, este lo despedazaría sin atender a las consecuencias—. Belto es muchas cosas...
—Un imbécil, por ejemplo —escupió, forzando a las palabras a salir de su boca.
—Puede ser imbécil, pero no tonto. Cuando York te cedió por completo el caso de los agentes que filtraban información supo que lo ibas a descubrir, estuviste cerca, si él no hubiera desertado antes tú...
—Fui muy lento, si tan solo me hubiese encargado de centrar todo el poder de inteligencia en los agentes y no en la exportación de heroína...
—Alaí. —Lo sostuve fuerte, apretando con mis dedos sus mejillas—. No fue tu culpa.
Bufó, dejando escapar aire que revolvió mi cabello.
—Belto desertó, Dakma, seguro que irá a New York y comenzará ataques por su cuenta contra Kenai, no contra su división, sino contra él. Es posible que la comisión los tenga en la mira los primeros días, pero luego va a aliarse con ellos porque comparten un objetivo en común y en todo esto Taylor no meterá las manos porque tiene que encargarse de los problemas que dejó Belto, para eso necesita gente; además; va a usarnos para contener las posibles revueltas en la formación interna. Kenai se quedará solo, luchará solo contra seis enemigos y nadie va a tenderle una mano porque, o es él o es la organización. Es obvio que York ya escogió. Atwood es primero.
—Kenai es Atwood.
—¿Kenai? Qué va. Kenai es Kenai. Un necio que no va a rendirse, aunque eso sea lo único que pueda salvarle la vida. —Sostuvo mis muñecas—. Incluso si vamos, ese demente va a corrernos a patadas igual que la última vez.
Tenía razón. Kenai era del tipo de gente que, una vez se proponía hacer algo, no aceptaba nada que no fuera conseguirlo y hacerlo por su cuenta.
No era su culpa, desde niño tuvo que hacerse cargo de cosas que no le correspondían y cuando llegó a Atwood, años atrás, su entorno se trastornó, arrastrándolo con él al vacío. Escupieron en su nombre, se burlaron de su cuerpo, minimizaron sus logros y al final, crearon lo que era entonces: un líder nato, prepotente y necio. Muy necio.
Keith le enseñó a usar su boca para pedir cosas sin decir ninguna palabra, le regaló una pistola antes que un juguete y lo violó antes de enseñarle lo que era el amor, lo que significaba amar.
¿Amor?
Nunca lo sintió, debido a eso le fue fácil volverse un numerale y matar, matar y seguir matando.
A quien fuera.
A Keith, ganándole el puesto de Capo a York.
A aquellos que le ponían una mano encima.
A todos los que se reían de su madre.
Y también mató a los pocos que en contadas ocasiones intentaron quitarle a su hermano.
Los mató a todos.
Seguí su entrenamiento con tristeza, lo vi convertirse en su propia perdición, intentando que saliera de ese poso con forma de tumba y una cruz de adorno.
No me escuchó.
No escuchaba a nadie.
Operaba bajo el nombre de la parca, consiguió el apodo del demonio rojo y no en vano. La sangre de sus víctimas y de él mismo comenzó a llenar su tumba y lo hundió, Kenai llevaba hundiéndose por años y no parecía importarle.
No hasta que una luz lo golpeó en el rostro, le mostró que el mundo tenía colores y le entregó en bandeja de plata un motivo que lo hiciera continuar.
—¿My rose? —. La voz de Alaí me recordó que la telepatía seguía siendo una invención de los sueños y por tanto él no sabía la estrategia con la que íbamos a trabajar.
Con la que salvaríamos a Kenai.
Suspiré.
A veces los hombres eran complicados.
—Tienes razón, Kenai jamás va a escucharnos y seguro nos echará de la cede de Cheshire con una patada entume traseros, pero ese no es el plan. Si intentas salvarlo diciéndole tus intenciones de frente te matará y luego a él mismo, las cosas no funcionan así.
—Con Kenai las cosas simplemente no funcionan.
Toqué la punta de su nariz sonriendo de lado.
—Es por eso que necesitamos a Dana.
—¿El poeta?
—Sí. —Dejé que sus manos se apoderaran de mi cintura, envolviéndola por encima de la tela oscura del vestido—. Todo monstruo tiene su corazón y hace tiempo que Kenai ha encontrado al suyo.
—No sé si alegrarme o asustarme, my rose. —El cierre del vestido se deslizó bajo la fuerza de sus dedos—. Porque un corazón no es solo un punto de fortaleza sino también una debilidad. —Y me miró con el velo de anhelo y deseo sobre sus ojos, olvidando lo demás, los problemas y el caos, la muerte y la vida misma.
Me miró como lo que era, me miró sin olvidar mi humanidad, sin borrar de mi piel la certeza de que seguía siendo alguien que sentía amor y dolor.
Entendí a dónde quería llegar con una simple mirada cargada de plegarias divinas.
Dentro de mi cabeza no quedaba espacio para imaginar a un Kenai con una mirada tan poderosa como la de Alaí, pero la posibilidad no desaparecía, estaba ahí y seguiría estando mientras Dana Chevalier existiera en este universo, mientras fuera el corazón y la debilidad de Kenai Morte.
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