Capítulo 14
Dakma
Mezclar alcohol y cigarros en una habitación cerrada daba como resultado un insolente aroma que me quemaba la garganta y los pulmones apenas inhalaba un poco del aire contaminado con los residuos de cada calada.
Agité la cortina de humo que llegó a mi rostro desde el puro encendido entre los labios de Taylor, quien escuchaba, sin inmutarse, el reporte que Gustavo, el segundo al mando de Kenai, le transmitía con lujo de detalle.
Escuchaba atenta cada palabra, intentando obtener, a través del informe mensual, algo que me revelara el estado de Kenai, ya que en las últimas semanas no tuve respuesta de su parte a las llamadas constantes ni a las cartas enviadas con frecuencia.
Lo único que me quedaba claro era que se había esfumado de un día para otro en la nada que rodeaba los altos edificios de New York.
Muy a mi pesar, Gustavo ni siquiera lo mencionaba, hablando de Cheshire como si Kenai no estuviera dentro, como si no existiera.
Tenía la necesidad de preguntar, no lo hice, me detuve con el mensaje en los ojos de Alaí, diciéndome que no era el momento, algo que me hacía preocupar.
Después de escuchar a Gustavo, Taylor le mencionó ciertos asuntos con relación al tráfico y venta de armas dentro de la ciudad, le pidió un reporte acerca de la mercancía que entraba y salía de los depósitos en la cede y, además, pidió ser informado de cada movimiento que Cheshire ejecutara a partir de ese momento.
Cuando hubo terminado con el chico, pasó a nosotros, solicitando saber por igual, la situación de Hertford y Archer.
La plática se extendió un par de horas, Taylor terminó de fumar un puro, dos, tres, una caja entera que abrió paso a otra más.
Algo iba realmente mal, en los años que llevábamos trabajando juntos, fueron contadas las ocasiones en las que fumó como un maníaco desesperado.
Cerró la reunión con el rostro pálido, enfermo. No se le veía nada bien; tenía los ojos apagados. Hundidos en el pantano de la miseria y la preocupación. Hacía bailar sus dedos en el apoyabrazos de su sofá, tocando una melodía que iba a la par que la canción en el tocadiscos.
—No pareces tu mismo, Taylor —dijo Alaí, una vez que Gustavo se hubo despedido, poniendo entre nosotros una barrera de madera, que se activó al cerrar la puerta a la que Alaí acababa de colocarle el seguro.
—¿Dónde está? —pregunté. Crucé los brazos y me dediqué a esperar, sin bajar la mirada que lo retaba a mentirme, si es que se sentía capaz de hacerlo.
La boca de Taylor permaneció abierta, debido a que estuvo por contestarte a Alaí, antes de que me interpusiera, obligándolo a mirarme.
Apagó su puro, derramando ceniza sobre los papeles en la mesa.
—En New York. —Bebió de un sorbo todo el ron en su copa, cerró los ojos al terminar. Vi su manzana de Adán moverse al tragar y a sus pestañas agitarse, aleteando nerviosas ante la mentira que se escapaba a medias—. ¿Dónde más puede estar?
No iba a caer.
Agarré una copa puesta boca abajo en la bandeja de plata, serví un poco de whisky, disfruté del aroma que desprendió al pasar de la botella al contenedor de cristal. Tomé un poco, saboreando el alcohol en mi boca, que bajó ardiendo por mi garganta. Luego de eso, dejé la copa a un lado y volví a encararlo, tomando asiento en el sillón individual que estaba a su lado.
No iba a ceder.
—¿Qué pasó?
En su rostro no hubo cambios; sin embargo, encendió un nuevo puro y tras dar dos caladas seguidas, con tanta intensidad que el humo casi se lleva consigo su alma, habló.
—La última vez que lo vi fue hace un mes. Vino a decirme que dejaba Atwood.
Alaí soltó la botella de whisky.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste —dijo Taylor, viendo con desagrado a la humedad extenderse por la alfombra—. Kenai va a dejar Atwood. Pero, eso no es todo. Ese día que hablamos, aparte de su baja en la organización, platicó conmigo acerca de las condiciones y expuso una parte minúscula de sus planes. A cambio de irse, cortando lazos por completo con Atwood y todo lo relacionado a su vida como Morte, acabará con Belto y conseguirá dejar a Atwood en buenos términos con la comisión. Lo que viene a ser un beneficio importante para nosotros. —Llenó su copa de licor y la sostuvo, girándola con pereza—. Conozco el riesgo de dejar que se vaya, sobre todo luego de lo ocurrido con Belto. Intenté detenerlo, hacerlo razonar, le dije que no es momento para darle la espalda a Atwood, a pesar de ello, no puedo retener a un halcón que ya ha tenido suficiente de jaulas.
—Así que Gustavo es su remplazo. —Asintió—. Todavía no lo entiendo —dije—,¿por qué lo dejaste ir tan fácilmente? No es tu manera de hacer las cosas, en los últimos años si alguien intentaba retirarse ordenabas silenciarlo. —Conforme hablé, un nudo apretó mi corazón. La sola idea de verlo muerto me daba escalofríos.
No.
Kenai no debía morir.
—Tenía una deuda con él. —Taylor sobó su cabeza—. Al final, fue él quien mató a Keith.
—Creí que esa deuda se saldó al darle tu puesto como cabeza de Cheshire —soltó Alaí, jugueteando con un pedazo de vidrio roto, tentando al filo a cortarle
—Que liderara Cheshire fue mérito propio, la deuda permaneció desde entonces ya que, hasta ahora, no había tenido manera de saldarla. Si quiere irse no tengo más que hacer que darle las llaves para que abra su jaula.
—No es tan fácil —dije. Fue sencillo darse cuenta de eso, del juego detrás de todo. Taylor no era Keith, no era su hermano, pero eso no significaba que su benevolencia no tuviera un límite que chocaba con el código de honor, más allá de eso ninguna barrera le impedía hacer las cosas a su modo. Y su modo de devolver los favores no se trataba de soltar a Kenai con pase libre. Con el nuevo brillo oculto en la penumbra de sus ojos, descubrí que ni siquiera pensó en soltarlo, en cumplir al pie de la letra su palabra—. Es imposible que pueda cumplir esas condiciones en su situación actual —le debatí—. Si fuera hace un año no existiría ningún problema, pero su relación con los capos en la comisión ha cambiado. Van a matarlo y lo sabes.
Golpeó la punta de su puro en el cenicero con forma de moneda. Los residuos grises nevaron sobre los que ya estaban, formando montañas de nieve muerta.
—Te equivocas, Dakma. —Sacó el humo por la nariz, como un dragón viejo y cargado de resentimiento—. Es justo por su situación que será capaz de cumplir.
—¿Cómo dices?
—Antes de que la reunión comenzara me reuní en privado con Gustavo. La última orden de Kenai como líder de Cheshire fue que me revelaran su plan. —Apagó lo que quedaba de su puro y encendió uno más—. Kenai acordó una fecha de enfrentamiento con la comisión y Belto, en sus comunicados remitidos a las familias, los hizo creer que el verdadero desertor es él y no Belto, algo fácil, ya que su reputación es... Complicada. Además, logró que creyeran que Belto continúa operando bajo mis órdenes y tiene la misión de cazarlo. Debido a esto, ahora creen que la alianza que tienen con los Walker se extiende a toda Atwood, lo que nos da la oportunidad de ser parte de la comisión, solucionando muchos de nuestros actuales problemas. El único que sale perdiendo es él, a quien ven peor que a una escoria.
Un flujo constante de fuego avanzó a través de mis venas, calentó mi cuerpo por dentro, y, lentamente, comenzó a quemarlo.
Alaí entrelazó nuestras manos, haciendo caricias delicadas con el propósito de relajar la intención asesina que antes habitó en mis puños, deseosos de ir y estrellarse en el rostro de Taylor.
Quería matarlo.
—Conoces a Belto, no se quedará callado una vez que descubra la farsa de Kenai —dijo Alaí, sin detener sus caricias.
—Por eso Kenai va a matarlo. Para el mundo, Belto morirá como un héroe que cumplía con su deber. Solo nosotros sabremos la verdad detrás de todo. Kenai atacará junto a un grupo selecto de sus antiguos hombres en Cheshire, una vez tengan la cabeza de Belto, Kenai fingirá su muerte y dejará la mafia. Ese será el final de su travesía como Morte.
—¡Es suicida! —espeté, levantándome con Alaí detrás, obligado a seguirme por nuestra promesa inquebrantable entrelazada con fuerza y seguridad—. Aunque lleve a sus hombres los superarán en número. ¡Va a morir!
Taylor se encogió de hombros.
—Queda fuera de mi jurisdicción. No puedo hacer nada. Si mando refuerzos su versión se verá contradicha y Atwood acabará peor que antes. Aún así, necesito que logre matar a Belto.
—Iremos nosotros. —Se apresuró a decir Alaí. Le agradecí con un apretón que correspondió junto a una mirada de reojo—. Solo tienes que dar el permiso y no tardaremos en partir junto a un grupo de confianza para apoyarlo. No vamos a dejarlo morir. No si podemos evitarlo.
—¿Y si los descubren?
—Siempre podemos decir que íbamos a respaldar a Belto y al ver a los hombres de Cheshire los apoyamos, ya que ellos, a diferencia de su líder, siguen siendo parte de Atwood. Así no afectamos la versión de Kenai, ¿verdad?
—No va a funcionar —dijo Taylor, sacudiendo la cabeza con pesar.
Casi me creí su actuación.
Apreté de nuevo la mano de Alaí y fulminé a nuestro líder.
—No lo sabremos hasta intentarlo.
—Vayan entonces. —Cruzó las piernas, satisfecho a medias con los resultados que obtuvo—. Les sugiero que se apresuren, Gustavo mencionó que la fecha acordada fue el primero de abril.
Mi alma huyó de mi cuerpo, tan lejos que la perdí, quizá para siempre.
Alaí tuvo una reacción similar, perdió calor y fuerza de golpe, a tal punto que su voz se hizo añicos.
—Eso... ¡Eso es pasado mañana! —exclamó con miedo en cada palabra.
Taylor asintió, decaído.
—Por eso les dije que no iba a funcionar.
Me abstuve de golpearlo, solo porque había algo más importante en juego y eso era la vida de Kenai.
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