Era muy común que entre universos se hablara del pequeño guardián Dream.

Llevaba gran felicidad a donde quiera que fuese y gracias a eso era que todos vivían de lo mejor teniéndole cerca, el problema radicaba justamente en que eso mismo era lo que ocasionaba ciertos problemas.

La dependencia de otros monstruos hacia Dream era algo frustrante hasta cierto punto. El guardián perdía sus ánimos al darse cuenta que, como siempre, sólo se le quería ahí debido al aura positiva que emanaba de su supuesta alma.

Nadie se tomaba la molestia de intentar ser su amigo dejando de lado aquel aspecto.

Era prácticamente imposible que algo así ocurriera; y así le gustara o no, tendría que seguir viviendo consciente de ese hecho por el resto de su vida.

Continuaría como siempre en la monotonía de buscar hospedaje en algún AU pacifista e irse de ahí al cabo de un par de días... quizás en cuestión de horas; todo con tal de evitar la obsesión por su aura y que su gemelo, Nightmare, diera con él y destruyera el AU en el proceso. Esa sería su eterna rutina, una que nadie conseguiría romper...

O eso creyó.

Durante su corta estadía en un universo cualquiera, notó a distancia un colorido y llamativo esqueleto...