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5th PLATE: DEAL HEART

OST: Naked by James Arthur

🍽EAST FLAVOR 🍽

Los sonidos en un corazón anhelante pueden ser igual de dulces o tortuosos que una melodía de piano. Min Yoon Gi puede leer la desesperación en el rostro maquillado de tensión de Park Jimin. Las lágrimas que jamás se permitiría dejar fluir en su presencia.

Las palabras que morirían silenciadas en su garganta o el hecho que apretara sus dedos en el reposabrazos contrario de su coche le comunicaban del drama interior del chico a su lado.

Ese que a pesar de haber construido un imperio y sellado su presentación en base a rumores grotescos le seguía pareciendo igual de inocente y frágil al de su infancia.

Tentado a colocar una caricia conciliadora en su rodilla, el más pálido apretó sus nudillos en el volante hasta que estos se hicieron dos manchas color rosa.  Fue entonces cuando la voz de Jimin le alcanzó.

—Estaré bien, Yoon. No tienes que lucir como si quisieras sacarle el hígado alguien por mi causa. Solo se trata de mi madre.

Yoongi aprovechó el próximo alto para encontrarse con aquellos ojos color turquesa. Por qué era tan difícil razonar con él cuando le miraba de esa manera. Cuando su mirada podría contener todo el perdón que no podía expresar en palabras para aquella mujer que le había destruido la vida a los dos.

El alfa mordió su labio inferior mientras el aroma a café recién hecho se hacía más fuerte en el coche.

—No quedé en buenos términos con la señora Jia. Nunca me gustó ella y creo que yo le era más indiferente que sus jarrones de porcelana china, pero joder, ver cómo te afecta nuevamente… Espero que no sea uno de sus teatros para hacerte caer. Ella sabe que estamos trabajando juntos.

No era una pregunta y Jimin estaba seguro que llegados a ese punto, su progenitora estaría al tanto de la contratación del hombre a su derecha. Sin embargo, el tono alterado de Taemin y las fotografías que le enviara Aaron sobre el estado de Jia no mentían, tampoco lo hacía su lobo y esa intranquilidad que se apoderara desde que la noticia de la hospitalización se hiciera viral.

Yoongi enarcó una ceja reanudando la marcha con dirección a la unidad de emergencias solo para comprobar en qué se había convertido la vida de Park Jimin desde que ambos trazaran la línea de la distancia.

Como buitres necesitados de la carroña, una horda de periodistas y flashes les recibió en el parquin. Una verdadera procesión de insensibles a los que Jimin enfrentó con una gélida sonrisa.

—¿Está aquí por el nuevo intento de suicidio de su madre? ¿Él es su nuevo alfa? ¿Cómo se siente ser la sensación de Halliwell Fields cambiando de amante como de ropa? ¿Quiere probar que los omegas pueden estar por encima de la escala de castas cuando…?

—Buenas tardes, caballeros.

Fue lo que dijo Jimin mientras se apresuraba en abandonar el estacionamiento y los sabuesos de la prensa se le iban encima. Yoongi consiguió deshacerse de ese trance solo para alcanzar al rubio en las puertas magnéticas de emergencias.

Peach, espera Peach, esos de ahí fuera…

—¡Sólo déjame en paz! No quiero tu comprensión o tu furia ¡Ve a cuidar de la bendita cocina por la que tanto peleaste y de paso regálale a la prensa otra escena con la que crucificarme! Ya crecí Yoon, ya no tengo diecisiete para aceptar tus hombros cuando la vida se hace imposible ¡Ya crecí!

El balanceo de un corazón decepcionado es como la tecla desafinada en un piano. Yoongi recordaba las clases que la propia Jia les diera ambos de pequeños.

Cuando ser un niño sin presentar no constituía un peligro para Jimin y la señora Park. De los únicos recuerdos que podía sentirse orgulloso con esa mujer y el chico que se empeñaba en hacerle creer que había madurado, el piano se llevaba el primer lugar.

No tuvo tiempo de contrarrestar el ataque del rubio cuando un hombre de la misma estatura del omega apareció en el umbral y el dueño de EAST FLAVOR casi se arrojó a sus brazos.

Lee Taemin fue testigo de la expresión desfigurada de Yoongi antes de dejar paso al ejército de la prensa amarilla y encaminarse de vuelta al BMW. Los celos eran peor que el picante y Min Yoon Gi planeaba enmendarse ese mismo día.

Cuando la figura del alfa más pálido quedó fuera del campo de visión de Jimin el abrazo que Lee Taemin conocía a la perfección se aflojó lo suficiente para dejar atrás otro escándalo en las columnas de chismes.

—Así que ese es Yoongi. No quiero ni pensar en la cantidad de métodos de tortura que estará diseñando para mí ¿Cómo has estado, Mochi?

Jimin terminó de abandonar los brazos ajenos a tiempo para dibujar una mueca y encaminarse junto al de cabellos castaños al mostrador de emergencias.

—Mejor de que lo que debería teniendo en cuenta que Min Yoon Gi sigue formando parte de mi vida… ¿Qué fue esta vez?

El de piel acanelada y ojos marrones sabía que esa pregunta se refería a la señora Jia. Desgraciadamente las noticias con la madre de Jimin no eran halagüeñas cuando las preguntas de la prensa poseían media verdad en sus manos.

—No dulcifiques el golpe, solo dime la verdad…

Pidió el omega cuando alcanzaron el mostrador y una solícita enfermera le entregó un gafete de visitante.

—Esta vez fue más lejos… al parecer mezcló sus medicamentos con coñac y vodka. Estaba tocando el piano cuando colapsó. No quiero inmiscuirme en esto, pero deberías pasar más tiempo con ella. Sabes que si vuelve a tener ideación suicida…

—No me leas el manuscrito donde grita que siempre estuvo loca. Jia Park no me quiere ni a un metro de su persona. Odia al omega en el que me he convertido.

—Jiminnie…

—No estoy sordo ni ciego. Nadie se acerca a mí por la persona que puedo ser. Si no ven mi dinero, me miran el cuerpo con lascivia. Si no es por una segunda intención ni siquiera lo intentarían. Los insultos hace tiempo que dejaron de herirme. Cuando te quedas solo nada importa, no realmente.

Una mano de tez acanelada terminó atrapando su rostro. Allí, Lee Taemin podía ver las cicatrices recortadas en fragmentos violetas que hacían a Jimin una copia fisonómica de su madre. Solo fisonomía porque su alma distaba mucho de parecerse.

Cómo era posible que le colocaran tantas culpas sobre los hombros cuando de los rumores él no había hecho realidad ni la mitad. Una sonrisa triste iluminó las facciones del moreno.

—Tú no estás solo Jiminnie. Me tienes a mí para lo que sea. A mí, a Lixie, al cachorro testarudo de Kai y a Seok Jin. Nos tienes a todos a tu disposición.

Las inoportunas lágrimas, esas que se había esforzado por retener hicieron su aparición y Jimin deseó ser lo suficiente fuerte para ocultar las marcas en su corazón.

🍴EAST FLAVOR 🍴

La cocina de EAST FLAVOR recibió a Min Yoon Gi en un alboroto para el almuerzo. Felix conseguía imponer algo de orden a duras penas mientras los gritos de otros tres subchefs conseguían taladrar los sensibles oídos del pálido.

—¡Lee!

—¡Sí, chef!

—¿Se puede saber qué es este desastre? Iba todo sobre ruedas cuando estaba con el proveedor de vegetales esta mañana. Por qué parece como si hubiera entrado un huracán por la puerta del restaurante en mi ausencia.

El rubio se mordió el labio inferior pero terminó explicando atropelladamente que las omegas de la familia Choi habían reservado el área VIP para una reunión de su Club de Lectura y a última hora se habían quedado a tope. Eso y lo normal en temporada alta.

El chico le había dicho a Jimin que era más prudente atender solo por reservas pero el rubio insistía en dejar la tradicional barra abierta para estudiantes y trabajadores que preferían un almuerzo más elegante.

—Suficiente, no necesito excusas. Voy a cambiarme de ropa y lavarme las manos. Encárgate de la barra. Quiero a Wang y Suho con las aristócratas. Voy a enseñarte cómo se organiza el ejército, cachorro.

La seguridad del chef Min parecía la de un general en el campo de batalla. Un asentimiento colectivo fue su respuesta mientras cambiaba el ardor de las cacerolas y los aromas fuertes por lo aséptico de los cambiadores.

El reflejo de un hombre pálido como la nieve le recibió en el espejo usando el traje de chef en tonos azul oscuro y relucientes botones plateados. El cabello algo largo quedó recogido en un pequeño moño sobre su cabeza mientras Min Yoon Gi se repetía a sí mismo que debía calmar a su corazón y concentrarse en el trabajo.

Su recompensa llevaba dosis ingentes de paciencia y esmero. Eso se prometió una vez que encontró el pasillo de vuelta a la cocina principal.

Órdenes, platos cambiando, menús pegados sobre la tablilla y el imponente reloj digital que se encargaría de sustituir por su propio contabilizador de los minutos mientras “sus soldados” iban de aquí para allá comprobando sabores, agregando especias o reclamando sus consejos.

Entregado a confeccionar una fondue de queso con chocolate y fresas en compensación a la espera que las damas omegas de Halliwell Fields habían sufrido en su ausencia, ni siquiera notó cuando su teléfono móvil vibró en el bolsillo trasero de su pantalón y la tarde se convirtió en puesta de sol.

—Taehyung, lo siento. No podré pasar por las chicas a la guardería a tiempo. Estoy sobreviviendo la tarde para entrar en los preparativos de la cena y tengo qué ver cómo está Jimin.

Del otro lado la línea crujió un poco como si el omega de cabello castaño y ojos color cielo estuviera en un área donde el tráfico se impusiera. Yoongi ya le iba a reñir por conversar en plena calle cuando el sonido de una puerta cerrándose le hizo saber que probablemente se encontraba en una recepción cerca de la costa.

—Sí, el último escándalo de su madre está en los medios y… tú también... Eres el amante inédito de Park Jimin según las malas lenguas…

El alfa maldijo en voz alta mientras hacía malabares por mantener la decoración con las fresas entre sus manos y continuar con el auricular pegado a su oreja en una extraña posición.

—A veces me olvido de que ese chico Park hace mucho que dejó de tener vida privada. Había otro hombre esperándole en el hospital. El tal Taemin.

—Oh… sí, pero puedes irte quitando los cuernos, Romeo. A menos que su futura esposa le permita la poligamia, solo son mejores amigos. Yo que tú le bajaba al drama.

—Qué conveniente ¿Ya comiste?

Era increíble cómo Yoongi se podía preocupar por ese minúsculo hecho cuando Taehyung apostaba su colección de discos de Jazz de la década del setenta a que su mayor tampoco había parado para comer en las últimas horas.

—Lo mismo digo. Conociéndote como lo hago, Yoon, no debes de haber picado ni sal. Come tú también y déjame crecer. Tu instinto protector se desborda con los años. Hazle par de cachorros a Jimin y déjame en paz.

Un furioso sonrojo apareció en las mejillas del alfa, que agradeció la distancia de la llamada, porque de lo contrario sabía que no le quedaría piel en presencia de su primo.

—Está bien, tú ganas. Pero come algo y haz el favor de darles un beso a mis sobrinas. Estaré allí para arroparlas en la noche.

Después de unos cuantos berridos de protesta por parte de Tae y gruñidos de su mayor, la conversación murió para debatirse en los preparativos de la cena. El reloj digital en la cocina de EAST se movía a la misma velocidad que en el Hospital Universitario de Halliwell Fields, aunque Jimin tuviera otra idea del tiempo.

—Jia se encuentra estable por ahora. Gracias a la prontitud con la que fue atendida no pasó a mayores, pero le sugiero esa clínica de la que hablamos la otra vez. El aire de los Hamptons le ayudará a su madre, señor Park.

El consejo de Choi Bo Min, el médico que siempre había atendido a su familia desde los tiempos en que su padre vivía con ellos le apretujó el corazón. Un apretón conciliador en los hombros de parte de Taemin hizo al omega de aroma a duraznos reaccionar.

—Lo tendré muy en cuenta. Gracias por siempre estar ahí para mí y… para ella…

La mano que Jimin le sostenía a su pálida madre trazó el camino de las cicatrices sobre los impolutos nudillos. Si tan solo pudiera echar el tiempo atrás. Cuando tenía cinco años y la vida era dulce cual algodón de azúcar.

Si tan solo pudiera encontrar nuevamente luces en la mirada azul violeta que compartía con su madre. Estaba seguro que su yo de ese momento sería suficiente. No el pobre muchacho asustado de sí mismo en el que se había convertido, quizás por culpa de las sombras de su madre.

—No es necesario que pasemos la noche aquí, Taeminnie. Mañana temprano estaré de vuelta. Puedes irte al hotel o quedar con Felix, aunque debe estar echando humo por haberle robado a su jefe ejecutivo esta tarde.

Una sonrisa carente de humor llegaba a las comisuras del rubio mientras Taemin negaba. La puerta del estacionamiento del hospital lo recibió con las primeras luminarias de la calzada. La mirada color café de su amigo se iluminó antes de acariciarle el flequillo.

—Sé que vas estar bien pero te lo repito… No estás solo en esto, Jimin.

—Y lo sé. Lo aprecio lo suficiente para decirte que esta noche me dedicaré a adelantar el trabajo del día que perdí. Jia estará como nueva mañana. Ella me detesta ahora. Simplemente soy un mal hijo o esa escoria social por no permitirle jalar los hilos de la marioneta que solía danzar entre sus dedos. Estoy pensando en prestarle atención a la sugerencia de Choi. Quizás sí necesite de esa clínica en los Hamptons.

—No estaría mal. Mi boda es dentro de quince días y podríamos planear la despedida de soltero allá.

—Pero tú querías Aspen… ¿Recuerdas los juegos de invierno?

—Donde mi mejor amigo y excelente anfitrión pueda estar la diversión está garantizada. Solo seremos Felix, sus amigos intensos, Hyunjin y Hoseok ¿O ya te olvidabas de ese revoltoso?

Jung Hoseok, cómo olvidar aquel chico de sonrisa cálida y líneas perfectas. El epítome de la perfección a la que Jimin no podía aspirar.

—No, tienes razón. Organizaremos algo cuanto antes. Tú déjamelo a mí y Taeminnie… gracias por salvarme el trasero, como siempre.

Jimin le empujó juguetonamente y el castaño no se contuvo de pellizcarle una mejilla antes de despedirse prometiendo quedar para desayunar en EAST FLAVOR la próxima jornada. Jimin le devolvió la sonrisa hasta que lo vio perderse en el estacionamiento. Fue entonces cuando el cansancio y el frío abrazaron su cuerpo.

El omega de cabellos dorados se infundió valor para recibir otra avalancha de flashes de camino a su casa en lo alto de la ciudad.

🍽EAST FLAVOR 🍽

Kim Taehyung supo que Yoongi no estaría a tiempo para arropar a sus cachorritas cuando el minutero de su reloj de pulsera marcó otro cuarto de hora después de las doce pasado meridiano. Una nube de cansancio lo envolvió antes de besar la frente de Ji Sung y arropar a Ji Soo.

De puntillas, abandonando la habitación mientras cargaba con el monitor para bebés y tomaba la mala decisión de servirse media copa de whisky. El favorito de su hyung, aquella mezcla maderada y picante que le hizo arder la garganta.

“Deberías dejar de preocuparte por mí y hacerle par de cachorros a Jimin.”

Había soltado esa idea como la persona sin filtro que solía ser. Sin embargo, la pequeña herida en su corazón decepcionado le había sangrado después. No podía estar experimentando sentimientos de ese tipo por su hyung.

No podía envidiar a un omega que solo había visto en fotos y que pesar de ser hermoso, le sonaba vacío e insípido para alguien con el alma dulce de Yoongi. No, no podía estar así de confundido y el próximo trago de whisky por poco le otorga el valor necesario para llamar al pelinegro.

Por poco, porque en esos instantes la batería del móvil de Min Yoon Gi moría lentamente mientras las luces de la entrada del complejo de apartamentos donde vivía Jimin parpadeaban para anunciar la llegada de un nuevo coche a la demarcación.

Sentado junto al recepcionista y después de una charla en la que no dudó en compartir algunos dumplings que había preparado para el rubio, el corazón del alfa se saltó algunos latidos al contemplar el aspecto desaliñado que exhibía Jimin.

La camisa holgada de la mañana estaba estrujada y para su alivio no llevaba ninguna prenda del alfa que le había recibido en el hospital. Sí, así de detallista y posesivo era Min Yoon Gi mientras se erguía en su metro setenta y cuatro para recibir a Jimin.

—¿Qué haces aquí?

Fue la fría bienvenida que le ofreció el rubio cuando sus ojos dejaron de mirar al suelo para encontrarse con su rostro ojeroso.

—No me extraña que no tengas amigos, Peach. Es obvio que iba a interesarme por ti después de lo de hoy ¿Cómo está la señora Jia?

—No me toques la nariz, Min. No estoy de humor para tu versión del buen samaritano. Vete a casa, es tarde y tendrás unas horrendas ojeras si sigues perdiendo el tiempo conmigo.

—Querrás decir que las ojeras serán en dúo. No es la primera vez que nos desvelamos.

—Yoongi…

Jimin intentó pasarlo, solo para ganarse ser retenido por el codo. El aroma del alfa le impregnó las fosas nasales y tuvo ganas de acurrucarse contra su pecho y aliviar todo rastro de culpa mezclada con resentimiento que desde la noticia del intento suicida de su madre se apoderara de él.

—No cociné media cacerola de dumplings solo para compartirlos con el señor Baek. Por muy buena compañía que sea.

Le guiñó al hombre que desde la cabina de la recepción les espiaba disimuladamente.

—No te irás hasta que te deje ver mi número de piso… ¿Verdad?

Cuestionó con un puchero que el de ojos azul resaca se moría por apaciguar con sus labios. Las versiones de Park Jimin que atestaban su mente solo parecían abrumarlo, pero sin dudas esta, la más vulnerable, le obligaba a dudar.

—Supongo que eso es un sí. Vamos entonces, chef Min. Deje su comida y luego vaya a casa.

Consiguió soltarse de su agarre para dejar un aroma afrutado y triste tras de sí. Yoongi saludó con un gesto de la mano al señor Baek mientras desbloqueaban las puertas doradas del ascensor.

Los números sobre la barra superior de la cabina cambiaron bajo el interludio de una pieza de música clásica mientras Yoongi apreciaba las huellas de la extenuación en el perfil ajeno. Jimin parecía a punto de quejarse en cualquier momento y el chef decidió ser más hábil para conseguir una respuesta.

Si fuera Taehyung solo bastaría revolverle el cabello y pellizcarle las mejillas para que una cantarina risa llenara el lugar. Jimin y Taehyung tenían la misma edad y pertenecían a la misma casta.

Ambos eran omegas, pero quizás el rasgo dominante y las sombras del pasado sobre Jimin marcaban la diferencia.

Fuera como fuera, el de orbes azules cian se prometió que debía enviarle una mensaje a su primo para que no se preocupara por su tardanza. Finalmente el ascensor abrió las puertas y un largo pasillo quedó ante ambos.

—Es el único departamento de esta área. Ya cumpliste con tu papel de alfa sobreprotector, Yoon.

Otra vez se empeñaba en despedirlo con cortesía. Yoongi negó acompañándole fuera de la cabina.

—Sabes que no estaré tranquilo hasta que te deje sano, salvo y con el estómago lleno, Chim…

De vuelta ese otro apodo que solo él y alguna vez su madre le concediera. Un ligero temblor levantó las comisuras de Jimin. Un suspiro cansado fue la respuesta mientras se despeinaba el flequillo y abría la marcha hacia la puerta de su departamento.

Dos palmadas de sus pequeñas manos fueron suficientes para que las luces se hicieran presente en el interior y Yoongi supo que aquel era el reino de su primer amor. No solo por el aroma que flotaba en cada centímetro de la estancia, sino porque hasta la más pequeña de las decoraciones le recordaba a ese chico.

—Deja la comida sobre la encimera. Estoy sediento.

El rubio se retiró las botas para que la comodidad de las pantuflas con motivos de pollitos lo recibiera. Separó unas en negro con orejitas de gatos para Yoongi, casi como si fuera un gesto automático.

El Jimin hogareño era todo un espectáculo mientras se acercaba a la nevera para beber agua como si le fuera la vida en ello. Yoongi estuvo atrapado en esa visión lo suficiente para caer en la cuenta que estaba totalmente equivocado.

Ir allí no sería ganar puntos y preparar su intento de jugar al héroe. Ir allí no le ayudaría a completar su venganza, cuando lo único que podía desear era envolver al omega en sus brazos y susurrarle que todo estaría bien.

—No creo que coma hoy, así que puedes dejarlo para que los guarde, así llegas a tu casa y…

Jimin se quedó callado cuando percibió los brazos en su cintura y la tibia respiración sobre su nuca. Yoongi estaba apoyado contra el delgado cuerpo del omega mientras cerraba los ojos y restregaba la nariz sobre la sensible piel con aroma a duraznos.

—¿Qué… qué estás haciendo, por la Diosa?

Murmuró el más bajo apretando la botella de agua en sus manos mientras las feromonas del alfa le cosquilleaban en la nariz. Preguntar estaba de más cuando su lobo lloriqueaba por ser mimado por el del alfa.

—Yoonie por favor… ve a casa…

—¿Por qué… por qué siempre tenemos que terminar así? Sé que te duele todo lo que está sucediendo. Sé que la mayoría de los rumores que te rodean  no pueden ser ciertos cuando estás a punto de derrumbarte. El humano terco puede que actúe mejor que el omega, pero sin dudas es tu lobo quién me lo ha dejado claro. Me necesitas de veras, Peach. Mi dulce durazno me sigue necesitando como yo preciso perderme en tu aroma.

Lo último llegó en un suspiro cansado mientras inhalaba sobre la glándula de olor del rubio, consiguiendo que un estremecimiento le recorriera de arriba abajo.

Mostrarse débil no era su especialidad, menos frente a un enemigo tan poderoso como podía ser Yoongi, pero qué podía hacer... Mandarlo al demonio, correr y gritar cuando quería quedarse a vivir en ese abrazo por siempre.

Mordiendo su labio inferior, prometiéndose a sí mismo no derramar lágrimas sin sentido, Jimin se dio la vuelta para atraer a Yoongi por la camisa y casi trepar sobre él, como solía hacer cuando era adolescente.

Abrazando al alfa con brazos y piernas, la insinuación en aquellos ojos azul resaca le condenaban ahogarse en una decisión que ya no tenía vuelta atrás.

—Quédate esta noche, quédate conmigo.

🍽EAST FLAVOR 🍽

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