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XIX

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Ahora que le había dicho a su amigo acerca de su noviazgo con la hermosa castaña que tenía a su lado y que acariciaba su cabello al punto de hacer que sus párpados intenten cerrarse, sentía una carga menos en sus hombros. Quería quedarse así el resto de su vida, quería quedarse con ella para siempre, incluso quería poner un anillo en su dedo y unir sus almas en una sola, aunque sabía de antemano que estas ya estaban unidas desde que se conocieron. Pero era consciente de que nada de eso podía ser posible.

Pronto debía irse a casarse con un hombre que sabía que no podría hacerla feliz y abandonar a la única persona que no quería perder nunca en su vida, pero tarde o temprano tendría hacerlo. Le daba tanto miedo decirle que dentro de tres meses se iría a otro reino y ya no podrían seguir juntas.

No quería perderla, pero tampoco quería mantenerla atada a una relación sin futuro que terminará por culpa de los intereses de otra persona.

—...me enamoré de él —dijo Mina.

—¡¿Qué?!¡¿De quién?!

—Del vestido, tontita —respondió entre risas la castaña.

—Me asustaste, Mina.

—Eso no habría pasado si me escucharas, hace 15 minutos que te estoy hablando, ¿Qué sucede? Hoy estás muy distraída —dijo Mina, a la vez que tomaba entre sus manos el rostro de la contraria.

Rosé iba a contarle sobre su inminente boda con el duque, pero no quería arruinar el hermoso momento que pasaban juntas.

—No es nada, es solo que anoche no dormí bien —respondió la rubia con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Ay pobre de mi bebé -dijo Mina con un ligero puchero en sus labios, apoyando la cabeza de su novia en su pecho y depositando pequeños besos en su coronilla, ocasionando risas en la contraria.

—Ya basta, mi amor —dijo Rosé.

—Fingiré que te creo. No voy a presionarte para que me cuentes algo que no quieres que sepa —dijo Mina con una pequeña sonrisa en sus labios.

—¿Ya sabías que te amo mucho?

—Claro que lo sé, pero yo te amo más —dijo la castaña, sacándole la lengua a su novia. Rosé miró a Mina con ojos tan brillantes que demostraban el amor que sentía por ella.

—¿Te gustaría ver lo que hay en el centro del laberinto? —preguntó la rubia. Mina le temía un poco al laberinto debido al miedo de perderse en él, pero aun así asintió. Confiaba en el amor de su vida.

Ambas se pusieron de pie y se dirigieron a la entrada del gran laberinto y una vez allí Rosé notó el leve temblor y el suspiro que soltó Mina.

—No va a sucedernos nada, conozco este lugar como la palma de mi mano, así que no nos perderemos —aseguró con una sonrisa, tratando de tranquilizar a su novia.

Una vez que Mina estuvo más tranquila, se adentraron en el laberinto y comenzaron a conversar amenamente. A medida que se acercaban al centro, la castaña estaba más emocionada por saber lo que había allí. Al llegar, vio una gran estatua del Gran Tejón Topo sosteniendo el símbolo del elemento tierra entre sus grandes garras, era exactamente igual a la marca real que se encontraba en el gran estandarte que colgaba sobre los imponentes tronos de los reyes en el gran salón.

Rosé entre abrió sus labios para decir algo, pero comenzaron a escucharse pasos junto con voces masculinas que se acercaban cada vez más al centro del laberinto desde la otra entrada. Mina iba a decirles algo, pero la rubia puso una mano en sus labios para que no dijera nada al sentir que los pasos se detenían a un par de metros de ellas.

El laberinto tenía dos entradas, una en el frente, que era la principal, y otra en la parte trasera. Es por eso que el centro también tenía dos entradas, pero al estar la gran estatua entre medio de ambas Rosé y Mina no pudieron ver quiénes estaban allí, solo podían escuchar sus voces. Ellos tampoco podían verlas a ellas, es por eso que continuaron hablando.

—Bien, aquí no nos escuchará nadie —Dijo una voz grave, al parecer era un hombre joven.

—Las cosas lentamente van marchando como lo planeado, sobrino —Dijo la otra voz, pero esta era ronca, por lo que supuso que sería un anciano.

A Rosé se le hizo bastante conocida esa voz, pero no quiso decir nada al respecto.

—Detesto que todo dependa de que esa estúpida haga bien su trabajo, nada nos asegura que no se vuelva a equivocar como ya lo hizo. No voy a permitir otro error de su parte —dijo con enfado el joven.

—En realidad sí. Puedo matarla a ella y a ese bastardo que lleva dentro si no hace las cosas bien, se lo advertí días después de la llegada del rey Seokjin.

—Me imagino que lo hiciste mediante una carta anónima, ¿No? Ella no debe saber que tú también eres partícipe de todo esto.

—Por supuesto, sobrino.

—Muy bien. Suran me envió un mensaje de fuego diciendo que Wang ya estuvo allí y que solo vio a unos pocos, tal y como lo planeamos.

—Está bien. Fue una muy buena idea ponerla como segunda al mando.

—Sí, es la más apta para ello.

—¿Cómo va el escudo?

—Las flores fueron más que eficientes, gracias a ellas el escudo caerá en unos 4 meses.

—¿No puede ser antes? Ya quiero acabar con todo esto.

—Yo también lo quiero, tío, pero si lo aceleramos aún más corremos el riesgo de que el escudo explote junto con todo el lado oeste del reino.

—Pues hazlo, acelera la caída del escudo.

—Pero la explosión va a ser tan grande que afectará a las personas que viven cerca de él.

—Son simples campesinos, no importan —dijo el anciano, demostrando el poco interés en las palabras dichas por su sobrino.

—Pero son inocentes, así que no voy sacrificar sus vidas solo porque tú lo dices —dijo el hombre con voz grave, en sus palabras se podía percibir el enojo que estaba creciendo en él.

—No te estoy preguntando, es una orden. Quiero a Kim Namjoon muerto lo antes posible, él debe pagar por lo que su padre le hizo a mí familia —dijo el anciano, para luego retirarse del lugar seguido por su sobrino.

Durante toda la conversación entre los desconocidos, Rosé y Mina no se movieron de su lugar por miedo a que las descubran, pero cuando el hombre se estaba retirando del lugar, la rubia asomó su cabeza y pudo ver a un hombre alto de espaldas con un traje blanco y una cabellera naranja.

Cuando el sujeto desapareció de su vista, ambas se pusieron de pie y se miraron por unos segundos, rodeadas del característico silencio del laberinto, hasta que este fue interrumpido por Mina.

—Debemos notificarle de esto al rey.

—Déjamelo a mí. Salgamos de aquí —dijo la rubia, para luego tomar su mano y salir en la dirección contraria a la que habían ido los sujetos.

Al salir del laberinto, ambas se dirigieron al interior del castillo, pero se separaron en la entrada a la cocina debido a que Mina debía ayudar a preparar las cosas para el almuerzo de los reyes. Rosé se dirigió al despacho de su amigo.

Al pasar delante de una puerta que se encontraba en uno de los corredores cercano al que lleva al despacho del rey; alguien la tomó por detrás, sostuvo sus brazos y colocó una mano en su boca para que así no pudiera gritar y la arrastró al interior de una oscura habitación.

—Si gritas, te mato —dijo una voz gruesa en su oído.

De repente se encendieron las velas del lugar y pudo ver que se trataba del mismo hombre de cabello naranja que se encontraba en el laberinto.

—¿Qué es lo que quieres? —dijo Rosé con los brazos cruzados.

—Solamente vengo a decirte que lo mejor es que no digas nada de lo que tú y la otra dama oyeron en el laberinto.

—¿Cómo supiste que estábamos ahí?

—Las vi salir del laberinto luego de que mi tío y yo nos fueramos de allí—dijo el joven como si la respuesta fuera muy obvia.

—¿Y qué te hace pensar que te obedeceré y no le diré nada a Namjoon? —inquirió la rubia enarcando una ceja y elevando el mentón.

—Yo sé que no lo harás si quieres volver a ver a tu amada novia con vida —respondió él con una sonrisa ladina en sus labios, para luego retirarse del lugar.

El corazón de Rosé comenzó a latir frenéticamente debido a las palabras del chico. Temía por la vida de Mina, ella era lo más preciado que tenía y no quería perderla a manos de ese hombre. Pero a pesar de todo, su deber era contarle todo a su amigo, por su propio bien y el del reino.

Al llegar al comienzo del corredor, pudo escuchar los gemidos nada disimulados de Hyejin.

—Que asco, hacen esas cosas de humanos todo el tiempo —dijo Marco, el daimonion de Rosé, que caminaba a su lado tranquilamente.

—Sí, es asqueroso, pero tampoco me sorprende —dijo la rubia, para luego ingresar a la habitación sin importarle los sonidos que provenían del interior.

Namjoon se encontraba sentado en una silla detrás del escritorio y agarraba fuertemente las caderas de la pelinegra que estaba sentada en su regazo con ambas piernas a sus costados y el vestido levantado. Cuando escucharon la puerta, el castaño la miró con una sonrisa burlona y la chica se dio la vuelta e intentó cubrir sus pechos.

—Tranquila querida, no tienes nada que yo no tenga. Lárgate —dijo Rosé.

—Tú no eres nadie para darme órdenes, llevo al primogénito del rey —dijo Hyejin mientras se acomodaba el vestido.

—Sí, un bebé que será considerado un bastardo, no el legítimo heredero a la corona, eso le pertenece a otro. No intentes tener aunque sea un poco del poder que tengo yo sólo porque llevas al hijo del rey. Recuerda que soy hija única del duque de Rummus, uno de los más importantes del reino y, por lo tanto, futura duquesa del lugar. Soy mucho más de lo que tú podrías ser en toda tu vida —dijo Rosé con un tono de altanería y una sonrisa ladina en sus labios. Las mejillas de Hyejin se colorearon de rojo debido a su enojo e iba a responderle, pero decidió retirarse de la habitación.

—No era necesario eso, Rosé —dijo Namjoon mientras acomodaba su vestimenta.

—Claro que era necesario, esa estúpida se creía más que yo y no voy a permitir eso de su parte —dijo la rubia con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Me sorprende que hayas usado el título de tu padre para imponerte ante Hyejin.

—Y a mí me sorprende que, mientras tú estabas fornicando con tu concubina preñada, hay otras personas dentro del castillo que planean matarte.

Al ser rey, siempre fue consciente de que habría personas que estarían en su contra y querrían matarlo, su padre le había dejado bien en claro eso. Pero una advertencia no era lo mismo que la realidad. Las palabras de su amiga habían ocasionado un escalofrío en todo su cuerpo.

—¿Qué dijiste?

—Que te quieren asesinar, Kim Namjoon —dijo Rosé para luego proceder a contarle todo lo que ella y Mina escucharon en el laberinto.

"Siempre habrá alguien que querrá matarte, es por eso que nunca debes bajar la guardia ni siquiera cuando estés en el castillo. Nunca sabes quién podía apuñalarte por la espalda" le había dicho su padre mientras pasaban un tiempo a solas.

—¿Y pudiste ver quiénes eran? —inquirió Namjoon luego de escuchar a su amiga.

Rosé iba a proteger a su amigo, pero también a su novia. Es por eso que decidió responder.

—No, pero una de las voces era ronca, puede que uno de ellos haya sido un anciano. Si asomaba mi cabeza corría el riesgo de que nos descubran así que no lo pude ver.

—No son muchos los ancianos cercanos a mí.

—Y los ancianos que podrían estar en contra de la corona normalmente pertenecen al consejo, son más cercanos al poder.

—Tienes razón, pero no haré nada aún. Dejaré que siga pensado que no sé nada y en algún momento él mismo se delatará.

—Es una buena idea. No hables con nadie de esto, no sabemos quiénes están de su lado.

—Claro que no, quedará entre nosotros.

Escuchar a todos esos ancianos le estaba dando un gran dolor de cabeza. Se suponía que estaban ahí para ayudar al rey a tomar decisiones en beneficio a los habitantes, pero lo único que querían era llenarse los bolsillos de dinero para tener mayor poder del que ya tenían, sin importar que las personas del sector bajo salieran perjudicadas.

Desde que había regresado al palacio, Seokjin participaba de cada reunión semanal del consejo con el fin de cumplir con su papel de rey consorte y demostrarle a esos vejestorios que él tenía más poder que todos ellos.

—Podríamos aumentar el impuesto a la corona, con eso podremos formar una alianza con Norus —dijo lord Kang.

—El país de Norus es conocido por poseer guerreros sanguinarios, violentos, con una fuerza prácticamente inhumana, nos beneficiaría mucho una alianza con ellos —añadió lord Choi.

—Pero eso perjudicaría a los campesinos, para ellos es muy difícil abonar el impuesto actual y aumentárselos solo sería peor —opinó Seokjin.

—Su Majestad, piense que esto aumentaría la seguridad del reino —dijo lord Ha.

—Pero una alianza económica ameritaría que el pago sea mensual y con eso estaríamos perdiendo dinero que se podría invertir en aumentar la importación de mercadería. Además, una alianza mediante el matrimonio con el gobernante del país sería aún más fuerte y todos saldríamos beneficiados —dijo el pelinegro.

Namjoon rió por lo bajo al ver que nadie contradecía a Seokjin, no había razón para no hacer lo que el consorte decía.

—El rey consorte tiene razón —dijo Namjoon, sorprendiendo a su esposo—. Tienen hasta la próxima semana para traerme alguna mujer o doncel que esté dispuesto a contraer matrimonio con el gobernante Song Mingi. Se cierra la sesión.

Todos los presentes se pusieron de pie e hicieron una reverencia a sus reyes. Mientras salían del gran salón, Seokjin sintió una mirada cargada de odio, pero no se dio la vuelta para ver de quién se trataba porque no iba a demostrar interés en esa persona.

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Espero que este capítulo les haya gustado y que dejen sus estrellitas y/o comentarios 💙

Los quiero 💜

Chaer

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