nervous meow
Comenzó poco a poco, como cuando percibes que te vas a resfriar luego de haberte mojado en la llovizna sin querer. Una serie de "síntomas" se comenzaron a presentar en Matthew.
Lo primero que notó fue el olor a cedro, que al principio era como cualquier otro, pero luego se fue grabando en su nariz una serie de matices que no tenían los demás que olían así. Ahora le era difícil ignorar la imagen mental que acompañaba el aroma.
Luego se vio afectado su sentido de la audición. Podía escuchar la voz de Jiwoong incluso antes de atravesar la puerta de cualquier habitación en donde estuviera, volviéndose esto tan grave que incluso a veces su mente aislaba los demás sonidos para concentrarse solo en su risa. Esa preciosa risa.
Su sentir se estaba volviendo primigenio y comenzaba a ser preocupante. En ocasiones incluso podía ver a Jiwoong primero que nadie; su visión se volvía panorámica, las pupilas no le obedecía y se dilataban cuando su fuerte aroma llegaba a él. Era inquietante y el corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento si el nerviosismo seguía creciendo en él. Nunca antes se había sentido así cerca de ningún otro alfa y era casi bizarro, porque entre más iba creciendo la cercanía en su amistad, más iba sintiendo sus instintos adueñarse de él.
Era injusto, porque realmente quería acercarse al mayor.
Desde que Hanbin lo había introducido al grupo, como su nuevo amigo y compañero de trabajo, a Matthew le había parecido una persona de lo más interesante. El mayor había hecho miles de cosas en su corta vida y el canadiense quería saber más y más de él, pero se le estaba dificultando estrechar la relación, su cuerpo y su mente actuaban por separado y no parecía tener forma de arreglarlo, ni una respuesta a qué le pasaba en concreto para saber como detenerlo y poder actuar como un ser normal frente a Jiwoong.
—Aquí tienes, un caramel macchiato —dijo Jiwoong, colocando la bebida frente al menor, pasando su brazo cerca de su rostro y dejando un rastro fuerte de su olor—, y para Hao un frappuccino de vainilla.
Matthew soltó el aire que estaba cogiendo pero inmediatamente tuvo que tomar otra bocanada cuando Jiwoong, en vez de irse, tomó asiento a su lado y le dedicó una sonrisa.
—¿Qué haces? —La pregunta abandonó su boca rápidamente y sin pensárselo.
No sabía si había sonado grosero o demasiado ansioso, pero ninguna de las dos opciones le dejaba tranquilo.
—No falta mucho para cerrar y Hanbin se ve que lo tiene todo controlado —dijo el mayor con tranquilidad.
El problema con Jiwoong era que cada vez que te decía algo te miraba de una forma profunda, o por lo menos ese era el caso con Matthew. Sus ojos eran intensos y parecía que con solo una mirada ya captaba todo de ti. Miraba a Matthew como si quisiera saber cada uno de sus pensamientos, pero por más que el menor quisiera decirle alguno, el que lo viera así solo hacía que todos terminaran siendo confusos y se exteriorizaran en forma de sonrojo en vez de oraciones.
Matthew sintió de pronto una ligera patada, proveniente de su amigo extranjero y cuando se volteó a verlo este miraba fijamente a un punto encima de su cabeza. ¿Qué le pasaba? De por si estaba nervioso como para que Hao se pusiera a hacer cosas extrañas también.
—Que tierno, ¿por qué ahora? —preguntó Jiwoong llevando su mano a la cabeza de Matthew y dirigiéndo su mirada ahí donde tocaba.
Le estaba tocando una de sus orejas de gato con suavidad.
¡¿Me está tocando una de mis orejas de gato?!
El nerviosismo de Matthew terminó de dispararse hasta el cielo y comenzó a notar que sus dos orejas gatunas se movían hacia atrás. ¿Por qué estaba sintiendo peligro? ¡Era solo Jiwoong!
Ni siquiera podía entender cómo era que no podía controlar el despertar de sus orejas. Comenzaba a ser preocupante de una forma diferente para él, porque no cualquiera podía hacer que los instintos animales se descontrolaran.
—¿Estás bien? —preguntó el mayor preocupado pero, por alguna razón, sin dejar de tocar las orejas del menor, lo cual no lo ayudaba calmarse.
Matthew captó que Hao decía algo también, pero le era imposible concentrarse en lo que decía porque la voz de Jiwoong ocupaba todo su sentido de la audición en ese momento. No era algo abrumador, pero le estaba dando demasiada vergüenza no poder comportarse.
—¿Matthew?
El menor miró a su alrededor, buscando algo que lo ayudará, más allá de la mirada del extranjero que le veía como si estuviera un poco loco. Lo primero que pudo ver fue a Hanbin agacharse por algo, quedando oculto detrás de la barra de servicio, por lo que se inventó la excusa más tonta que pudo pensar en ese momento.
—Creo que a Hanbin se le cayó algo y necesita ayuda —dijo, ignorando que el resto de las personas en la mesa también tenían un desarrollado sentido de la audición,y se puso de pie rápidamente—, no hace falta que tú vayas, quédate descansando, te ves atareado —agregó para el mayor de todos rápidamente y se fue con la toda velocidad que sus pies le permitían sin echarse a correr.
Llegó detrás de la barra y Hanbin no lo notó, se encontraba limpiando algo en el suelo. Matthew tiró la vista hacia atrás y se dio cuenta de que la mirada de Jiwoong estaba fija sobre él, así que se agachó rápidamente, quedando a la altura de su mejor amigo, sorprendiéndole en el proceso. Obviamente él también se fijó en que llevaba las orejas fuera y le observó sin poder evitar cuestionarle con sus ojos.
Matthew respiró profundo para calmarse y de un momento a otro sus orejas felinas ya no estaban. Sin la penetrante mirada de Jiwoong sobre él era mucho más fácil controlar sus instintos.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó el otro, sin entender muy bien qué estaba sucediendo.
—Shh, solo finge que te estoy ayudando —susurró lo más bajito pero entendible que pudo.
—¿Es por Jiwoong?
Obviamente Matthew le había comentado lo que le estaba sucediendo. A Hanbin también le parecía extraño pero lo había adjudicado a que Jiwoong era un alfa de presencia dominante, al contrario de él, que era mas bien un alfa recesivo y que el resto de sus amigos , quienes eran omegas y betas. El canadiense había llegado a Corea ya hace dos años, pero solo había tratado con los amigos que le presentó Hanbin. En resumen, al barista le parecía que lo normal era que estuviera algo nervioso alrededor de Jiwoong y su fuerte presencia, sobretodo porque Matthew además era muy tímido.
—No puedo controlar mis instintos con Jiwoong, no sé qué me pasa, que mis orejas aparezcan de la nada es una locura —le comentó en susurros y el otro se quedó pensativo.
Tenía una idea en su cabeza, pero no sabía exactamente como expresarla o que tan posible fuera. Algo similar pero no tan fuerte le había sucedido a él hacia un tiempo, pero supo como lidiar con ello rápido porque conocía la causa, teniendo incluso nombre y apellido.
—¿Haz pensado que tal vez te atrae como pareja?
—¿Todo bien por acá?
La voz de Jiwoong llenó la cabeza de Matthew, de una forma tan repentina que lo siguiente que sucedió hizo que a Hanbin se le formara una sonrisa de medio lado viendo a su amigo, porque ya tenía respuesta a su pregunta. La cola del menor había aparecido de la nada y se había erizado en cuanto el menor hizo contacto visual con el otro barista. Estaba nervioso y esta vez tenía bastante razón, no solo porque probablemente Jiwoong escuchó la pregunta de Hanbin sino porque también sus ojos estaban fijos e inamovibles en él, afilados; sin duda era una mirada muy animal. Hanbin de pronto lo entendió todo, pero no podía decir nada en ese momento.
—Todo está bien —le calmó su compañero pero la respuesta que estaba buscando el otro era la de Matthew, así que ni siquiera se inmutó ante sus palabras.
—Ya terminamos, fue un pequeño derrame de café —aclaró nervioso, cogiéndose la cola e intentando que sus pelos dejarán de estar encrespados para poder guardarla.
Jiwoong fijó su mirada entonces en la cola del menor, haciéndolo sonrojar. Parecía querer estirar la mano para tocarla también pero el canadiense pudo volver a sus cabales y lograr que su cola desapareciera.
—Soy muy asustadizo —se excusó una vez pudo sostener la mirada del mayor.
—Ya veo —comentó el otro, pero su tono sonaba un poco burlon.
Y el tercero ahí, Hanbin, comenzaba a sentir que sobraba un poco. Los otros dos obviamente tenían una tensión entre ellos que debían resolver.
(...)
Después del pequeño "incidente" Matthew puedo relajarse un poco más. Al terminar Hanbin de hacer sus labores cerró el local y se sentó junto a sus amigos a conversar mientras estos acababan sus bebidas. El canadiense le obligó a sentarse a su lado, para poner distancia con Jiwoong y para el disgusto del otro ya que no pudo quedar junto a su pareja.
Al haber cuatro personas conversando era mucho más difícil que Matthew se colocara nervioso, pero aún así Jiwoong intentaba tener la vista fija en él en cada oportunidad que tenía. Le hablaba directamente al menor para asegurarse de que le respondiera mirándolo a los ojos, sin embargo este intentaba que cada parte de la conversación los incluyera a todos para no tener que poner toda su fuerza en que sus orejas no se asomaran y en qué sus oídos no se concentraran solo la voz del mayor. Francamente era un poco incómodo para la parejita, pero no tenían más remedio que estar en medio. Sin embargo, eso no significaba que si la oportunidad se les presentaba, los dejarían solos.
—Yo creo que ya es hora de marcharnos —comentó Hanbin observando fijamente como Matthew estaba rojo por la cercanía del mayor—, ¿Te importaría lavar los vasos de Matt y Hao? te dejaré las llaves para que cierres sobre la barra.
—Y Matthew te puede hacer compañía, ustedes dos viven cerca —agregó el chino, colocándose de pie—, además, a Jiwoong parece gustarle hablar contigo —le dijo a Matthew en tono sugerente, y este lo miró como si acabara de enloquecer.
Antes de que el menor de todos pudiera abrir su boca para quejarse, Jiwoong ya se estaba cambiando de sitio para estar a su lado. Matthew era capaz de sentir la urgencia de su cola por aparecer mientras veía a sus otros amigos marcharse. A sus ojos, era una traición pero no podía detenerse a pensar en ello. Estaba intentando procesar el hecho de quedarse a solas con Jiwoong, porque eso nunca había pasado antes. Y dios, ese maldito olor tan penetrante y casi empalagoso del alfa lo hacía sentir como un bicho cayendo en el cebo.
Se quedaron sin decir nada o así pensaba el menor hasta que la puerta trasera del local se escuchó cerrarse y Jiwoong comenzó a hablar. Por su parte Matthew seguía estático, sin atreverse a mirar al otro y pensando en la pregunta que le hizo su mejor amigo hace un rato.
Para ser honestos, hacía mucho que no le gustaba nadie, y ninguna de las veces anteriores se había sentido de esta manera tan instintiva, por así decirlo, todos habían sido enamoramientos en los que la magia se acaba más pronto que tarde porque se terminaba dando cuenta de que realmente no sentía una conexión. ¿Era entonces así como realmente se sentía cuando una pareja indicada se cruzaba en tu camino? La pregunta solo le confundía más.
—¿Te gustó la bebida? —preguntó Jiwoong y el menor solo atinó a asentir. — Que bien, porque yo la hice para ti.
Matthew suspiró e intentó serenarse. Tenía que intentar actuar normal y tal vez así conseguiría engañarse así mismo, así que se volteó a Jiwoong para decirle que le ayudaría a lavar los vasos, pero tan pronto como su cara entró en su campo de visión, la hermosa sonrisa del otro se extendió por su cara y parecía genuinamente una sonrisa única y solo para él. Sus orejas volvieron a aparecer, estando atentas pero relajadas; se encontraban en su posición de normalidad y felicidad.
— Quiero tocar tus orejas otra vez —dijo Jiwoong, notando su aparición y para sorpresa del otro, el mayor hizo sus orejas aparecer también —, puedes tocar las mías a cambio.
Fue inevitable para el menor llevar una de sus manos a las orejas del mayor. Eran de un color negro azabache super brillante y Matthew era uno de esos híbridos que se volvía completamente débil antes las cosas que brillan. Para Jiwoong el gesto del menor era un respuesta positiva, por lo que no tardó en llevar sus manos a las orejas del menor, que se encontraban suavecitas y calentitas. Así estuvieron un rato, tocándose las orejas sin decir nada realmente y aunque el menor estaba distraído por el brillo, su corazón había comenzado a latir muy rápido y su cola había hecho aparición, pero en ese momento no le importaba mucho. Solo salieron de ese extraño trance en el que estaban cuando el mayor se percató de que debía cerrar y lavar antes de que los vecinos avisaran que el local seguía con luces a horas extrañas.
Le tomó mucha iniciativa levantarse del lado del menor, pero al final no importó, porque este le siguió lentamente, poniendo un poco de distancia entre ellos pero sin dejar de verlos y sin hacer que su cola y orejas se escondieran nuevamente. A Jiwoong le producía de ternura.
El mayor lavó los vasos y recogió lo que faltaba. No había vuelto a intercambiar palabras con Matthew, pero es que este no sabía muy bien que decir, seguía dándole vueltas a la pregunta de Hanbin y no podía dejar de apreciar la belleza de Jiwoong, esa que no había notado por completo antes. Era como si el tacto del mayor lo hubiera dejado hipnotizado.
Finalmente, cuando Jiwoong acabó, ambos híbridos salieron por la puerta de atrás y comenzaron a caminar en dirección a sus casa. Ninguno decía nada, pero el mayor tenia una sonrisa grande en su cara y Matthew, con el corazón en la garganta caminaba viendo fijamente el suelo y se preguntaba por qué ahora Jiwoong sacaba su cola, se notaba que lo estaba haciendo a su antojo y no por perder el control como él. Le distraía, le hacía pensar en como se sentiría al tacto.
La casa del menor era la primera en el trayecto y mentiría sino dijera que se sintió aliviado pero decepcionado al mismo tiempo. Por un lado podría irse a dormir y dejar de estar tan nervioso, pero por el otro tenía que admitir que haber estado a solas con Jiwoong no había sido tan malo y desearía que el camino hubiera sido un poquitín más largo.
—Supongo que nos veremos mañana o pasado —dijo Matthew a modo de despedida, tomando valentía para encontrarse con los ojos de Jiwoong otra vez.
—Déjame que te acompañe hasta la puerta —insistió el mas alto.
—Está bien —respondió por instinto el menor.
Fueron solo unos segundos y cuando ya estaban frente a su puerta, se quedaron mirando sin saber muy bien que decir. Matthew estaba nervioso y por su parte Jiwoong parecía tener algo que decir. Pero el menor tendría que entrar en algún momento, así que tomó la iniciativa por una vez.
—Nos vemos luego, Jiwoong —se despidió, dispuesto a entrar a su casa de una vez por todas, sin embargo, el alto lo tomó por la muñeca.
—Tengo algo que decirte.
Matthew tragó seco, sus orejas habían aparecido y estaban en posición de nerviosismo pero no tenía más opción que asentir.
—Quiero que seas mi omega, me atraes.
El menor no se lo podía creer, sus orejas, su cola, estaban erizadas y casi se le sale un maullido de la impresión. ¿Qué demonios acababa de decir? Se iba a morir de vergüenza pero a la vez algo dentro de si estaba muy feliz. Dios, no entendía nada pero el entusiasmo se iba desarrollando más y más.
—¿A-así es có-cómo son los alfas dominantes? —preguntó incrédulo y Jiwoong solo asintió, parecía que su instinto también se estaba apoderando de él, no podía ocultar la mirada posesiva y la sonrisa extasiada en su rostro—, no puedo hacer esto, no ahora —declaró e intentó zafarse del agarre del mayor para huir al interior de su casa, pero este no lo dejó.
—Sabes que no tomaré un no por respuesta, ya expresé mi deseo.
—No puedo ser tu omega, apenas nos estamos conociendo —dijo el menor, con un ligero tono de duda, y por primera vez en todo el día se sintió el mas cuerdo, aunque su corazón se le iba a salir del pecho y su cara se encontraba incendiada. De hecho, toda la situación le parecía atractiva, pero descabellada —, invítame a tomar más café primero o algo así.
—Está bien, te invitaré un café todos los días hasta que seas mi omega —dictaminó el otro, sin dejar espació para ninguna objeción más.
Matthew, por instinto, supo que no había más nada que hacer. Sería todo orejas, cola y nervios de gato hasta que se acostumbrara un a un alfa como Jiwoong. Y su fuero interno no quería poner objeción, tendría que dejar de rechazar a sus instintos y dejarse llevar por la emoción.
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