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𝓟𝓪́𝓰𝓲𝓷𝓪 𝟔.

La mañana amanecía con cautela y tranquilidad, la luz reflejaba alguna alegría en el corazón de las personas que se despertaban para empezar un nuevo día por aquellos que ya no pueden hacerlo, viviendo vidas por ellos.

Las cortinas en aquella sala se acunaban con la brisa que se colaba por la ventana, removiendo también el cabello ambos jóvenes presentes en la habitación.

Uno poseía el cabello rubio ceniza, este brillaba con el reflejo del sol permitiendo ver suaves mechones más claros y donde también su piel pálida brillaba con suavidad, cuya estaba cubierta de vendajes que protegían sus heridas mientras dormía plácidamente.

Hasta que sintió como un rayo de luz le fastidiaba y lo despertaba de aquel profundo sueño, por lo que abrió sus ojos suavemente.

Su vista intento acomodarse y al ver aquella sala blanca, artefactos médicos conectados a todos lados y uno en su brazo pegado con una cinta que no dañara su piel, se asustó.

Recordó todo lo sucedido y por lo que estaba allí, algo que lo tranquilizo levemente, sin embargo el miedo continuaba como sí se hubiera adherido a su piel; tratando de evadirlo revisó la habitación y se fijo en alguien tumbado en un sofá contiguo a la cama, este estaba cubierto con una sábana y está ocultaba la mitad de su cuerpo.

Sin embargo dejaba ver su rostro, el cual era risueño, con pecas y algo colorado acompañado de su cabello verdoso que caía con suavidad por su frente.

Midoriya, el bastardo al que empujó el día anterior y que lo había ayudado a traer hasta allí, se había quedado a dormir. "¿Por qué? ¿Por qué no se había largado cómo lo hacían todos, por qué lo había ayudado? ¿Se lo merecía?"

Y por ende sus ojos brillaron y su corazón sintió una doble palpitación profunda; observó cómo los labios del pecoso se abrían y cerraban con pasividad respirando, eran rosados y parecían suaves.

Negó con la cabeza y carraspeando su voz lo llamó. —Tú, bastardo, despierta. —le dijo con algo de firmeza pero con suavidad para no asustarlo.

Este se removió en las sabanas y murmuró cosas inentendibles que para Bakugo fue algo bastante extraño y también tierno.

Lo llamo de nuevo, pues no podía levantarse ya que sabía que debía descansar, con rapidez miro su cuerpo al ver que este seguía sin despertar, y observó que llevaba unos pantalones azules holgados, y la parte superior estaba vendada en las zonas donde su padre le golpeó, pero no llevaba camisa y sus pectorales se veían, sin embargo no le importaba mucho aquello.

Acarició con tranquilidad los moratones en sus brazos y abdomen, y no pudo evitar fruncir su ceño.

Giro de nuevo su rostro hacia el pequeño que dormía con tranquilidad. —Pequeña mierda levanta de una vez. —regresó a llamarlo, necesitaba hablar con el, necesitaba que lo sacará de sus pensamientos.

Midoriya se removió y abrió sus ojos con tranquilidad, viendo con rapidez la sala y sentándose sin pensarlo dos veces, observó cómo Katsuki lo miraba fijamente, se acomodó en el asiento y se sonrojo por la intensa mirada rojiza sobre su piel.

—K-Kacchan, bu-buenos días, ¿Cómo te encuentras? —le dijo intentando disimular sus nervios.

Este sonrió disimuladamente al escuchar su voz apenas despierta,  también por aquel tartamudeo y extrañamente por aquel apodo, "¿Se lo diría la noche anterior? No lo recordaba lamentablemente." Pensó con rapidez el ceniza.

—¿Kacchan? ¿A qué viene ese apodo mierdecilla? —le preguntó con algo de voz burlona ignorando su pregunta.

Este se sonrojo aún más y le respondió. —Bueno, a-ayer cuando pasó todo, por el momento supongo, te puse un apodo y tú me respondiste con otro, no sé por qué salió pero, sí te molesta puedo llamarte simplemente Katsuki. 

Le hablo con rapidez el de cabello verde mirándolo con sus profundos ojos verdes de los que Bakugo se sintió atrapado, como si estuviera entre su mirada y la pared, le trasmitió algo que fue incapaz de describir.

—Tsk. No me molesta, Deku. –le dijo repitiendo el apodo que momentos antes recordó, sabía que al ponerse apodos todo cambiaría pero poco le importaba ya todo.

No sabía ni por qué Deku, pero le parecía que quedaba muy bien con su angelical rostro, y además sonaba parecido a su nombre.

Midoriya lo miró y sintió sus mejillas enrojecer con rapidez por lo que apartó la mirada y le preguntó. —¿E-estás mejor entonces? —le preguntó volviendo a observarlo con un claro sonrojo.

Bakugo al escucharlo revisó su cuerpo fijando su atención en sus brazos amoratados y le dijo. —De momento no me duele nada, ¿Qué paso después de que me trajeras?

—Pasó todo muy rápido, los médicos te llevaron a urgencias y yo me mantuve por varias horas esperando por tu salida, hasta que está mañana estabas en mejor estado y te trasladaron a una habitación donde pude quedarme contigo. —le dijo hablando con algo de rapidez pero que aun así Bakugo pudo entender.

Este se quedo pensando, quería preguntarle desde el principio por su madre pero tenía miedo a la respuesta.

El pequeño verdoso se había quedado con él a pesar de no tener ningún tipo de relación ni siquiera el ser amigos o compañeros pues apenas llevaban dos días de verde en clase, y tampoco se podía decir que empezaron con buen pie.

—¿Por qué, por qué no te fuiste cuando me adentre en el ambulatorio? ¿Por qué te has quedado, por que aún sigues aquí? —le dijo con rapidez sintiendo como su pulso se aceleraba, estaba comenzando a tener una explosión de sentimientos que habían aparecido de la nada al pensar en el estado de su madre.

—¿Por qué no te vas, qué tengo que pueda hacerte quedar aquí? —le dijo sin elevar mucho la voz pues no quería sobresforzarse. —¿Dónde está mi madre, ella está bien? ¿Por qué tengo que... —y calló con rapidez al darse cuenta de lo que pensaba decir, para seguido apretar sus manos en puños clavándose sus uñas.

Fue esta vez cuando Midoriya pudo entender algo, Bakugo era una persona que llevaba mucho encima y cuándo algo le dolía, algo le preocupaba parecía querer explotar con todos sus problemas y dudas pues parecía, no soltarlo nunca; el mismo Midoriya se sorprendió tras esa psicoanálisis que tuvo hacia el rubio, no podía ser a ciencia cierta pero esperaba no estar equivocado.

Pero aún así más dudas rondaban por la mente del pecoso: "¿Por qué tenía tanto guardado? ¿Cuánto tiempo llevaba ocultando todo su dolor? ¿Esa mujer al final se trataba de su madre? ¿Qué habría ocurrido?"

Se levantó con rapidez y en un acto involuntaria se acercó,pusó su mano sobre la del rubio cuyo no la aparto pero se quedó un poco tenso al sentir el calor del contrario, y con rapidez miro los profundos orbes verdes de su contrario.

—Tu madre está bien, ella está en reposo como tú en la sala contigua, también la visite. Los médicos necesitan sus datos personales y saber que sucedió, pero como tú estás aún algo débil lo mejor es que me cuentes a mi lo sucedido, sus datos y yo les diré lo necesario.

Le dijo el pecoso con tranquilidad tomando una silla y sentándose a su lado, para volver a apoyar la mano sobre el rubio quién observaba como la pequeña mano del verdoso cubría solo una parte de la suya, esta era suave y cálida; hacia mucho no había vuelto a tener un tacto de aquella manera y por ende no dijo nada sobre aquello empero habló algo rápido. 

—Tsk, como lo necesitan los médicos lo diré pero no quiero saber una mierda de consejos ni de ayudas, solo quiero que mi madre este bien.

Midoriya asintió observando con profundidad esos ojos rubíes

—Mi madre se llama Mitsuki Bakugo, tiene 37 años...y es lo más importante que ellos necesitan saber, cosas como targeta sanitaria, seguro, DNI, tendrán que esperar hasta que me den el alta y poder traerlo. 

Tras callar unos minutos continuó. —Acabamos así por... –y callo con rapidez de nuevo, no estaba preparado para confesar que sufrían maltrato, sí lo hacían debían estar preparados para las ayudas que intentarían dar los enfermeros y que a lo mejor fueran contra su padre.

Era lo que más quería pero tenía miedo de que esté saliera impune de todos los cargos de maltrato y terminará con sus vidas, así que tras unos minutos en silencio observando aquellos mirares iluminados dijo.

—Por un accidente, sí. Nos encontramos con unos ladrones en la calle, intentaron atacar a mi madre y yo la traté de proteger pero nos dejaron muy mal heridos. —mintió con tranquilidad el de ojos rubíes.

Midoriya trago grueso, esas fueron las primeras sospechas que tuvo pero al ver como Bakugo le decía aquello con una mirada apagada y desviando sus ojos, se dio cuenta de que eso era mentira, pero si se trataba de otra cosa sería mejor no intervenir más en el tema.

Le dio un apretón a la mano del rubio y le dijo. —Iré de inmediato a decirles esto a los enfermeros, trata de descansar y estar mejor para que te den el alta Kacchan. Volveré enseguida a recoger mis cosas para volver a mi casa. —le dijo sonriendo con tranquilidad y algo de alegría fingida pues sabía que Bakugo le había mentido, seguido soltó su mano y caminó a la puerta.

Y cuándo sujeto el picaporte se detuvo al escuchar de nuevo la voz del rubio. —¿Te irás? —le preguntó.

Midoriya sintió como su corazón se aceleró y giro levemente para responderle. —Bueno, no quiero molestar más, además cuando te den el alta supongo que querrás estar con tu madre a solas así que, lo mejor es que regrese con la mía. —le dijo con tranquilidad, empero de repente  su corazón palpitó más rápido al ver la mirada triste del rubio.

Varios minutos después este no dijo nada más por lo que salió algo extrañado a decir los datos personales de la familia Bakugo.

El rubio cenizo ya solo en la habitación le dijo. —No te vayas...no quiero estar solo de nuevo, no quiero regresar.

Sin embargo sus palabras se convirtieron en rastros de nada en el eco de la habitación y con su ceño fruncido observó el sitio donde había dormido el pecoso, aunque no lo quisiera admitir por un momento no se sintió solo, se sintió como en aquellos tiempos cuando lo único que hacía era pasar tiempo con aquella persona.

Rato después, la puerta fue abierta de nuevo y descubrió que el verdoso entraba de espaldas y al girar una bandeja de huevos y tostadas con mermelada se encontraba en sus brazos.

Tras cerrar la puerta ágilmente con su pie derecho, se acercó con una sonrisa al rubio dejando la bandeja sobre sus piernas, tomo asiento de nuevo a su lado y con una sonrisa radiante lo miró.

—Come, he decidido quedarme hasta que te den el alta, solo para asegurarme de que estés bien y tú madre de igual manera. También avise a mi familia y tras contar lo sucedido dijeron que vendrían a recogerme cuando terminase todo. —confesó con un brillo en sus ojos esmeraldas.

Bakugo le observó atentamente y sintió su corazón inundarse de felicidad, "¿Por qué haces esto?" Se preguntó así mismo, sin embargo no dijo nada y giro su rostro haciendo un chasquido con la lengua mientras tomaba una tostada y la comía sonriendo disimuladamente.

—Muérete.

—¿Qué? —preguntó asustado Midoriya al escuchar eso y observó como Bakugo zampó sus tostadas mucho más rápido.

—Que te mueras. —dijo esta vez mirando hacia sus ojos verdes de manera agradecida.

Y aún costando, Midoriya entendió que esa era su forma de agradecer las cosas, por lo que sonrió correspondiendo, incluso al pecoso esa manera de expresarse le pareció tierna, sabía que tendría que aprender mucho de este chico para poder entenderlo al completo.



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¡Hola, aquí tienen otra continuación, bien sé que estuvo algo más tranquilo pero después de todo necesito que Bakugo y Midoriya comiencen a llevarse bien, así espero les haya saciado pronto el siguiente, gracias por leer!

Comenten sí les gustaría alguna idea en esta fic.

¡Plus Ultra!

All the love,

Ella.


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