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𝓟𝓪́𝓰𝓲𝓷𝓪 𝟓.

El joven de orbes ceniza sentía unas caricias cálidas en su piel, y al saber de quién provenían sonrió con amor, por ende quiso elevar su mano y acariciar la contraria que lo acariciaba, pero le fue imposible. Parecía que sus manos estaban dormidas y no respondían a sus actos, y sin más, de repente aquella comodidad y calor cerca de su piel, desapareció.

Abrió los ojos asustado y sorprendido a la vez, y como de un golpe el frío de la noche transmitida por el suelo se hizo presente en su piel; intentó adaptar su vista a la luz proveniente de la cocina y poco a poco fue recordando.

Su madre golpeada.

Su padre.

Su padre golpeándolo.

Oscuridad.

Y por ende reaccionó con rapidez, su madre había quedado herida dentro del cuarto y no había sido capaz de salir por lo que, aún tortuosamente tenía que sacarla, de modo que se levantó con ayuda de la pared y fue entonces cuando sintió como sí infinitud de puñales fueran clavados en sus costillas, en su cabeza y en sus brazos. 

Tocó su rostro y supo que la sangre yacía seca, apoyándose con la pared camino débilmente, pudiendo acercarse a la puerta donde su madre se encontraba y, girando la llave que aún estaba puesta desde fuera, abrió la habitación.

Respirando dificultosamente se adentró y observó como su madre se encontraba de la misma manera en la que estaba él o incluso de peor aspecto, en el suelo.

Puede que se cansara de intentar abrir desde de dentro y por ende se rindió en el suelo, dedujo el de ojos rubíes con rapidez; corrió hacia ella sin perder tiempo y aún sintiendo arder sus costillas, se arrodilló y la acunó en sus brazos.

Golpeó suavemente su rostro intentando hacerla reaccionar pero esta no despertaba de su inconsciencia por lo que depositando de nuevo su cuerpo con suavidad en el suelo y tras revisar que respirase, salió de la habitación esta vez sin sentir dolor, pues su cuerpo comenzó a llenarse adrenalina.

Cogió su chaqueta, se la puso con rapidez y se tapo con la capucha ocultando los moratones en su rostro, puso sus zapatos y cogiendo el abrigo de su madre, fue de nuevo al cuarto.

Ya en el, se lo puso con cuidado y la cargó en brazos aún cuando parecía que el también iba a desfallecer, sujetó las llaves y con rapidez salió del hogar en busca de acercarse al hospital a unas cuadras de su casa. 

Sí, podría haber llamado al 112, pero le pareció mejor llevarla de inmediato que esperar a la ambulancia y que su madre pudiese morir en el tiempo que tardaban en llegar.

Caminaba por la calle con torpeza y muchas veces sentía que tropezaría y terminaría en el suelo estúpidamente, pero estaba haciendo un esfuerzo por salvar a su madre; pocas personas habían en la calle ya que era muy tarde, más de las 12, y los únicos presentes lo miraban extrañados pues llevar una mujer en brazos, herida y ver como el joven tambaleaba al caminar y con su rostro oculto no daban muchas confianzas, sin embargo no hacían nada, como era de esperarse.

Bakugo ignorando las miradas, caminó hasta esas cuadras y ya en la esquina para alcanzar el tramo final hacia el hospital, sintió su rodilla tambalearse y cayó al suelo apoyado en la contraria.

La cual no estaba tan herida y estaba agradecido por eso, trató de que su madre no se golpeará y al menos logró eso; esta aún seguía en sus brazos, con su cabello largo de puntas afiladas y sedosas, tan rubio ceniza como el del joven Bakugo.

Trató de levantarse de nuevo, abrazando el cuerpo de su madre y notando como su cuerpo estaba en los huesos lo que hizo estremecerlo; se apoyó en la pared e hizo fuerza con ella para levantarse, sin embargo volvió a fallar su pierna y hubiera caído de nuevo sino hubiera sido por alguien que lo sujetó del brazo para evitar que cayese.

Bakugo giró su rostro con brusquedad al notar esa mano en su brazo y espalda y observó como un chico de gorro miraba hacia abajo intentando ayudarle, finalmente volvió a estar de pie y tras ser soltado por este joven le observó atentamente con algo de borrosidad, las heridas se hacían más profundas y estaban causando efecto.

El chico tras ver que el joven estaba bien, se separó y le observó atentamente para detenerse en su mirada de ojos rubíes, aquella conexión entre ambos produjo un destello en sus ojos esmeraldas.

—¿Bastardo? —dijo el cenizo con algo de rigidez en su voz, la cual pudo notar el de ojos verdes.

—¿Katsuki? —preguntó el pequeño de ojos verdes, tras ver aquella mirada, con rapidez tras reconocer su rostro y ver como temblaban sus brazos acudió a la mujer que llevaba y los puso en los suyos, quitandole un peso muy grande al rubio que desfallecía a momentos.

Bakugo intentó responder pero estaba realmente cansado de modo que, se sujeto en la pared y bajó la capucha que ocultaba su rostro para seguido girarse y con una voz muy rota decirle.

—Ayúdame bastardo. —le pidió con sus últimas fuerzas al sentir que desfallecía en aquel momento, por lo que se recargó en la pared y se sentó en aquel callejón oscuro, rápidamente giró su rostro y observó el hospital a lo lejos. —Llévala por urgencias y que la atiendan de inmediato, por favor.

Midoriya no podía con aquello, tras ver como su compañero lo miraba con esa mirada rota, con ese rostro lleno de heridas, moratones y sangre seca en sus labios, se asustó demasiado. "¿Qué le habría pasado a él y aquella mujer de edad adulta pero hermosa?"

Midoriya lo observó atentamente y con algo de nervios le dijo. —Lo haré pero nada más la comiencen a atender, vendré por ti y también harás que te atiendan Katsuki.

—No hace falta, n-no es necesario, solo llévala a ella...es mi vida, por favor ayudala...de nada vale que salves un alma quemada como la mía... —afirmó el chico de cabellos ceniza para comenzar a apretar su abdomen por el dolor en sus costillas y tras ver como no reaccionaba el chico, lo miró con sus rubíes apagados. —Ahora, lo demás no importa. —le ordenó débilmente.

Midoriya asintió y cargando bien a la mujer, excesivamente delgada, corrió con facilidad hacia el hospital, no se le hacia difícil correr con ella en brazos, sin embargo eso le asustaba. "¿Por qué estaba tan delgada? ¿Quién era esta mujer tan joven para Katsuki? ¿Por qué ambos estaban heridos? ¿A lo mejor Katsuki la salvó de unos matones y quedó herido de  igual manera? " Pensaba la alocada mente del chico con pecas adorables.

Entró con rapidez y llamó a médicos para que la atendieran, los cuales corrieron y llevaron a la mujer con rapidez tras las puertas de la sala de urgencias, sin embargo al verla en la luz antes de desaparecer a manos de los médicos, observó el gran parecido con Katsuki. "¿Sería su hermana?"  Y cuando se disponía a volver con el rubio, unos médicos llamaron su atención para que les dijera los datos personales de la mujer, sin embargo Midoriya negó con rapidez, diciendo que traería a alguien que, seguro, sabía que había ocasionado esas heridas y que a lo mejor sabía quién era.

Por lo tanto los médicos esperaron y dejaron salir al joven de cabello verde, entre todas esas prisas el gorro de Midoriya cayó por algún lugar dejando a la intemperie su abultado cabello verdoso pero poco le importaba, pues solo quería ayudar cuanto más pudiese.

Corrió desesperado, después de lo sucedido con este chico en las clases aquel día no esperaba volver a verlo a esas horas por la calle y menos de tal manera; cuando vio su rostro herido algo en su corazón se oprimió y el miedo lo hundió, solo quería saber que tramaba aquel chico, quería ayudarlo.

Sintiendo sus palpitaciones más rápidas cruzó la esquina y se adentró en el callejón donde  aquel chico de cabello rubio aún despierto, se quejaba de dolor y gritaba maldiciones que tras mas se acercaba las escuchaba con más claridad.

—¡Maldito, espero que te mueras! Te odio, te odio, maldito.... —decía el rubio con pocas fuerzas.

Midoriya acabo acercándose y se arrodilló a su lado, sus ojos brillaban de miedo y nervios por lo recién escuchado "¿A quién maldeciría?"  Y cuando se acercó a su rostro no espero ver aquello, era demasiado para su noble corazón.

El chico de ojos rubíes tenía lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, sin cesar, una tras otra, por lo que Midoriya sintió una punzada de dolor y tras mirarlo con tranquilidad le dijo.

—Kacchan, todo esta bien, ya está en el hospital, te toca. —le dijo Midoriya cruzando mirada con el rubio que aún lloraba en silencio, y quizá en un acto reflejo que no pensó, el pecoso limpió una de las lágrimas de las mejillas del rubio, acto que sorprendió a ambos y que hizo que un rubor apareciese en las mejillas del verdoso.

Katsuki se quedó prendado de aquel toque, hacía mucho no sentía un tacto tan cálido, tan suave, y por ende, sonrió con dificultad pues su labio le ardía, sin embargo para Midoriya fue la sonrisa más hermosa jamás vista por sus ojos y de la que sintió una punzada más fuerte en su corazón.

Así que sin esperar más, sujetó a Katsuki del brazo y apoyándolo en su hombro, lo levantó y ambos caminaron sin rechistar al hospital, en silencio, uno cómodo pero revuelto de muchas emociones en ambas partes.

—G-gracias Deku. —sonrió mientras caminaba torpemente.

Midoriya sonrió con un sonrojo notable en sus mejillas, y recargó más fuerte a Bakugo en sus brazos al sentir como las fuerzas del contrario se iban más rápido, sin esperar más entraron al hospital y Midoriya gritó.

—¡Aquí está el otro joven que necesita ayuda, por favor, ayúdenme! —gritó con sus labios rosados y una mirada de miedo en sus orbes verdes.

Bakugo levantó levemente su rostro y observó como el cabello de Midoriya se removía con suavidad, siendo iluminado por la tenue luz de la sala; observó sus mejillas sonrojadas y sus tupidas pestañas que brillaban con suavidad y elegancia.

Hermoso. 

Pensó el rubio antes de perder en su totalidad la consciencia y sentir como su cuerpo caía, pero jamás llegó a sentir golpe alguno, tan solo unos brazos que de nuevo lo arrullaron con amor y calidez.

Y esos brazos nada más eran de Midoriya, que lo sujetaron antes de caer y lo abrazaron contra su cuerpo, compartiendo su calor; fue en ese momento cuando Midoriya no pudo evitar las lágrimas y lloró por la tristeza de lo sucedido, por que no sabía la razón de todo aquello y por que muy en el fondo sabía que había sucedido algo horrible.

—Te protegeré Kacchan, prometo que lo haré desde ahora y para siempre. —admitió el chico de pecas abrazando al rubio y observando como los médicos acudían con rapidez junto a una camilla.



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¡Hola a todas y todos ustedes, espero que les haya agradado este nuevo capítulo! Intenté redactarlo de la mejor manera pero ando muy ocupada y sin tiempo y es lo máximo que he podido hacer, espero y les guste.

Midoriya acaba de presenciar como Bakugo está herido y roto, junto a una mujer de largos cabellos rubios de la cual desconoce su identidad. ¿Qué esperan para el siguiente capítulo?

Prometo actualizar más rápido, nada más encuentre tiempo. Gracias por continuar aquí.

Nos leemos en la próxima.

¡Plus Ultra!

All the love,

Ella.


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