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𝓟𝓪́𝓰𝓲𝓷𝓪 𝟏𝟖.

Katsuki miraba aterrorizado al joven de cabello verdoso frente a él, no podía creer la petición que acababa de escuchar a través de sus labios. Sentía la necesidad de salir corriendo de allí, no sabiendo a ciencia cierta si la decisión de contarle todo había sido positiva.

Es decir, aquel ceniza se esperaba hacer cualquier cosa en aquel día, al menos esperaba pasar un día tranquilo con el verdoso, perderse escuchando sus canciones favoritas o historias alocadas que vivió en su anterior ciudad, pero no pasar el día tratando de solucionar temas que él quería dejar tal como se habían quedado.

—¿No lo estarás diciendo enserio, Deku? —preguntó el ceniza, aún con sus cabellos algo mojados.

Este tragó grueso, y se ponía a plantear en instantes si debería haber esperando unos minutos antes de comentárselo, pero no renegaría de lo que indicaba su corazón. —Kacchan...pienso que podría ser una buena idea, ayer me demostraste que necesitas asuntos por zanjar, y creo que un buen inicio sería este. —dijo el verdoso algo tímidamente.

Katsuki sentía que el aire se le iba de apoco, pero no quería entrar en un conflicto interno nuevamente después de la pasada noche, tenía que pensar, aclarar sus ideas, no estaba preparado para entablar una conversación con Rei después de tanto tiempo, si quiera poder verla a los ojos tras su encuentro la pasada vez.

Midoriya se acerco al rubio, y apoyó su mano en su hombro. —Puedes hacerlo, ya no estás solo, y solo vamos a visitar su floristería, nada más. Ella quería verte, quizá también necesita cerrar ese ciclo. 

Katsuki respiró profundamente, no estaba seguro, pero al ver aquellos verdes ojos mirarle con tanta seguridad, sentía que por fin habría alguien junto a él, y tenía fé en sus decisiones. —Está bien. —confirmó el.

—¡Genial! —gritó el pecoso, para darle un abrazo rápido y girar sobre sus talones. —En un rato salimos, voy por el filete para tu moratón, y descansamos unos momentos. Tras visitar su floristería, quiero que vayamos a un sitio que he querido mostrarte.

El rubio vio salir del cuarto con alegría al pecoso, y sonrió inconscientemente, estaba nervioso por las decisiones inesperadas que le hacía tomar, pero no quería dudar, y en el fondo, también querría dar un cierre a una parte de su pasado. Apretó su brazo, y dejó un largo suspiro, era tan solo visitar a la madre de su exnovio...fallecido, no había de lo que preocuparse, se decía así mismo.

Tras realizar lo dicho por el verdoso, apenas con sus móviles y ya cambiados, salieron dispuestos a aquel lugar. El camino se hizo más largo de lo que esperaba Katsuki, sentía como si sus pisadas se hundieran en las calles, se sentía mareado y en algunos momentos, su estómago se revolvía, queriendo echar todo el desayuno por la boca.

Sin embargo veía la mirada ilusionada del pecoso, como su sonrisa se extendía al tratar de orientar a ambos por las calles con el GPS de su celular, y aquello calmaba su corazón. Los minutos se convirtieron en segundos, y sin darse cuenta de que estaban más cerca de lo que esperaban, ya veía la puerta frente a sus ojos.

Era un pequeño local con el cartel del nombre en todo el centro: "¿Es el final? ". Aquel era el nombre del lugar frente a él, vestía vidrieras que dejaban ver el interior, algo más grande, repleto de flores y macetas por doquier, estaba decorado de un color pastel pero había una zona que destacaba entre otras. Al entrar pudo detallarlo mejor, una zona de rosas rojas, grandes y bien cuidadas, en el centro había un retrato de Shoto, junto a su familia, exceptuando a su padre; era una imagen del nacimiento del bicolor y todos alabándolo con amor.

Su corazón pareció estrujarse, sus manos sudaban y sentía que su estómago estaba siendo agarrado por una cuerda que lo asfixiaba más y más. Se puso algo pálido, acto que notó Midoriya y quién lo sujetó por la espalda, dándole suaves caricias; incluso para él, la situación era algo difícil, sobre todo al haber conocido al bicolor de pequeños, y aún más, sabiendo el pasado que compartía con el ceniza.

Tocaron un timbre en el mesón, pues no había nadie atendiendo el lugar, y sin esperar se escuchó un grito de una mujer en el interior, de alguien joven y de quién Katsuki reconoció su voz al instante. Quiso echarse para atrás, salir corriendo, pero Midoriya apretó el agarre en su sudadera y lo vio con sus esmeraldas que le transmitían fuerza.

Se quedó quieto, casi como una estatua observando salir a la hermana de los Todoroki, esta vestía una sonrisa mientras acomodaba unos suaves cabellos que caían por su frente, acomodando sus gafas a su vez. Observó con alegría al verdoso y al ver a su compañero, al cruzar mirada con aquellos ojos inyectados con el color de la sangre, su rostro se heló.

Izuku notó al instante la tensión en el ambiente, mientras Katsuki rehuía la mirada viendo el suelo, tratando también de ocultar sus moratones. —B-buenas. —saludó el pecoso, tratando de romper aquel ambiente.

—Buenas. —saludó ella algo más seria. —¿Qué es lo que necesitan?

Midoriya tragó grueso y continuó. —No por algo en específico, aunque después podríamos llevarnos algo, p-pero, venimos a hablar con Rei. —añadió el verdoso algo tímido.

Ella abrió sus ojos, pareciendo para ambos chicos que el alma se le había salido de aquellos claros orbes. —No veo un motivo claro de hablar con la propietaria. 

—Bueno, ella hace un tiempo nos comentó que fuéramos a visitarla, quería hablar con nosotros. —respondió Izuku tras el continuo silencio del ceniza.

—Un momento. —comentó Fuyumi, observando al chico pecoso. —¿Eres Midoriya, cierto? ¿El niño qué venía a jugar con Shoto? 

Este asintió algo colorado y feliz de que lo hubiera reconocido. —Así es, quería volver a reunirme con él, pero, bueno, llegué tarde...y Rei, quiso que me acercará a ella un día.

Fuyumi comprendió las palabras de este, aún en su contrariedad no quería dejar pasar al rubio, pero sin más objeciones los invitó a ambos hacia el despacho de esta, más adentro del lugar.

Katsuki era incapaz de ver a los ojos de la otra, por suerte estaba Izuku que no callaba y rellenaba el silencio con sus recuerdos y palabras amables, hasta que los dejó y se despidió con una sonrisa del pecoso, ignorándolo completamente.

Izuku lo tomó de los hombros, al ya estar solos de nuevo. —Ya verás que si arreglamos las cosas con Rei, te volverán a aceptar. Lo que sienten ahora es rabia, pero con el tiempo y con las palabras, lograrán superarlo, Kacchan. 

Este lo veía con una mirada algo decaída, y sintió como el pecoso le acarició la mejilla. —Vamos solo a hablar y después iremos al lugar que quiero mostrarte.

Midoriya tomó la mano del ceniza y la entrelazo encima de la suya para tocar ambos la puerta, tras eso le dio un fuerte agarre para soltarla. Dejaron un largo suspiro, al escuchar la voz de la mujer entrada en años tras la puerta, y la abrieron con pasividad.

Katsuki principalmente observó el lugar, algo pequeño con algunas plantas decorativas, tenía un ventanal que dejaba vislumbrar los parques cercanos, la mujer estaba sentada en su escritorio, vestía un traje color azul claro y llevaba su cabello recogido en un moño, se giró hacia ambos para seguido, iluminársele el rostro viendo a los jóvenes frente a ella.

—¡Katsuki, Midoriya, habéis venido! —exclamó ella con una alegría que parecía real a ojos del rubio.

Esta corrió y abrazó a ambos chicos, para estrecharlos entre ella y acompañarlos a sentarse. —Rei, ¿Cómo estás? Se ve que tu negocio a prosperado, eso me alegra. —comentó Izuku.

Ella sonrió, dejando un largo suspiro, mientras, Katsuki sentía que le faltaba el aire, de vez en cuando cruzaba una corta mirada con ella pero prefería ver al pecoso. Se sentía un cobarde al rehuir la mirada de ella, pero no era capaz, tenía ganas de vomitar y los recuerdos parecían estallar en su cabeza.

—Mejor de lo que esperaba. Ciertamente, este lugar me ha hecho poder recuperar parte de quien siempre fui. —admitió ella bajo sus pestañas claras, con una cierta elegancia en sus gestos.

—¿Inko, cómo está ella? ¿Sigue trabajando sin frenar un poco? —cuestionó la mujer de cabellos blancos.

Izuku asintió. —Está muy bien, como siempre sin parar. —dijo este riendo suavemente.

—Me encantaría contactarla y poder reunirme con ella, en algún momento. 

Midoriya aceptó y le tendió el número de ella, estaba nervioso por esa acción, pues su madre aún no sabía de la muerte de Shoto y no sabía como reaccionaría, pues ella siempre lo quiso demasiado. Pero eso sería algo para afrontar más tarde.

—Katsuki, ¿Cómo estás, cariño? —preguntó ella. Aquella voz parecía querer arrancarle las orejas al rubio, con aquella delicadeza y suavidad con la que hablaba. Respirando profundamente, la observó, dejando que ella pudiera ver sus moretones y labios rotos, algo que parecía haberle hecho tragar grueso, quizá trayendo memorias.

—Bien. —simplemente comentó este.

Ella indiscretamente se rascó sus manos, parecía que al ver el rostro del rubio le traía alguna ansiedad reflejada en sus recuerdos. —¿Tu madre, sigue con Hitoshi? 

Katsuki sabía que quería afirmar con esto, que aquel de sus heridas fue aquel hombre, lo supuso; pues en algún momento, ella en el pasado lo vio con las heridas, y tras conocer a su familia, sabía que aquel señor era un maltratador de primera mano, pero no hizo nada y tampoco lo haría ahora.

—Sí.

Ella tragó grueso nuevamente, reposó sus manos en su rostro y limpió sus ojos con fuerza, dejando un suspiro cansado, siendo vista por ambos jóvenes. Cuando sin más, la mujer rompió a llorar, algo que dejó estáticos a los chicos frente a ella.

Esta se levantó sorprendiendo a ambos, y dando vuelta hacia las espaldas de los chicos, se arrodilló, aún llorando. Ambos se levantaron, y trataron de recomponerla, pero ella se aferraba al suelo, hasta comenzar a hablar.

—¡Siento tanto todo Katsuki, de verdad, que lo siento! ¡No pude salvar a mi hijo estando en tú misma situación y tampoco he podido ser capaz de protegerte a ti! ¡La persona que más amo mi querido Shoto, incluso más que a mí, y estoy de acuerdo con él! ¡Fuiste él único capaz de devolver algo de su felicidad, y nosotros se la arrebatamos sin piedad! —gritaba la mujer, dañando aquel rostro de madurez y seriedad, tornando a uno de una pequeña niña con el corazón en la mano.

Katsuki se alejó de ella, y apretó sus puños, con esto confirmaba que si lo sabía, y que no hizo nada por él, aunque tampoco estaba en su mano. —¡Sufrimos tanto con Enji, tanto que lo único que consiguió fue que yo dañase a los demás! ¡La muerte de Shoto fue culpa mía, por no avanzar las cosas y no salvarlo antes! ¡Lo siento, lo siento, lo... —gritaba la mujer, como un disco rallado, sin dejar de llorar y golpear el suelo con rencor hacia aquel hombre que tantos años le robó.

Izuku trataba de darle apoyo, abrazándola, había pasado en milisegundos de estar tranquila a ponerse en aquel estado, lo que reflejaba todo lo guardado en el corazón de la mujer; y sin dudarlo, también Izuku comenzó a lagrimear, aquella situación tocaba su parte más sensible y ver como dos almas habían sido destruidas y la tercera no pudo aguantarlo más hasta el punto de morir, le hacía querer protegerlos a todos.

Katsuki aprisionó su pecho y cayó de rodillas al faltarle la respiración, estaba sudando, los mareos habían subido a su cabeza. Todo aquello había su culpa, solo su culpa, de nadie más, no entendía porque la mujer lo hacía.

Tanto Izuku y Rei entre lágrimas observaron como el ceniza respiraba forzosamente, y con rapidez ambos recurrieron a él. —¡Sácale la sudadera! —gritó Rei, aún con los mocos y lágrimas en su rostro.

Izuku hizo aquello, mientras Rei llamaba a Fuyumi para ayudar al rubio que parecía estar entrando en un colapso, esta trajo un vaso de agua que tiraron sobre el rostro del rubio tratando de calmarlo. —¡Kacchan, Kacchan, tranquilo! ¡Estoy aquí, respira! —gritaba sujetando el rostro contrario, el pecoso.

Este parecía estar perdido en el limbo, recordando los malos recuerdos, las miradas de odio de su padre al ver por primera vez a Shoto, la mirada de Rei y Enji al presentarse a ellos, aquellas miradas que ocultaban rabia. Las miradas de sus hermanos, el dolor y la angustia que le producían pero que él ocultaba con su mal genio. La primera golpiza de su padre, la golpiza de la noche anterior, su expresión en cólera viéndolo con repulsión.

Sus palabras rallando cada recóndito de su cabeza, su propio corazón pidiendo ayuda, pidiendo auxilio bajo la temerosa mirada de su madre.

Hasta Fuyumi estaba asustada de la situación del ceniza, parecía no poder respirar y estar entrando en estado de shock, mientras todo su cuerpo temblaba. Rei estaba apunto de llamar a la ambulancia, cuando este reaccionó.

Su mirada se desanubló y pudo ver al pecoso, llamándolo y acariciándolo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sin importarle que estuvieran dos de las Todoroki, comenzó a llorar como cuan niño pequeño, calmando así, de apoco, todo el manojo de nervios y el ataque que había tenido.

Izuku lo abrazó. —Tranquilo Kacchan, lo has hecho bien, estás aquí. Estoy contigo. —le susurraba en la oreja, mientras este ocultaba su rostro en el pecho contrario, le dolía, le dolía todo.

—Me duele el corazón. —susurró este, siendo escuchado por todos, junto a sus lágrimas y moqueos incesantes. —Todo fue culpa mía, nadie más tiene que culparse por la muerte de Shoto, todo fue, todo fue mi culpa. Quiero que me odies, odiadme, por favor, odiadme...haced algo, matadme...yo le dije que se muriese. ¡Vamos, hacedlo!

Decía este bajo los brazos del pecoso en el suelo, ahí fue cuando Fuyumi abrió sus ojos, dejando de estar por fin ciega y entrar en un plano de madurez, había dejado toda su rabia, todo su odio de Enji y la muerte de Todoroki clavadas en un estaca sobre un chico que no tenía la culpa de nada, más solo de haberlo amado.

Y rompió a llorar junto a ellos en la sala, su corazón aclamaba el perdón del joven chico, había sido culpable de acusar de todo al pobre niño, que llevaba tanto en su corazón. Era cierto que todos eran culpables, pero no había sido justo pagarlo solo con él, ignorando los actos que hasta ella misma cometió. Todos indirectamente habían ordenado morir a Shoto.

Katsuki comenzó a dejar sus llantos algo más sonoros, aferrándose con más fuerza a la camisa del verdoso.

Rei se agachó junto al ceniza y lo abrazó. —No tienes la culpa, Katsuki, todos la tuvimos. No cargues solo con esto. Ni tú, ni yo, todos lo fuimos, incluso Shoto. —decía la mujer tratando de calmar su corazón para los llantos incesantes de todos en la sala.

—Lo siento, lo siento... —exclamó el rubio. —Yo amaba a Shoto, de verdad que lo hacía...

Izuku calló sus lamentos, esperando que todos pudieran tranquilizarse en un momento. Después de todo, era una conversación que habían necesitado desde hacía mucho tiempo, algo que les ayudaría a dar un pasó más. Y tan solo se podía observar la necesidad, con las lágrimas y lamentos que habían salido con rapidez de los corazones.

Todo había sido escuchado por el joven Toya y Natsuo, quienes se encontraban detrás de la puerta del garaje al otro lado del despacho; estaban arrodillados con el corazón en sus mano, y las macetas de nuevas flores desparramadas por el suelo. Todos habían tenido la culpa, la culpa de no proteger a su hermano, de haberlo mantenido en aquel lugar oscuro, de no haberle dado el suficiente amor. 

Las lágrimas que parecían estar teñidas en sangre y que salían de sus hermosos ojos claros, lloraban aclamando perdón a su hermano en los cielos, especialmente por parte de Toya. En el fondo pidiendo perdón al joven ceniza que tanto le había hecho cargar. Todos habían estado mal, y habían seguido actuando erróneamente.

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¡Nuevo actualización! Espero que sigan leyendo la historia, lamento mucho la inactividad de esta novela, pero trataré de continuarla más seguido y poder terminarla este mes sin falta. Lamento si hay alguna falta, después de todo esta historia es mi zona de confort, donde también expreso mis emociones atascadas.

¡Gracias a todos por continuar leyendo!

¡Plus Ultra, All the love, 

Ella!

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