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➵┆Cᴀᴘ. 38┆

K. Nahyun

     06:15 PM.

     Llegamos a casa más rápido de lo que había anticipado. Con un suspiro, saqué la llave y la introduje en la cerradura de la gran puerta de roble que custodiaba la entrada. Sin embargo, el sonido de voces angustiadas provenientes del interior me hizo detenerme un instante. ¿Qué podía estar ocurriendo? Mis padres sabían que estaba con Jung Kook, lo habían contratado precisamente para protegerme.

     Entonces, ¿de dónde provenía esta aparente inquietud? El eco de sus palabras agitadas me envolvía, despertando una oleada de incertidumbre que no podía ignorar. Sentí que algo más se estaba tejiendo en las sombras, algo que aún no lograba comprender del todo.

     —Te dije que era mala idea pedirle su ayuda, hermano. Él no tiene otra cosa en la cabeza, además de penetrar a todo lo que se mueva —soltó un suspiro de frustración—. Yo podía protegerla —se parecía mucho la voz de Jin, preocupado y furioso a la vez.

     —No creo que la haya raptado, Jin. Confío en él —habló mi padre claramente.

     Me quedé inmóvil frente a la puerta, mi mano descansando sobre la fría superficie de madera como si cualquier movimiento pudiera delatarme. Las voces al otro lado se mezclaban, cada palabra atrapando mi atención y haciéndome contener la respiración. No quería interrumpir, no todavía. La conversación parecía cargada de matices y verdades escondidas, y la risa sarcástica de Jin se elevó en el aire como un eco incisivo, añadiendo una capa de burla que hacía aún más intrigante el intercambio.

     Cada carcajada, acompañada de un tono que no podía ignorar, me hacía cuestionar aún más lo que estaba ocurriendo. ¿Qué sabían ellos que yo no? Este instante se sentía como una ventana hacia algo mucho más grande, algo que estaba justo fuera de mi alcance. Si tan solo pudiera juntar todas las piezas…

     —Tú no sabes nada de él.

     —¿Insinúas que tú lo conoces mejor que yo? No bromees, siempre conocí a los Jeon mejor que tú, incluso antes de que mataran a Jung Hyung.

     —¿Escuchando conversaciones ajenas? —la voz de Jung Kook susurrandome al oído fue uno de los motivos por los cuales pegue un leve brinco.

     Me había asustado con su voz y presencia detrás de mí

     —¿Yo? —me hice la desentendida—. Estás equivocandote conmigo —giré la llave y la puerta se abrió, dejándome ver a dos figuras con la poco luz que había en la habitación.

     —¡Nahyun! —corrió mi tío tomándome en sus brazos, mientras mi padre se acercaba a Jung Kook, pegandolo contra la puerta después que la cerró, rodeándo su cuello con su gran mano—. Ven, vamos a la cocina.

     Caminé junto a Jin, dejando atrás el peso de la conversación que aún resonaba en mi mente. Al llegar a la cocina, un cálido aroma a cacao me envolvió, trayendo consigo una inesperada sensación de tranquilidad.

     Mi Nana estaba allí, concentrada en la tarea de preparar chocolate caliente, sus movimientos fluidos y seguros hablaban de años de práctica. La escena era un contraste absoluto con la agitación que había sentido momentos antes, y no pude evitar dejar escapar un suspiro al percibir la familiaridad y el confort que aquel pequeño rincón del hogar ofrecía.

     —¡Mi niña! —se acercó a mí y me tomó en sus brazos, era un cálido y sorpresivo abrazo.

     La preocupación en el ambiente parecía desproporcionada en comparación con lo que realmente había ocurrido. Solo había estado fuera unas horas, acompañada por Jung Kook, alguien que mis propios padres habían contratado para protegerme. Sin embargo, sus voces angustiadas, las miradas de inquietud y la tensión palpable en el aire parecían sugerir que había algo más, algo que aún no comprendía.

     —¿Qué pasa? —pregunté desconsertada, ¿De qué me había perdido?

     —Tu amiga, Sun Hee, nos dijo que Jung Kook te secuestró —miré a Jin sorprendida.

     Aunque Sun Hee estaba prácticamente en lo cierto al interpretar las acciones de Jung Kook, eso no le daba derecho a perturbar la tranquilidad de mi familia. Su precisión para descifrar la situación era innegable, pero las consecuencias de sus palabras se sintieron como un golpe innecesario, sembrando inquietud donde no debería haberla.

     Mi familia, vulnerable ante el impacto de sus observaciones, no merecía cargar con el peso de la tensión que había generado. Era un límite que no debía cruzarse, y Sun Hee lo había hecho sin considerar el daño emocional que podía causar.

     —No, solo fuimos a realizar una visita, ¿Qué tan malo pudo ser desaparecer unas horas con la persona que me cuida a todas horas? —agregué sin importancia alguna.

     Jin apretó la mandíbula con una intensidad que parecía contener una tormenta de emociones. En un movimiento firme y decidido, apartó a Nancy de mi lado, tomando mis brazos con una fuerza que me dejó atónita. Su agarre era tan autoritario como el de un padre enfurecido, pero la realidad era clara: él no lo era, y esa actitud solo incrementaba mi desconcierto. Su mirada, cargada de algo que no podía identificar del todo, parecía buscar control en una situación que se volvía cada vez más confusa para mí.

     —¡¿Qué no lo ves?! —gritó furioso, desesperado y poco razonable. Estaba bien y sana en casa—. Estuviste más de cuatro horas fuera de casa sin decirle a nadie, ¡A NADIE! —sus palabras hacían sentido en mi cabeza, pero ¿Todo esto por la llamada de Sun Hee? ¿Por qué no llamaron a Jung Kook o a mí?—. Jamás habías hecho algo así, ¿Cómo quieres que lo tomemos? ¿A la ligera? —hizo una pausa tocando su rostro exagerando la escena, también se le podían notar aquellas venas sobresalientes en su frente—. Jung Kook no es una persona de fiar, Nahyun —deshizo su agarre y me abrazó nuevamente.

     Las palabras se me quedaban atascadas en la garganta, incapaces de formar una oración coherente. La confusión me envolvía como una niebla espesa, nublando mi capacidad de reaccionar. Mi mente intentaba desesperadamente dar sentido a lo que estaba ocurriendo, pero las emociones, mezcladas e intensas, me superaban. Solo podía permanecer allí, inmóvil, atrapada en el torbellino de incertidumbre y desconcierto, buscando un destello de claridad que parecía fuera de mi alcance. A veces, el silencio y la espera son las únicas respuestas posibles cuando el caos reina.

[➵]

J. Jung Kook

     Namjoon apretaba mi cuello con una fuerza implacable, dejando el aire atrapado en mi garganta como si cada segundo fuera una batalla entre la vida y la desesperación. Mis pulmones clamaban por una bocanada de oxígeno, un alivio que parecía imposible de alcanzar. La sensación de asfixia se intensificaba, cada pulso en mi cuerpo resonando con la urgencia de sobrevivir. Era un momento que desafiaba todo pensamiento lógico, reduciéndome a una lucha instintiva por mantenerme viva mientras mi mundo se desmoronaba frente a mí.

     —No es... lo que piensas —intenté decir casi inaudible, mientras el profundizaba más su agarre.

     —¡No te creo! —gritó exagerando. Exasperado. Enojado—. Cuatro horas, Jung Kook, ¡CUATRO MALDITAS HORAS! —sus ojos podían transmitirme su preocupación, pero ¿Por quién me tomaba?— ¿A dónde la llevaste? Espero y no estés pensando en traicionarme —casi no podía escuchar sus palabras, la falta de aire me empezaba a afectar y pronto comenzaría a agonizar.

     —Fui... Mi mamá... —decía palabras incoherentes, intentando transmitir lo que había pasado a través de ella.

     En cuanto liberó su mano de mi cuello, el aire volvió a mis pulmones con un doloroso alivio. Caí de rodillas, incapaz de sostenerme, mientras la habitación giraba a mi alrededor como si el mundo entero se tambaleara junto a mí. Cada respiración era un esfuerzo, una lucha por recuperar no solo el oxígeno, sino también un fragmento de control sobre mi propio cuerpo.

     Mis manos temblaban, y mi mente, aturdida, solo podía concentrarse en ese acto vital de inhalar y exhalar, tratando desesperadamente de reconectarme con la realidad. No había espacio para pensar, solo para sobrevivir en ese instante.

     —¡REPÍTELO! —pidió a gritos.

     —Fuimos a ver... a mi mamá, Namjoon —dije con la mano en mi cuello y la otra en mi pecho, calmando los latidos acelerados de mi corazón—. No quería dejarla sola y me la llevé, mis hombres también cuidaron de ella —le informé.

     Suspiró pesadamente.

     —Discúlpame, Kook, pero estaba preocupado, es mi princesa —pasó su mano por toda su cabeza, hasta llegar a rascar su nuca desesperado, acto de arrepentimiento—. No fue mi intención desconfiar de tí, Jeon —lo miré, mientras se sentaba en un sillón. Más cómodo que estas tirado en el suelo—. Tuve que aliarme con un gran empresario y para asegurarnos de no romper esa alianza, me propuso un trato.

     Lo miré confundido, ¿De qué carajos hablaba?

     —¿Qué tipo de trato?

[]

     Después de una extensa conversación con Namjoon que parecía no tener fin, me dirigí hacia las escaleras, sintiendo cómo el agotamiento se acumulaba con cada paso. El día había sido tedioso, lleno de desafíos y momentos tensos, pero a la vez gratificante de maneras inesperadas. Necesitaba un respiro, un espacio para desconectarme de todo.

     Caminé por el pasillo en silencio, disfrutando la calma que empezaba a envolverme. Al abrir la puerta de mi habitación, me encontré con la oscuridad tranquila y el silencio reconfortante que llenaban el espacio. Era casi un llamado irresistible para quedarme aquí todo el día, refugiada en la paz que me ofrecía este rincón personal.

     Aunque sabía que el resto de mi mansión podría ofrecerme la misma tranquilidad, aquí había algo especial. Este espacio era mío, mi refugio, protegido por los hombres que siempre estaban atentos, asegurándose de que nada pudiera perturbar la seguridad que tanto valoraba.

     —Jeon Jung Kook, alías RedBlood, tiempo sin verte —podía ver una silueta sentada en una de las sillas de mi habitación—. Cierra la puerta —podía escuchar como jugaba con un filoso cuchillo, que hacía sonar tocando sin cuidado la madera de la silla.

     —¿Quién eres? —pregunté de forma dudosa, su voz me sonaba familiar.

     Ni en una casa ajena, te dejaban de perseguir.

     —Soy tu peor pesadilla. Yo sé todo sobre tí —se escuchaba su respiración y su manera tan peculiar de reírse.

     —¿Taehyung? —pregunté. Estaba seguro de que era él—. Dime que esto es una broma, porque fue muy pesada —dije algo desanimado, más desgracias no, por favor.

     Emitió ese típico sonido de fastidio, el que aparece cuando descubres a alguien que claramente prefería permanecer oculto. Su reacción fue un reflejo instantáneo de irritación, una mezcla entre frustración y resignación, como si el hecho de ser descubierto interrumpiera algo importante.

     —¿Por qué dejas de hacer todo tan divertido?

     —Porque no es gracioso, ¿Qué haces aquí? —encendí la luz y efectivamente estaba jugando con un cuchillo muy afilado— ¿Ibas a matarme?

     —Soy un sicario.

     La risa surgió de manera espontánea, como una reacción inevitable ante la absurda afirmación. ¿Él, un sicario? El concepto en sí mismo era tan ridículo que no podía evitar encontrarlo cómico. Por Dios, parecía más un mal guion de película de acción que una realidad posible. Incluso el tono de sus palabras tenía algo de teatral, como si quisiera jugar con la idea sin tomársela en serio. Aquello, sin duda, me resultaba un chiste demasiado bueno para ignorar.

     —Deja tus bromas, Taehyung y dime, ¿Qué quieres?

     —Que dejes a mi hermana en paz, ¿No fue suficiente quitarle su pureza? —suspiró—. Te lo diré de otra forma. Si quieres estar con mi hermana, nadie te detiene, le gustan los hombres detallistas y caballerosos, de lo contrario, vete olvidando de tus manos y piernas —sonrió maquiavélico.

     Me acerqué a él, su actitud de cierta forma estaba alterando mis pulsaciones.

     —Tu hermana me parece muy hermosa, pero nada de otro mundo —confesé.

     A decir verdad, no estaba equivocado. Ella aún tiene toda una vida por delante, llena de posibilidades y caminos por explorar, y definitivamente merece que sea sin la sombra de un estafador enturbiando su futuro.

     —Bien —dijo descruzando sus piernas—. Mierda —Susurró.

     Se le había caído el cuchillo al suelo, ¿En serio él era un sicario?

     —¿Jung Kook, estás ahí? —era Nahyun, tocando la puerta, mi puerta.

     Avancé lentamente hacia donde estaba Taehyung, posicionándome justo detrás de él. Sus movimientos eran calculados, y pude notar cómo deslizaba el cuchillo fuera de la vista de ella, ocultándolo con una precisión inquietante. Aunque el arma permanecía parcialmente escondida, su presencia seguía siendo una amenaza palpable, dirigida hacia mí con una intensidad que no podía ignorar. La tensión en el aire era inconfundible, como si cada detalle en su postura y cada gesto fueran diseñados para mantenerme alerta, atrapada en una situación de peligro latente.


     —Sí, aquí estoy, puedes pasar —salió de forma temblorosa de mi garganta.

[➵]

K. Nahyun

     Abrí la puerta con cautela, el leve crujido de las bisagras resonando en la quietud de la noche. Mi intención era simple: ofrecer un poco de chocolate caliente en una noche tan fría como esa. Sin embargo, al asomarme al interior, me llevé una sorpresa que me dejó paralizada.

     Allí, en la misma habitación, estaba mi hermano, su presencia tan inesperada como desconcertante. Mis ojos se posaron en ellos sin saber qué decir, mientras la confusión se apoderaba de mí, dejando un vacío de palabras en mi mente y una sensación de incredulidad difícil de ocultar.

     —¿Estaban ocupados? Puedo volver más tarde —sonreí falsamente.

     —¡No! —negó Jung Kook inmediatamente—. Tae ya se iba a su recámara, solo me pedía una opinión con respecto a su novia.

     Taehyung asintió con tranquilidad antes de ponerse de pie, su habitual sonrisa inocente adornando su rostro. A pesar de la simplicidad del gesto, había algo casi desconcertante en la facilidad con la que irradiaba esa aparente ingenuidad, como si fuera una máscara cuidadosamente construida para ocultar algo más profundo. Su serenidad, combinada con aquella expresión amable, lograba desarmar cualquier sospecha, al menos en apariencia.

     —Cierto, gracias, Kookie —caminó en dirección a la salida, prácticamente, hacia donde yo estaba parada, me dió un beso en la mejilla y siguió su camino.

     Entré a la habitación con pasos firmes, cerrando la puerta detrás de mí con un cuidado casi deliberado, como si temiera interrumpir el silencio que la envolvía. Me aparté de la entrada, dejando atrás cualquier atisbo de duda, y avancé hacia la cama de Jung Kook. Cada paso parecía resonar suavemente en el ambiente tranquilo, marcando mi presencia en aquel espacio íntimo y cargado de emociones.

     —Quiero que me digas todo —solté sin más. Sin anestesia—. Sin mentiras, ni engaños.

     —Nahyun, yo...

¡Holaaaaaa!

Gracias por leer mis bebus❤️

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