
➵┆Cᴀᴘ. 30┆
J. Jung Kook
08:15 AM.
Debía admitir que había sido uno de los mejores polvos de mi vida, pero ¿Qué había hecho? Miré mi miembro y toda mi extensión estaba cubierta de sangre, temble, la había lastimado y no supe cuando frenar ante la tentación. Volví a la realidad, fuera de la excitación y deseo, Nahyun había salido corriendo para estar muy lejos de nosotros, de mí y yo me encontraba como un idiota aquí parado.
Acomodé mi miembro rápido dentro del bóxer y de los pantalones, subí el cierre que no me impidió en lo absoluto al hacerlo y miré a Alessa con desprecio, y como si no fuese suficiente ella comenzaba a desnudarse poco a poco.
-Estuviste fantástico, ¿Quieres más? -realmente no quería y menos con ella, solo me importaba el como me vería Nahyun-. Estoy dispuesta a ser la siguiente.
-Me encantaría, pero contigo no -dicho eso emprendí el camino hacia la salida, en busca de Nahyun.
El sonido de su llanto era desgarrador, resonando como un eco que atravesaba cada rincón. Allí estaba ella, sentada en las escaleras, con el rostro hundido entre las manos, mientras las lágrimas caían sin cesar. La culpa y el dolor parecían envolverla, como si cada lágrima fuera un recordatorio de lo que había jurado no volver a ser. Era un momento crudo, lleno de emociones que no podían ser ignoradas.
-¿Nahyun? -la llamé con cierta sutileza.
Alzó la vista lentamente, como si reunir el valor para enfrentarse a mí le costara cada fragmento de su fuerza. Sus ojos, normalmente cálidos, ahora me perforaban con una mirada helada, cargada de odio y decepción. Esa fría expresión era un reflejo de mis acciones, y no podía evitar sentir que la merecía completamente. El silencio entre nosotros se hacía más pesado con cada segundo, como si cada palabra no dicha quedara suspendida en el aire. Era un momento de juicio, un abismo que me separaba de lo que alguna vez fuimos, y la distancia emocional se sentía infinita.
-¿Qué es lo que quieres? -habló limpiándose las lágrimas que descendían por sus mejillas- ¿Acaso quieres más?
-Debemos salir de aquí -me acerqué a ella cuidadosamente, tampoco esperaba que me perdonara tan rápido.
Tampoco le habías pedido perdón.
-¡Aléjate de mí! -intentó empujarme con lágrimas nuevamente en los ojos, pero era más fuerte que ella y le ganaba en masa muscular- ¡No me toques!
La tomé de la cintura mientras estaba sentada y la cargué como un saco de papas encima de mi hombro, con una mano bajaba su falda para que los demás estudiantes no vieran sus bragas, ella se removía sin control y la sostenía aún más fuerte.
Saqué mi teléfono e hice una llamada con urgencia, Nahyun aprovecharía la oportunidad para bajarse, pero eso no pasaría, yo no permitiría que me odiara aún más.
-¿Si? -habló mi contacto al otro lado de la línea.
-En diez minutos estoy allá -dicho eso, tranqué la llamada sin más, no tenía que dar detalles del porque yo haría las cosas.
El estacionamiento estaba envuelto en un silencio extraño, apenas roto por el murmullo del viento y el sonido de mis pasos apresurados. Solo cuando llegué al automóvil me di cuenta de que habíamos abandonado la institución por completo, como si el peso de la urgencia me hubiera cegado al entorno. Mi propósito estaba claro: necesitaba llevarla a un lugar seguro, lejos de este caos, para protegerla de cualquier recuerdo que pudiera convertir este día en una cicatriz eterna.
Con la mayor delicadeza, abrí la puerta del copiloto. La ayudé a sentarse, cuidando cada movimiento para evitar golpear su cabeza contra el marco. Ajusté su cinturón de seguridad con firmeza pero cuidado, asegurándome de que estuviera protegida. Mi mente apenas procesaba los detalles; cada acción se sentía automática, impulsada por el deseo de corregir mi error. Rodeé el vehículo con pasos rápidos, me acomodé en el asiento del piloto y encendí el auto, sintiendo el motor rugir bajo mis manos. Este era un nuevo inicio, una oportunidad de cambiar el rumbo de lo ocurrido.
-¿A dónde vamos? -preguntó inquieta y quejándose del dolor entre sus piernas.
Me sentía culpable.
-Veremos a una amiga -respondí poniéndo atención al semáforo que estaba aún en verde.
-¿Me violaras junto a ella? -me miró con burla y se cruzó de brazos.
-No, no lo haré, pero si quieres, no tengo problema -no desvíe mi mirada del camino, no podía verla a los ojos, me sentía arrepentido.
-Si quisiera, entonces no sería violación ¿No crees? -me miraba furiosa, no era para menos.
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La llevé en brazos hasta el consultorio de la doctora Shin Zareth, una amiga cercana y reconocida como una de las mejores ginecólogas de Seúl. Su profesionalismo y experiencia eran inigualables, y sabía que, en sus manos, todo estaría bajo control. Mientras cruzaba la puerta del consultorio, sentí una mezcla de alivio y urgencia, confiando en que ella sabría exactamente qué hacer en esta situación.
-¿Qué le pasó? -me miraba confundida- ¿Qué le hiciste? -ahora ella fruncía su ceño, ¿Todas las mujeres me odiaban el día de hoy?
-La lastimé -me limité a decir, no andaba por allí diciendo todo lo malo que había hecho.
-Ponla adentro y ayúdala a desvestirse.
Asentí en silencio, siguiendo las indicaciones con rapidez mientras me guiaba al lugar donde atenderían su estado. La atmósfera se sentía cargada de preocupación, y su mirada profesional ofrecía un ápice de tranquilidad en medio del caos interno que me embargaba.
Me abrió la puerta y entré con ella en brazos, tratando de ser lo más cuidadoso posible. La coloqué sobre una cama especial, diseñada para brindar comodidad y acceso durante la revisión. Intenté ayudarla a quitarse sus prendas, en un gesto que buscaba facilitar el proceso para que pudieran atenderla.
Sin embargo, su resistencia fue firme; se aferraba a ellas como si fueran la última barrera entre ella y la vulnerabilidad total. Me detuve, respetando su decisión mientras buscaba una manera de tranquilizarla y transmitirle que estaba en un lugar seguro.
-Yo puedo -quitó sus prendas, bajé lentamente su falda junto con sus bragas, la misma estaban llenas de sangre, la culpa me estaba consumiendo cada vez más.
-¿Estás bien?
Solo negó.
-Por favor, sal, no quiero verte.
Salí de la habitación en silencio, sin atreverme a mirar atrás. Cada paso que daba parecía pesar más que el anterior, como si la culpa se aferrara a mis pies. No quería incomodarla más de lo que ya lo había hecho, y el remordimiento me envolvía como una sombra persistente. Me sentía fatal, como si cada decisión hasta ese momento hubiera sido un error tras otro. Ahora solo quedaba esperar, con la esperanza de que el tiempo pudiera reparar lo que mis acciones habían roto.
-¿Qué tan grave es? -preguntó viéndome a los ojos, acomodándose la bata de doctor blanca.
-Es la hija de mi jefe.
Rió con una sorna que hizo que cada fibra de mi ser se tensara. Como si la situación no fuera ya lo suficientemente complicada, esa sonrisa molesta apareció en su rostro, un gesto que parecía diseñado para irritarme aún más. Había algo en ella, una burla silenciosa pero cargada de intención, que me hacía sentir como si estuviera perdiendo el control de la situación. Apretaba los puños, intentando contener el cúmulo de emociones que esa simple expresión desencadenaba en mí.
-¿El multimillonario Jeon Jung Kook tiene jefe? -rió aún más, casi se ahogaba con su propia saliva-. No te creo.
-Debes hacerlo. Además, necesito tu ayuda, me he corrido dentro de ella y creo que más de lo debido.
Sus ojos ardían con una intensidad que parecía superar cualquier límite imaginable. La forma en que me miraba, cargada de molestia y un reproche silencioso, hacía que el aire a mi alrededor se sintiera pesado, casi sofocante. Era como si cada mirada fuera un juicio, una condena que pesaba sobre mí sin necesidad de palabras. Intenté sostener su mirada, aunque por dentro me sentía desmoronar. No había escapatoria de esa furia contenida.
-Te ayudaré, no permitiré que le dañes el futuro a una niña, bueno que ya no es tan niña, gracias a tí -me sonrió con burla.
-No me hagas molestar -le advertí-. Solo ayúdame, te daré una buena paga como siempre -sabía lo mucho que le podían gustar los verdes en efectivo.
-Lo haré, pero necesito que se lo compres de inmediato, hablo de los medicamentos -rodeé los ojos-. Por cierto, ¿Cómo se llama?
-Kim Nahyun -respondí y me senté en la sala de esperas.
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K. Nahyun
El odio que sentía era tan intenso que parecía consumir cada rincón de mi ser. Las preguntas se agolpaban en mi mente, una tras otra, como un torrente imparable. ¿Qué hacíamos aquí? ¿Por qué me había traído precisamente a un ginecólogo? La incertidumbre me carcomía y la presencia de aquella mujer, desconocida para mí, solo añadía más peso a mi confusión.
¿Quién era ella realmente? ¿Qué intenciones tenía? Y lo más inquietante de todo: ¿qué sabía sobre el monstruo de Jeon? Cada pensamiento era un eco de mi desesperación, una búsqueda frenética de respuestas en medio de un mar de dudas.
-Hola, Nayun -entró la mujer que estaba afuera hace un rato. Era pelirroja y esbelta, vestía una bata de doctor y bajo ella traía un vestido de color mostaza, acompañado de unos tacones de aguja negros-. Mi nombre es Shin Zareth, es un placer conocerte -me sonrió de manera cálida.
No respondí sólo esperaba a que me dijera que hacía aquí y los fines de mi inesperada visita.
-Kookie si es descuidado, tantas veces que ha venido y no te dió la bata -tocó su rostro avergonzada y caminó hacia ella. La tomó y caminó hacia mi, ayudándome a colocarmela-. Bien, necesito que coloques tus pies aquí -señaló un posa pies derecho- y aquí -luego señaló el posa pies izquierdo- Arrímate un poco más para que sea cómodo, tanto para tí como para mí -hice lo que me pidió sin rechistar- Perfecto, te presentaré a mi amigo, es como una cámara pequeña para ver dentro de tu vagina y aquí -señaló una pequeña pantalla a mi lado- podrás ver lo que yo realmente veo -asentí asustada y sin más, comenzó con ese aparato de forma circular, viendo en la pantalla mi vagina en todo su esplendor.
El miedo seguía latente, como un eco constante en mi mente. No podía evitar recalcarlo una y otra vez: estaba asustada. Me habían mencionado que sería un ginecólogo, pero para mi sorpresa, era una ginecóloga. Su amabilidad era evidente, casi reconfortante, pero había algo en ella que no terminaba de encajar. Una intuición persistente me decía que, de alguna manera, estaba conectada con Jung Kook. Esa posibilidad me inquietaba aún más, como si cada pieza del rompecabezas se volviera más confusa en lugar de encajar.
-Ya puedes cerrar las piernas. -jaló una parte de la cama, como una tabla de metal para posicionar mis pies-. Espero y no te incomode, pero necesito revisar tus senos, es parte del chequeo.
-No, claro que no. Adelante.
Se acercó a mí y palmó cada uno de mis senos con suavidad, buscando algún signo de anormalidad en ellos.
-Están perfectos, ¿Alguien en tu familia sufrió cáncer de mamas?
Negué rápidamente.
-No que yo sepa -respondí intentando acordarme, quizás en algún momento de mi vida mi mamá me comentado algo al respecto.
-Ahora te haré un eco -acercó otra máquina y echó un poco de gel en la parte de mi vientre, más arriba de mi intimidad.
El aparato se deslizó suavemente sobre mi piel, siguiendo el rastro del gel frío que aún dejaba una sensación peculiar. La pantalla frente a nosotros mostraba imágenes detalladas: mis ovarios, las trompas y cada rincón que estaba siendo examinado. Era fascinante y extraño a la vez, ver todo aquello que normalmente permanece oculto. La ginecóloga mantenía una expresión profesional, concentrada en su trabajo, mientras yo intentaba distraerme de la incomodidad del momento.
-Estás perfecta, no veo nada anormal -retiró el mismo y me limpió con unas toallas de papel-, pero debo mandarte antibióticos, pastillas anticonceptivas y un gel íntimo adecuado para tu zona íntima -los escribió en el recipe, paso a paso lo que tenía que hacer-. Puedes vestirte.
Al concluir, me dirigió una sonrisa breve, casi profesional, antes de girarse y salir de la habitación sin decir una palabra más. El silencio que dejó tras de sí era casi tan elocuente como cualquier explicación que pudiera haber dado. Me quedé allí, procesando lo ocurrido, mientras la puerta se cerraba suavemente, marcando el final de ese momento.
Me comencé a vestir, poco a poco justo como la Doctora había dicho, me dolía mucho ahí abajo y era notorio mi incomodidad.
[➵]
J. Jung Kook
La escena fue tan inesperada que me dejó completamente atónito. La doctora, con los recipes aún en sus manos, me abofeteó sin previo aviso y el impacto resonó tanto en mi piel como en mi mente. La sorpresa me paralizó por un instante, mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. Era un giro que no podía haber anticipado y las emociones se mezclaban en un torbellino de incredulidad y desconcierto.
-¡¿Qué mierda te pasa?! -nos ganamos unas cuantas miradas por su grito inesperado-. Tiene todo desgarrado ahí adentro, eres un animal.
Me lo merecía, pero la próxima vez que me dé con un martillo en la cabeza.
-No fue mi intención -genial, sonaba como un estúpido psicópata.
-¿Qué no? -rió irónica-. Esto es lo que le vas a comprar y para reparar tu error, necesita tomarse está pastilla anticonceptiva lo más pronto posible -me entregó los papeles y la miré muy agradecido.
-Gracias -hice una reverencia.
-Llévala a comer un helado, le hace falta -asentí con poco entusiasmo y ví como Nahyun salió del consultorio, ganándose la mirada de ambos-. Se lo merece.
¡Holaaaa!
Siento no poder actualizar tan seguido, se me hace muy complicado corregir algo que ya estaba escrito y no quisiera cambiar la idea original😭
Gracias por leer♥️
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Corregido: 10/04/2025
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