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➵┆Cᴀᴘ. 21┆

J. Jung Kook

     11:15 AM

     El timbre de salida había marcado el inicio de un miércoles peculiar, uno en el que Nahyun y Daisy solían salir temprano debido a la ausencia de un profesor que estaba de reposo. Sin embargo, al entrar a la cafetería, mi mirada solo encontró a Daisy, y una sensación de inquietud comenzó a apoderarse de mí.

     La preocupación se transformó rápidamente en una mezcla de ansiedad y enojo, tanto que sentía cómo una vena en mi frente amenazaba con estallar. Algo no estaba bien, y mi mente no dejaba de dar vueltas, buscando respuestas que aún no tenía.

     —¿Te pasa algo, Jung Kook? —preguntó Daisy con cierta inocencia.

     —¿Dónde está Nahyun? —pregunté rápidamente, saludar no era mi especialidad.

     —¿Sabes que es de mala educación responder con una pregunta?

     Alcé una ceja, dejando claro que las apariencias y la cortesía no eran mi prioridad en ese momento. Había perdido a mi protegida, y eso era lo único que rondaba mi mente. La preocupación y la frustración bullían dentro de mí, eclipsando cualquier intento de mantener la calma. Sabía que encontrarla debía ser mi única meta, sin importar lo que pensaran los demás. La sensación de haber fallado en protegerla era un peso que no podía ignorar.

     —Estoy hablando en serio —quizás mi preocupación no es suficiente como para que me diga donde está la niña.

     —Yo también —respondió con una sonrisa.

     Comenzaba a irritarme.

     —Señorita Daisy...

     —Está en el salón con el profesor Kim revisando un exámen o quizás hacen otro tipo de cosas, ya sabes, ejercicio —Puso cara pervertida.

     El maldito de Jin se las vería conmigo.

     —Gracias —me alejé de la mesa para empezar a caminar en dirección al salón.

     —¡Jung Kook! —me llamó Daisy.

     Me detuve en seco, dejando escapar un suspiro apenas perceptible, como si contemplar la posibilidad de escucharla fuera una carga. Me giré lentamente, mis movimientos calculados, y levanté una ceja con indiferencia.

     Mi mirada parecía decirlo todo: "Esto mejor sea importante."

     Fingí prestar atención, inclinando ligeramente la cabeza como si su llamado realmente tuviera peso en mi lista de prioridades. Aunque mi paciencia flaqueaba, sabía que mantener la calma y aparentar interés sería la mejor estrategia en ese momento.

     —Cuando salga dile que la estoy esperando —agregó con una sonrisa. Asentí y seguí mi camino.

     Mis pasos resonaban con fuerza mientras subía las escaleras a toda prisa, casi sin pensar en nada más que llegar al pasillo de los salones lo antes posible. Pero justo cuando estaba a punto de alcanzar mi destino, tropecé abruptamente con él, la persona que había comenzado a detestar con cada fibra de mi ser.

     Por un instante, ambos nos quedamos paralizados, sorprendidos por la incomodidad de aquel encuentro. Mi mente se nubló de incredulidad mientras intentaba descifrar una sola cosa, ¿Qué demonios hacía aquí? Sentí cómo la tensión en el aire crecía, y aunque quería apartarme y seguir mi camino, algo en su expresión parecía indicar que este encuentro no sería tan fácil de dejar atrás.

     —¿No ves por dónde vas? —preguntó Jin acomodándose el traje azul marino que llevaba puesto.

     —¿No estabas con Nahyun? —pregunté preocupandome aún más por ella.

     El caos en mi mente era imparable, cada pensamiento más oscuro que el anterior. La presencia de él aquí solo intensificaba mi ansiedad, como si su mera existencia fuera un presagio de algo terrible. Nahyun no estaba, y eso me carcomía por dentro.

     La frustración y el enojo se mezclaban en mi pecho, y aunque intentaba mantener la calma, las palabras que escapaban de mi mente eran todo menos tranquilas. Sentía que el mundo entero conspiraba en mi contra, y lo único que deseaba era encontrar respuestas antes de que fuera demasiado tarde.

     —No, no la he visto desde que salió del salón al receso, es decir, hace un rato —rspecificó.

     La intensidad de mis pensamientos me sorprendía incluso a mí misma. Sentía cómo la rabia se acumulaba en mi pecho, una furia que no podía contener. La sola idea de que alguno de los hombres de mi padre estuviera presente me llenaba de una determinación oscura, una que no reconocía del todo.

     Era como si, en ese momento, el límite entre lo correcto y lo impulsivo se desdibujara, y lo único que importara fuera proteger lo que consideraba mío, sin importar las consecuencias.

     —Menos mal que eres el mejor en el área —comentó en tono burlesco, como si mi rostro y lo que posiblemente significaba no fuera suficiente motivo como para preocuparse.

     —Si no quieres que te parta tu bonita cara, mejor cállate, Jin.

     Continué mi camino hacia el salón, intentando dejar a Jin atrás, convencida de que lo había logrado. Pero esa sensación de alivio duró poco. Al girar ligeramente la cabeza, lo vi ahí, siguiéndome como si fuera mi sombra, con una persistencia que comenzaba a irritarme. Su presencia constante era como un recordatorio de que, por mucho que intentara escapar, él siempre encontraba la manera de estar cerca. Mi paciencia se agotaba con cada paso que daba, pero decidí no detenerme. Si quería seguirme, tendría que hacerlo bajo mis términos.

     —Puedo solo —aclaré.

     —Jamás lo he dudado —confesó en el peor momento, pero decidir darle importancia afectaría en la vida de mi protegida.

     Avanzamos por el pasillo hacia el salón, nuestras sombras reflejándose en el suelo como si todo estuviera en calma, aunque internamente la tensión burbujeaba. Para cualquiera que nos viera desde lejos, podríamos haber parecido amigos, charlando o simplemente acompañándonos. Pero la realidad era mucho más oscura. Al llegar al aula, mis ojos se posaron en los dos chicos apostados frente a la puerta.

     Sus posturas relajadas no lograban ocultar su intención; vigilaban, asegurándose de que nadie se acercara ni presenciara lo que estaba ocurriendo. Una sensación incómoda se instaló en mi pecho, mientras evaluaba cada detalle, buscando cualquier señal de lo que podría venir a continuación.

     —¿Qué quieren? —preguntó uno de ellos de forma alzada.

     ¿Acaso nunca le enseñaron a respetar a sus mayores? Niño sin educación.

     Su apariencia era inconfundible: ojos azules que parecían perforar el ambiente, cabello amarillo brillante que destacaba entre la multitud, y una estatura respetable, aunque no tanto como la de Jin o la mía. Mientras más lo observaba, más seguro estaba de haberlo visto antes.

     Su rostro me resultaba irritantemente familiar, asociado con escenas en las que lo había notado rondando cerca del círculo de Nahyun. Recordé vagamente situaciones en las que solía molestar a otros alumnos, como si disfrutara sembrando incomodidad. Esa certeza despertó una inquietud en mi interior, un presentimiento de que su presencia allí no era casualidad y, probablemente, tampoco era inofensiva.

     —¿Dónde está Kim Nahyun? —preguntó Jin cruzándose de brazos, mostrandose imponente.

     —Profesor Kim —dijo el otro, intentando convencernos con su cara de “Yo no fui”.

     Su cabello castaño y ojos del mismo tono le daban una apariencia más discreta que la de su compañero, pero su expresión no inspiraba confianza. La estatura, casi idéntica a la del otro, rondaba aproximadamente el metro setenta, lo que hacía que ambos parecieran igual de amenazantes.

     Había algo en sus gestos, en la forma en la que intercambiaban miradas, que gritaba complicidad. Era evidente que no estaban allí por casualidad, y eso solo hacía que la atmósfera se sintiera más pesada y cargada de tensión.

     —No la hemos visto —mintió el castaño.

     —¿Y qué hacen aquí parados fuera del salón de manera misteriosa? —pregunté alzando una ceja, nada estaba bien y llegaría al fondo se todo ésto.

     —¡Ayuda! —de escuchó desde el interior del salón.

     La familiaridad de aquella voz resonó en mi mente, como si una pieza perdida del rompecabezas estuviera a punto de encajar. Podía jurar que pertenecía a una mujer, una que había cruzado mi camino hace meses. Esa sensación de reconocimiento mezclada con incertidumbre me invadió, haciéndome repasar mentalmente cada interacción pasada, tratando de conectar el eco de esa voz con un rostro. Algo en el fondo de mi mente insistía en que su presencia no era una coincidencia, que había algo más detrás de todo esto.

     —¿Qué fue eso? —preguntó Jin alzando una ceja, tal cual como lo estaba yo.

     Los gritos que se escuchaban desde el interior eran desgarradores, llenos de una angustia que no podía ser ignorada. No hacía falta ser un experto para percibir la desesperación en su voz, la súplica silenciosa de alguien atrapado en una situación que parecía insostenible.

     Cada eco de ese clamor pedía con urgencia que alguien, cualquiera con el valor suficiente, interviniera y pusiera fin a su tormento. La escena en sí ya era una carga emocional difícil de soportar, y el peso de la decisión recaía sobre los que estaban cerca, preguntándose quién daría el paso hacia adelante.

     —¡Jung Kook! —sin duda, era Nahyun y su grito a punto de llanto me alarmó.

     El impulso fue más fuerte que cualquier pensamiento racional. Corrí hacia la puerta con determinación, sin detenerme a considerar las posibles consecuencias legales o sociales de mis acciones. En ese momento, lo único que importaba era actuar, proteger y poner fin a lo que parecía una situación insostenible. La adrenalina corría por mis venas, nublando cualquier rastro de duda o temor.

     —Ni lo pienses —advirtió el castaño como si tuviese oportunidad contra mí.

     —¡Quítate, niño! —pedí amablemente.

     La determinación se apoderó de mí en ese instante. Sin dudarlo, lo tomé del cuello de su camisa, levantándolo apenas lo suficiente para que sintiera el peso de mi advertencia. No necesitaba palabras; mi mirada y mis acciones hablaban por sí solas. Quería que entendiera, de una vez por todas, que no era alguien con quien pudiera jugar. Al dejarlo caer al suelo, sentí una mezcla de alivio y control, sabiendo que había logrado mi objetivo. Ahora, cada vez que me cruzara en los pasillos, recordaría este momento y pensaría dos veces antes de intentar algo.

     —¡¿Tú también quieres?! —le pregunté exaltado al rubio.

     —Pégale, Chris —gritó el castaño que estaba tirado en el suelo, siendo vigilado por Jin.

     —Lo siento, Matt —levantó sus manos como si le estuviera apuntando con un arma a la cabeza.

     Me acerqué a la puerta con cautela y respiré profundo, esperando lo peor. Cuando la abrí, pude ver a un gran imbécil tocando a Nahyun, para ser más preciso, metía sus dedos dentro de ella, estaba abierta en todo el escritorio a su merced, mientras ella sollozaba.

     Apostaba que ni ella misma sabía lo que estaba pasando.

     —¡Hey, tú! —lo llamé y me acerqué a él dando pasos rápidos—. Dame tres razones para no matarte ahora mismo —lo tomé del cuello de su camisa y luego del cuello, para levantarlo del suelo sin complicaciones— ¿Cómo le puedes hacer eso a una mujer?, ¡Te tuvo una mujer, grandísimo imbécil! —estaba muy enojado. Él solo sonrió, no pronunció palabra alguna—. Dame tres razones para no matarte —repetí de nuevo. Tenía la cara un poco roja, pero no habló.

     —Jung Kook, lo vas a matar —habló Jin detrás de mí y eso era exactamente lo que quería lograr— ¡Jung Kook! —volvió a llamarme con desesperación.

     —No me importa, su vida no vale nada —veía reflejada a mi hermanita en Nahyun y en este mounstro a mi padre que siempre la maltrataba—, y morirá si yo lo decido —ya estaba decidido.

     —Jung Kook, por favor, no hagas una estupidez, no lo vale. Él no lo vale —habló Jin de nuevo, ¿Por qué no se calla?—. Hazlo por Suni —al escuchar su nombre, solté al hombre, dejándolo caer en el suelo, tosía desesperado, intentado recobrar el aliento.

     Me giré con firmeza, enfrentando a Jin con una mirada que hablaba más que cualquier palabra. La indignación hervía en mi interior; no podía permitir que mencionara a alguien tan importante para mí, no después de lo que había decidido hacer. Su decisión de cruzar esa línea era imperdonable, y mi mente luchaba por encontrar un equilibrio entre la furia y la necesidad de mantener el control. Este no era un momento para titubear, y lo sabía perfectamente.

     —¡Jamás vuelvas a nombrarla! —hice una pausa, dejando de apuntar a Jin—. Y tú —lo señalé—, si te veo a unos metro de Nahyun, tenlo por seguro que esa vez si te mato, no lo dudes jamás —me acerqué a Nahyun, que buscaba con desesperación sus bragas, mientras temblaba.

     —¿En dónde están? —preguntó Jin al individuo—. Jeff, no volveré a repetirlo —el pelinegro no decía nada y eso me enojaba aún más.

     —Te lo advertí, maldito.

     La tensión en el aire era palpable, pero el giro inesperado de los acontecimientos me dejó momentáneamente desconcertado. Su sonrisa burlona mientras sacaba la prenda de su bolsillo solo alimentaba mi irritación.

     Sin embargo, mantuve la compostura, tomé la prenda con firmeza y, sin decir una palabra, se la extendí a Jin. Este gesto no era solo para cerrar el capítulo, sino también para demostrar que, a pesar de todo, aún tenía el control de la situación. Ahora, lo único que importaba era que la prenda llegara a su sobrina, y que este episodio quedara atrás.

     —Morirá —susurré poco audible para Jin.

     Me lancé sobre él, golpeandolo repetidamente en su rostro y pecho, aplastando su caja torácica sin problema alguno. Quería destrozarlo.

     —¡Jung Kook no! —Jin intentó separarnos, pero no pararía, no ahora.

     —Jung Kook... basta... por favor —el hilo de voz de Nahyun hizo detenerme en seco.

     Cada paso que di hacia ella se sintió como un peso, como si el aire mismo se volviera más denso. Pero al encontrarme con su mirada, llena de temor y vulnerabilidad, entendí que mi presencia no era lo que necesitaba en ese momento. Me detuve, dejando que el silencio hablara por mí, y decidí retroceder. A veces, la mejor manera de ayudar es dar espacio, aunque el instinto quiera lo contrario.

     Tenía fuego recorriendo mis venas.

     ¿Qué demonios me pasa?

     La escena se llenó de un alivio inesperado al girarme y ver a Nahyun aferrada a Jin como si buscara refugio en él. Fue un momento que disipó la tensión acumulada en el aire. Dejé escapar un suspiro de tranquilidad, sintiendo cómo mi pecho se relajaba al saber que, al menos, ella estaba a salvo. En medio del caos, lo más importante era su bienestar, y verla ahí, protegida, hacía que todo lo demás pasara a un segundo plano.

Hellooooooooooo

Ahora se viene lo divertido😮

Quiero aclarar que no estoy a favor de las violaciones.

Gracias por leer♥️

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04/03/2025

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