
⚝ ↳Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 01↰ ⚝
—¡Jóven Kim, párese derecho. Está encorvado! —la anciana de setenta años junto a su bastón le gritaba al mayor de los hijos del Lord Kim.
Kim Nam Joon corrigió su postura, estaba practicando los modales y posturas para la coronación, pero él moría por adentrarse en uno de sus tantos libros en la biblioteca que había dejado a medias por órdenes de su padre, el Lord Kim. A diferencia de sus dos hermanos, él era el único que podía ser capaz de leer cientos de libros sin salir de su habitación, estaba más que seguro que no quería ser el Alfa que dirigiera y liderara el territorio de los Kim.
—Señora NamRi, estoy cansado de fingir —soltó dejando la postura que tanto debía adaptar a su persona.
A él no le importaba ser alguien a quien debías respetar, reverenciar o siquiera ser alguien importante, quería ser libre como la mayoría de los habitantes del territorio Kim.
—Lo haces por tu padre, el Lord Kim, nunca lo olvides —recordó la señora mayor y junto a su bastón caminó hacia uno de los asientos acolchados que habían en el gran salón real—. Quizás se equivocó al mandar a su pequeño hijo al más allá —cabizbaja agachó la cabeza.
Aún nadie sabía porque el menor de los Kim había sido enviado a las tierras no descubiertas por algún Alfa u Omega capaz de sobrevivir y volver sin ningún rasguño a sus territorios que eran protegidos por ellos mismos, sólo el Lord Kim repetía con entusiasmo que si su hijo regresaba sería el primer Alfa en dirigir a todos los territorios, derrocando a todos los Alfas líderes de otros territorios.
Complicado, pero cierto. Aquél Alfa podría tomar la decisión de eliminar las barreras que dividían cada uno de los territorios o dejarlos exactamente como estaban, ya que por algo habían sido creados.
También, algunos Omegas y Betas comentaban sobre la muerte de la difunta esposa del Lord Kim, Lady Kim Hye Rin y el impacto que provocó en él. Los Alfas de los otros territorios la condenaron a muerte al enterarse que su apellido era Jeon y no Kim como tanto alardeaba, además de que no era perteneciente a ese territorio, si no, de uno extinto.
El Lord Kim lo sabía y también que mezclaría su sangre con una Omega digna de su apellido.
—Papá no está bien. Luego de la muerte de mamá, jamás volvió a ser el mismo —comentó el pelinegro con nostalgia.
Él era el único que sabía, además de su padre, como habían matado a su madre y de que se le acusaba.
Traición, ese era el cargo que se pagaba con muerte.
—¿Cómo volvería a ser el mismo luego de ver a la difunta Lady Kim morir y dar su último aliento entre sus brazos? —la señora Kim dejó rodar una lágrima por su delicada mejilla.
Ella había criado a Lady Kim Hye Rin como si fuese su propia hija, dándole la mejor educación y enseñanza posible, haciéndola casi perfecta para su hijo.
—Abuela, no llores —Nam Joon se acercó con prontitud y la abrazó—. Ya me cansé de las formalidades contigo.
Por primera vez, la señora Kim se había dejado abrazar por unos de sus nietos, dejando de lado su corazón de hielo y recibiendo ese abrazo cálido como si del último se estuviera tratando.
—¿Cómo podré ver a tu padre o a mi pequeño Kookie a los ojos? Yo había permitido que mi hijo se enamorara de aquella dulce niña —soltó un sollozo cargado de dolor—. ¿Cómo le diré a Kookie que su madre estaba muerta y que su verdadero apellido era Jeon? —otro sollozo acompañado de culpa— ¿Cómo los miraré a la cara sabiendo que maldije a nuestra familia? Ni siquiera puedo llamarlos nietos —ese último sollozo fue el más doloroso, cargado de arrepentimiento—. Lo lamento tanto, Nam Joon —por primera vez en su vida, la señora Kim había devuelto el abrazo, dejando al jóven Kim asombrado.
Su abuela lo estaba abrazando.
—El tiempo todo lo sana —soltó el pelinegro con seguridad.
A sus doscientos treinta años, pero con la apariencia de un chico de veintitrés años, era el más sabio e inteligente que podría haber entre los contados Alfas del territorio Kim.
—¿Por qué siempre sabes que decir? —cuestionó con asombro.
—Quizás, mamá antes de marchar me enseñó a leer, analizar y creer que toda oscuridad puede desaparecer con un mínimo rayo de luz —explicó el moreno con mirada profunda, su madre creía en el destino y que pasaba si se rompía el ciclo.
—Yo tenía que pagar, no ella... No ella —repitió dolida.
—Abuela, deja de torturarte. El pasado no puede perseguirte en el presente y arruinar tu futuro.
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—¿En dónde está mi hijo Taehyung, madre? —el Lord Kim preguntó sin mirar a su madre que se asomaba bajo el marco de la puerta de madera blanca.
—Está descansando, Seok Jin. Es un chico de veinte años que es sobre exigido día y noche para hacerlo fuerte —la señora Kim no estaba de acuerdo con el trato que le daba su hijo a sus nietos, los explotaba por decirlo de alguna forma y menos le perdonaba el haber mandado a su pequeño, dulce y pelinegro Kookie al exterior solo—. Algún día deberías dedicarle aunque sea un minuto a tus hijos, ya son unos hombres, hechos y derechos, pero no gracias a tí —caminó hasta el escritorio del Alfa, estaba mirando un mapa.
En la familia real sólo habían Alfas. Exactamente, Kim Nam Joon, Kim Taehyung y Jeon Jung Kook eran los únicos Alfas del territorio Kim, siendo capaces de elegir una Omega digna para crear un lazo resistente para procrear únicos herederos, es decir, los Omegas y Betas del pueblo podrían estar íntimamente sin preocuparse, los Betas no eran tan fértiles como para embarazar a un Omega.
—Estoy grande para los regaños, madre —no la miraba, sólo buscaba con un objetivo claro en el mapa.
Quería ver que posibilidades había de encontrar a su hijo menor en algún rincón de ese extenso mapa, pero hasta tomaba en cuenta la posibilidad de que estuviese muerto. Habían pasado cinco años desde que mandó a su pequeño de catorce años al exterior y desde ese entonces, no ha vuelto.
—Lo sé, pero no aprovechas a la mitad de tu familia que está viva y te aferras a los que están muertos —quizás, la señora Kim había sido ruda con sus palabras, pero tenía razón.
El Alfa se puso de pie furioso, no le habían gustado las palabras de su madre que ahora lo miraba horrorizada.
—¡¿Cómo te atreves a decir eso?! —aventó lo que tenía en su escritorio, los ojos verdes del Alfa habían cambiado a uno de color avellana intenso, sólo ocurría cuando se enojaba— ¡Ella murió por tí, por tu culpa, por culpa de mi padre. Si no la hubiesen adoptado, ahora una maravillosa mujer no estaría muerta o quizás, si hubiesen sido capaz de atacar a los del territorio Choi, las reglas hoy fueran distintas! —soltó con molestia, era una estaca directo al corazón de su madre.
—¡Y tu mandaste a mi Kookie a morir por una salvación! —gritó cambiando de igual forma el color de sus ojos— ¡¿Y qué tal te fue?! —smbos acababan con la familia Kim. Guerra, peleas, discusiones, sacrificios; todo por el bien de un territorio que se auto destruía—. Mi nieto fue a morir por tí. No te hagas el santo ahora.
Aquellas palabras eran ciertas, quizás si ambos hubiesen tomado decisiones distintas y difíciles, podrían haber salvado a su ahora difunta esposa e hijo.
El sonido de la puerta siendo tocada interrumpió la pronta pelea, esfumando los pensamientos del otro.
—Puede pasar —dió permiso el Lord Kim volviendo a su asiento como si nada hubiese pasado.
El guardia, aquel Beta que defendía a su esposa a muerte había ingresado a su oficina para darle una noticia que cambiaría sus vida.
—Mi Lord, el jóven Jung Kook ha vuelto del exterior.
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—¡Hijo! —el Lord Kim había corrido con emoción y preocupación hacia el más pequeño de sus hijos.
El menor de ciento diecinueve años no podía distinguir a su padre, ni siquiera corroborar con sus propios ojos que era él, pero jamás podría olvidar una voz tan gruesa y profunda como la que tenía su progenitor.
Cinco años fuera de su hogar, mandado por su padre a duras penas, para aprender sobre el mundo exterior y probandose así mismo que había criado a un hijo digno de poseer el apellido de su madre. Sí, ambos habían hecho un juramento y si el pequeño que estaba en el vientre de su esposa resultaba un cachorro, un gran Alfa, le pondrían el apellido real de Lady Kim Hye Rin, en su honor y su pronto cumpleaños.
El jóven Jeon no terminó su adolescencia como un cachorro normal, donde sus padres les enseñaban las etapas del celo y que debía hacer para controlar aquellas hormonas sin dejar embarazada a una chica linda que posiblemente estudiara con él, pero no, su adolescencia fue distinta.
Él tuvo que conocer que era la masturbación sin siquiera imaginarse a una omega desnuda frente a él o fantaseando con hacerla suya, porque jamás había visto una tan hermosa como en la televisión de su habitación pasaba en el canal de noticias, así que para Jeon era preferible aprender a controlar el celo y su pene erecto veinticuatro horas durante tres días, cada cuatro meses.
También, fue víctima de otros animales que amenazaban con acabar con su pronta vida hasta que aprendió a como dominarlos, superarlos y ser respetado por los mismos, aunque fueran animales salvajes sin capacidad de razonar o siquiera pensar, pudieron entender que aquel gran Alfa de ojos almendrados y gran pelaje negro, de descomunal tamaño era su rey.
—Papá, lo logré —él mismo estaba orgulloso de haber vuelto sano a casa y su padre aún más, pero le faltaba una pieza al gran rompecabezas familiar— ¿En dónde está mamá?
El jóven Jeon miraba de un lado a otro e incluso detrás de su padre intentando divisar una figura femenina de voz dulce, justo como él imaginaba que sería al llegar vivo a casa, pero no había nadie, sólo algunos guardias protegiendo al Lord Kim de cualquier imprevisto.
—Los Lores de los otros territorios la asesinaron, hijo —su padre abrazó al chico que se había quedado sin habla, con la mente en blanco y el corazón roto.
Había perdido a su madre, él no había logrado nada y se culpaba de no haberla protegido, por haber vuelto tan tarde
—Tranquilo, hijo, todo se arreglará —aseguró su padre, sin comentarle aún su plan para que los desgraciados que habían matado a su esposa pagaran.
Holaaaaaa
¿Qué tal éste primer capítulo?
Estaba tan emocionada de subirlo... Tan pronto como pudiera.
Gracias por leer😊
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Corregido: 28/01/2023
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