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IV࿐ Tras la máscara.

"Código familiar"

Enero 16, 2052.

04:30 am.

Se encontraba en esa habitación, de nuevo. Ese albergue de pesadillas y recuerdos que prefiere olvidar. Ahí estaba, atada a una silla, con esos nudos que aprietan su cuerpo y la obligan a permanecer estática.

Miedo, miedo es lo que siente, miedo de su alrededor, miedo de su estado, miedo de sí misma. Ahora es una niña otra vez, indefensa. Y estaba reviviendo ese momento en que le hicieron tanto daño.

No debía mirar el espejo, tenía que seguir con los ojos cerrados.

Sólo podía escuchar la misma voz, gritando y rogando por su ayuda.

"¡Ayúdame!"

No, sabía que no era real. Había pasado mucho tiempo repitiendo este desafortunado evento, pero no podía evitar sentirse inútil ante ese llamado que no podía responder.

"¡Emma, ayúdame!".

Pronto, toda esta situación se volvía un simple eco, y sentía cómo su vista se quedaba en negro. Nada, ya no había nada. Sólo estaba ella. Había aprendido a calmarse sola, esto ya se hizo costumbre, la necesidad de armar un escándalo era nula.

Sin embargo, no podía evitar sentirse abrumada. Ridículo ¿cierto? Sufrir por un momento al que era completamente ajena y había recibido el mínimo daño físico.

Carajo, ahora no podía dormir. Maldita sea la hora en la que su rutina se volvió estricta y sus horarios de sueño se recortaron de una manera brutal.

Daba igual, eran las cuatro y media de la mañana, su alarma sonaba en media hora, no le servía intentar dormirse de nuevo. Aunque, mirándolo desde otra perspectiva, por lo menos no tendría que luchar para no quedarse profunda y cómoda entre sus sábanas, más ahora que estaba a cargo.

Su rutina se resumía en: Levantarse, darse un baño, producirse, desayunar, verificar documentos, visitar las instalaciones de Lambda, revisar el estado de los experimentos, investigar el paradero de los Fugitivos de Grace Field, algunas investigaciones personales y, finalmente, irse a dormir. Tal vez no hacía mucho, pero le llevaba el día entero. Todos los días viviendo en el mismo bucle de cansancio y exigencia.

Vaya mierda de vida.

Todos los malditos días de poner cara de maldita y tratar mal al que se le ponga enfrente. Sin contar de las cosas que tenía que decir y hacer. Todo para lograr una sola cosa: Credibilidad.

Cualquiera pensaría que la hija de Ratri tiene que comportarse de una manera deplorable e irrespetuosa, siendo una completa arpía y tratar de manipular todo y a todos para obtener lo que sea ¿no?

Era una miserable, en todo el sentido de la palabra. Ciertamente, ella no era así. No, no disfrutaba de ninguna de las cosas que hacía. Odiaba todo, odiaba sus labores, odiaba tener que fingir todo el tiempo y, oh, odiaba a su padre.

Lo odiaba más que nadie en el mundo. Él le hizo lo peor que alguien alguna vez le había hecho. Le arrebató lo que más amaba y ahora tendría que pagar por ello.

¿Lo peor? Todo ese odio tenía que tragárselo y reprimirlo, nadie podía saber todo el rencor que le tenía a Peter. Bueno, nadie la escucharía, en primer lugar.

Sí, su engaño funcionaba a la perfección, todos la detestaban. Realmente, se lo ganó. Hizo todo lo que una mujer tendría que hacer para ser odiada y despreciada. Cómo te ven, te tratan y cómo te tratan, eres. Así que tuvo que apegarse a la perspectiva que todos tenían sobre ella.

Todos esperaban que fuera cruel, despiadada y desalmada, y así se comportó. Ella era el estereotipo andante de lo que era una chiquilla consentida. "La niña de papi", "Pulga pedante", "Infame", "Fácil", "Golfa". Esas y más eran las frases que utilizaban los subordinados de su padre para referirse a ella.

Sin embargo, había una persona que, por más que no utilizaba ese tipo de insultos con ella, le parecía de lo más insoportable. Norman nunca le cayó bien. Desde el principio le parecía que sus prejuicios le nublaban la mente. Y vaya que tenía razón. Con el tiempo empezó a faltarle el respeto, Emma siempre pensó que el respeto era algo mutuo, si él no la respetaba, ella tampoco lo haría.

Sinceramente, hace bastante tiempo se habría deshecho de él. Sin embargo, era necesario para su... Bueno, realmente, el plan no era suyo.

Este plan que debería liberarla, sólo la encarcela más.

Ella es otra de las tantas cosas que su padre posee, sólo que, a diferencia de todos esos objetos de alto valor, ella no valía nada para él. Era sólo otra obligación, nada que pudiese merecer su cariño, para variar.

Sin embargo, Emma creció con otro tipo de cariño. No siempre estuvo sola, no siempre fué la única heredera del clan. Hubo alguien antes de ella, alguien que, por su traición, había sido condenado al eterno olvido. Ya nadie habla de él, nadie lo menciona, es cómo si nunca hubiese existido en este mundo. Claramente es por miedo, y eso no puede generar más rabia en ella.

Marcus Ratri, el hijo mayor de Peter Ratri. Este sí fué un hijo reconocido, un hijo legítimo. Las cosas no podían pintar mejor para él, nació con el rol correcto, en la familia correcta. Pero la vida da muchas vueltas... Marcus estaba en contra de los ideales a los que estaba sometido. Era algo pretencioso y testarudo, pero era el único en ese lugar que se preocupaba por Emma. Al ser seis años mayor que ella, se convirtió en su único pilar de apoyo. Aunque no lo veía muy seguido, lo veía lo suficiente cómo para no caer en desgracia.

Él la quería mucho, siempre que podía se lo demostraba. Aunque nunca le daba la respuesta exacta a una pregunta que siempre le hacía.

"¿Por qué no recuerdo nada antes de los seis años?".

Cuando era más pequeña, él le decía que los alienígenas la abdujeron e ingresaron a su pequeña cabecita, quitándole todos sus recuerdos. Se tragó la mentira por un par de años, hasta que sus palabras perdieron sentido.

Esa es la pregunta que haría en su féretro, si tan sólo él tuviera uno. Sinceramente, no sabe qué fué de él, su destino aún es un misterio para ella.

Cuando él cumplió diecisiete, sus aspiraciones idealistas habían aumentado su potencia de una manera misteriosa. Él decía que había alguien allí afuera, que los ayudaría a ellos y a todos los niños ganado.

Ella, por otro lado, con once años recién cumplidos, le decía una y otra vez que era un plan peligroso. Estaba aterrorizada por lo que su padre podría hacerle si lo descubría, sin embargo, él la ignoró.

El temor de Emma se hizo realidad y así fué. A Marcus lo descubrieron en un complot en contra del sistema, de la realeza, de su familia, de su mismo destino.

Emma sólo recuerda cómo ambos fueron escoltados y llevados a una habitación, mientras ella suplicaba que su padre tuviera piedad por su hermano. Aunque, sabía que eso sería muy poco probable, para tener piedad, primero debes ser un humano.

Recordaba cómo a Marcus lo arrojaron a una silla que estaba en el centro de la habitación, atándolo de una manera agresiva, mucho, incluso para esos escoltas tan violentos. A ella le hicieron lo mismo, pero estaba más cercana a la entrada y su silla le daba la espalda a su hermano.

En ese momento, el miedo recorría su cuerpo cómo nunca lo había hecho. Su corazón latía tan fuerte que podría jurar que lo oía retumbar en toda la habitación. Sus piernas empezaban a temblar, no sabía qué iba a pasarle y estaba aterrada por ello.

Y cómo si no fuera poco, vió a su padre entrar a este lugar, ese que se llenó de intrigas, tensiones y temores. Por alguna razón, tenía un mínimo de esperanza de que él, por primera vez, actúe cómo un verdadero padre y los saque de allí.

Niña ilusa, él hizo todo menos ayudarle.

Se acercó a ella y se agachó, quedando un poco más alto, pero estando a una distancia no tan significativa. Sólo para decir las palabras que marcarían su vida.

"Mi princesa, ahora tú vas a reemplazar a tu hermanito. Espero que seas obediente, o tendré que hacerte lo mismo que a él. Esta es tu primera lección, aprende de ella o tendremos problemas".

Luego de eso, redireccionó su cabeza hacia un espejo que no había notado antes. Gracias al reflejo, presenciaba cómo Marcus se retorcía del dolor, mientras sus alaridos llenaban la habitación, provocando el desenfrenado llanto de su pequeña hermana.

Ya no recuerda nada más, no desde esa vez.

Si Marcus viera lo que ella ve ahora mismo en el espejo del baño, seguramente se burlaría de ella y la haría a un lado. Se había convertido en lo que él tanto odiaba.

Ciertamente, ella tampoco le encuentra nada bueno a su propio reflejo. Simplemente vé a alguien que está sola y está intentando algo que seguramente va a fallar, cobrando la vida de tres inocentes y... Tal vez la suya misma.

Y si, tal vez los experimentos de Lambda no le caían para nada bien y eso es decir poco. Pero ella, a diferencia de su padre, sí tiene corazón. Que nadie sepa cómo llegar a él, es otra cosa.

Ahora sólo puede fijarse en la cicatriz enorme que tiene en el pecho, la maravillosa razón por la cuál no podría escapar: El aparato que le colocaban a las madres y hermanas, alias "el pacificador".

Oh, y una extraña marca que posee en el lado izquierdo de su cuello. Tenía tanto tiempo que ya era difícil de notar, pero sabía que algo tenía que ver con las mentiras de su hermano y las inconsistencias sobre su origen.

Pronto, todos estos pensamientos fueron interrumpidos por una llamada.

一Padre一 respondió a esta, cortante.

Buen día, mi princesa一ella volteó los ojos ante esta frase一Sólo quería recordarte que El Tifari de este año tiene que ser perfecto, quiero que te encargues de eso desde ahora ¿sí? Las mejores presas es lo único que voy a aceptar de tu parte ¿bueno? Y cuando vuelva, vamos a arreglar tus problemitas del compromiso一.

No se dejen engañar, que le hable con "cariño" a su hija, no significa que la quiera, es una simple manipulación barata. Oh, y el maldito compromiso. Emma ha estado comprometida unas tres veces, todas esas terminando en una cancelación de último minuto por excusas poco creíbles. Para ella era algo bueno, no tendría que casarse. Sin embargo, Peter quería que ella sentase cabeza lo más rápido posible. Según él, está muy mal visto que una mujer asuma responsabilidades siendo doncella.

一Bueno.

Ah, y vigila a Norman, por favor. Recuerda que todavía puede estar defectuoso.

一Sí, padre, yo me encargo.

Eso es, princesa, sigue así y llegarás muy lejos.

La llamada finalizó, para su suerte. A Emma le pasaron al menos unos quinientos insultos por la mente, así que se había salvado por ese simple detalle.

Y ahora a empezar la rutina, sólo que este día sería diferente, era el primer día en que se empezaba el plan.

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No pude chikos, TENÍA QUE SACARLA, la tengo lista desde que me dió faringitis (HACE CÓMO DOS MESES).

Anyways, ya sé que existe otro Marcus, pero aquí finjimos demencia (no tuve cabeza para hacer otro). 

Bye, nos leemos la próxima!

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