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|8| Padre no hay más que uno [Toji]

Durante mucho tiempo habías sentido una fuerte atracción sexual hacia tu padre. Tenías dieciocho años y esa noche estaban solos él y tú. El Sr. Fushiguro y tú estaban solos porque tu madre se había ido al campo a visitar a unos familiares. Ya es tarde y la televisión, a muy bajo volumen, hace un ruido suave y cambiante al fondo.

-Escucha, papá -le dijiste-. Tengo que hacerte unas cuantas preguntas.

-¿Sobre qué? -quiso saber.

Te le acercaste y permaneciste en pie junto a él. Sabías que tus pezones podían verse con claridad a través de tu pijama. Le besaste en la frente, asegurándote que uno de tus pezones quedara cerca de su cara.

Su mano descendió de tu hombro a tu cintura, pero en el camino te rozó un pezón y sentiste una excitación inmediata: aunque estabas convencida/o de que fue algo accidental.

-Papá, ¿qué vamos a hacer este fin de semana?
-No he pensado en ello todavía.

Te diste la vuelta y te sentaste en su regazo, igual que como solías hacerlo de niña/o. Te rodeó con un brazo, pero ya no eras un/a infante. Tenía la mano muy cerca de uno de tus pezones. No con algún propósito, sino colocada allí
de modo fortuito.

Sentada/o en una de sus rodillas, comenzaste a frotarte distraídamente los muslos, sabiendo que la parte posterior de tu mano se apoyaba cerca de su pene.

Al principio, no hubo ninguna reacción. Sin embargo, en unos momentos sentiste el principio de una erección. Lo miraste a los ojos con inocencia. Los dos actuaban como si no estuviera sucediendo nada y trataban de sostener la conversación.

Como si fuera absolutamente natural, guiaste sus dedos a tu pecho.

Luego, lo besaste en los labios. Se puso de pie y no dijo nada. Te tomó en brazos y te condujo a la cama.

-¿Vas a acostarme, papá? -le preguntaste, mientras te depositaba en el lecho, pero tu voz no era natural.

-Algo así -respondió.

Te puso las manos entre las piernas y ascendió, frotándote el escaso pelo púbico y acariciándote la vagina/el pene. Estabas tan húmeda/o que te sentiste casi avergonzadaza/o.

-¡Oh, papá!

Tu padre te miró, levantó tu cabeza y te besó en la frente, la mejilla y los labios. Alargaste la mano y le soltaste la bragueta. Casi antes de darte cuenta de ello se había quitado los pantalones y su pene vigoroso se encontraba sobre ti. Te
separó las piernas y lentamente, pero con firmeza, se introdujo en tu ano. Cerraste los ojos y pensaste en lo maravillosa que era la sensación.

-¡Oh, papá! ¡Oh, papá! ¡Te amo!

-También yo te amo -te respondió.

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