|3| El Doctor [Satoru]
Tu última visita al doctor Satoru Gojo fue hace más de un año. Ya era tiempo de que el doctor te hiciera un examen de rutina. Había muchas cosas que habían sucedido en el ultimo año: habías perdido peso, ganado confianza en ti misma/o y tenías un aspecto muy diferente. Llevabas el pelo más largo y le habías dado un tinte de tonalidad rojiza que hacía que todos se volvieran a verte cuando caminabas por la calle. Tu porte era más profesional y tus ojos eran extraordinarios: las suaves líneas negras que utilizabas hacían que tu color azul claro resaltara todavía más. Tu estilo de vestir se había hecho más sensual: preferías las telas que se adherían mucho y los pantalones bien ajustados. Te preguntabas si el Dr. Gojo se daría cuenta del cambio que habías sufrido; era muy atractivo... pero muy profesional.
Mientras permanecías en la sala de espera, sonreías recordando que siempre habías tenido una especie de capricho por él. Estabas convencida que eso era algo que les ocurría a casi todos -enamorarse de su doctor-, pero tus sentimientos no habían desaparecido. Hacía ya un año que no lo habías visto y, no obstante, el corazón te latía con fuerza al preguntarte si todavía tendría el mismo aspecto. ¡Hablando del encanecimiento de las sienes y todo eso! Solía estar bronceado todo el año: lo lograba esquiando en invierno y navegando a vela durante el verano. Estaba bien afeitado y su apariencia era siempre impecable, lo que hacía resaltar todavía más su imagen viril. Las camisas de manga corta que llevaba siempre mostraban muy bien sus fuertes brazos.
La enfermera interrumpió tus fantasías llamándote por tu nombre. Te condujo a una de las salas de examen donde debías esperar. Comenzaste a juguetear con tus partes inferiores, pero todavía no acababas cuando se abrió la puerta y entró Satoru. Estabas en pleno proceso, con un sofocón tremendo, y te quedaste congelada.
-¡Disculpe! -te dijo-. Pensé que ya estaba lista/o para el examen.
-Está bien. No importa -murmuraste, mientras te apresurabas.
Una vez tranquila, permaneciste atenta/o ante él durante un instante y te diste cuenta que te observaba. Avanzaste hasta la mesa del examen y buscaste la bata que solía encontrarse en ella, pero no la encontraste.
-Creo que podemos hacer el examen sin ella -dijo el doctor, mientras te ayudaba a subir a la mesa-. Parece que ha perdido peso desde la última vez que la vi -comentó.
-Sí -le respondiste.
Y maldijiste mentalmente el rubor que apareció en tu rostro.
-No necesita sentirse avergonzada -dijo el doctor-. Luce muy bien.
-Gracias -fue todo lo que se te ocurrió.
-Ahora, muévase hacia el extremo de la mesa y ponga los pies aquí -dijo.
Te ayudó con suavidad a mover las caderas hasta el borde, mientras adoptabas la posición adecuada para el examen.
Comenzó a palpar profesionalmente tus mejillas. Cuando terminó, te pareció que su mano te rozaba suavemente los pezones, pero supiste que era algo que te habías imaginado...
Después, se desplazó hacia el extremo de la mesa para efectuar el examen interno. Se mostró muy amable y competente, y te hizo varias preguntas de rutina. Luego, su interrogatorio tomó otro sentido.
-¿Qué tal están sus respuestas sexuales? -dijo.
Aunque eso te sorprendió, después de todo era tu médico, y estabas segura de que deseaba saberlo por alguna razón de tipo profesional.
-Creo que muy bien...
-Veamos esas encías -dijo y te introdujo el dedo a mayor profundidad de lo que suponías que era posible.
Comenzó a manipularte el interior y te preguntó.
-¿Le parece que esto es agradable?
La sensación de su caricia te hizo sentirte maravillosamente bien y, al mismo tiempo, indefensa/o. Comenzó a aumentar cada vez más, pero no sabías qué hacer al respecto. No deseabas tener un orgasmo tendida sobre aquella mesa.
-Relájese -dijo el doctor con voz muy suave-. ¿Siente que está a punto de tener un orgasmo?
-Pues... sí... -tartamudeaste.
-Muy bien -comentó-. Trate de relajarse y dejar que suceda todo.
-No creo que pueda -le dijiste.
-Inténtelo. Yo la/lo ayudaré.
Así pues, cerraste los ojos y trataste de pensar que no estabas en el consultorio del médico; nuevamente comenzó la cálida sensación de cosquilleo.
Su dedo trabajaba en tu interior sin descanso y oprimía ligeramente el cuerpo contra el tuyo al apoyarse en la mesa.
-Suéltese -seguía diciendo-. Déjese ir...
Y de pronto... lo hiciste. Un orgasmo se extendió sobre tu cuerpo y te estremeciste varias veces por él, pero el médico no se detuvo; seguía moviendo el dedo y pidiéndote que trataras de venirte otra vez. Así que desabrochó tu pantalón y lo bajó de un tirón, sentiste como salía de tu cuerpo inmediatamente. Tomó tus piernas y las abrió de par en par, tu año se sentía tenso, así que comenzó a introducir el dedo de la misma !amera que lo hizo en tu boca.
-Vea si puede volver a hacerlo -dijo y su voz parecía todavía más baja-. Voy a probar algo diferente.
El mismo dedo seguía excitándote, pero puso la otra mano sobre tu genital, al principio con suavidad, frotándolo apenas hacia ambos lados. El ritmo de las dos manos era hipnótico: la pulsación de entrada y salida de un dedo, mientras el otro
te cosquilleaba tus partes. Entonces, sentiste algo húmedo y suave en el clítoris/pene y comprendiste que era su boca y que te estaba chupando. No supiste si saltar de la mesa y protestar, o qué hacer, de modo que seguiste con los ojos cerrados y lo dejaste seguir adelante.
Su lengua al exterior y su dedo dentro te estaban excitando cada vez más. Sentiste que su lengua aumentaba la intensidad de la caricia. Se te endureció el clítoris/pene, se te puso tenso el cuerpo y comprendiste que estabas nuevamente a punto de estallar de placer... Te movías al encuentro de su lengua y su dedo, y te diste cuenta de que de tu interior surgían sonidos apagados y roncos. De pronto, te encontraste en medio de otro orgasmo maravilloso que seguía eternamente porque el médico no dejaba de lamerte y acariciarte. Seguiste viniéndote hasta que ya no podías soportarlo más.
Entonces, retiró con suavidad el dedo y dejó de lamerte. Abriste los ojos y viste que tenía el rostro muy alterado, pero su voz fue firme y profesional cuando te dijo:
-Creo que sus respuestas están muy bien, pero debería venir a verme una vez al mes para que me asegure de que todo sigue bien. Satoru se volvió y abandonó la habitación dejando que te vistieras.
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